La reescritura de la historia

 “En su lucha antagónica con el imperialismo norteamericano (y todo lo que el capitalismo representa) comenzó un proceso de deslegitimación del pasado prerrevolucionario cubano al punto de satanizar todo cuanto había ocurrido antes de 1959”.   Foto: Paul Bica via Flickr

Por: Ernesto Formoso Lahera — Fuente: La Joven Cuba

La historia ha sido objeto de reiteradas mutilaciones y tergiversaciones desde los sumerios hasta Donald Trump. Este fenómeno ha provocado desbarajustes a escala global en la memoria histórica de la humanidad. Se han perdido culturas enteras de pueblos indígenas al borrar todo vestigio de su existencia o se han intentado enmascarar procesos degradantes como el Holocausto Europeo de la Segunda Guerra Mundial.

Aquí, en la tierra de Martí, no nos quedamos atrás. Los españoles arrasaron con los aborígenes al punto de que hoy no sabemos cómo bailaban el areíto o cuáles eran sus dioses. No me imagino a Cuba sin el casino o la religión yoruba dentro de 500 años.

Después del triunfo de la revolución, el 1ero de enero de 1959, comenzó un proceso de transformación radical dentro de la sociedad que terminó por instaurar un sistema socialista donde el Estado decide desde qué cultivos debe sembrar un campesino hasta qué películas debe proyectar un cine.

En su lucha antagónica con el imperialismo norteamericano (y todo lo que el capitalismo representa) comenzó un proceso de deslegitimación del pasado prerrevolucionario cubano al punto de satanizar todo cuanto había ocurrido antes de 1959. Basta con leer los libros de historia del Ministerio de Educación y luego contrastarlos con otros menos famosos y menos “convenientes” para quedar boquiabiertos. Desde grandes personalidades de la cultura hasta las formas más ínfimas de relaciones de mercado fueron puestos en tela de juicio público y sentenciados al olvido por un país que se rehízo a sí mismo.

Sesenta años más tarde los resultados de ese proceso han sido que las generaciones de cubanos nacidos después de la revolución ven el período republicano sólo como una etapa de corrupción política, gangsterismo y desigualdad social. Pudieran ser esas características imprescindibles en un retrato de ese período, pero definitivamente no eran las únicas.

En su cruzada con el pasado capitalista de Cuba los círculos de poder revolucionarios “olvidaron” exponer en sus libros de historia los éxitos económicos de la burguesía. Dicha clase puso en el mapa de las primicias a la Mayor de las Antillas y la insertó en la globalización comercial con una Habana cosmopolita a la vanguardia entre las capitales de Latinoamérica. ¿Recuerdan haber estudiado algo de esto para las pruebas de historia?

“…cuando se está contento de su pasado, se habla de él; cuando no se habla de él, es porque su recuerdo pesa y avergüenza”. (“Isla de Mujeres”, t.19, p. 30. -Obras Completas de José Martí)

Ocultar un pasado incómodo por inconveniencias políticas puede llevarnos a olvidar o contaminar nuestra identidad y eso sería irreversiblemente catastrófico para cualquier país. La Cuba republicana era mucho más que un hato de políticos corruptos. Encontrar esos matices en una realidad marginada para exponer su valor, es por mucho una misión imperante.

“Lo pasado es la raíz de lo presente. Ha de saberse lo que fue, porque lo que fue está en lo que es”. (“Cartas de Martí, La Opinión Pública, Montevideo, 1889, t.12, p. 302 -Obras Completas de José Martí-)

No seremos menos cubanos por interactuar con la obra de Los Aldeanos o de Levi Marrero, pero quizá seamos menos dóciles y miremos la realidad cubana desde puntos de vista amenazantes para el sistema.

Abrir los ojos pasa por abrir la mente. Aflojar los tornillos de esta última lleva mucha llave y lubricante después de sesenta años de “con la revolución todo, contra la revolución nada”, pero vale la pena el esfuerzo cuando descubrimos que este país no nació en enero del 59.

Iván, el cubano protagonista de El hombre que amaba los perros, huyó durante años de su realidad y al final terminó matándolo. ¿Quieres ser un Iván?

Los tranvías en La Habana

Por MGuatyMarrero. — Fuente: LA HISTORIA DE CUBA ANTES DE 1959

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El primer tranvía, en La Habana, comenzó a circular el primero de junio de 1862, de acuerdo a los entendidos de la época. Ese día, con la presencia del Gobernador, don Francisco Serrano Domínguez, duque de la Torre y conde de San Antonio, se inauguró el primer tramo entre las barriadas del Cerro, Jesús del Monte y el Carmelo, en el Vedado.

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Estos tranvías eran tirados por caballos y mulas. Otros tranvías, conocidos como La Maquinita de Vapor y La Cucaracha, comenzaron otro recorrido. La popular ”maquinita” salía desde la esquina de Paseo del Prado y la calle San Lázaro hasta el Vedado y circuló hasta el año 1900, en que se introdujeron los tranvías movidos por energía eléctrica. Más adelante, con unos 4 kilómetros de longitud, se inauguró la primera línea de tranvías eléctricos.

Esta ruta conectaba a Regla con Guanabacoa, dos villas situadas al otro lado de la bahía. Este recorrido comenzó a funcionar el mes de marzo del año 1900, durante la ocupación militar norteamericana en Cuba. Sin embargo, La Havana Electric Railway Company, una empresa fundada en 1899 por un grupo de hombres de negocios de Montreal, con aportes de capital cubano, español y norteamericano eran los encargados de la operación y desarrollo del tranvía habanero.

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 En 1901 la Havana Railway Company inauguró el servicio de tranvías eléctricos de la ciudad de La Habana, cuya planta eléctrica estuvo situada en las calles Aguila y Colón, hasta que fue desmantelada en 1913. La política de esta compañía, que distribuyó sus acciones entre cubanos y españoles, molestó a los norteamericanos, representados entonces por el cónsul general de los Estados Unidos en Cuba, Frank M. Steinhart. El diplomático norteamericano, interesado en el asunto, logró conseguir en Nueva York, con su influencia, el apoyo financiero del arzobispo de la ciudad y de la banca Speyer. En el año 1907, renunció definitivamente a su posición de cónsul general para hacerse cargo de la compañía de tranvías.

Debido a sus gestiones y contactos personales, el servicio público de los tranvías de La Habana se convirtió en un lucrativo negocio. Steinhart, se transformó de la noche a la mañana, en uno de los más poderosos magnates industriales de esa época. Se decía que llegó a tener, durante más de una década, el control total y absoluto del servicio público de electricidad en la ciudad de La Habana, a través de la Havana Electric Railway, Light & Power Company y se las ingenió para conseguir, a través de una financiera norteamericana, un préstamo por la cantidad de 16.5 millones de dólares.

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 Con el pasar de los años, treinta y dos rutas garantizaban un excelente servicio con terminales en la Víbora, el Cerro, Carlos III y el Vedado. Como todo en la vida tiene su final y de acuerdo a los historiadores, el 29 de abril de 1952, en el turno de la madrugada, el tranvía P2 número 388 realizó su último viaje, con el acostumbrado recorrido desde el paradero del Príncipe hasta la Avenida del Puerto y de regreso al paradero del Príncipe, situado en la Avenida de Carlos III. Con su lento y elegante andar, además de un inconfundible y sonoro chirrido, terminaban casi 90 años del servicio de transporte a base de este tipo de vehículo, dando paso a un servicio de autobuses.

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