Ziff mantuvo un bajo perfil en la esfera pública cubana y acudió en reiteradas ocasiones a Miami para explicar el trabajo del gobierno estadounidense en Cuba, como si Miami fuera la capital de Cuba. A la vez, intentó tejer una red de personas alrededor de la embajada que sirvieran a los propósitos e intereses de su gobierno./ A la izquierda Mike Hammer y a la derecha congresistas que enviaron carta a Biden
Redacción de La Joven Cuba
La noticia es que la Embajada de Estados Unidos en La Habana tiene un nuevo jefe de misión, el experimentado diplomático Mike Hammer. Antes de su trabajo en La Habana, Hammer fue enviado especial para el Cuerno de África. En ese cargo estuvo al frente de procesos de negociación en Sudán y en la República Democrática del Congo, donde también fue embajador. Además, fue jefe de misión en Chile y, durante sus temporadas en Washington, estuvo a cargo de la subsecretaría de Estado para Asuntos Públicos y fue portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Hammer habla español, y, según la biografía compartida por la Embajada estadounidense, creció en América Latina y vivió en Honduras, El Salvador, Colombia y Venezuela.
Es de suponer que el diplomático ocupará en Cuba solo el cargo de Chargé d’Affaires o Encargado de Negocios, ya que para ser nombrado embajador debe ser aprobado por el Senado. En el pasado, la cámara alta bloqueó los intentos de nombrar un embajador desde la reapertura de la sede diplomática en 2015. Desde entonces, los principales obstáculos han sido los senadores que usan a Cuba como combustible político, como es el caso de Bob Menéndez, el defenestrado representante demócrata de origen cubano declarado culpable en un juicio por corrupción, o el senador republicano, recién nombrado como futuro secretario de Estado, Marco Rubio.
Hammer sustituye a Ben Ziff, quien se despidió de su misión con un emotivo video hablando de su experiencia en la Isla.
Ziff mantuvo un bajo perfil en la esfera pública cubana y acudió en reiteradas ocasiones a Miami para explicar el trabajo del gobierno estadounidense en Cuba, como si Miami fuera la capital de Cuba. A la vez, intentó tejer una red de personas alrededor de la embajada que sirvieran a los propósitos e intereses de su gobierno.
Durante el anterior mandato, la embajada también se enfocó en el apoyo al sector privado y creó espacios de superación con expertos estadounidenses para este emergente grupo, que en Cuba es odiado por unos, culpado por otros y venerado por terceros.
Asimismo, la embajada impulsó varias acciones legítimas de diplomacia pública en la Isla, algunas en colaboración con instituciones cubanas, como muestras de cine o la celebración del Pride Month. Estas operaciones, además de promover el intercambio cultural, ayudaron a que muchos cubanos vieran con otros ojos una sede diplomática que durante muchos años fue símbolo del diferendo entre ambos gobiernos.
De esta forma, la embajada intentó reconstruir una red de contactos, conocidos y cercanos fundamentales para el trabajo diplomático que habían tomado distancia tras el lamentable trabajo de figuras como Mara Tekach o Timothy Brown-Zúñiga, quienes tuvieron acciones directas de injerencia en los asuntos internos, apoyando personalmente acciones protagonizadas por figuras de la oposición.
El nombramiento de Hammer a pocos meses de que Trump tome el poder, coincide con un nuevo esfuerzo por parte de congresistas estadounidenses de llamar la atención de la Casa Blanca hacia Cuba, considerando las potenciales consecuencias que podría tener para Estados Unidos el empeoramiento de la crisis en el país.
Miembros de la Cámara de Representantes, como Bárbara Lee, de California, Jim McGovern, de Massachusetts, Joaquín Castro, de Texas, y Gregory Meeks, de Nueva York, enviaron una carta al todavía presidente Joe Biden instándolo a aliviar las sanciones que afectan al pueblo cubano. La misiva fue firmada por 18 congresistas.
«La situación no solo causa un sufrimiento inmenso al pueblo cubano, sino que supone un serio riesgo para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos», añaden luego, «si no se enfrenta, la crisis va a incrementar la emigración, poniendo más presión a los sistemas migratorios en la frontera y desestabilizará la ya inestable región caribeña».
Del grupo de congresistas, dos de ellos han visitado Cuba en reiteradas ocasiones y han sido voces activas que denuncian la inefectividad de las sanciones. Barbara Lee incluso intentó participar en una audiencia organizada por la congresista republicana María Elvira Salazar, cuyo propósito era confirmar o encontrar evidencias de que el sector privado en Cuba era un «mito». Salazar impidió la participación de Lee, quien la increpó públicamente en la sala.
El documento deja claro que «incluso un alivio temporal puede salvar vidas y dar al pueblo cubano la oportunidad de protegerse a sí mismo y a sus familias de una mayor vulnerabilidad. Instamos a su administración a actuar con rapidez para aplicar estas medidas y mitigar la creciente crisis en Cuba, al tiempo que se promueven los intereses de Estados Unidos en la región».
Las demandas concretas son: eliminar la designación de Estado Patrocinador del Terrorismo, acelerar la asistencia humanitaria y técnica de emergencia al pueblo cubano, emitir cartas de salvaguarda para abordar el exceso de cumplimiento con las sanciones, suspender sanciones que obstaculizan la ayuda, y facilitar la reparación y modernización de la infraestructura energética.
Esta noticia significa que la embajada estadounidense tiene un nuevo y experimentado diplomático, que se ha desenvuelto con éxito en complicados escenarios de conflictos en países muy empobrecidos.
Desde esta posición, Hammer tendría la oportunidad de hacer diplomacia en un escenario sumamente convulso, con un gobierno cubano que sigue viendo a la embajada norteamericana como la sede del Estado que confesamente pretende derribarlo, y una administración Trump con Marco Rubio al frente de las relaciones exteriores, con una estrategia que presuntamente se alejará del «soft power» para apostar por la confrontación directa en contra de cualquier acercamiento.
Habrá que ver cuánto dura Marco Rubio con su superior en Estados Unidos, siendo hijo de cubanos emigrados antes de 1959, que llegó a esa alta posición gracias a la catapulta que supone el exilio de la Florida y el discurso de odio que lanza a políticos a Washington, con la eternamente incumplida promesa de derrocar al gobierno cubano.
Nuestra opinión es que, a 10 años de los anuncios históricos de Raúl Castro y Barack Obama sobre un camino de paz y reconciliación, la llegada de un nuevo jefe de misión a la embajada de Estados Unidos en Cuba plantea un panorama complejo. Mike Hammer, pese a su experiencia en diálogos en entornos marcados por el conflicto, tendrá que enfrentar las limitaciones de su puesto, que debe responder a una política trazada de forma inconsecuente. A esto se suma la inminente influencia de Donald Trump y Marco Rubio, que podría derivar en una estrategia de confrontación directa, alejándose del «soft power».
En este contexto, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos parecen tener un pronóstico reservado. La figura de Marco Rubio, hijo de emigrantes cubanos y con un discurso apoyado en el exilio de Florida, augura una etapa marcada por el enfrentamiento.
Biden, por su parte, podría tener una oportunidad única en sus últimas semanas de mandato para escuchar a los congresistas de su propio partido y hacer lo correcto con Cuba: facilitar la exportación de medicinas y alimentos, y eliminar a Cuba de la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, una medida injustificada heredada de Trump que tiene efectos directos en la crisis cubana al entorpecer las transacciones con bancos con participación norteamericana.
Estas acciones no solo serían justas, sino que también podrían ayudar a mejorar la percepción del Partido Demócrata entre varios sectores progresistas dentro y fuera de Estados Unidos, quienes se han alejado en parte debido a la conducción de la actual administración de las relaciones internacionales.
En medio de un escenario mundial tenso, con guerras en Ucrania y Gaza libradas con armas estadounidenses, y una crisis migratoria en la frontera, el único camino viable para influir en la situación cubana sería a través de la diplomacia pública y el respeto al derecho internacional.
Volver a la confrontación directa solo debilitará más la imagen de Estados Unidos en América Latina, donde los partidos de izquierda son mayoría en el poder, y reducirá su influencia real en la sociedad civil cubana, que actualmente no cuenta con una oposición articulada que pueda liderar un cambio de régimen.
La realidad política implica que, a pesar de la severa crisis, el gobierno cubano seguirá al frente del país. Las sanciones, a pesar de sus constantes justificaciones, no han logrado los objetivos propuestos. En lugar de ello, han empobrecido principalmente al pueblo cubano —incluido el sector privado— sin aportar resultados significativos más allá de ese sufrimiento. Apostar por continuar lo que ya está demostrado que no da resultados no será beneficioso para ninguna de las partes.
*La Joven Cuba agradece a los congresistas que enviaron la carta y su esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía cubana. En particular a Barbara Lee y James P. McGovern, quienes fueron receptores de una misiva de nuestra organización pidiendo que intercedieran por los cubanos, ante la crisis provocada por el colapso del sistema eléctrico en la Isla.