El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba: razones para trascender

Por Ivette García González. El país atraviesa la más grave crisis económica y política, como consecuencia de la lentitud y frenos al proceso de reformas acordado hace años, la permanencia del bloqueo, un deterioro institucional y el crecimiento de las violaciones al Estado de derecho con el correspondiente incremento de la violencia. Imegen El Palacio de la revolucion.

Por Ivette García González*

El próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) será histórico por sus resultados, sean cuales fueren. El extraordinario y complejo escenario nacional e internacional en que se desarrollará, y las aspiraciones y urgencias de la sociedad cubana le marcan pautas.

Si sus funciones se limitaran a temas ideo-políticos, —atención a problemáticas como la corrupción, discriminación, protección de derechos ciudadanos, etc.—; y asuntos de vida interna —ejemplaridad de la militancia y democracia interna, por ejemplo—, su desafío no sería tan mayúsculo. Pero en el modelo social asumido en Cuba desde los sesenta del pasado siglo, el PCC adoptó roles diversos y omnipresentes que deciden la vida y el futuro nacional. 

He ahí su principal reto: corresponder a esas misiones, con una membresía que representa apenas el 16 % de la población de Cuba, según datos del 2016 —670 000 militantes entre 11.33 millones de personas—; cuyo ascenso no pasa por la elección del pueblo. A pesar de ello, es la fuerza política «superior y dirigente de la sociedad y del Estado», como reza la Constitución del 2019 aprobada mayoritariamente.

Apuntes para un diagnóstico… nada halagüeño

1.- El país atraviesa la más grave crisis económica y política, como consecuencia de la lentitud y frenos al proceso de reformas acordado hace años, la permanencia del bloqueo, un deterioro institucional y el crecimiento de las violaciones al Estado de derecho con el correspondiente incremento de la violencia.

2.- Existe incoherencia entre sus consignas/autodefiniciones y el contexto. Tres ejemplos:

a) «Unidad» tiene, desde el ámbito popular, acotaciones diferentes a la propaganda oficial, tales como: no es unanimidad, solo es posible desde el respeto a la discrepancia, el derecho a criticar, opinar, sugerir sin censura y sin el silencio como respuesta a reclamos ciudadanos.

b) «Somos continuidad» es excluyente, todo nuevo liderazgo debe comprometerse principalmente con el cambio, por lo que desde las bases se le pide hace tiempo a que se proclame «renovadora», «revolucionaria», «sin continuismo».

c) «Partido de la nación cubana» es más una aspiración imposible, por sostenerse en una ideología única, no compartida por todos los cubanos y contraria al pluralismo político.   

Partido 1

(Foto: AFP)

3.- Constituye un fenómeno de omnipresencia con visibilidad a discreción: está detrás de todas las decisiones pero se muestra solo en momentos puntuales. De este modo, ha perdido interacción con las bases, que debe ser donde se construya hegemonía y se articulen consensos fundados en el ejemplo y el respeto a la democracia dentro y fuera de sus filas, máxime cuando es único, como se ha señalado en congresos anteriores.

4.- Parece haberse estancado si se le compara con la evolución de la sociedad cubana, cada vez más compleja y plural, con sacrificios, frustraciones y contradicciones acumuladas y actualizadas. Actualmente, el éxodo de militantes de sus filas, el envejecimiento de la membresía y su desconexión con las masas, evidencian el deterioro.

Algunas aspiraciones del soberano

En tres núcleos duros se pueden resumir las principales aspiraciones con que los cubanos estaremos observando el cónclave:

1) En lo económico, que terminen de encaminarse las reformas, esta vez con prisa responsable y sin pausas ni retrocesos, y con calendario para rendir cuentas al pueblo, por lo menos anualmente. Habrá que estar atentos a que la modificación anunciada del veinticuatro por ciento de los contenidos de la «Conceptualización» sea para profundizar las reformas.

2) En lo político, transparentar los debates del Congreso a través de los medios de comunicación, comprometerse con la protección a la legalidad constitucional, definir estrategias dialógicas para solventar la actual crisis política desde el respeto al pluralismo, el aseguramiento de un ambiente democrático y la protección de derechos.

3) En lo partidario, urge renovar la dirección con personas que respalden las reformas; afrontar un proceso evidente de desburocratización de los aparatos del Partido, que hoy duplican las estructuras del Estado en un país pobre y bloqueado y, modificar las relaciones con sus bases militantes y no militantes. Sobre este y otros temas asociados recomiendo un excelente artículo del profesor Fabio Fernández Batista.

A casi cincuenta y seis años de fundado, el PCC tiene ante sí la oportunidad de recuperar apoyo popular y movilizar energías desde el consenso para transformar al país, o terminar de perder la legitimidad de la que disfrutó por un tiempo prolongado.

CC - Partido

Discurso de Fidel en la fundación del primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba. (Foto: Revista Bohemia)

La percepción de la unidad monolítica ha calado hasta cierto punto en la psicología social. Un reflejo está en identificar como mejor solución la concentración del poder Estado/Partido/Gobierno en la misma figura, cual modo de asegurar la prevalencia del sector reformista. Tal vez para este momento crítico no sea tan descabellado pensarlo, la práctica lo dirá. En mi criterio, no hay garantía, no es normal y, en el mejor escenario, una persona no hace un país, es la institucionalidad la que decide. Ojalá no se retome como tradición.

En todo caso, habrá que ver con qué peso queda el sector burocrático conservador que lidera la resistencia a los cambios y el hermetismo en la esfera política. Si al menos se impusiera una tendencia reformista para los cambios económicos, sería un paso de avance, pero problemas de base correspondientes a los pilares del modelo al parecer se mantendrán, todo un reto para la sociedad civil.

La sociedad cubana está en una situación límite y, como afirmé hace un tiempo, «ya la fe solamente no alcanza». Dicho esto, hago propias las palabras del jurista Julio Antonio Fernández Estrada en un excelente texto: «Necesitamos que la felicidad no sea solo una opción a largo plazo sino una ilusión que se aviste a la vuelta de la esquina».

AUTORA

*Ivette García González La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País

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