Anales y tribulaciones del sector externo cubano

Al triunfo de la Revolución, tal modelo exportador trató de ser sustituido por otro, industrializado y diversificado. Como parte de esa aspiración, y en medio del establecimiento de un socialismo estatizado, se instauró el monopolio estatal del comercio exterior (1960). Aunque anunciado como vital para el enfrentamiento con EE.UU., que inició precisamente en el ámbito comercial, era este un rasgo típico de los regímenes de socialismo estatizado y burocrático. Foto Mincex

escrito por Mario Valdés Navia 

Desde la época colonial la economía cubana ha sido de las llamadas abiertas, aquellas donde una parte fundamental del PIB se realiza en el exterior del país. Este rasgo, típico de economías modernas, suele volverse tóxico en los países dependientes, que actúan como suministradores de productos básicos o intermedios para el mercado mundial y quedan a merced de sus avatares.

Al triunfo de la Revolución, tal modelo exportador trató de ser sustituido por otro, industrializado y diversificado. Como parte de esa aspiración, y en medio del establecimiento de un socialismo estatizado, se instauró el monopolio estatal del comercio exterior (1960). Aunque anunciado como vital para el enfrentamiento con EE.UU., que inició precisamente en el ámbito comercial, era este un rasgo típico de los regímenes de socialismo estatizado y burocrático.

Se ignoró que el monopolio estatal no funcionó ni en la Colonia, donde los intentos por imponerlo —Puerto Único, Estanco del Tabaco, Real Compañía de Comercio de La Habana…— fueron ampliamente repudiados y burlados por los criollos mediante el comercio de rescate, o contrabando. A mediados del siglo XVIII, el gobierno colonial concluyó que su negocio no era el monopolio comercial, sino el cobro de impuestos, especialmente los de aduana, devenidos fuente principal del erario imperial.

Si en este mundo globalizado las economías suelen encadenarse en amplias cadenas internacionales de valor: ¿es positivo o negativo que Cuba sea un país de economía abierta? ¿Cómo repercute el monopolio estatal del comercio exterior en la eficacia del sector externo? ¿Acaso tenemos en perspectiva un promisorio sector interno que sustituya los ingresos del externo? ¿O es que no tenemos ninguno de los dos?  

-I-

Los avatares del sector externo fueron jalonando el camino de la Revolución Cubana. En 1960 se firmó el primer convenio comercial con la URSS. Este incluía la venta de 425 000 Tn de azúcar y un millón durante los cuatro años siguientes, así como la compra de petróleo, tecnologías y otros bienes. Cuando Eisenhower redujo 700 000 tons de la cuota azucarera asignada —primera sanción económica a la Isla rebelde—, la URSS le ofreció comprar todo el azúcar dejada de adquirir por los norteamericanos y suministrarle a su vez todo el petróleo que necesitase.

En octubre de 1960 el presidente de Estados Unidos decretó el embargo al prohibir las exportaciones a Cuba, excepto comida y medicamentos. Por esos días la Isla se retiró del Banco Mundial al considerar que la política de dicho organismo no era efectiva para el desarrollo y expansión de su economía, y que era encauzada «de acuerdo a un plan definido».

La imposición del plan al mercado llevó a la creación del Ministerio de Comercio Exterior (1961), que monopolizaría todas las acciones de exportación e importación del país desde esa fecha.

Durante los debates de los años sesenta entre diferentes modelos de gestión —Financiamiento presupuestario, Cálculo económico, Registro económico—, nunca fue cuestionado el monopolio estatal del comercio exterior. Ni siquiera cuando se disolvió el Ministerio de Hacienda, se redujeron las funciones del Banco y eliminaron los cobros y pagos entre empresas estatales (1965) y se abandonaron las transacciones comerciales con el extranjero.

De hecho, cuando las tensiones Cuba-URSS llegaron al tope (1967), Moscú no dudó en aplicar sanciones comerciales al reducir significativamente sus envíos de petróleo para presionar a la Isla a moderar el apoyo a las guerrillas en América Latina, perjudicial estrategia para su anhelada coexistencia pacífica. No obstante, a partir del segundo semestre de 1968, Cuba se integraría paulatinamente al bloque soviético y los suministros se normalizarían.

En 1972 la Isla ingresa al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y trata de insertarse en ramas industriales de alto valor agregado. Sin embargo, su aspiración quedó truncada al convertirse en la proveedora de azúcar, cítricos y níquel del grupo a cambio de un tropel de bienes y servicios que la ataron al mercado socialista como no lo estuviera nunca a España o los EE.UU. Tras una década de sacrificios del pueblo para diversificar e industrializar el país, se consolidaban aún más los tres monos (productor, exportador e importador) como rasgo esencial del sector externo cubano.   

A partir de 1980, los soviéticos iniciaron una generosa y controvertida práctica, inédita en los anales del comercio mundial: pagar a Cuba en USD por todo el petróleo que la isla pudiese «ahorrar» respecto a lo convenido. El combustible se enviaba directamente a terceros países y los ingresos eran registrados como exportaciones cubanas de petróleo. Estas excedieron los dos millones de toneladas anuales, representaron más de la tercera parte de los ingresos en MLC del país y fueron decisivas en la positiva balanza de pagos insular de aquellos años.

El comercio exterior cubano sufriría dos fuertes impactos en 1986. Primero, los soviéticos rebajaron de manera inconsulta los precios de compra del azúcar, lo cual violaba el acuerdo de 1976 que mantenía constantes los términos de intercambio mediante precios resbalantes.

Segundo, naufragaron las negociaciones con el Club de París, que insistía en imponer un recetario neoliberal y Cuba no siguió pagándole la deuda, situación que no se resolvió hasta las negociaciones del 2015. Esos factores influyeron en que la economía no creciera entre 1986 y 1990 y tuviera que abrirse al turismo en busca de otras fuentes de ingreso.

La situación empeoraría aún más cuando Gorbachov, durante su visita a Cuba en 1989, anunciara el fin de las subvenciones comerciales soviéticas —estimadas en 6 000 millones USD (MUSD) anuales; más de 100 000 millones de rublos en treinta años— para 1991. En ese año, las exportaciones cubanas a CCCP representaron el 38% de las de 1989, y el PIB cayó alrededor de un 25%.

A fines de 1992 la caída era tal, que el intercambio comercial disminuyó 70% respecto a 1989 (algo más de 8 000 MUSD importados en 1989, se redujeron a 2200); el PIB descendió un 24% y el uso de la capacidad industrial un 30%. Al desaparecer la URSS, Cuba perdió su fuente de combustible y se vio obligada a comprarlo a las petroleras internacionales a precios onerosos. Por si fuera poco, a fines de 1993 la Ley Torricelli prohibió el comercio con las subsidiarias norteamericanas. En consecuencia, este bajó, de 725 MUSD en 1991, a 1,5 al cierre del 92.

Aunque el monopolio estatal del comercio exterior fue mantenido en la reforma constitucional de 1992, a partir de las medidas descentralizadoras iniciadas en pos de paliar la crisis del Período Especial se flexibilizaron las posibilidades de operar internacionalmente para diferentes sujetos económicos. El repunte percibido hasta 1999 se sustentó en esta política de mayor autonomía en la gestión internacional, no solo para las nuevas asociaciones internacionales y empresas mixtas, sino también para empresas estatales, centros de investigación y universidades.

No obstante, desde que en 1999 Chávez alcanzara el poder en Venezuela, se  apuntó una contumaz involución en Cuba en el ámbito comercial externo. Las asociaciones mixtas fueron limitadas, descartados los negocios inmobiliarios extranjeros y reducido el número de empresas cubanas autorizadas a realizar operaciones directas de comercio exterior. A partir de aquí, proliferaron nuevamente las medidas centralizadoras.

Anales

Desde que en 1999 Chávez alcanzara el poder en Venezuela, se  apuntó una contumaz involución en Cuba en el ámbito comercial externo. (Foto: La Tercera)

Todo ello ocurrió a pesar de que, en el año 2000, Clinton aprobó la Ley de Reforma a las sanciones comerciales y ampliación de las exportaciones, para permitir excepcionalmente la venta de alimentos y medicinas a la Isla. Con ella se autorizó la exportación de productos agrícolas —condicionada al pago en efectivo y por adelantado— y se prohibieron los viajes de estadounidenses a Cuba con fines turísticos.

A pesar de sus limitaciones la medida resultaba beneficiosa, al permitir la compra de arroz, cárnicos y otros productos de alta calidad a precios inferiores a los de otros proveedores, pues la cercanía geográfica entre los dos países abarataba el pago por fletes. Desde 2001 Cuba ha venido realizando compras a empresas agrícolas norteamericanas, que alcanzaron su punto más alto en 2008 y convirtieron a EE.UU. en uno de sus más importantes suministradores de alimentos.

Parecía que el sector externo, en las manos del Gobierno/Partido/Estado, alcanzaría cotas de eficacia en las nuevas condiciones de LATAM y el mundo.

-II-

El sector externo se reanimó desde 2004, cuando las exportaciones de servicios profesionales de alto valor agregado alcanzaron el primer lugar, tanto en el PIB como en las exportaciones, desplazando de ese modo al turismo internacional, que tuvo ese puesto entre 1990-2003. En 2006, los ingresos por servicios médicos en el exterior alcanzaron el 28% de las exportaciones totales, mayor que los obtenidos por la exportación de níquel y el turismo.

Esta alta dinámica se debió a la demanda, a través de contratos gubernamentales, para programas de mejoramiento social en países del progresismo latinoamericano, como Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia. No obstante, el hecho de estar sometidos a los vaivenes de la política interna de esas naciones, y los modos peculiares de efectuar la contratación de los profesionales cubanos, hizo disminuir sustancialmente esos ingresos en el último quinquenio.

Hacia fines 2004 se planteó que la economía cubana tenía limitaciones para enfrentar el déficit de la cuenta financiera de la balanza de pagos, retenciones bancarias de transferencias al exterior y un elevado monto de los vencimientos de la deuda. De ahí que se volviera a centralizar toda la divisa del país en las cuentas del BNC (Resolución 92/2004).

A propósito Fidel argumentó: «Hemos ido de la descentralización extrema y ahora tenemos que ir a la centralización extrema, estamos obligados por las circunstancias». Habían terminado los días de la autonomía comercial y financiera para paliar la crisis y la administración retomaba las riendas de los negocios gubernamentales.   

Por entonces se incrementaron sustancialmente las relaciones comerciales y financieras con países amigos/aliados: China, Vietnam, Rusia, Angola, Irán, Brasil y Argelia. Asimismo, se anunció que ya la Isla no sería únicamente receptora de flujos de inversión externa, sino que comenzaba a invertir en China, India, Malasia e Irán, en la construcción de hospitales y plantas para la producción biotecnológica. Sin embargo, no he podido encontrar informe alguno de los resultados de esas inversiones públicas cubanas en otros países.

Tras la crisis del 2008, el presupuesto de importaciones se redujo drásticamente y se denunció como inconcebible que el país gastara más de 1 500 MUSD anuales en la compra de alimentos, incluidas 500 000 Tn de leche en polvo. No obstante, las inversiones necesarias para incrementar producciones nacionales alternativas no se han efectuado, por lo que la situación ha ido in crescendo.

La reforma migratoria del 2013 abrió nuevas perspectivas al crecer la cantidad de exiliados repatriados: 14 000 en 2016 y 11 176 en 2017. La mayoría en pos de aprovechar las oportunidades de negocios privados que prometía la nueva Ley de inversión extranjera de 2014, en particular en el mercado inmobiliario y el turismo. A pesar de tales expectativas, no fue adoptada ninguna medida que favoreciera las pequeñas y medianas inversiones de emigrados.

Por el contrario, en ese año se prohibió abruptamente la venta de ropa y calzado importados, aún sin haberse resuelto los problemas de mala calidad de la oferta en las TRD y sus precios exageradamente altos ─generalmente fijados al 240% del costo─, ni haberse potenciado una industria nacional que supliera la oferta de los vendedores, ahora ilegales. Un camino hacia el mejoramiento de la oferta al mercado interno era así clausurado para proteger las tiendas administradas por GAESA.

No obstante, el deshielo Cuba-EE.UU. (2014-2017) trajo un período de alivio al problema de la deuda externa. Rusia resolvió condonar el 90% de los compromisos financieros cubanos (35 000 MUSD), y el 10% restante invertirlo en proyectos conjuntos en la isla. Durante su visita, Putin firmó veintiocho acuerdos comerciales. Japón condonó el 80% de la deuda cubana, cercana a los 1 400 MUSD. México hizo lo mismo con el 70% de su deuda de 478 MUSD, unos 341.

Incluso, en 2015 fue renegociada en buenos términos la deuda con el Club de París, congelada desde hacía más de treinta años. Cuando se rompieron las negociaciones, la deuda era de 7 000 MUSD, pero la demora la elevó a 16 000. Se logró una condonación de 8 500 MUSD, a cambio del compromiso de desembolsar 2 600 en un plazo de dieciocho años para acceder a créditos europeos.

En 2017 Trump firmó en Miami una orden ejecutiva destinada a revertir la reanudación de lazos bilaterales. Dos años más tarde, en 2019, su decisión de prohibir a las navieras traficar hacia puertos cubanos, privó a la Isla de más del 50% de sus necesidades de combustible, dando inicio a la nueva etapa de crisis, denominada la Coyuntura. La incapacidad para tomar medidas que permitieran superarla, la convirtió en una crisis estructural de todo el modelo centralizado y burocrático, de la que aún no se avizora salida.

Para contrarrestar esa compleja situación, la principal medida fue implantar el uso de dólares estadounidenses en las operaciones de ventas minoristas en divisas, importación, venta de mercancías en consignación y en régimen de depósito de aduana entre las entidades importadoras (Resolución del BCC No. 275/2019). La llamada redolarización plástica y su hermana gemela, la «Tarea Ordenamiento», precipitaron a la  economía en la sima en que se encuentra actualmente.

Ni abierta, ni cerrada; ni exportadora, ni autárquica; la economía cubana requiere hoy de un reseteo total. Solo un conjunto de transformaciones que permitan abrir cauce a los emprendimientos privados, cooperativos y públicos, y eliminar el monopolio del comercio exterior de manos del Estado, contribuirá a colocar los bienes y servicios de la Isla en los circuitos internacionales del comercio y el movimiento de capitales y fuerza de trabajo; única forma de aprovechar eficazmente las ventajas comparativas que le confieren sus feraces suelos, la capacidad emprendedora de sus habitantes y la prodigiosa situación geográfica, que convierte al archipiélago en el crucero del mundo.  

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AUTOR

*Mario Valdés Navia. Profesor Titular de Historia, Metodología de la Investigación y Pensamiento Cultural Latinoamericano. Investigador social, especializado en los estudios sobre la vida y obra del Apóstol cubano José Martí y la Historia de Sancti Spiritus, Cuba. Doctorado en Ciencias Pedagógicas y Diplomado en Administración Pública. Profesor y Jefe de Departamento en las Universidades cubanas de Sancti Spiritus y la de Ciencias Informáticas (UCI) en el Centro de Estudios Martianos de La Habana. Investigador Auxiliar. Profesor Invitado a Universidades de Brasil, Haití y El Salvador. Coautor de varios libros sobre temas de Didáctica de la Historia y Pensamiento de José Martí e Historia de Sancti Spiritus. Escritos ensayos sobre temas de Historia Cultural de Matanzas, Cuba y problemas actuales de la economía y la sociedad cubanas.

Para contactar al autor: [email protected] 

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