¿FIN DEL ROMANCE EE.UU.-EUROPA?. Francia: el verdadero Emmanuel Macron

El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo el 8 de noviembre de 2018 que Francia y Alemania debían crear un ejército europeo para “protegerse contra Rusia, China e incluso Estados Unidos”. En la imagen, Macron y la canciller alemana, Angela Merkel, durante una rueda de prensa celebrada el 18 de noviembre de 2018 en Berlín. (Foto de Michele Tantussi/Getty Images).

Por Guy Millière     

Fuente:   GATESTONE INSTITUTE INTERNATIONAL POLICY COUNCIL

6 de junio de 2019. Normandía (Francia). Los restos de 9.387 militares estadounidenses están enterrados en el Cementerio y Memorial de Estados Unidos en Normandía; 9.238 cruces latinas, para los cristianos, y 149 estrellas de David, para los judíos, están alineadas en un acantilado con vistas a la playa de Omaha, uno de los cinco tramos de la costa normanda donde 132.000 soldados de los aliados occidentales desembarcaron el 6 de junio de 1944. El presidente de EE. UU., Donald Trump, pronuncia un discurso en el que alaba a los estadounidenses que dieron sus vidas; también rinde homenaje a los otros soldados que lucharon en el desembarco de Normandía: los canadienses, los británicos, los franceses. Se comporta como un gran hombre de Estado.

Justo antes de que hablara, el presidente francés, Emmanuel Macron, también rindió homenaje a esos valientes soldados. Añadió algunos comentarios que de inmediato se interpretaron como una forma de sermonear al presidente estadounidense:

Estados Unidos nunca es tan grande como cuando lucha por la libertad de los demás. Nunca es tan grande como cuando es fiel a los valores universales defendidos por sus padres fundadores cuando hace dos siglos Francia salió en defensa de su independencia.

Macron ya había indicado que tenía la intención de hacer hincapié en los “valores franceses” y “el arte de ser francés”. Jean-Pierre Raffarin, exprimer ministro francés y uno de los actuales asesores políticos de Emmanuel Macron, dijo que el presidente francés pensaba que Estados Unidos “ha abandonado los principios fundamentales” y que “hoy Estados Unidos no lucharía por la libertad de Europa”.

Un día antes de eso, Macron organizó una ceremonia para rendir homenaje a la resistencia francesa. “Sin la resistencia y todos los combatientes franceses —dijo—, Francia no habría recuperado la libertad”. En otra ceremonia para rendir homenaje a los 177 soldados franceses que desembarcaron en Normandía el Día D, dijo que los franceses estuvieron “en todas partes para liberar a su propio país: por tierra, mar y aire”.

Es comprensible el deseo del presidente Macron de rendir homenaje a la resistencia francesa y a los franceses que desembarcaron el Día D. Muchos ciudadanos franceses lucharon con valentía. Sin embargo, su intento de definir el papel de Francia como vital en la liberación de su país, como si los franceses hubiesen liberado a Francia, es difícil de aceptar. Simplemente empequeñece el papel de todos aquellos que no eran franceses y que lucharon y murieron para liberar el país.

Sus palabras y su actitud parecen tener sus raíces en las del general Charles de Gaulle al final de la Segunda Guerra Mundial. Se grabaron unas imágenes del general en Normandía, unos pocos días después del 6 de junio de 1944, a pocos kilómetros de las playas donde miles de jóvenes estadounidenses habían muerto y ni siquiera estaban enterrados aún. “Francia empieza a liberarse y pronto será libre, gracias a los franceses”, dijo. Durante el resto de su carrera política, De Gaulle recalcó que Francia había sido liberada por los franceses. Cuando hablaba del régimen de Vichy, dijo que se componía de “un puñado de traidores que habían dejado de ser franceses”.

De Gaulle se negó a hablar de los muchos franceses que habían colaborado con las autoridades de la ocupación alemana. Se negó a conmemorar el Día D. Llegó incluso a afirmar que el desembarco de Normandía no había sido “el comienzo de la liberación de Francia”, sino “el punto de partida de un intento estadounidense de colonizar Francia”. Después añadió que “la ocupación estadounidense de Francia” había terminado durante su presidencia, cuando decidió “abandonar la OTAN y pedirle a Estados Unidos que cerrara las bases militares estadounidenses en territorio francés”. Nunca habló del papel crucial del Plan Marshall para la reconstrucción de Francia, o que la OTAN se creó para proteger a la Europa occidental de la Unión Soviética.

Lo que dijo De Gaulle tuvo un profundo impacto. Hasta principios de los años setenta, veinticinco años después de la guerra, ningún libro ni película de Francia trató sobre el “colaboracionismo”. Los libros de texto de historia utilizados en las escuelas francesas omitían los estrechos lazos entre muchos ciudadanos franceses y las autoridades de la ocupación alemana sólo unos años antes. En su lugar, los estudiantes aprendían que Francia había sido ocupada, y que la Resistencia había liberado el país con la ayuda de los “Aliados”. Apenas se mencionó el papel de los estadounidenses. Nunca se habló del inmenso apoyo de la población francesa al mariscal Philippe Pétain, el antisemitismo del régimen de Vichy en tiempo de guerra y la contribución activa de la policía y los gendarmes franceses a la deportación de los judíos a los campos de concentración. Libros como Breviario del odio, de León Poliakov (1951) señalaban los crímenes del Tercer Reich, pero no los crímenes de la policía y los gendarmes franceses. Sólo se vendieron unos pocos ejemplares.

Sin embargo, La Francia de Vichy, de Robert Paxton, traducido al francés en 1973, generó un escándalo. Paxton empleó innumerables documentos que nadie había visto antes para explicar el alcance del “colaboracionismo” en Francia y la ferviente contribución del régimen de Vichy a la deportación de los judíos. Muchos comentaristas franceses escribieron que el libro no sólo estaba lleno de mentiras, sino que era un insulto al honor de Francia.

Hasta 1984, ningún presidente francés participó siquiera en las ceremonias del Día D, y los actos fueron discretos, por decirlo suavemente.

Las conmemoraciones de la redada del Vel d’Hiv de 1942 (una redada dirigida por los nazis y detenciones masivas de judíos en París por parte de la policía francesa) no tuvieron carácter oficial hasta 1992. Antes, sólo participaban las organizaciones judías; los periódicos nunca escribieron sobre ellas. En 1995, Jacques Chirac reconoció que Francia fue culpable de la redada del Vel d’Hiv y de la deportación de decenas de miles de judíos a los campos de concentración. No obstante, muchos políticos franceses persisten aún hoy en decir que se equivocó y que Francia no es culpable.

Desde 1945, de ningún líder político francés ha salido una sola palabra de gratitud hacia Estados Unidos por su contribución a la liberación de Francia sin añadir comentarios que hiciesen hincapié en los valores morales de Francia y el papelesencial de la Resistencia francesa. Siempre que fue posible, también se afanaron en señalar que podrían haber prevalecido frente a Estados Unidos si hubiesen querido.

En el discurso pronunciado por el ministro de Exteriores francés Dominique de Villepin el 14 de febrero de 2003 en Naciones Unidas —donde criticó la decisión de la Administración del presidente estadounidense George W. Bush de invadir Irak—, afirmó que “Francia planta cara, fiel a sus valores”. El discurso le granjeó a Villepin el elogio unánime en Francia. Sin embargo, Villepin no mencionó que Francia acababa de cerrar contratos petroleros secretos con el Irak de Sadam Husein y que no quería perder su dinero. Cuando el presidente Nicolas Sarkozy definió su propia política exterior en un discurso el 27 de agosto de 2007, recalcó que Francia era aliada de Estados Unidos, pero “no se alineaba con ella”. El presidente François Hollande repitió la misma fórmula —«Somos aliados, pero no estamos alineados»— en 2012.

Macron fue un paso más allá. El 8 de noviembre de 2018, dijo que Francia y Alemania debían crear un ejército europeo para “protegerse contra Rusia, China e incluso Estados Unidos”. Tres días después, en una ceremonia el 11 de noviembre, y mirando al presidente Trump, que no mucho antes había elogiado el “nacionalismo estadounidense”, Macron dijo que el “patriotismo es exactamente lo contrario del nacionalismo. El nacionalismo es su traición”.

Antes, el 25 de abril de 2018, Macron había pronunciado un discurso en el Congreso de EE. UU. sobre el programa nuclear iraní donde exigió a Estados Unidos “respetar su firma”. “Francia no abandonará el acuerdo nuclear iraní —dijo—, porque lo hemos firmado [y] vamos a respetar nuestros compromisos”.

Como al parecer Francia no se siente culpable por su papel en el genocidio de los judíos de Europa, los líderes franceses han sido durante mucho tiempo indiferentes al antisemitismo. No empezaron a hablar sobre él hasta los años ochenta, con el fin de demonizar a la “extrema derecha”. Eso es lo que siguen haciendo.

La política exterior francesa se volvió contra Israel en los años sesenta, cuando, al final de la guerra argelina, los políticos franceses pensaron que sería más lucrativo establecer vínculos más cercanos con el mundo árabe. Francia sigue siendo antiisraelí. El 27 de noviembre de 1967, el general De Gaulle hizo unas declaraciones que mezclaban antisemitismo con ataques verbales a Israel. Dijo que los judíos “eran autoritarios y seguros de sí mismos” y habló de su supuesta “ambición fogosa y conquistadora”, y describió a Israel como “un Estado beligerante propenso a la expansión”. En junio de 1967, tres días antes de la Guerra de los Seis Días, cuando era imposible obviar las amenazas del mundo árabe contra Israel, y la guerra parecía inminente, De Gaulle decidió dictar un embargo a la entrega de armas a Israel.

Durante la Guerra de Yom Kippur de 1973, el ministro de Exteriores francés, Michel Jobert, se negó a condenar la agresión de Egipto y Jordania contra Israel: “Intentar poner el pie en casa no constituye necesariamente una agresión”, dijo equivocadamente.

Francia también apoyó a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en un momento en que era un movimiento abiertamente terrorista, dedicado sin reservas a destruir Israel y asesinar judíos. Francia votó a favor de una resolución de Naciones Unidas de apoyo a la OLP, e incluso ya el 27 de enero de 1976 pidió la “creación de un Estado palestino”. El presidente Jacques Chirac apoyódescaradamente a la OLP y, como dijo, “la necesidad de crear un Estado palestino”. En noviembre de 2004, le dio una cálida bienvenida a Francia a Yaser Arafat, presidente y architerrorista palestino, poco antes de la muerte de éste, y le ofreció un cortejo fúnebre digno de un gran diputado demócrata.

El 21 de septiembre de 2011, el presidente Nicolas Sarkozy también le dijo a la ONU que Francia quería la creación de un Estado palestino lo antes posible “en las líneas de 1967”, y dijo que “Palestina” tenía que tener una silla de “observador” en Naciones Unidas “similar al que tiene El Vaticano”. Seis semanas después, el 31 de octubre, Francia votó a favor de la entrada del “Estado de Palestina” en la Unesco.

Macron sigue la misma política que sus predecesores. Nunca pierde la oportunidad de invitar al actual líder palestino, Mahmud Abás, al Palacio del Elíseo y nunca se olvida de besarlo. Macron también pide la creación de un “Estado palestino, con Jerusalén como capital”. Condena todas las decisiones de la Administración Trump a favor de Israel, y califica el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel de “grave error”. El 15 de mayo de 2018, cuando Hamás mandó a terroristas ocultos entre los civiles a irrumpir en la frontera de Israel con Gaza, y los soldados israelíes dispararon a la población armada para impedir que se transgrediera su frontera, Macron condenó “la violencia de las fuerzas armadas israelíes contra los manifestantes”. Hasta unos meses después, cuando se lanzaron cohetes a Israel desde Gaza, no condenó la actividad terrorista de Hamás.

El 8 de mayo de 2018, el presidente Trump —explicando que Irán era ahora “el principal patrocinador del terrorismo”, que financiaba a “satélites terroristas, como Hezbolá y Hamás” y que aún estaba intentando armarse nuclearmente”— decidió retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán. Anunció que habría sanciones estadounidenses para propiciar un cambio de conducta de Irán y que se sentara a la mesa para nuevas negociaciones. Desde ese momento en adelante, Francia y Alemania han hecho todo lo que han podido para sortear las sanciones estadounidenses y seguir trabajando con Irán. El 17 de junio de 2019 —cuando el régimen de Irán estaba amenazando con usar misiles de precisión para atacar a “todos los enemigos, al menos a los que están en la región o a los que tienen fuerzas en la región”—, y fueron atacados dos petroleros en el golfo de Omán, Macron aconsejó a Irán que fuese “paciente y responsable”.

Desde 1945, la actitud francesa hacia Estados Unidos ha estado marcada por la arrogancia y la ingratitud. En 2005, el periodista estadounidense Richard Chesnoff citó a un catedrático francés, Dominique Moïsi:

Cuando Francia era una gran potencia, Estados Unidos era una potencia emergente; cuando Estados Unidos se convirtió en una superpotencia, Francia se convirtió en una potencia mediana, y ahora que Estados Unidos es la hiperpotencia, Francia no está ni mucho menos a su nivel.

Chesnoff añadió que esto había dado lugar a una mezcla de envidia no reconocida y un disimulado rencor.

En la época de la Revolución francesa, Francia afirmó tener un mensaje universal; Francia no vio hasta después que Estados Unidos se había convertido en “el país que encarna los valores de la libertad y la dignidad humana en la tierra”, escribió Jean-François Revel en su libro de 2002 La obsesión antiamericana. Añadió que un político francés le había dicho: “Estados Unidos nos robó la universalidad”. También hizo hincapié en que la afirmación francesa de tener un mensaje universal se solía “contradecir por la desoladora realidad de la conducta de Francia”.

La actitud de Francia hacia Estados Unidos, Israel y el régimen iraní podría ejemplificar hoy muy bien esta observación.

Las palabras de Macron en Normandía el 6 de junio parecían innecesariamente arrogantes; una actitud especialmente insufrible ya que, en el momento en que estaba hablando, Francia seguía intentando sortear las sanciones estadounidenses al maligno régimen iraní. Tampoco está en condiciones de hacer esos comentarios tan afilados. Durante seis meses, las protestas de los “chalecos amarillos” han estado golpeando muy duro la economía francesa. Han revelado el grado de descontento entre los franceses menos privilegiados. Macron reaccionó con desprecio y brutalidad: llamó a los manifestantes una “muchedumbre llena de odio” y pidió a la policía que restableciera el orden “implacablemente” (24 personas perdieron un ojo, y otros cinco una mano). Macron puede haber recibido el apoyo de las élites, pero la desesperación de los que protestaban no ha desaparecido.

La inmigración ilegal ha transformado muchas zonas del país en poblados de chabolas. El escritor argelino Boualem Sansal y el periodista Éric Zemmour han descrito los cientos de zonas de exclusión en los suburbios como pequeñas repúblicas islámicas en proceso. Los judíos de Francia deben ocultar ahora su identidad religiosa en público allá donde estén.

El 13 de noviembre de 2018, el presidente Trump, reaccionó a las palabras de Macron de noviembre con un hilo en Twitter: “No hay ningún país más nacionalista que Francia”; “Fue Alemania la que invadió Francia”; “En la Primera y la Segunda Guerra Mundial […] los franceses estaban empezando a aprender alemán cuando llegamos nosotros”.

El 6 de junio, Trump empleó un lenguaje más diplomático. Dijo que su relación con Francia y Macron era “excepcional”. Pero conoce a Macron. Trump recuerda sin duda que durante la visita de Macron a Washington hace 14 meses, Macron parecía cordial con él, pero después, en el Congreso, dedicó todo su discurso a desprestigiar las decisiones fundamentales de la Administración Trump.

El 24 de abril de 2018, Macron, en señal de amistad, obsequió a Trump con un roble: lo plantaron juntos en el jardín de la Casa Blanca. El roble, que ha sido puesto en cuarentena por las autoridades agrícolas de EE. UU., murió a los cuatro días de las ceremonias del Día D de 2019. Macron prometió enviarle a Trump otro roble, pero todavía no ha llegado. Los robles pueden vivir ochocientos años. Las palabras amistosas de Macron parecen tener una esperanza de vida más corta.

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