Elecciones en Colombia: Gustavo Petro hace historia con su triunfo presidencial

El exrebelde y senador de larga trayectoria ganó el domingo la segunda vuelta frente a Rodolfo Hernández, movilizando a los votantes frustrados por décadas de pobreza y desigualdad con gobiernos conservadores. Imagen YouTube

El exrebelde y senador de larga trayectoria ganó el domingo la segunda vuelta frente a Rodolfo Hernández, movilizando a los votantes frustrados por décadas de pobreza y desigualdad con gobiernos conservadores.

The New York Times cubrió la segunda vuelta en Colombia en inglés y español. Puede leer nuestra cobertura en vivo en inglés aquí .

Esto es lo que necesita saber:

Gustavo Petro gana y Colombia tendrá a su primer presidente de izquierda

Gustavo Petro al final de la primera vuelta presidencial en Bogotá el mes pasado. El exrebelde y legislador veterano ganó la presidencia de Colombia en una segunda vuelta. Crédito…Federico Ríos para The New York Times

Colombia tendrá un presidente de izquierda por primera vez.

Gustavo Petro, un exrebelde y senador veterano que ha prometido transformar el sistema económico del país, ganó las elecciones del domingo, según los resultados preliminares, poniendo al tercer país más poblado de América Latina en un camino radicalmente nuevo.

Petro recibió más del 50 por ciento de los votos, con más del 99 por ciento de las mesas informadas. Su oponente, Rodolfo Hernández, un magnate de la construcción convertido en estrella de las redes sociales que había entusiasmado al país con una plataforma que proponía arrasar con la corrupción, obtuvo alrededor del 47 por ciento.

Poco después de la votación, Hernández concedió la victoria a Petro.

Colombianos, hoy la mayoría de ciudadanos que votaron, lo han hecho escogiendo al otro candidato”, dijo a sus simpatizantes en Bucaramanga. “Como lo expresé reiteradamente, acepto el resultado”.

Un poco más del 58 por ciento de los 39 millones de votantes de Colombia acudieron a votar, según cifras oficiales.

La victoria de Petro refleja el descontento generalizado en Colombia, un país de 50 millones de habitantes, frente a un aumento de la pobreza y la desigualdad y una amplia insatisfacción por la falta de oportunidades, cuestiones que llevaron a cientos de miles de personas a manifestarse en las calles el año pasado.

“El país entero está pidiendo un cambio”, dijo Fernando Posada, politólogo colombiano, “y eso es clarísimo”.

La victoria es aún más significativa debido a la historia del país. Durante décadas, el gobierno luchó contra la brutal insurgencia izquierdista conocida como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, y el estigma del conflicto dificultó el florecimiento de una izquierda legítima.

Pero las FARC firmaron un acuerdo de paz con el gobierno en 2016, dejando las armas y abriendo espacio para un discurso político más amplio.

Petro había formado parte de otro grupo rebelde, el M-19, que se desmovilizó en 1990 y se convirtió en un partido político que ayudó a reescribir la Constitución del país.

En la primera vuelta de las elecciones, el 29 de mayo, tanto Petro como Hernández se impusieron frente a Federico Gutiérrez, exalcalde de una gran ciudad al que respaldaba la élite conservadora, lo que los llevó a una segunda vuelta.

Ambos se habían presentado como candidatos ajenos a la élite gobernante, diciendo que se enfrentaban contra una clase política que ha controlado el país durante generaciones.

Uno de los factores que más los distingue es su visión de la raíz de los problemas del país.

Petro considera que el sistema económico está roto, al depender excesivamente de la exportación de petróleo y del floreciente e ilegal negocio de la cocaína que, según él, ha hecho a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Ha pedido que se detengan todas las nuevas exploraciones petroleras, que se pase a desarrollar otras industrias y que se amplíen los programas sociales, al tiempo que se impongan mayores impuestos a los ricos.

“Hoy lo que tenemos es un resultado de esto que yo llamo el agotamiento del modelo”, dijo Petro sobre el sistema económico actual en una entrevista, “el resultado final es un empobrecimiento brutal”.

Sin embargo, su ambicioso plan económico ha suscitado inquietudes. Un exministro de Hacienda calificó su plan energético de “suicidio económico”.

Petro tomará posesión de su cargo en agosto, y se enfrentará a problemas acuciantes con repercusión mundial: la falta de oportunidades y el aumento de la violencia, que han llevado a un número récord de colombianos a emigrar a Estados Unidos en los últimos meses; los elevados niveles de deforestación en la Amazonía colombiana, una barrera crítica contra el cambio climático; y las crecientes amenazas a la democracia, que forman parte de una tendencia en toda la región.

Se enfrentará a una sociedad profundamente polarizada en la que, según las encuestas, encuestas, prevalece una creciente desconfianza hacia casi todas las instituciones importantes.

La llegada de Petro a la presidencia también podría modificar la relación de Colombia con Estados Unidos.

Durante décadas, Colombia ha sido el aliado más fuerte de Washington en América Latina, piedra angular de su política de seguridad en la región. A lo largo de su campaña, Petro prometió reevaluar esa relación, incluidas las colaboraciones cruciales en materia de drogas, Venezuela y comercio.

En la entrevista, Petro dijo que su relación con Estados Unidos se centraría en el trabajo conjunto para hacer frente al cambio climático, concretamente para detener la rápida erosión en la Amazonía.

“Ahí hay un punto de diálogo”, dijo. “Porque salvar la selva amazónica implica unos instrumentos, unos programas, que hoy no existen por lo menos con respecto a Estados Unidos”.

Megan Janetsky colaboró con el reporteo desde Bucaramanga, Colombia, y Sofía Villamil y Genevieve Glatsky colaboraron con el reporteo desde Bogotá.

julie turkwitz

Los simpatizantes de Petro celebran un tirunfo histórico y los de Hernández enfrentan la incertidumbre

Gustavo Petro mientras celebraba luego de ganar las elecciones presidenciales del domingo y convertirse en el primer presidente electo de izquierda en la historia de Colombia.Crédito…Federico Ríos para The New York Times

Tras la victoria de Gustavo Petro, miles de personas se reunieron a las afueras de un anfiteatro musical en Bogotá, donde el candidato celebraría el resultado. Muchos cantaban que el uribismo, la fuerza política conservadora que dominó a Colombia durante una generación, había muerto.

Alrededor, las calles de la capital retumbaban con el sonido de autos y motocicletas que sonaban la bocina mientras los conductores bajaban los vidrios y vitoreaban. Una pizca de fuegos artificiales atravesaban los cielos nublados de la noche.

Dentro del coliseo, simpatizantes con banderas colombianas sobre los hombros coreaban “¡sí se pudo, sí se pudo!”. Había luces de fiesta. Los seguidores brincaban.

En las gradas, una manta con letras rojas se extendía a lo largo de decenas de butacas. “El pueblo es superior a sus dirigentes”, decía.

El discurso de Petro fue precedido por la entrada de una guardia indígena, una unidad tradicional de seguridad cuyos integrantes llevan báculos que simbolizan la paz y la fuerza.

Petro subió al escenario flanqueado por Francia Márquez, su vicepresidenta, y tres de sus hijos. El estadio, repleto, se volvió loco. La gente sostenía en alto sus celulares y estaba de pie en las sillas.

“Esta historia que estamos escribiendo en este momento es una historia nueva para Colombia, para América Latina, para el mundo”, dijo. “No vamos a traicionar este electorado”.

Prometió gobernar con lo que llamó “la política del amor”, basada en la esperanza, el diálogo y la comprensión.

A unos 400 kilómetros al norte de Bogotá, los gritos de “sí se puede” que se habían escuchado por las calles se convirtieron en un silencio triste en Bucaramanga, la ciudad de Rodolfo Hernández, cuando se dieron a conocer los resultados de las elecciones.

Los simpatizantes dejaron en el asfalto afiches en rojo y azul que decían “Rodolfo” y soltaron racimos de globos de campaña al aire, en señal del final de una campaña veloz pero febril.

Mientras los seguidores ¿de Hernández? salían del evento, Omar Quintero, un vendedor de calzado de 46 años vestido con la camiseta amarillo brillante del equipo colombiano de fútbol, fumaba tristemente un cigarrillo.

“Para mí, significa que estamos bajo el mando de la izquierda, y eso es lo que no queríamos en Colombia”, dijo Quintero. “Es una experiencia nueva, y una incertidumbre porque no sabemos lo que va a pasar”.

Dijo que si bien se preocupa, también tiene la esperanza de que Petro cumpla con su mensaje anticorrupción, algo que compartía con su candidato, Rodolfo.

Poco después de cerradas las urnas, Rodolfo reconoció la victoria de Petro.

“Colombianos, hoy la mayoría de ciudadanos lo han hecho escogiendo al otro candidato. Como lo dije reiteradamente en campaña, acepto los resultados de estas elecciones”.

Gloria Jaime Sánchez, de 47 años, llevaba un gorro con el rostro del excandidato y más de una decena de botones que decían “Rodolfo” en su blusa.

Dijo que se había despertado emocionada y esperanzada de que Hernández, que alguna vez gobernó su ciudad, ganara las elecciones. Pero ahora siente temor.

“Con este señor no tengo ánimo”, comentó. “No tengo ganas, estoy muy triste”, dijo mientras se alejaba con una bandera colombiana sobre los hombros.

julie turkwitzymegan janetsky

¿Cómo fue que Rodolfo Hernández avanzó a la segunda vuelta? TikTok y una campaña poco convencional

Rodolfo Hernández, uno de los candidatos presidenciales de Colombia, afuera de un lugar de votación en Bucaramanga, Colombia, el domingo.Crédito…Nathalia Angarita para The New York Times

Como alcalde se llamó a sí mismo “el rey”, golpeó a un concejal que lo ofendió y le dijo a una empleada municipal que se limpiaría el trasero con la ley.

Rodolfo Hernández, un empresario de 77 años y exalcalde, se ha posicionado como el candidato presidencial más disruptivo de Colombia en décadas al cautivar a los votantes con un mensaje anticorrupción de “drenar el pantano” amplificado por un equipo de expertos de las redes sociales que lo han convertido en una estrella de TikTok, lo que le ha permitido eludir los boatos de las campañas convencionales.

Durante la campaña, Hernández evitó la mayoría de los debates y organizó pocos actos públicos y se inclinó más bien por entrevistas con medios amigables y emisiones en vivo organizadas por sus aliados. Aun así, ha entusiasmado a amplios sectores del electorado y sus asesores aseguran que ha comprendido el momento que vive Colombia.

Hernández es uno de los dos candidatos restantes en esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Quien gane dirigirá el tercer país más poblado de América Latina en un momento crucial de su historia.

“El pueblo colombiano lo que quiere es realmente rescatar de las garras de los políticos toda la administración pública”, le dijo a The New York Times. “Yo encarno eso”.

Hernández, una figura al estilo Trump, restó importancia a su tendencia a ofender, que incluye decir que las mujeres venezolanas son “una fábrica para hacer chinitos pobres” y declararse seguidor de “un gran pensador” alemán, Adolf Hitler.

“Yo digo lo que siento”, dijo Hernández. “No me interesa el efecto posterior”.

Sin embargo, aclaró que quiso decir Albert Einstein.

Como candidato, Hernández se ha vendido como modelo de democracia, un empresario exitoso que cumple sus promesas y se preocupa por los pobres. Pero un viaje a Bucaramanga, una ciudad flanqueada por montañas donde construyó su imperio y fue alcalde, arrojó una imagen distinta.

Los seguidores de Hernández lo describen como un salvador que eliminó el déficit del ayuntamiento, renegoció contratos para beneficiar a los contribuyentes y rompió con un ciclo de favores políticos que habían hecho de Bucaramanga una capital de la corrupción.

Para los colombianos hartos del poder establecido pero desinteresados de las propuestas de izquierda de Petro, Hernández resulta un candidato perfecto: parece independiente y se autofinancia, un hombre con visión de futuro y las mismas ambiciones para Colombia que para su imperio personal.

“Yo sé que él nos va a cumplir”, dijo Héctor Bonilla, de 58 años. “Yo le veo su cara, su sinceridad cuando él habla”.

Sus críticos dicen que es un peligro para la democracia, evangelista de un capitalismo salvaje que arruinará al país, un hombre con pocas ideas firmes de política que hará lo que sea para salirse con la suya.

“Lo que le espera a este país es una dictadura”, dijo César Fontecha, un exasesor jurídico de la empresa municipal de recolección de basura que dijo que Hernández lo llamó en un ataque de ira para exigirle que ayudara a aprobar un contrato plagado de problemas legales.

Hoy Hernández enfrenta cargos de corrupción en dicho caso y ha sido acusado de presionar a sus subordinados para que una empresa en particular ganara un contrato con el ayuntamiento. Según la oficina de la procuraduría, dicho contrato podría haberle representado ganancias significativas a su hijo.

El juicio de Hernández empieza el 21 de julio. Él ha dicho que es inocente.

“Lo único que sé es que no me robé nada”, dijo. “Por eso estoy tranquilo, con la conciencia tranquila”.

Carlos Buitrago colaboró con reporteo desde Bucaramanga y Piedecuesta, y Genevieve Glatsky, desde Bogotá.

julie turkwitz¿Quién es él?Rodolfo Hernández, estrella de TikTok y camaleón político que busca la presidencia de Colombia

Gustavo Petro prometió transformar el sistema económico de Colombia

Ahora hay casi nueve millones de votantes colombianos de 28 años o menos, la mayor cantidad en la historia, y representan una cuarta parte del electorado.

Tras un ascenso inesperado de rebelde clandestino a alcalde de Bogotá y rostro obstinado de la oposición colombiana, Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda de Colombia, un momento crucial para una de las sociedades más conservadoras políticamente de América Latina.

Y, en cierta medida, su auge fue impulsado por el electorado joven más numeroso, bullicioso y tal vez más indignado en la historia del país, un sector que exige la transformación de una nación caracterizada por una profunda desigualdad social y racial.

En la actualidad, casi nueve millones de votantes colombianos tienen 28 años o menos, la mayor cantidad en la historia; son una cuarta parte del electorado. Están inquietos: crecieron con la promesa de la educación universitaria y buenos empleos y lucen decepcionados ante el panorama actual, también están más conectados al mundo digital y posiblemente más empoderados que cualquier generación previa.

La generación joven actual enfrenta una inflación anual del 10 por ciento, una tasa de desempleo juvenil del 20 por ciento y una tasa de pobreza del 40 por ciento. Muchos dicen sentirse traicionados por décadas de líderes que han prometido oportunidades, pero han cumplido poco.

La gente joven ha encabezado las protestas contra el gobierno que llenaron las calles de Colombia el año pasado y han dominado la conversación nacional durante semanas. En lo que se conoce como “el paro nacional”, al menos 46 personas murieron, muchos eran manifestantes jóvenes que no estaban armados y muchos de esos incidentes sucedieron en encuentros con la policía​.

En una encuesta de junio de la empresa Invamer, más del 68 por ciento de los votantes de entre 18 y 24 años y cerca del 61 por ciento de los de 25 a 34 años indicaron que planeaban votar por Petro.

En cambio, algo más del 30 por ciento de las personas de 18 a 24 años y algo más del 36 por ciento de las de 25 a 34 años dijeron que votarían por Hernández.

La elección sucede durante un momento difícil para el país. Los sondeos muestran una insatisfacción generalizada con el gobierno del actual presidente, Iván Duque, así como una frustración por la pobreza crónica, una brecha de ingresos cada vez mayor y la inseguridad, que se han intensificado durante la pandemia.

Algunos analistas esperaban que los jóvenes acudan a votar en gran número, impulsados no solo por Petro sino también por su candidata de fórmula, Francia Márquez, una activista ambientalista de 40 años con un enfoque de género, raza y con conciencia de clase y quien será la primera vicepresidenta negra del país.

“La generación de TikTok que está muy conectada con Francia, que está muy conectada con Petro, va a ser determinante”, dijo Fernando Posada, un analista político de 30 años.

Pero muchos jóvenes votantes se mostraban escépticos sobre la capacidad de Petro para cumplir sus promesas.

En Fusagasugá, Nina Cruz, de 27 años y empleada de un café, dijo que Petro le fallaría a las familias con más dificultades de Colombia y dijo que no le gustaba en particular su pasado como miembro de un grupo rebelde de izquierda.

El país tiene una larga historia de milicias violentas que dicen ayudar a los pobres y acaban por aterrorizarlos.

“Lo que está diciendo es: ‘Yo voy a ayudar a los pobres. Yo hago esto por los pobres’”, dijo. “Y a ciencia cierta es pura mentira”.

julie turkwitz

Marelen Castillo, compañera de fórmula de Hernández, buscó ser la primera vicepresidenta negra de Colombia

La candidata a la vicepresidencia Marelen Castillo este mes en Cali.Crédito…Federico Ríos para The New York Times

CALI, Colombia — Hace unos meses, Marelen Castillo, quien tiene 53 años y un doctorado, era una alta funcionaria de una universidad católica privada en Bogotá, la capital. Ahora es compañera de fórmula del empresario y político que se declara contra el poder establecido que, inesperadamente, quedó en segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones más significativas del país en décadas.

El domingo, los colombianos votarán en la segunda vuelta para elegir entre ese candidato, Rodolfo Hernández, y Gustavo Petro, un senador veterano que intenta convertirse en el primer presidente de izquierda en la historia del país.

Sea cual sea el resultado, el país sin duda tendrá su primera vicepresidenta afrocolombiana: ya sea Castillo, docente y conservadora religiosa, o Francia Márquez, activista medioambiental y de justicia social.

Las dos mujeres tienen enfoques drásticamente distintos sobre algunos de los problemas más urgentes del país: la desigualdad, el desempleo y la calidad del sistema de educación pública.

Mientras Márquez ubica la justicia social y la inclusión en el centro de su plataforma —al hablar sobre el racismo y clasismo de un modo que rara vez se discute en público—, Castillo ha centrado su mensaje en la mejora de la educación pública y el acceso a las oportunidades económicas, en particular para las mujeres.

En una entrevista entre eventos de campaña en Cali, Castillo relató que creció en una familia mestiza que se caracterizaba por su armonía y donde los parientes se reunían para cada cumpleaños, fiesta y primera comunión. Su padre es blanco y su madre negra. Pero la raza, dijo, no era algo de lo que se hablara.

“Y tal vez como crecimos en eso, no fuimos muy abocados a sentirlo así”, dijo sobre la cuestión racial, “porque era la unión familiar”.

Entre los principios de la plataforma de Castillo están el aumento a los salarios de los maestros de las escuelas públicas, la inversión en educación deportiva y artística, así como la incorporación de mejores prácticas universitarias de otros países. Tanto Hernández como Castillo han dicho que si resultan electos, ella también será ministra de Educación.

Castillo creció en Cali y es la mayor de cinco hijas de una familia unida, católica y de clase media.

En el hogar la educación era prioridad. Su padre, quien fue maestro de escuela, llevaba a las niñas a pie a la escuela todos los días y les enseñó a leer.

“Mi papá decía: ‘Las educo porque yo no quiero que después tengan que depender de alguien’”, dijo Milene Castillo, bioquímica y hermana de Marelen.

Castillo se lo tomó a pecho, consiguió becas y obtuvo cuatro títulos, entre ellos un doctorado en educación.

Hace 14 años, Castillo se mudó a Bogotá para trabajar en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, una universidad católica dirigida a estudiantes de bajos recursos en zonas alejadas del país donde el acceso a la educación superior es limitado.

En la campaña, Márquez ha instaurado la discusión nacional sobre la raza en un país donde el tema generalmente sigue siendo un tabú. Atrae a miles de seguidores fervorosos a sus discursos, en los que llama a los colombianos a atender el sexismo y el racismo sistémicos.

En contraste, Castillo reconoce la existencia del racismo y el sexismo en Colombia, pero estos temas no forman parte central de su mensaje. Más bien enfatiza la idea de crear más oportunidades para las mujeres.

Hay que reconocer que Colombia es un país machista y ¿quién nos da la oportunidad a nosotras? Los hombres”, dijo Castillo a The New York Times. “Ahora nosotras tenemos que darles oportunidades a otras mujeres”.

Julie Turkewitz colaboró con reporteo desde Cali, Colombia.

—genevieve glatsky

Antes de dedicarse a la política, Petro formó parte de una guerrilla urbana

Gustavo Petro el mes pasado en Santa Marta, ColombiaCrédito…Federico Ríos para The New York Times

Mucho antes de que Gustavo Petro surgiera como un candidato de izquierda a la presidencia de Colombia, fue parte del M-19, un grupo guerrillero urbano que buscaba hacerse del poder en nombre de la justicia social.

Para algunos votantes colombianos, su pasado es fuente de preocupación luego de décadas de conflicto armado en el país. Para otros, es una señal de esperanza en uno de los países más desiguales de América Latina.

El M-19 nació en 1970 en respuesta a un supuesto fraude en las elecciones presidenciales de ese año. Era mucho más pequeño que la principal fuerza guerrillera del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que era marxista y se refugiaba en las selvas y en las zonas rurales colombianas.

El M-19 era un grupo militar urbano formado por estudiantes universitarios, activistas y artistas que buscaban derrocar a un sistema de gobierno que consideraban que había fracasado en disminuir una brecha crónica entre ricos y pobres.

“El M-19 nació en armas para construir una democracia”, le dijo Petro a The New York Times en una entrevista.

Inicialmente, el movimiento intentó promover una imagen al estilo Robin Hood: robaban leche de los camiones de los supermercados para distribuirlos en los barrios pobres y, en un acto de rebelión simbólica, sustrajeron de un museo una espada que Simón Bolívar usó en la guerra de independencia de Colombia.

Petro, de 62 años, se unió al grupo cuando era un estudiante de economía de 17 años consternado por la pobreza que veía en el pueblo donde vivía, a las afueras de Bogotá.

Si bien el M-19 era menos cruel que otros grupos rebeldes, sí llevó a cabo un acto que es considerado como de los más sangrientos de la historia reciente del país: el sitio del Palacio de Justicia en 1985, que llevó a un enfrentamiento con la policía y el ejército y dejó 94 personas muertas.

El grupo también robó 5000 armas del ejército colombiano y recurrió al secuestro como un modo de conseguir concesiones del gobierno.

Petro, que pasó 10 años en el M-19, sobre todo almacenaba armas robadas por el grupo, dijo Sandra Borda, profesora de ciencias políticas de la Universidad de los Andes en Bogotá.

“Lo que es clave es que no era parte del círculo principal de toma de decisiones del M-19. Estaba muy joven en ese momento”, dijo. “Y no participó tampoco en los operativos más importantes del M-19, los operativos militares”.

Al momento de la toma del Palacio de Justicia, Petro se encontraba en prisión por su participación en el grupo; ha contado que las autoridades lo golpearon y electrocutaron.

Al final, el grupo terminó por desmovilizarse en 1990 en uno de los procesos de paz que se considera entre los más exitosos en la prolongada historia de conflicto del país. Se convirtió en un partido político que ayudó a reescribir la Constitución del país para hacerla más enfocada a la igualdad y los derechos humanos.

Petro se postuló al Senado como integrante del partido, con lo que inauguró su carrera política.

Sofía Villamil y Julie Turkewitz colaboraron con reportería desde Bogotá.

—megan janetsky

Francia Márquez, activista y ex empleada doméstica, es la vicepresidenta de Colombia

Francia Márquez, quien creció en el departamento del Cauca, en el suroeste de Colombia, se convirtió en un fenómeno nacional. Será la primera vicepresidente afrocolombiana.Crédito…Federico Ríos para The New York Times

CALI, Colombia — Hace unos meses, Marelen Castillo, quien tiene 53 años y un doctorado, era una alta funcionaria de una universidad católica privada en Bogotá, la capital. Ahora es compañera de fórmula del empresario y político que se declara contra el poder establecido que, inesperadamente, quedó en segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones más significativas del país en décadas.

El domingo, los colombianos votarán en la segunda vuelta para elegir entre ese candidato, Rodolfo Hernández, y Gustavo Petro, un senador veterano que intenta convertirse en el primer presidente de izquierda en la historia del país.

Sea cual sea el resultado, el país sin duda tendrá su primera vicepresidenta afrocolombiana: ya sea Castillo, docente y conservadora religiosa, o Francia Márquez, activista medioambiental y de justicia social.

Las dos mujeres tienen enfoques drásticamente distintos sobre algunos de los problemas más urgentes del país: la desigualdad, el desempleo y la calidad del sistema de educación pública.

Mientras Márquez ubica la justicia social y la inclusión en el centro de su plataforma —al hablar sobre el racismo y clasismo de un modo que rara vez se discute en público—, Castillo ha centrado su mensaje en la mejora de la educación pública y el acceso a las oportunidades económicas, en particular para las mujeres.

En una entrevista entre eventos de campaña en Cali, Castillo relató que creció en una familia mestiza que se caracterizaba por su armonía y donde los parientes se reunían para cada cumpleaños, fiesta y primera comunión. Su padre es blanco y su madre negra. Pero la raza, dijo, no era algo de lo que se hablara.

“Y tal vez como crecimos en eso, no fuimos muy abocados a sentirlo así”, dijo sobre la cuestión racial, “porque era la unión familiar”.

Entre los principios de la plataforma de Castillo están el aumento a los salarios de los maestros de las escuelas públicas, la inversión en educación deportiva y artística, así como la incorporación de mejores prácticas universitarias de otros países. Tanto Hernández como Castillo han dicho que si resultan electos, ella también será ministra de Educación.

Castillo creció en Cali y es la mayor de cinco hijas de una familia unida, católica y de clase media.

En el hogar la educación era prioridad. Su padre, quien fue maestro de escuela, llevaba a las niñas a pie a la escuela todos los días y les enseñó a leer.

“Mi papá decía: ‘Las educo porque yo no quiero que después tengan que depender de alguien’”, dijo Milene Castillo, bioquímica y hermana de Marelen.

Castillo se lo tomó a pecho, consiguió becas y obtuvo cuatro títulos, entre ellos un doctorado en educación.

Hace 14 años, Castillo se mudó a Bogotá para trabajar en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, una universidad católica dirigida a estudiantes de bajos recursos en zonas alejadas del país donde el acceso a la educación superior es limitado.

En la campaña, Márquez ha instaurado la discusión nacional sobre la raza en un país donde el tema generalmente sigue siendo un tabú. Atrae a miles de seguidores fervorosos a sus discursos, en los que llama a los colombianos a atender el sexismo y el racismo sistémicos.

En contraste, Castillo reconoce la existencia del racismo y el sexismo en Colombia, pero estos temas no forman parte central de su mensaje. Más bien enfatiza la idea de crear más oportunidades para las mujeres.

“Hay que reconocer que Colombia es un país machista y ¿quién nos da la oportunidad a nosotras? Los hombres”, dijo Castillo a The New York Times. “Ahora nosotras tenemos que darles oportunidades a otras mujeres”.

Julie Turkewitz colaboró con reporteo desde Cali, Colombia.

—genevieve glatsky

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