Con una Atenas convertida en potencia económica, su ciudadanía buscó (y encontró) la forma de entenderse políticamente

¿Por qué nació en Atenas la democracia? “Fidias mostrando el friso del Partenón a Pericles, Aspasia, Alcibíades y amigos”, cuadro de Lawrence Alma-Tadema, 1868 Dominio público

Por Juan Carlos Losada Fuente: La Vanguardia

De todas las polis griegas clásicas, Atenas fue la más destacada. Allí aparecieron los principales pensadores, filósofos y autores que darían origen a nuestra cultura. Aunque los atenienses no solo cambiaron la historia con palabras: también se convirtieron en un factor decisivo para Occidente mediante la guerra, con su decisiva contribución a la hora de detener el avance de los persas. Sin embargo, la evolución de la ciudad hasta convertirse en una potencia económica, cultural y militar de primer orden no fue un proceso rápido ni sencillo.

Una creciente economía

En la Grecia arcaica, la orografía montañosa de la región, junto con lo complicado de las comunicaciones, determinó que los diversos núcleos de población helena permaneciesen aislados entre sí. Este aislamiento los llevó a constituirse posteriormente como ciudades-estado independientes, si bien compartían muchos elementos culturales.

Aunque se desconoce el origen de los aqueos, que ya habitaban en el Peloponeso hacia el siglo XIV a. C., los registros arqueológicos demuestran que Atenas fue una de sus poblaciones importantes un siglo más tarde. De hecho, dominaron la región durante algún tiempo, hasta la llegada de nuevos ocupantes.

Atenas supo sacar partido pronto a un nuevo invento, las monedas creadas en el reino de Lidia

Los dorios, procedentes de Epiro y Macedonia, migraron paulatinamente hacia el sur y terminaron por desplazar a los aqueos de la zona. La ocupación doria de Atenas no fue intensiva, a causa de la pobreza de sus tierras, pero continuó siendo un núcleo habitado por la importancia defensiva de su Acrópolis, su situación central en la península helénica y su proximidad al mar.

Tras una época oscura, entre los siglos IX y VIII a. C. Atenas alcanza el auge económico y somete poco a poco a las poblaciones de la zona, la península del Ática (de 2.400 km2). Los terrenos no eran aptos para el cultivo del trigo, pero sí para el de la vid y, sobre todo, el olivo. Los atenienses exportaron con éxito su preciado aceite, que intercambiaban por cereal. El incremento vertiginoso de la actividad comercial conllevó la fabricación masiva de cerámica, de gran calidad, que se conocería por todo el Egeo.

Pero a comienzos del siglo VII a. C. otro factor revolucionó por completo el comercio y la economía: en Lidia, un reino costero de Anatolia, se acuñaron las primeras monedas. Esto impulsó de forma significativa el intercambio de mercancías en el Mediterráneo. Atenas enseguida se adaptó a la utilización del dinero, y supo sacar partido a aquel nuevo concepto explotando sus minas de plata en el monte Laurión.

Restos de una cisterna de Laurión. C messier / SS BY-SA-4.0

En menos de cien años, la polis se convirtió en un polo de atracción para el resto de la población griega. Su pujanza hizo innecesaria la fundación de colonias en las costas mediterráneas, algo a lo que sí recurrieron muchas otras polis, acuciadas por la escasez de recursos y por el exceso demográfico.

Cómo eludir las revueltas

Estos cambios propiciaron la aparición de una potente clase comercial y naviera, que basaba su éxito en la abundante mano de obra. Pero la masiva afluencia de trabajadores y las duras condiciones que se les imponían no tardaron en dar pie a revueltas, que obligaron a las clases más poderosas a suavizar su actuación.

Desde el siglo VIII a. C., Atenas evolucionó políticamente de la monarquía a una aristocracia de terratenientes (y en parte de mercaderes), pero ya en el siglo siguiente se instauró un nuevo sistema, basado en leyes que limitaban el poder de la élite y permitían ejercer ciertos derechos a una parte de los atenienses.

La Acrópolis de Atenas. A.Savin / CC BY-SA-3.0

El primer paso hacia la democratización lo dio Dracón, que hacia 621 a. C. redactó el primer código legal de la ciudad. Poner las leyes por escrito, aunque implicasen castigos muy duros (de ahí el adjetivo “draconiano”), permitió darlas a conocer a la población. Se acababa con la arbitrariedad con que la aristocracia las interpretaba.

Pero el código de Dracón no supuso la paz social, ya que la nueva clase pujante –pero también artesanos, pequeños mercaderes y campesinos con propiedades menores– ansiaba su parcela de poder político, hasta ese momento monopolizado por la aristocracia.

En este clima caldeado surgió Solón, que hizo de mediador entre ambas partes. En 594 a. C. inició una reforma legal que, entre otras cosas, suprimió la esclavitud por deuda y eliminó o suavizó el débito de los campesinos pobres. Se ponía fin a la esclavitud entre los ciudadanos de Atenas, limitándola a los extranjeros sin derechos.

Solón ante Creso, el último rey de Lidia. Dominio público

Solón dividió en cuatro grupos a los ciudadanos, según su riqueza. Así, todos los atenienses tenían derechos políticos y obligaciones militares de acuerdo con su nivel de renta. En el ámbito económico, la reforma legal estimuló el aprendizaje de oficios, las roturaciones de tierras y el empleo de pozos. A los extranjeros que se instalasen con sus negocios en Atenas se les permitiría que solicitaran la ciudadanía.

Con todas estas reformas se logró un pacto político que amplió la base social de la polis, reduciendo el riesgo de una guerra civil. La clasificación de los atenienses por criterios de cuna pasó a otra basada en su nivel económico, pero los ciudadanos más pobres también podían votar.

Las reformas de Solón tampoco trajeron la paz. La nueva clase pujante (grandes comerciantes y armadores, sobre todo) ansiaba más poder, y ello acabó desembocando en la aparición de tiranías. Uno de estos tiranos, Pisístrato, tomó el gobierno mediante un golpe de Estado en 561 a. C.

Su gobierno fue benevolente, y supo ganarse el favor del pueblo con grandes fiestas y la construcción de templos y obras públicas. También estimuló las artes y los mitos religiosos, lo que elevó el orgullo ateniense. Su política populista incrementó la grandeza de Atenas como potencia económica y como polo de atracción en el Egeo, y la flota ateniense alcanzó su máximo esplendor.

Los hijos de Pisístrato, Hipias e Hiparco, le sucedieron en 527 a. C., pero no supieron actuar con la sutileza de su padre. No tardaron en caer en desgracia. Fueron derrocados por la aristocracia con la ayuda de Esparta.

Clístenes, en 508 a. C., culminó las reformas democráticas que, aunque con vaivenes, rigieron la vida de Atenas hasta la llegada de los romanos. Si Solón había impuesto los conceptos económicos sobre los de cuna, ahora se introducía la igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Busto moderno de Clístenes. Ohiochannel.org

Para buscar una mayor cohesión, Clístenes redistribuyó la población del Ática en diez tribus, asegurándose de que en cada una se mezclasen diferentes sectores sociales y políticos. Sus reformas incluyeron el sorteo de los cargos entre buena parte de los ciudadanos, así como la rotación en los mismos. Estos políticos debían rendir cuentas de su trabajo, y se les remuneraba con dinero de las arcas públicas. Además, los castigos se suavizaron (apareció el ostracismo, un destierro temporal).

En el fondo, el paquete de reformas, que supuso una disminución de las diferencias sociales, fue posible porque los más ricos no opusieron resistencia. Se percataron de que, cediendo ciertos privilegios, evitarían perderlo todo en un estallido social. Pero persistieron las tensiones entre los aristócratas, cuya fuente de riqueza estaba en la tierra, y los mercaderes, cuya prosperidad venía por mar.

La política de Clístenes anticipó muchos conceptos de nuestros sistemas políticos actuales, aunque distaba mucho de lo que hoy entendemos por democracia. En su sistema legal, por ejemplo, no tenían derechos las mujeres, ni los extranjeros ni los esclavos. A finales del siglo VI a. C., la población ateniense rondaba las trescientas mil personas, pero solo un 15% de ellas tenía la categoría de ciudadano. Era la polis con más habitantes de Grecia, seguida de lejos por Corinto (con unos cien mil), pero su concepto de igualdad era muy limitado. En todo caso, el sistema democrático ateniense fue el más avanzado de la Antigüedad.

La ciudad más cosmopolita

En el siglo VI a. C., el dinamismo de Atenas fue atrayendo a los mejores artesanos y a los comerciantes más activos, pero también a destacados sabios y artistas. La ciudad se convirtió en un lugar abierto a la mezcla de ideas y conceptos. Por ello, el pensamiento crítico y racional se abrió paso con fuerza. Los negocios ponían a Atenas en contacto con nuevas y lejanas fronteras, que aportaban nuevos conocimientos y materias de estudio.

Los años de la tiranía de Pisístrato no fueron un freno a este proceso, sino todo lo contrario. El tirano fue un exponente positivo de la nueva burguesía mercantil. Tenía una mentalidad abierta y tolerante, con lo que consiguió que su autoridad no fuera cuestionada. Su estímulo a las obras públicas y al mecenazgo artístico, junto con la estabilidad política que impuso, permitió progresar a la ciudad.

Las columnas dóricas del Partenón. Dominio público

Las reformas habían expresado una fe ciega en la capacidad política del ciudadano. A través de la discusión con los demás en la Asamblea, los ciudadanos eran capaces de afrontar juntos los problemas de la polis. Y también se cimentó la idea de que el ejercicio de derechos y libertades era fundamental para lograr la paz social.

Al llegar el siglo V a. C., el de Pericles, la urbe alcanzó su esplendor. Las guerras médicas cimentaron aún más el orgullo y la identidad atenienses. Pero su decadencia llegó a finales de aquel siglo, a raíz de los enfrentamientos civiles del Peloponeso contra Esparta. Con todo, el legado que Atenas iba a dejar a la posteridad sería eterno, y mucho más profundo y rico que el de ninguna otra polis griega.

Este artículo se publicó en el número 517 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].

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