Errores de Rusia en Ucrania (I): las equivocaciones estratégicas

Resumen: La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto de manifiesto importantes errores en la definición y materialización de la estrategia, la toma de decisiones, y en su ejecución militar. La propaganda, el secreto y la “niebla” de la guerra nos impiden conocer todos los aspectos. Sin embargo, con lo ocurrido desde que empezó la invasión hace un año ya es posible sacar algunas conclusiones.

Global Strategy Report, 29/2022

Resumen: La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto de manifiesto importantes errores en la definición y materialización de la estrategia, la toma de decisiones, y en su ejecución militar. La propaganda, el secreto y la “niebla” de la guerra nos impiden conocer todos los aspectos. Sin embargo, con lo ocurrido desde que empezó la invasión hace un año ya es posible sacar algunas conclusiones.

Cuando se acerca el año del inicio de la invasión rusa de Ucrania, queda ya claro que el Kremlin ha incurrido en importantes errores que le ha llevado a un estrepitoso fracaso y a la perdida de cientos de miles de vidas de ambos contendientes.  No pocos analistas en occidente incurrieron también en algunas de esas equivocaciones al analizar el conflicto, las posibilidades rusas y el potencial desenlace de las hostilidades. Las voces que clamaban por la rendición ante la supuesta aplastante superioridad rusa, afortunadamente se van acallando. Gran parte de los procesos que han llevado al descalabro aun no son conocidos (y puede que nunca se conozcan), y la propaganda desplegada por ambos contendientes nos impide realizar un análisis detallado de algunos aspectos.  Pero es posible identificar y analizar algunos de los fallos más relevantes, especialmente en los niveles estratégico-político y operacional, para extraer lecciones tanto en nuestro enfrentamiento con Rusia como para evitar cometerlos nosotros mismos. 

Esta serie de artículos trata de identificar dichos errores, analizarlos y extraer conclusiones, consciente de que la nueva información que aparezca en el futuro podría mostrar nuevos elementos o explicaciones más detalladas a los aquí expuestos.

La gran estrategia rusa

Analizar el acierto de una estrategia implica verificar si alcanza o se acerca a los objetivos vitales y perdurables del país, enmarcados en lo que se puede definir con Gran Estrategia. Los fundamentos de la Gran Estrategia Rusa los estableció hace más de 20 años Yevgeny Primakov, ministro de asuntos exteriores en 1996. Él definió los objetivos para reaccionar al permanente sentimiento de agravio del pueblo ruso: evitar un mundo unipolar, limitando la influencia americana; mantener la primacía de Rusia en el espacio postsoviético; y detener la expansión de la OTAN[i]. Estos tres han sido los pilares en los que el Kremlin ha fundamentado sus acciones exteriores[ii], especialmente desde la aprobación por Putin del Concepto de Seguridad Nacional del 2000, que instaló a Rusia de nuevo en la más pura realpolitik

No solo Putin, sino todos los elementos de poder en Rusia abrazaron esa doctrina exterior. Estas tres líneas están tan imbricadas en la mente de las elites políticas, militares, económicas y académicas de Rusia, que sería un error pensar que la caída de Putin cambiara la inercia de Rusia. Putin aposto inicialmente para alcanzar estos tres objetivos mediante operaciones de información y subversión interna, desde movimientos rupturistas, antisistema, independentistas o interferencia en elecciones que amenazan los mismos cimientos de nuestro sistema, alcanzando notables resultados dividiendo a los Aliados y generando inestabilidad en países y alianzas. Estas acciones son efectivas porque calibran a la perfección el uso de fuerza con el valor del objetivo político, que es la base de una buena estrategia. El problema, no obstante, es que necesitan paciencia, y visión global a largo plazo, que es otra de las características de un buen estratega. Y Putin no lo es.

Gran parte de los errores cometidos, no obstante, no son solo achacables al liderazgo de Putin, sino que son la culminación de tendencias arraigadas en la sociedad rusa, su gobierno y su ejército, agentes que materializan la clásica trinidad de la teoría de la guerra de Clausewitz (odio, enemistad y violencia; el azar y las probabilidades; y el carácter de instrumento político pasión, probabilidad y política). Entre los rusos ha crecido un sentimiento de humillación desde el colapso de la URSS en 1991, hábilmente fomentado por el poder, que les ha llevado a creer que lo ocurrido desde entonces es una constante afrenta a su derecho a dirigir su zona de influencia. Ciudadanos, académicos y políticos comparten la creencia de que la OTAN y Estados Unidos usaban maquiavélicas estrategias para expandirse al Este, en lugar de asumir que las poblaciones de los países del Este estaban ansiosas de pertenecer a la UE y a la OTAN para desarrollarse y defenderse de Rusia. Esta visión, que considera a los países meros peones en el Gran Juego, ha llevado a los rusos a pensar que estaban siendo asediados, y a ciertos analistas de ambos lados a justificar una estrategia agresiva de Moscú bajo la excusa de que se le arrebataban peones y se acercaban a sus fronteras.  Aunque este enfoque puede ayudar a un análisis geopolítico general, adolece de enormes carencias, especialmente por

considerar los países como bloques monolíticos y no tener en cuenta las dinámicas sociales internas. Así pues, en la mentalidad de gran parte de los rusos, la opinión de los habitantes de los países del Este o bien no se considera o bien es irrelevante. Este sentimiento de gran país humillado los ha llevado a elegir y apoyar a un gobierno autoritario, que les prometió recuperar el orgullo perdido, y explica por qué un elevadísimo porcentaje de la población apoya la guerra.

El gobierno ruso es el resultado de una durísima transición de una economía comunista centralizada y dirigida a un capitalismo salvaje. Los iniciales intentos bienintencionados de transitar de forma ordenada, repartiendo los bienes del Estado entre todos sus habitantes, degenero en una rapidísima acumulación de capital y medios de producción en unas pocas manos. El Estado ruso pasó de serlo absolutamente todo, a no ser casi nada. Se mostraba incapaz de imponer normas básicas de organizaran la actividad económica (como cualquier país capitalista actual), o de proteger a la población ante la brutal violencia que se desencadenaba entre los nuevos oligarcas. Como ha ocurrido a lo

largo de la Historia en casi todos los países, a medida que esta nueva nobleza se estabilizaba, evolucionaba desde el desafío al Estado a buscar que éste les proteja lo ganado. Con esa idea Valdimir Putin, un irrelevante ex agente del KGB, pero hábil burócrata, fue aupado a dirigir el Estado bajo las instrucciones de la oligarquía. Putin, no obstante, acumuló suficiente poder para desafiar a sus antiguos benefactores. Primero llegando a un acuerdo para que ellos dirigieran la economía (y toda su corrupta estructura), sin que interfirieran en la política. Finalmente, la acumulación de poder de Putin era tan grande que impuso su voluntad sobre los poderosos oligarcas, lo que no solo le hizo el hombre más poderoso de Rusia, sino que se ganó la simpatía de la población que tenía su hombre fuerte para devolverles orgullo en el exterior y seguridad en el interior. Es casi una reproducción moderna de un estado feudal evolucionando a la monarquía absoluta.

Y finalmente, el Ejército ruso a duras penas ha evolucionado desde el Ejército Rojo que derrotó a los nazis y planeaba hacer lo mismo con la OTAN. O por ser más precisos, mientras que algunos elementos del Ejército y sus fuerzas militares han sabido adaptarse a los nuevos escenarios, desarrollando herramientas y estrategias que lograban poner en jaque a los países occidentales (como las operaciones de información o las guerras hibridas), el resto mantenía estructuras, doctrinas y, sobre todo mentalidades ancladas en la Guerra Fría, incluida una extendida corrupción.

Los errores tenían que ocurrir cuando se cuenta con la «la razón » del gobierno muy mermada por su propia organización, la « pasión » del pueblo fundada en una humillación ciega de rabia, y « la habilidad » de su Ejército para librar una guerra moderna muy cuestionada.

Los principales errores estratégicos

A Rusia le faltan aliados

Nos podrá parecer que los organismos multinacionales van perdiendo peso, que la ONU es imperfecta y, a menudo, incapaz de mantener la paz, o que las acciones basadas en poder duro se imponen en un mundo donde vuelve a mandar el realismo. Pero la realidad es que cada vez es más complicado actuar unilateralmente en el mundo. Incluso Estados Unidos se dio cuenta de ello durante la invasión de Irak y tuvo que volver a la ONU para aprobar resoluciones que le permitiera mantener y agrandar su coalición. China también es consciente de este aspecto y ha ido trabajando sin descanso para atraerse países a su órbita, bien mediante el dinero, bien ofreciendo una alternativa a Estados Unidos. Pero Rusia ha reducido drásticamente su red de alianzas internacionales en los últimos años

debido a una actitud agresiva y soberbia que sólo ha encontrado una respuesta interesada y limitada en algunos gobiernos autoritarios en África. Si Estados Unidos ofrece un sistema basado en la democracia y la libertad, y China ofrece desmesurados recursos económicos, Rusia no ofrece más que fuerza. Llegado el momento, pocos países han apoyado abiertamente a Moscú en su campaña. Incluso aquellos que están dispuestos a hacer negocios con Rusia, se mueven con mucha cautela para no enfrentarse a Occidente a cambio de un socio inestable y temperamental.

Errónea percepción de la realidad.

Este es uno de los mayores problemas con los que debe lidiar cualquier plan. Toda estrategia asume ciertas hipótesis que lanzan las líneas de actuación. Rusia fundó sus decisiones en información que, para ser justos, parecían tener suficiente base. Pero en realidad confirmaba lo que querían oír por lo que no se molestaron en un análisis más profundo. Estas son algunas de las hipótesis en las que Rusia basó su toma de decisiones:

  • Ucrania estaba dividida, la población ruso parlante apoyaría la invasión y el resto, desmoralizados con la deriva económica del país no se opondrían. Ucrania era al inicio de la invasión el Segundo país más pobre de Europa, el gobierno era percibido como extremadamente corrupto, 67% de la población pensaba que el país iba en la mala dirección y el 40% afirmaba que no defendería el país ante un ataque y apenas el 5% veía la anexión de Crimea como un problema[iii].
  • El presidente Zelensky es un líder débil internamente y sin carisma exterior. Antiguo actor y comediante, no tiene experiencia política, militar, exterior o administrativa de ningún tipo. Su apoyo popular apenas superaba el 30%. Prácticamente no contaba con ninguna experiencia o cualidad de un líder tradicional en guerra. Sin embargo, su decisión de permanecer, rechazando la oferta de americanos y europeos para huir, y su capacidad mediática ha resultado mucho más eficaz para un líder moderno de lo que se hubiera pensado. 
  • Las Fuerzas Armadas Rusas son potentes y efectivas. La enorme inversión en modernización y la “limpieza” efectuada tras la carnicería de Chechenia o la chapucera invasión de Georgia parecía haber devuelto al ejército ruso su estatus de gran fuerza. La hábil y rápida operación de Crimea confirmaba este aspecto. Muchas analistas occidentales compartieron públicamente esa percepción. Desde Moscú, no obstante, deberían haber analizado en profundidad el conjunto, identificando las enormes carencias que han aparecido, y no extender a toda sus Fuerzas Armadas una conclusión obtenida de algunas capacidades que efectivamente han evolucionado.  
  • El ejército ucraniano era débil, e ineficaz. Su incapacidad para frenar los acontecimientos de Crimea, Donbas o Donesk lo mostraban como una fuerza de posiciones, con poca posibilidad de maniobra o de integración de capacidades de combate. Rusia contaba con más experiencia, doctrina, y superaba en cantidad y tecnología a todo el armamento ucraniano. El Kremlin no analizo correctamente la evolución de las fuerzas ucranianas desde 2014, su adiestramiento con la OTAN, la moderna educación de sus oficiales o la mejora de su doctrina, guiada por la Alianza.
  • La OTAN y los Estados Unidos no apoyarían con armamento a Ucrania, o para cuando intentaran hacerlo la operación habría finalizado. La pobre actuación de las fuerzas occidentales en Siria o el fiasco de Afganistán hacían prever que Occidente se enredaría de nuevo en discusiones, y que su población volvería al pseudo-pacifismo que atenaza su actuación, especialmente la de los europeos. 

En realidad, todas estas suposiciones estaban suficientemente fundadas para guiar la decisión de Putin, que habrá actuado de forma inmoral, pero no irracional[iv]. Pero el exceso de confianza y cierta soberbia de políticos y militares hicieron que se lanzaran a la guerra sin un plan alternativo en caso de que algunas de las hipótesis se demostraran como equivocas; no digamos si todas lo eran. A esto se une que la estructura de poder rusa da poco margen a un análisis crítico profundo, que las opiniones distintas no son apreciadas y que es mejor estar equivocado con el líder que acertado frente a él. Esto, por cierto, no es exclusivo de los rusos. 

Falta de narrativa

Es llamativo que el país que ha puesto en jaque a Occidente usando nuevas herramientas para operaciones de desinformación haya lanzado esta operación sin una campaña de información. Ni interna ni externa. Posiblemente el exceso de confianza en una fácil y rápida operación hizo que el Kremlin no preparara a su población para lo que venía, no viendo la necesidad de justificar la guerra que estaba a punto de desatar. Tampoco se produjo una campaña exterior que sembrara dudas sobre los motivos rusos para iniciar la guerra. La situación en las regiones pro-rusas de Ucrania antes de la invasión podría haberse explotado para justificar la operación; o al menos intentar ganarse parte de la opinión pública mundial. Nada de esto se hizo. Por contra, los ucranianos desarrollaron una extraordinaria campaña de información, bien planificada y dirigida por un presidente que sorprendió a propios y extraños con una actitud sólida y extremadamente mediática. Cuando Rusia intento reaccionar era ya tarde. No solo la narrativa estaba perdida, sino que la propia invasión dio razones a los países occidentales para cancelar y bloquear todos los medios que el Kremlin había usado anteriormente para desestabilizar a europeos y americanos. El desarrollo de la guerra no ha corregido la falta de narrativa. Al contrario, parece haber aupado a altos mandos militares de mentalidad tradicional, apartando a oficiales y agencias que habían demostrado ser innovadores y eficaces en el conflicto hibrido.

Moscú demuestra una clara incapacidad de aprender

Una de las mayores ventajas de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, incluso de su administración política, es su capacidad para aprender de errores y aciertos. Sus líderes son mentalizados en la necesidad del pensamiento crítico, de analizar cada aspecto para mejorarlo, de no castigar el error y de tomar iniciativas. La mentalidad rusa está muy lejos de todo eso. Falta de iniciativa, rígidas estructuras de mando, miedo al error que produce que se consulte cada pequeña decisión, y un mando político y militar basado en la fuerza hace que reconocer un error les pueda poner en una situación de debilidad inadmisible. Así que, ante los evidentes desastres iniciales producidos por decisiones políticas y militares al inicio de la invasión, la forma de corregirlos ha sido tan poco innovadora como recurrir al envió de masa de soldados poco preparados al frente. Quizá el problema viene de que el colapso de la URSS fue un colapso económico, pero las estructuras básicas de poder, de su ejército, y sobre todo de su mentalidad, no se movieron ni un ápice. Si en cualquier enfrentamiento estratégico hay que preocuparse de la brillantez de los líderes adversarios, en Rusia tienen que preocuparse de la incapacidad de sus propios líderes.

Los errores estratégicos que han resultado de las decisiones de Moscú no solo han provocado muerte y destrucción, sino que ha alejado a Rusia de los objetivos de su Gran Estrategia: no ha frenado el avance de la OTAN (Suecia y Finlandia están a punto de firmar su adhesión y Ucrania es ahora sí un posible candidato); no ha consolidado su zona de influencia, sino al contrario (su influencia basada en el miedo se debilita ante la pobre actuación de su ejército); y no ha conseguido debilitar el poder americano, sino que le ha sumado un renovado interés de los europeos por incrementar el suyo. En resumen, podemos decir que ha fracasado en todos sus objetivos, y puede ahondar en el sentimiento de humillación de los rusos y de su líder, situación ésta muy peligrosa. Y entonces, ¿Por qué se decide ejecutar la invasión? En esto hay un componente psicológico de la toma de decisiones que se tratara en el siguiente artículo de la serie.

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NOTAS


[i] Yevgenc Primakov. “Внешнеполитическое кредо // Встречи на перекрёстках.” 1998. Translated by Danylo Khilko. Le Grand Continent.   https://legrandcontinent.eu/fr/2017/11/08/la-doctrine-primakov/ (accessed November 20, 2021)

[ii] Eugene Rumer, “The Primakov (Not Gerasimov) Doctrine in Action.” Carnegie Endowment for International Peace. (June 2019). https://carnegieendowment.org/files/
Rumer_PrimakovDoctrine_final1.pdf?msclkid=5d1832dcaca211ec84b33e039c22e865
 (accessed November 20, 2021)

[iii] Public Opinion Survey of Residents of Ukraine. 6-15 Noviembre 2021.    https://www.iri.org/wp-content/uploads/2022/02/FOR-RELEASE-2021-November-Survey-of-Residents-of-Ukraine_ENG.pdf .

[iv] Mark F. Cancian. “Putin’s Invasion Was Immoral but Not Irrational”. May 10, 2022. Center for Strategic and International Studies (CSIS). https://www.csis.org/analysis/putins-invasion-was-immoral-not-irrationalF

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AUTOR

Jesús Alonso Blanco

Teniente Coronel del Ejército de Tierra español. Diplomado en Estado Mayor y Licenciado en Ciencias Políticas

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