Enero de 1959 y la utilidad de la memoria histórica

Por Ivette García González*. Hubiera querido vivir aquel momento histórico de Cuba: enero de 1959. Leer los primeros discursos del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, permite un viaje en el tiempo para entender lo que vivieron nuestros padres y abuelos, lo que pretendía originalmente el proyecto revolucionario y la razones por las cuales recibió un altísimo apoyo popular. Después de 62 años, sirven también para valorar el desarrollo del proceso y reflexionar sobre el presente y futuro de Cuba.Discurso de Fidel Castro, 8 de enero de 1959, en La Habana.

Por Ivette García González*

Hubiera querido vivir aquel momento histórico de Cuba: enero de 1959. Leer los primeros discursos del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, permite un viaje en el tiempo para entender lo que vivieron nuestros padres y abuelos, lo que pretendía originalmente el proyecto revolucionario y la razones por las cuales recibió un altísimo apoyo popular. Después de 62 años, sirven también para valorar el desarrollo del proceso y reflexionar sobre el presente y futuro de Cuba.

Doce discursos pronunció Fidel en el mes de enero. Siete de ellos en sendas concentraciones populares. Casi todas fueron parte del recorrido de la «Caravana de la Libertad», desde el día 1ero en Santiago de Cuba, pasando por Camagüey, Sancti Spíritus, Matanzas y La Habana el día 8. Luego en Artemisa, Pinar del Río y, finalmente, ante la magna concentración del 21 frente al Palacio Presidencial, a la que asistieron millón y medio de personas, incluidos el cuerpo diplomático y la prensa nacional y extranjera.   

Fue un largo y emocionante recorrido. Según avanzaba la Columna, el pueblo se reunía para ver a los «barbudos», escuchar al líder, celebrar y pedir la solución de disímiles problemas. Fidel llegó a Artemisa con fiebre, gripe y casi sin voz. No importó; tampoco la hora: medianoche en Matanzas; 2:00 am en Sancti Spíritus. Llantos de emoción, desmayos, alegría por la partida del tirano, vestuarios con los colores rojo y negro del Movimiento 26 de Julio o con los de la bandera, mujeres de negro por sus hijos o esposos muertos a manos de la tiranía.

Dichas concentraciones favorecieron una interacción sin precedentes entre el líder y las multitudes, al tiempo que se configuraba la mística de Fidel y la Revolución. Esta se hizo valer como fuente de derecho, obligada a definir un nuevo tipo de orden social, para lo cual era vital movilizar al máximo las capacidades creativas y la energía popular. Fidel legitimó al gobierno revolucionario y a las principales figuras, recabó y consiguió la confianza del pueblo en sus compañeros del liderazgo, en particular del Movimiento 26 de Julio como vanguardia política.

Revolución contra los dogmas: conceptos y desafíos

Cada uno de aquellos discursos y primeros actos del triunfo permite análisis desde múltiples ópticas y en espacios más amplios.  Atendiendo a la vigencia y utilidad que tienen para el debate actual, invito a reflexionar sobre algunos tópicos reiterados en las concentraciones populares durante los primeros veintiún días.

La Revolución definió postulados fundamentales. Fidel expone y explica conceptos claves en aquel momento fundador. Los más importantes fueron: «pueblo», «patria», «revolución»«soberanía»«democracia» y «justicia social».  Los tres primeros, que forman parte esencial de la tradición del pensamiento político cubano, los ratifica y enriquece en aquel contexto.

El concepto de «pueblo» es el principal y mantiene la misma formulación del Programa del Moncada. Lo reivindica como protagonista de la lucha reciente y la victoria. Insiste en el poder del pueblo como soberano, mientras a la vanguardia política y a él en particular, los define como «servidores de la ciudadanía» en el discurso en la Plaza de la Ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959 (p.14).

El concepto adquiere en el discurso una función movilizadora, procurando sembrar la fe en nuevas victorias y recabando la confianza en el liderazgo revolucionario. Fernando Martínez Heredia, en La noción de pueblo en La Historia me absolverá, y Juan Valdés Paz, en La evolución del poder en la Revolución cubana, son referentes imprescindibles para examinar ambas dimensiones: pueblo y poder.

Al igual que la vocación martiana de servir, el concepto de «patria» sigue ese ideario martiano, pero ahora lo asocia con la identidad, grado de satisfacción de los cubanos, participación y responsabilidad compartida en la nueva fase. Lo expresado en el mismo discurso anterior es una muestra:

«¿Cómo vamos a decir: “esta es nuestra patria”, si de la patria no tenemos nada? (…). Patria (…) es un lugar donde se puede trabajar y ganar el sustento honradamente (…), donde no se explota al ciudadano (…). Precisamente la tragedia de nuestro pueblo ha sido no tener patria. Y la mejor prueba (…) es que decenas de miles y miles de hijos de esta tierra se van de Cuba para otro país, para poder vivir (…). Luego, hay que arreglar la República (…), ustedes y nosotros (…)».

«Revolución» se evoca en el sentido universalmente aceptado de cambio radical, «hacer cosas nuevas» e ir «contra los dogmas». Argumenta que la victoria también resultó de haber subvertido dos dogmas de la época: 1) la idea de que contra el ejército era imposible luchar y vencer, y 2) la tesis de que cualquier resistencia hacia la política interna había que evitarla so pena de perder la soberanía con una segura intervención de los EEUU.

Anuncia que con el triunfo se inicia la «etapa constructiva» de la Revolución, la que define como el lapso del proceso de establecimiento del nuevo orden de la República, dentro del cual tiene un papel fundamental la solución de las injusticias y el restablecimiento de la democracia y la Constitución de 1940. En la concentración del 21 expresa: «La Revolución Cubana se puede sintetizar como una aspiración de justicia social dentro de la más plena libertad y el más absoluto respeto a los derechos humanos».

La «soberanía» se asocia al primer y principal desafío que tendría la Revolución: la hostilidad de los gobiernos de EEUU. Fidel enfatiza su importancia como atributo inalcanzado por la nación hasta ese momento y primer principio a defender. En ese momento era la campaña que, a través de medios internacionales y algunos congresistas estadounidenses, criminalizaba al proyecto revolucionario e insinuaba una eventual intervención en Cuba.

El peligro en ciernes se incrementaría pronto, incluyendo una alianza permanente entre sectores contrarrevolucionarios internos y externos en favor de la agenda del gobierno estadounidense. Poco más de un año después se plasmaría oficialmente en el «Proyecto Cuba».  Este y todas sus derivaciones posteriores, con múltiples efectos nocivos para el país, han tenido el propósito de retornarlo a la relación de dependencia anterior a 1959. Es un conflicto que atraviesa cualquier análisis.        

Los compromisos de la Revolución

Las concentraciones sirvieron de escenario al discurso/diálogo entre el liderazgo y el pueblo como ejercicio de democracia directa. Fidel reafirmó compromisos contemplados en el programa de lucha, formuló principios básicos del proyecto y definió prioridades que lograron un altísimo nivel de consenso. Entre ellas la necesidad de consolidar el poder, crear empleos, derechos laborales, revisión de precios, aumentos de salarios, recuperación de bienes malversados, disminución de las tarifas eléctricas, acceso al deporte, la salud y educación, mejores comunicaciones e industrialización del país.

Otras cuatro ideas fueron novedades repetidas y aclamadas:

1) La creación de «un tipo totalmente nuevo de hombre cubano», esbozada en el discurso pronunciado desde el balcón de la Sociedad «El Progreso», de Sancti Spíritus, el 6 de enero de 1959.

2) «No habrán privilegios para nadie», dicho en el discurso en el Parque Céspedes, de Santiago de Cuba, el 1ero..

3) «(…) el odio lo desterraremos de la República, como una sombra maldita que nos dejó la ambición y la opresión», declarado en el mismo discurso.

4) El restablecimiento del respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

La última fue una declaración de principios reiterada. Se acompañó de la condena a la censura y por la protección de la libertad de pensamiento, expresión, prensa, reunión y asociación. Algunos fragmentos la ilustran: 

«Cuando se habla de un derecho después de la Revolución triunfante, se habla de todos los derechos (…) que no se pueden arrebatar (…). Cuando un gobernante actúa honradamente, cuando (…) está inspirado en buenas intenciones, no tiene por qué temer a ninguna libertad (…), no tiene por qué temer a la libertad de prensa, por ejemplo (…)».

Discurso en la Plaza de la Ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959 (pp. 1-2).

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«(…) tengo la seguridad de que (…) el presidente (…) decretará el restablecimiento de las garantías y la absoluta libertad de prensa y todos los derechos individuales en el país (…).Habrá libertad absoluta porque para eso se ha hecho la Revolución (…), seguiremos solo (…) la norma del respeto al derecho y a los pensamientos de los demás».

Discurso en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, el 1ero de enero de 1959 (pp. 23-24).

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«Bien merecen los periodistas la oportunidad de trabajar (…). El pueblo solo necesita que le informen los hechos, las conclusiones las saca él, porque para eso es lo suficientemente inteligente (…).  Por algo las dictaduras no quieren libertad de prensa (…). Cuando no había censura no podía decirse, sin embargo, que había libertad de prensa. (…) Libertad de prensa hay ahora (…) porque mientras quede un revolucionario en pie habrá libertad de prensa en Cuba. 

Discurso en la Plaza de la Ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959 (p. 2)

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«Estoy seguro de que las libertades que ha conquistado nuestro pueblo con tanto sacrificio, nada ni nadie podrá volver a arrebatárselas».

Discurso en el parque La Libertad de la Ciudad de Matanzas, el 7 de enero de 1959 (p.8).

Los presupuestos básicos de la Revolución sientan las bases de lo que se va a desarrollar. Podrán luego ampliarse y complejizarse; nunca negarse so pena de negarse a sí misma. Volver sobre aquellos primeros discursos de la Revolución cubana, una de las más importantes del siglo XX, sirve hoy también para pensar algunas contradicciones internas y el futuro de Cuba. Es hacer valer la utilidad de la memoria histórica.

Ivette García González*Ivette García González, La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP).

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