China y el poderío militar mediante la inteligencia artificial

Por Peter Schweizer, El desarrollo militar de China amenaza a sus vecinos y la estabilidad regional en el Lejano Oriente. El uso militar de inteligencia artificial puede perfectamente determinar el resultado de la próxima guerra, y para EEUU es demasiado importante en términos estratégicos no desatender un solo momento la amenaza que representa el Partido Comunista Chino. (Imagen: iStock).

Por Peter Schweizer*

El desarrollo militar de China amenaza a sus vecinos y la estabilidad regional en el Lejano Oriente. La agresiva expansión militar de Pekín ha convertido a su Armada en la mayor del mundo, y está ejercitando su músculo naval en el Mar del Sur de China y en la región Indo-Pacífico. Asimismo, continúa reforzando sus capacidades misilísticas.

Además, la pericia china en la ciberguerra está fuera de dudas y provoca temor, pues le ha permitido hackear computadoras y robar propiedad intelectual, entre otros ciberdelitos.

Pero lo determinante de las crecientes cibercapacidades chinas y su agresivo desarrollo militar está en la aplicación de la inteligencia artificial (IA) a los sistemas y armamentos bélicos.

Comandada por el Ejército de Liberación del Pueblo (ELP), la estrategia china de expansión militar se mueve en múltiples frentes, y el trabajo en IA es integral a todos sus objetivos bélicos. El ELP lleva priorizando la innovación sobre la expansión en sus esfuerzos modernizadores al menos desde 2014.

El ELP cree que puede sobrepasar a EEUU en el curso de esta transformación. No obstante, China tiene que hacer frente a numerosos desafíos para desarrollar y desplegar sistemas basados en la IA que no se le presentan a EEUU. Así, carece del talento técnico del que dispone EEUU, así como de la capacidad para gestionar las ingentes cantidades de datos en los que se basan estos sistemas. No es de sorprender que su organización sea un impedimento para la innovación en el ámbito de la IA militar espacial.

Aun así, China ha demostrado que puede competir con EEUU en este campo y que no trepida en robar o conseguir por la fuerza lo que no puede obtener por sí misma. El desarrollo de sistemas de armamento inteligente no es sino el más reciente ámbito en el que el equilibrio de poder entre EEUU y China será puesto a prueba en los próximos 5-10 años. EEUU debe asegurarse de que su capacidad de innovación prevalezca y quede fuera del alcance del Partido Comunista chino (PCCh).

China tiene la determinación y los fondos para avanzar rápidamente en múltiples áreas. Con todo, siempre hay una tendencia a sobreestimar la amenaza china y sus progresos, dado su tamaño, sus recursos y la conocida propensión de sus dirigentes a mentir sobre casi todo.

En el campo de la AI, en permanente desarrollo, hay razones para ser cautamente optimistas. Por ahora.

Vistas las patentes que ha conseguido en el ámbito de la IA, por el momento China está dedicando mucho más empeño en vigilar y oprimir a sus propios ciudadanos. Ahí está la investigación en software de reconocimiento facial, que utiliza para monitorear a su propio pueblo, especialmente a la minoría uigur, que ha sido recluida en campos de concentración. Asimismo, lleva ventaja en patentes para el procesamiento y reconocimiento de discursos en lengua china.

En cambio, EEUU tiene una ventaja decisiva en la aplicación de la IA a problemas comerciales y al desarrollo de vehículos autónomos. Mientras los coches sin conductor concitan la mayoría de la atención de la prensa de referencia, la promesa de aeronaves militares autónomas y vehículos navales y armas no dirigidos será el siguiente salto cualitativo en las capacidades bélicas norteamericanas. El Ejército está ya experimentando con drones de vigilancia controlados a distancia.

La complacencia y el relajamiento de las restricciones comerciales sobre la tecnología de doble uso se antoja el mayor peligro. Así como el retroceso en las investigaciones de contraespionaje sobre sobornos chinos a profesores universitarios norteamericanos y la infiltración de nacionales chinos vinculados al ELP en centros estadounidenses de investigación. Son ejemplos claros de la disposición de Pekín a jugar a largo plazo en lo relacionado con el robo de propiedad intelectual con potencial uso militar.

En mis libros Secret Empires (“Imperios secretos”) y Profiles in Corruption (“Perfiles de corrupción”) de cuenta de la implicación de Hunter Biden, hijo del presidente Joe Biden, en la venta de una compañía de Michigan llamada Henniges Automotive a una compañía vinculada con el Ejército chino denominada Aviation Industry Corporation (AVIC). La identidad del comprador se ocultó con compañías pantalla, mientras que la venta de Henniges, que maneja tecnología de doble uso, fue aprobada por el Comité de Inversiones Extranjeras en EEUU durante la Administración Obama. También documenté cómo la empresa de inversiones de Hunter Biden tomó una participación en China General Nuclear Power Corp., compañía que en 2016 fue acusada de espionaje contra EEUU. El acuerdo fue igualmente aprobado durante la Administración Obama.

Hay otra firma china a menudo mencionada en las discusiones sobre el desarrollo de reconocimiento facial vía IA. Megvii produce una aplicación de software llamada Face++ que ha obtenido numerosas patentes en el uso de IA para vigilancia. ¿Quién es accionista de Megvii? Bohai Harvest RST, compañía de inversiones fundada por Hunter Biden y sus socios.

Es importante tener bien presentes estas transacciones de falsa bandera ahora que Joe Biden es presidente. Hemos visto que China practica el princieling, que consiste en enriquecer a asociados y parientes de políticos poderosos para aceitar acuerdos que probablemente no serían permitidos por los custodios de la seguridad nacional cuya misión es impedir que tecnología militar valiosa caiga en manos de los adversarios de América.

La experiencia dice que es imperativo arrojar luz sobre las zahúrdas donde se llevan a cabo estos apaños. Los chinos, como los rusos y otros más, se han hecho muy aficionados a explotar las sombras para conseguir lo que no podrían de otra forma.

Tecnológicas chinas como Huawei fueron duramente sancionadas por la Administración Trump, que la incluyó en la Lista de Entidades del Departamento de Comercio, impidiéndole vender sus productos en EEUU. Hay signos de que la Administración Biden comprende la amenaza que se cierne sobre las redes de comunicaciones norteamericanas. Recientemente, cuando se le preguntó si Biden mantendría a Huawei en la Lista de Entidades, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que la tecnología sigue estando en el centro de las disputas sino-americanas:

China se muestra dispuesta a cualquier cosa con tal de obtener ventajas tecnológicas: a robar propiedad intelectual, a incurrir en espionaje industrial y a forzar la transferencia de tecnología.

Nuestra posición, la posición del presidente, es que necesitamos defendernos mejor, lo cual incluye pedir responsabilidades a China por sus prácticas injustas e ilegales y asegurar que las tecnologías norteamericanas no facilitan el desarrollo militar chino.

Por supuesto, la cuestión no es lo que dicen sino lo que harán.

El uso militar de inteligencia artificial puede perfectamente determinar el resultado de la próxima guerra, y para EEUU es demasiado importante en términos estratégicos no desatender un solo momento la amenaza que representa el Partido Comunista Chino.

AUTOR

Peter Schweizer*, presidente del Instituto para la Rendición de Cuentas del Gobierno (Governmental Accountability Institute), es miembro del Instituto Gatestone (Distinguished Senior Fellow) y autor de best sellers como Profiles in Corruption (“Perfiles de corrupción”), Secret Empires (“Imperios secretos”) y Clinton Cash (“El dinero de los Clinton”).

Share this post:

Related Posts