El incendio en Matanzas: extremismos vs colaboración

En la tarde noche del 5 de agosto, en medio de una tormenta eléctrica, un rayo   cayó sobre un tanque de combustible en la base de supertanqueros de Matanzas y provocó un incendio de tan grandes proporciones que se cataloga como el mayor de este tipo ocurrido en Cuba.  Las unidades contra incendios de la ciudad y otras provincias cercanas se movilizaron de inmediato para sofocarlo con todos los recursos a su disposición pero fue insuficiente.

escrito por Mario Valdés Navia 

En la tarde noche del 5 de agosto, en medio de una tormenta eléctrica, un rayo   cayó sobre un tanque de combustible en la base de supertanqueros de Matanzas y provocó un incendio de tan grandes proporciones que se cataloga como el mayor de este tipo ocurrido en Cuba.  Las unidades contra incendios de la ciudad y otras provincias cercanas se movilizaron de inmediato para sofocarlo con todos los recursos a su disposición pero fue insuficiente.

La magnitud del fuego, en un tanque con 26 000 toneladas de petróleo cubano semitratado, con alta carga de azufre, no pudo ser constreñido y, en la madrugada, alcanzó el tanque contiguo, lleno de diesel importado, y provocó una enorme explosión con el saldo, hasta el momento, de un muerto, decenas de heridos y diecisiete desaparecidos entre los bomberos y rescatistas que luchaban heroicamente contra las llamas.

Desde el inicio se tomaron medidas para evacuar a residentes del barrio Dubrocq, el más cercano al tándem de tanques incendiados o en peligro de inflamarse, y se hicieron presentes autoridades y voluntarios dispuestos a incorporarse a los trabajos de extinción. La solidaridad con los rescatistas y el pueblo matancero se puso de manifiesto rápidamente, tanto desde otras provincias como del exterior.

Mientras, en las redes sociales comenzaban a manejarse diferentes criterios acerca de las causas de lo sucedido. En tanto algunos comentarios se sustentaban en evidencias obtenidas y criterios especializados, otros daban vuelo libre a su extremista imaginación y fomentaban teorías conspirativas agradables a mentes radicalizadas.

Lástima de esos extremistas fanáticos que, en pos de denigrar a sus contrarios políticos y sacar partido de la lamentable situación en función de sus intereses políticos y creencias ideológicas, han sido capaces de tergiversar los hechos sin pudor alguno y crear angustia y desesperación en los usuarios de las redes sociales.

Algunos detractores del Gobierno sostienen que fue un accidente por problemas técnicos, o un sabotaje de opositores que se quiere ocultar tras un fenómeno natural. Entre ellos sobresalen los negadores del rayo, quienes afirman que no hubo tormenta alguna en Matanzas ni en otro lugar de Cuba. Como esa tarde trotaba por mi circuito tradicional de ida y vuelta desde mi casa al estadio Victoria de Girón, puedo dar fe de la magnitud de las descargas eléctricas sobre la ciudad que me obligaron a buscar cobijo en un edificio.

Si el análisis se traslada a la eficacia del sistema de pararrayos instalado, entonces habrá que esperar al correspondiente informe técnico. Según mi criterio no especializado, algún problema debía tener cuando no canalizó a tierra la descarga y permitió que alcanzara el tanque presuntamente salvaguardado. Pero no es prudente levantar hipótesis como tesis sin que concluyan las investigaciones; menos aún negar que hubo potentes rayos cuando los habitantes de la ciudad fuimos testigos de intensos relámpagos y truenos por casi una hora.

Del lado del Gobierno, leo consternado este twit de la cuenta del Ejército Oriental: «Detrás de cada incidente que sucede en nuestro País está la mano siniestra de los medios enemigos. Pero a Cuba se respeta». Para estos fans de la conspiración, el rayo fue canalizado por algún dispositivo tecnológico secreto, o disparado desde algún OVNI imperial. O quizás algo más tremebundo, un sabotaje a la instalación, planeado y ejecutado por alguna organización terrorista. Sin evidencias ni hipótesis científicas que los avalen, criterios como esos tratan de exacerbar el patrioterismo, aun en medio de tanta preocupación y tristeza.

Tampoco comparto la andanada seguida de reportes y mensajes sobre lo que hacen autoridades de la nación y la provincia, o personal de salud y periodistas; mientras escasean las entrevistas con apagafuegos, rescatistas y especialistas que puedan dar explicaciones sobre lucha contra incendios y los casi ignorados peligros de la contaminación. Lo que necesita el espectador son informes de la marcha de los acontecimientos en pleno desarrollo; más aún, cuando en el ciberespacio puede encontrar reportajes desde el exterior con fotos y vídeos en tiempo real de lo que está ocurriendo.

Como desde temprano el día 6 posteé que: «Esta  situación que afecta a Matanzas y a todo el país requiere de ayuda especializada internacional», me complace la colaboración solidaria mostrada por países amigos, como Venezuela, México, Nicaragua y otros. Para detener este cataclismo y evitar una catástrofe mayor no basta la actitud heroica de nuestros bomberos, militares y rescatistas; se requieren saberes, experiencias y, sobre todo, recursos tecnológicos que muy pocos países poseen y normalmente son asumidos con la ayuda internacional, aunque ocurran en países desarrollados.

Por eso resalto, de manera particular, la actitud de los gobiernos de Estados Unidos y Cuba en el respectivo ofrecimiento y recepción de ayuda para apagar este fuego. Cuando se trata de salvar vidas humanas y proteger el entorno común de daños ecológicos como los que puede traer consigo este siniestro, no caben radicalismos ni extremismos, solo muestras de solidaridad y colaboración humanitaria entre países vecinos, unidos por estrechos lazos históricos, culturales y humanos.


AUTOR

*Mario Valdés Navia. Profesor Titular de Historia, Metodología de la Investigación y Pensamiento Cultural Latinoamericano. Investigador social, especializado en los estudios sobre la vida y obra del Apóstol cubano José Martí y la Historia de Sancti Spiritus, Cuba. Doctorado en Ciencias Pedagógicas y Diplomado en Administración Pública. Profesor y Jefe de Departamento en las Universidades cubanas de Sancti Spiritus y la de Ciencias Informáticas (UCI) en el Centro de Estudios Martianos de La Habana. Investigador Auxiliar. Profesor Invitado a Universidades de Brasil, Haití y El Salvador. Coautor de varios libros sobre temas de Didáctica de la Historia y Pensamiento de José Martí e Historia de Sancti Spiritus. Escritos ensayos sobre temas de Historia Cultural de Matanzas, Cuba y problemas actuales de la economía y la sociedad

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