Análisis de Mark Mardell, editor de la BBC para Norteamérica sobre Siria

El presidente Obama fue elegido para poner fin a las guerras de Estados Unidos y como reacción al fracaso de la invasión de Irak. Sabe, como honestamente admitió, que los estadounidenses están “hartos de la guerra”. Muchos de sus propios partidarios quieren que se centre en lo que él llama “construcción de país en casa…”.

El presidente Obama fue elegido para poner fin a las guerras de Estados Unidos y como reacción al fracaso de la invasión de Irak.

Sabe, como honestamente admitió, que los estadounidenses están “hartos de la guerra”. Muchos de sus propios partidarios quieren que se centre en lo que él llama “construcción de país en casa”.

Pero está atrapado entre sus propias líneas rojas y quizá también por una necesidad de enviar una señal a Irán y a Corea del Norte. Fuentes de la Casa Blanca dicen que el voto del Parlamento británico del pasado jueves deja en evidencia el peligro de permitir que haya un debate, y al mismo tiempo eliminó a un aliado clave, por lo que, irónicamente, hizo que el apoyo en casa sea aún más vital.

También hizo que aumentaran las peticiones del mismo Congreso para que se lo tome en cuenta. Un estudio reciente indicó que el 80% de los estadounidenses piensan que el Congreso debe votar antes de poner en marcha cualquier acción militar.

Algunos dirán que la decisión muestra que el presidente Obama es débil. Sin duda refleja la debilidad de su posición: quiere emprender una acción que no es popular ni en casa ni en el exterior.

Pero es sensato que se asegure de que la responsabilidad de una acción impopular es compartida con otros políticos, y es sagaz por razones de política nacional mantener dulce a un Congreso muy amargo.

Algunos puede que incluso arguyan que, en democracia, esto es lo correcto.

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