Desigualdades, pobreza y posicionamientos políticos

El incremento exponencial de las desigualdades y la pobreza en Cuba durante las últimas décadas condiciona posicionamientos/radicalizaciones políticas frente al poder. Es inaceptable, muestra la incoherencia discurso oficial-realidad, la demagogia del gobierno y la enorme distancia entre este y las mayorías. Ante ellas el Partido/Estado/Gobierno se presenta como encarnación y «continuidad» de una Revolución «de los humildes, por los humildes y para los humildes», pero hace tiempo la realidad niega todo eso. El costo político tiene que ser alto, porque en el imaginario que creó esa Revolución —y el socialismo asumido—, la justicia y las políticas sociales (educación, salud, cultura, deporte, seguridad social, pleno empleo, asistencia social) fueron claves y aseguraron el consenso político.

escrito por Ivette García González 

El incremento exponencial de las desigualdades y la pobreza en Cuba durante las últimas décadas, condiciona posicionamientos/radicalizaciones políticas frente al poder. Es inaceptable, muestra la incoherencia discurso oficial-realidad, la demagogia del gobierno y la enorme distancia entre este y las mayorías.

Ante ellas el Partido/Estado/Gobierno se presenta como encarnación y «continuidad» de una Revolución «de los humildes, por los humildes y para los humildes», pero hace tiempo la realidad niega todo eso. El costo político tiene que ser alto, porque en el imaginario que creó esa Revolución —y el socialismo asumido—, la justicia y las políticas sociales (educación, salud, cultura, deporte, seguridad social, pleno empleo, asistencia social) fueron claves y aseguraron el consenso político.

Si el gobierno derivado de ella venció enormes desafíos, lo que incluye que los ciudadanos aceptaran una y otra vez el sacrificio y renunciaran al ejercicio de derechos y libertades individuales, fue porque las políticas sociales satisfacían necesidades de esas mayorías. Ellas se movilizaban con la esperanza y confianza en el liderazgo y en el futuro, que sería promisorio.  

No obstante, desde hace años nuestra crisis es sistémica. Todo apunta a que las inequidades, la pobreza y la precariedad, a escala territorial y de la ciudadanía, seguirán incrementándose. El reciente proyecto «Visibilizar el cambio: pobreza y sectores vulnerables en Cuba», desarrollado por un equipo multidisciplinario de La Joven Cuba, examinó diversas aristas del problema y ofreció diagnósticos y soluciones que nuevamente parecen ir al vacío.

  

-II-

No es este un fenómeno nuevo, sino ocultado por «indeseado» e inconveniente para la imagen oficial del país, de lo cual fue tal vez pionero el inconcluso «Proyecto Cuba» (1969-1970). Se aceleró durante los años noventa, pero nada se compara con lo ocurrido desde 2008, cuando se inició la llamada Actualización del modelo económico y social cubano.

Como parte del proceso comenzaron a abandonarse las salvaguardas de la política social, lo que se muestra en la disminución sistemática del gasto social respecto al PIB e igual tendencia en las inversiones. A tenor con ello, desde antes de la pandemia Cuba es un país muy desigual, con amplias brechas de equidad en todos los órdenes, ensanchamiento permanente de la pobreza e incremento de la vulnerabilidad social y del país. 

En el registro más reciente de la ONEI, tal desequilibrio en las inversiones resulta escandaloso: 36.4% para servicios empresariales, actividades inmobiliarias, de alquiler y hoteles; frente a 2.6% para agricultura, ganadería y silvicultura;  2.0 para salud pública y asistencia social; 0.9 para educación; 1.2 para cultura y deporte y 0.7 para ciencia e innovación.

Desigualdades, pobreza y posicionamientos políticos

A pesar de las numerosas críticas, reclamos y recomendaciones, y aun cuando la propia estrategia gubernamental del 2020 definiera como prioridad la agricultura y alimentación, tal rumbo se mantiene. Y no estamos hablando de un gobierno neoliberal con políticas de choque que merece protestas sociales. Es uno que se autoproclama «socialista» y «revolucionario», pero que no rinde cuentas, no paga el costo de sus errores y cree no merecer siquiera la crítica, mucho menos la protesta. 

Algunas condicionantes verificadas en el Proyecto son:  

1.- Lentitud, falta de secuencialidad, sistematicidad, coherencia, sincronización y eficacia de las reformas económicas, incompletas cuando no erráticas y casi siempre impopulares. La reciente referida al dólar —como avizoraron expertos—, incrementó la inflación, profundizó la marginalización de amplios sectores, atentó contra la capacidad adquisitiva de miles de personas y está lanzando a cientos de ciudadanos a la pobreza. Resultado: récords en escasez crónica de bienes y servicios, apartheid económico, ampliación de la pobreza e inflación incontrolada.

2.- Se han ampliado los sectores sociales empobrecidos, profundizado diversos niveles de exclusión y recrudecido fenómenos como el desempleo, la violencia y el racismo, por ejemplo. Mujeres, ancianos, negros y mestizos son los más afectados por falta de oportunidades, carencia de condiciones básicas para la vida, pensiones deprimidas y abandono institucional.

3.- Empeoramiento de problemáticas que gravitan sobre estos fenómenos, entre ellas: vivienda, transporte, abasto de agua y servicio eléctrico. Dichos ámbitos también han sido víctimas del voluntarismo y exhiben costos de viejas políticas fallidas que el actual gobierno recicla.

4.- Proliferación de barrios empobrecidos y marginales en todo el país. En ellos colisionan todas las anomalías. Como en otros, pero más evidente en estos, prevalecen la poca participación ciudadana y la falta de confianza en las instituciones. El gobierno reacciona con salpicaduras de medidas cosméticas.

5.- Profundización de los desequilibrios regionales entre la capital y el resto del país —sobre todo el oriente— y retrocesos en el desarrollo local. Las inequidades territoriales están en: pobreza y déficits en servicios, seguridad, inversiones, problemas ambientales, empleo, salarios, conectividad, identidad, inserción social, viviendas, recursos comunicacionales y tecnológicos.

Desigualdades, pobreza y posicionamientos políticos

Se han ampliado los sectores sociales empobrecidos, profundizado diversos niveles de exclusión y recrudecido fenómenos como el desempleo, la violencia y el racismo, por ejemplo. (Foto: AméricaTevé)

-III-

En el proyecto de LJC y otros se han propuesto numerosas soluciones. Entre ellas: transformaciones económicas reales y estructurales, políticas públicas pro equidad y contra la pobreza, políticas «afirmativas» hacia sectores marginalizadossistema de pensionesviviendadescentralización y otras de empoderamiento ciudadano. 

El Partido/Gobierno/Estado sabe que la crisis es estructural, pero es incapaz de resolverla ni gestionar las demandas populares; menos de favorecer el empoderamiento ciudadano. Gana tiempo descompresionando un poco en lo económico, blindándose jurídicamente frente a la ciudadanía e incrementando la represión, último recurso de su incompetencia.

Estamos en el límite y sin retorno. Llamo la atención sobre: 

1.-El problema de fondo es político, por eso llevamos más de treinta años sin lograr siquiera las reformas económicas requeridas. La opacidad habitual del poder y la ausencia de democracia no permiten a la ciudadanía informarse; menos participar en la toma de decisiones y controlar la gestión gubernamental. Resultado: junto a inequidades, pobreza y exclusiones; se agravan la indolencia de las instituciones y la escasa capacidad de gerencia de la sociedad civil.

2.-Existe una evidente disonancia entre los intereses y prioridades de la clase política y los de la ciudadanía. Camuflada de «Revolución» y «Socialismo» gana fuerza la opresión, en tanto la «continuidad» nos mantiene en un callejón sin salida. Analícese cualquier ámbito, «todos los caminos conducen a Roma»: el modelo. Asumimos la peor variante de socialismo: políticamente totalitario, económicamente inviable y socialmente empobrecedor.

3.-Otra vez se pide a la ciudadanía sacrificio, confianza, ahorro y altruismo; seguir creyendo que la culpa de todo es del enemigo externo y que el gobierno hace todo lo que puede. Pero, por ejemplo, ¿por qué no se transparenta la gestión oficial, se revisan, ordenan y depuran los gastos del enorme aparato burocrático estatal, partidista, de las organizaciones afines y de las fuerzas represivas? Todas ellas estructuras verticales y ampulosas que pagamos los ciudadanos.

4.-Tenemos una problemática demográfica gravísima con efectos múltiples que el gobierno ignora, o empeora, en lugar de encararla. Más de la mitad de la población rebasa los cincuenta años. La combinación de envejecimiento, permanente reducción de la natalidad y récord de emigración masiva ya muestran crisis de remplazo, carencia de fuerza de trabajo y despoblamiento.  

-IV-

Contrario al discurso oficial, la Cuba real es negación de los ideales revolucionarios y de las otrora políticas sociales, aun con sus debilidades y condicionamientos. Una mirada en el tiempo muestra que muy pronto la igualdad para las mayorías se desvirtuó y acompañó de enormes restricciones a los derechos y libertades individuales.

El nuevo proyecto de país socializó y expandió la precariedad como forma de vida. El deterioro sistemático de las condiciones de existencia, visto de una década a otra en ciclos que se repiten, ha vuelto este fenómeno crónico y estructural, con consecuencias a nivel psicológico y conductual que recuerdan la llamada «cultura de la pobreza»: orientación hacia lo inmediato, poca capacidad para planear el futuro, sentimientos de impotencia,  auto marginación de espacios públicos,  inercia y desconfianza en las instituciones, sensación de pérdida de esfuerzos e irreverencia.

Actualmente afloran fenómenos derivados de reconfiguraciones socio-clasistas devenidas antagónicas, del voluntarismo en el ejercicio del poder y el ocultamiento de fenómenos como el de la pobreza. A las tradicionales violaciones de derechos cívicos y políticos, se suman hoy las de carácter económico, social y cultural. A ello se agrega la falta de legitimidad del gobierno, la existencia de generaciones con demandas que no encuentran espacio para ser gestionadas y el incremento de la tensión y protesta social desde 2020. 

Resolver el problema de Cuba implica, en primerísimo lugar, democratizar la sociedad, pero eso es incompatible con el modelo y los intereses de la clase que detenta el poder y goza de enormes privilegios. He ahí la contradicción principal que augura serios peligros para la nación.

Hace unos años Juan Valdés Paz alertaba respecto al riesgo de continuar con recortes sociales, porque quitando los defectos de nuestro «socialismo real», «lo que nos queda es la política social». Pero si ya ni eso tenemos: ¿qué se defiende entonces?, ¿sobre qué bases puede el gobierno de la «continuidad» articular el consenso político?

Con el desplome de las garantías sociales y la expansión de las desigualdades y la pobreza, se ha dado un tiro de gracia a la Revolución y al Socialismo que siguieron las mayorías. Eso, más la intolerancia, incapacidad e irresponsabilidad política del Partido/Estado/Gobierno, explican tres importantes rasgos del contexto y los posicionamientos políticos actuales: 1) evidente cisma en sus bases sociales, donde prima el silencio pero cunden la frustración, inercia y desesperanza; 2) incremento de la tensión social y el extremismo político y 3) el corrimiento de posturas reformistas a rupturistas.

El camino recorrido confirma que solo transitando a la democracia y apegados a la soberanía popular podrán lograrse las transformaciones que el país necesita y asegurar políticas sociales sostenibles por la riqueza creada en condiciones de libertad.

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AUTORA

Ivette García González, *Ivette García González, La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP). Para contactar con la autora: [email protected]

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