La crisis cubana y la urgencia de consensos

El agotamiento del modelo social y la fractura del pacto social derivado de la Revolución en Cuba son reales desde hace años. Pocos dudan hoy que la crisis es sistémica, el conflicto nacional y que estamos en un callejón sin salida. Sin embargo, la represión sustituye a la gestión política e incrementa la polarización. Los riesgos son enormes e indican la urgencia de articular consensos.

escrito por Ivette García González

El agotamiento del modelo social y la fractura del pacto social derivado de la Revolución en Cuba son reales desde hace años. Pocos dudan hoy que la crisis es sistémica, el conflicto nacional y que estamos en un callejón sin salida. Sin embargo, la represión sustituye a la gestión política e incrementa la polarización. Los riesgos son enormes e indican la urgencia de articular consensos.

Precisamos edificar un nuevo proyecto de país en base a un nuevo pacto social. Es difícil pero no imposible, como ha demostrado la historia en diversas geografías. Los humanos somos seres racionales, estamos en permanente negociación para convivir, de ahí que la sociedad evolucione a través de múltiples consensos

Es tema a evaluar con transparencia y responsabilidad. Nada resuelven enfoques simplistas, como el publicado por Cubadebate, que sustituye argumentos por consignas o afirma que en Cuba el consenso es una construcción de siglos —amalgama oficial que coloca Patriahistoria y gobierno como equivalentes— cuando ninguno de ellos son estáticos ni se heredan.

Tampoco dogmatizando que existe «consenso sobre el proyecto social socialista», a pesar de que se conoce que incluso sectores socialistas interpelan hace años al sistema político; o que la Constitución y la masividad de un desfile muestran un «consenso colectivo, masivo y libre».   

En el ámbito político, y particularmente en escenarios de crisis, el consenso supone la capacidad de lograr acuerdos entre distintos actores sociales con intereses diversos e incluso contrapuestos. Sin eso —que es lo opuesto al uso de la fuerza o la coacción empleadas por el gobierno— no es posible resolver demandas ni lograr los cambios que necesita la sociedad. 

Ellos implican diálogo y negociación, escuchar, ser escuchado y ceder en aquello que no sea fundamental y pueda bloquear la intención. Requiere examinar contexto; pluralidad social; cambios generacionales; contradicciones; posturas en cuánto a qué se busca y cómo; estar dispuestos a encarar riesgos, no verlo como unanimidad acrítica sino como oportunidad de procurar la gradual convergencia de ciertos puntos compartidos.

Son tan importantes que en situaciones muy complejas para transiciones, por ejemplo, se pactan previamente variantes de consenso —activo, pasivo,  general, suficiente o cualificado—, como modo de asegurar la gestión y los resultados de acuerdo con las condiciones del escenario y los actores.  

Crisis cubana y consenso

El consenso supone la capacidad de lograr acuerdos entre distintos actores sociales con intereses diversos e incluso contrapuestos.

-I-

En varios textos he sugerido el diálogo nacional como mecanismo de concertación política para la transición en Cuba. Las condiciones no lo favorecen a corto plazo dados la ausencia de mínimos democráticos para confrontar ideas y posturas; el ejercicio de la política mediante la coerción; la emigración o el destierro de fuerzas vivas de la nación y un ambiente tóxico derivado del extremismo político.

En algunos casos también influyen el desconocimiento, ciertas experiencias fallidas, la intolerancia del gobierno que desvirtúa y manipula el tema, y las desventajas de sus contrapartes. Tanto en la Isla como en la emigración, ello es resultado de las profundas y longevas asimetrías en las relaciones de poder, y del radicalismo político que en ambos extremos rechaza la fórmula.

No obstante, al interior de la sociedad civil independiente, la emigración y entre ambas, se intentan acuerdos mínimos. Ellos deben acompañarse de acciones cívicas y empoderamiento ciudadano en pos de reivindicaciones democráticas y articulación de alianzas que permitan modificar en lo posible el desbalance actual. Esto permitiría generar suficiente impulso político —nacional e internacionalmente— como para que la negociación en esa escala sea una necesidad para todas las partes.  

La formación de conciencia cívica está en función de ello, pues la realización de conquistas democráticas no provendrá de sectores dominantes. Como indicara Juan Valdés Paz, a lo largo de la historia «la realización de los ideales democráticos ha sido el resultado de las luchas populares (…) es el pueblo, el soberano, los ciudadanos, los actores fundamentales llamados a realizar la democracia y eventualmente, alcanzar un mayor desarrollo democrático».

También en la Isla en cierto modo ha sido una realidad. Desde los años noventa el diseño original de nuestro totalitarismo fue subvertido. La puja sobre el poder derivada de consensos a escala de la sociedad civil fue importante en los cambios, aun cuando no transformaron la institucionalidad política ni la esencia del modelo. Hasta hoy, el Partido/Gobierno/Estado ha podido maniobrar con cambios cosméticos o que descompresionan la situación emergente sin alterar el estatus quo.

-II-

Hoy el escenario es muy diferente. Estamos ante una crisis sistémica, se han ampliado las áreas de disenso desde diversos sectores y los cambios en la dinámica política son acelerados. Una mirada a cómo han variado las preocupaciones y certezas en torno a los consensos y sus fracturas entre el 2019 y el 2022, con el estallido social del 11-12J por medio, da cuenta de ello. Sugiero leer y contrastar al respecto el dossier de Alma Mater y la contestación de  El Toque.

La sociedad civil independiente —quebrantada recurrentemente por la represión— se reinventa, procura conectar generaciones y agendas articulando consensos en favor de una transición democrática desde los años noventa. Varios tópicos son convergentes, entre ellos: apertura económica; primacía de factores internos en causas y soluciones del conflicto; autonomía de la esfera pública; libertad de prensa; separación de poderes; reconocimiento de los cubanos —donde quiera que estén— como parte de la nación; pluralismo político; naturalización del disenso; liberación de los presos políticos y fin de la represión; derechos humanos, democracia y sanación de la sociedad.

Con aciertos y desaciertos, algunas formas asociativas de los últimos años han intentado articular consensos atendiendo a prioridades, desde el respeto al pluralismo político. Entre ellos: Movimiento San Isidro (MSI), la efímera Articulación PlebeyaArchipiélagoConsejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC) y Cuba Próxima

Más recientemente, el Frente Democrático de Concertación (D Frente), que agrupa a varias organizaciones, se plantea la refundación de la República y se orienta en base a seis principios fundamentales y una hoja de ruta. En ellos existen diversas posturas y corrientes de pensamiento; también diferencias en cuanto a modos, profundidad de ciertos cambios y solución del diferendo con los EE.UU.https:

No obstante, en el amplio ecosistema del disenso —dentro y fuera de la Isla— persisten la dispersión y dificultades para lograr acuerdos, a veces por falta de experiencia y madurez política y por los efectos permanentes de  la represión y la criminalización de agendas, membresías y liderazgos por parte del gobierno. Ello no ha permitido socializar lo necesario ni lograr proyecto(s) contrahegemónico(s) con arraigo en las mayorías.

De otra parte, el Partido/Gobierno/Estado tiene ante sí una ciudadanía más demandante y agotada. Acumuló rápidamente fracasos económicos y el costo social de sus impopulares medidas; no ha podido construir sus propios consensos ni resolver la inoperancia de los mecanismos de participación ciudadana. Enfrenta una creciente desconfianza política y gobierna en base a la coerción y ciertos falsos consensos, ignorando incluso a veteranos de la propia Revolución que ya no están en las estructuras del poder pero intentan aportar.

Durante los últimos cuatro años ha mantenido fórmulas anacrónicas de diálogos con sus bases: sindicatos, organizaciones sociales de masas, políticas y profesionales, todas bajo su control. Parte de ellas se han quebrado, pero prevalecen segmentos militantes no despreciables y una amplia franja de silencio que incluye a víctimas, resignados y leales incondicionales.

Como afirmó en entrevista reciente el abogado y politólogo Roberto Veiga,  hay una significativa «carencia de gestión y sensibilidad política». De ahí el predominio de la represión contra un pueblo que le ha dado todas las  oportunidades  posibles a su gobierno «para una transformación en paz y para la paz». Con tal actitud, «el propio gobierno se empeora su escenario».  

-III-

No obstante las limitaciones, diferencias y crispación política, la sociedad cubana tiene algunas ventajas que podrían favorecer la articulación gradual de consensos para la democratización. Entre ellas: alto nivel de instrucción; importantes valores compartidos; confluencia de varias generaciones; energía que dejó el 11-J a su favor; emergencia de nuevas iniciativas desde la sociedad civil; activismo de la emigración y el soporte que todavía representan varios principios y derechos plasmados en la Constitución.

A ello se suman otras dos singularidades del contexto actual. Una es que la prensa independiente es ya un actor importante dentro del espectro político. A pesar de la intolerancia oficial y la represión, consigue aportar a la socialización de ideas, demandas y posturas, a la formación de conciencia cívica y la articulación de consensos entre diversos actores. La otra es que algunos tópicos convergentes del mapa crítico y opositor son compartidos por sectores reformistas y otros considerados afines al gobierno pero que en realidad integran una amplia zona de silencio.

Crisis cubana y consenso

(Ilustración: Rafael Alejandro García/CubaNet)

Estamos en un punto de no retorno. Para cualquiera de los escenarios probables de la transición se necesitan consensos, como dejó ver recientemente uno de los fundadores del Movimiento Cubano de Reflexión (MCR).

El más viable para convertirse en ruta crítica es el que derive del avance del movimiento pro-democracia y su eventual capacidad para articular el descontento manifiesto en las protestas sociales, que junto a la pérdida gradual del miedo es fenómeno social novedoso en la Cuba actual.

Necesitamos encarar el conflicto y exigir un ambiente menos tóxico, represivo y polarizado, que permita gestionar diferencias antes de que sobrevenga otro estallido social y derivemos a un caos del que todos —menos ciertas oligarquías en ascenso— saldremos como perdedores. Y con nosotros el país.

Algunas ideas ya ampliamente aceptadas deberían también favorecerlo: 1) El conflicto es nacional, debe ser resuelto por los cubanos sin injerencia extranjera y apegados a la soberanía popular; 2) el modelo de sociedad se agotó y los intentos de reformas derivaron en mayor inequidad social, pobreza y represión; 3) necesitamos un país democrático y soberano que garantice bienestar ciudadano en primer lugar y 4) tales aspiraciones deben lograrse por vía pacífica.

La magnitud de los riesgos que encaramos hoy debe recordarnos que los consensos son necesarios, posibles y urgen. Cuba necesita democratizarse en todos los ámbitos y para ello también precisamos fomentar una cultura dialógica, cívica, política y democrática en la esfera pública. Sobra polarización y apremia sustituir la represión por una gestión política del conflicto, por el pensar y actuar con responsabilidad, inteligencia, creatividad y patriotismo.

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AUTORA

*Ivette García González, La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP)Para contactar con la autora: [email protected]

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