EL TERRORISMO YIHADISTA Y SU AMENAZA ACTUAL

Por  Marta Gª Outón    –   Cortesía de GIASP

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Evidentemente, el terrorismo yihadista supone un grave problema a día de hoy, pero haciendo estadística del número de víctimas provocadas por dicho fenómeno, no es un problema prioritario para el mundo occidental, teniendo en cuenta que, por ejemplo, en el año 2000 el 85% de los atentados se han producido en países de mayoría musulmana.

Realmente, los medios de comunicación son los que provocan y amplían la sensación de inseguridad en función del eco de determinadas noticias; por ejemplo, el terrorismo yihadista acapara las noticias cuando sucede un atentado o cuando un grupo coge protagonismo, pero nadie habla del índice de homicidios y criminalidad en América Latina o en Estados Unidos. A efecto inmediato, sí, el terrorismo yihadista supone un grave problema: porque el golpe es imprevisto, cercano, inmediato y de fuertes consecuencias, aunque la amenaza, como se ha dicho, es superior para la población musulmana y para los países de mayoría musulmana; no obstante, el fenómeno de los retornados y la posibilidad de formación de células yihadistas en occidente, junto con el eco de la propaganda de estos grupos, ha puesto en alerta a las sociedades occidentales sobre esta cuestión.

Es una amenaza real porque golpea suelo musulmán diariamente debido a las guerras abiertas y sectarias en Siria, Irak, Libia, Afganistán… y porque ha golpeado suelo occidental en determinadas ocasiones y, últimamente, más numerosas (París, Bélgica, EEUU…). Y es una amenaza actual porque el problema se ha acrecentado en los últimos años provocado por uno de los grupos más protagonistas de dicho fenómeno –el Daesh- tras una guerra en territorio musulmán (Irak-2003), la eclosión de la Primavera Árabe y la continua persecución de cambios de regímenes (desde el 2010 hasta ahora, con la guerra de Siria) y por el sectarismo religioso en la región (por ejemplo, en Irak durante el gobierno de Nouri Al-Maliki); pero la realidad es que ha evolucionado tomando el ejemplo y la experiencia de una amenaza previa (Al Qaeda, pionera de la Yihad global) y continuando una guerra que lleva sucediendo desde tiempos más antiguos (desde la división religiosa tras la muerte de Mahoma entre chiíes y suníes por un lado, con la guerra entre musulmanes y cruzados en la época medieval por otro y, finalmente, tras la colonización e intervención en la región del Levante –Al Sham– por los países occidentales).

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Pero es la narrativa yihadista el alimento y fuelle de este fenómeno, que actualmente persigue la construcción de un estado islámico, la aplicación de la Sharía en todo el mundo musulmán y el enfrentamiento a la presencia y dominancia del mundo occidental en territorios musulmanes (con la aclamación, además, de la recuperación de esos territorios que habían sido de dominio musulmán: Dar al Islam, que incluye La Península, Al Andalus, por ejemplo). El Daesh es un maestro aplicando la narrativa yihadista y el juego de la simbología –por ejemplo, el nombre de su revista oficial mensual, Dabiq, hace referencia a la profecía de la última batalla entre musulmanes e infieles, en la localidad de ese mismo nombre (Siria, cerca de Kobane). La narrativa yihadista, reproducida a través de su propaganda y sus aparatos de comunicación, busca la justificación de sus acciones y la legitimación de su existencia haciendo eco de los hechos y palabras de Mahoma y acogiéndolos de forma manipuladora para vendérselos a una población insatisfecha y herida, de diversas índoles y nacionalidades.

La forma de enfrentarse a esta auto-legitimación y atractivo visual-lingüístico es contraatacando con una contra-narrativa de similares dimensiones que haga justicia y resalte el rostro verdadero de este fenómeno.

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