Harris versus Trump: un debate presidencial memorable

Quizás sea demasiado exagerado catalogar ya como histórico el evento político ocurrido en la noche del 10 de septiembre en el Centro Constitucional Nacional en Filadelfia, Pennsylvania. Potencialmente lo es, pero no ha pasado tiempo suficiente. Por eso quizás lo más justo sea calificarlo de «memorable» / Foto: El Día / ABC News

por Carlos Alzugaray Treto

Quizás sea demasiado exagerado catalogar ya como histórico el evento político ocurrido en la noche del 10 de septiembre en el Centro Constitucional Nacional en Filadelfia, Pennsylvania. Potencialmente lo es, pero no ha pasado tiempo suficiente. Por eso quizás lo más justo sea calificarlo de «memorable».

Se trató de un enfrentamiento político entre los dos aspirantes a la presidencia de Estados Unidos en un momento crítico para el devenir histórico de ese país y, por ende, del mundo.

Para decirlo en los términos más suaves posibles: Anoche, en un debate que puede decidir una de las elecciones potencialmente más trascendentes de la historia contemporánea norteamericana, una mujer negra, hija de inmigrantes, se enfrentó y arrinconó con argumentos e ideas, a un multimillonario que en fecha reciente se ha convertido, para bien o para mal, en el símbolo de la supremacía blanca conservadora en la sociedad estadounidense.

Kamala Harris, a quien apenas hace tres meses la mayoría de los expertos consideraban como una candidata poco previsible y apagada para representar al partido demócrata de ese país, se presentó a un debate pleno de retos y desafíos en el que se jugaban muchas cosas. Y para sorpresa de no pocos escépticos, la candidata tuvo un desempeño tan efectivo como el que necesitaba para hacer valer la apreciación de que la campaña electoral presidencial norteamericana se ha transformado de una manera insospechada.

Puede afirmarse incluso que estuvo «por encima del nivel», como se diría en nuestro argot popular. Y, además, en un entorno político en el que la imagen es muchas veces más importante que el contenido, la Señora Harris pareció definitivamente «presidenciable», cosa que no había logrado hasta ahora a pesar de que lleva casi cuatro años a un latido de esa alta magistratura.

Del otro lado del podio tuvo a un adversario formidable: Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, quien en el 2016 había derrotado de forma pasmosa y humillante a una de las mujeres más ilustres de la élite del poder. Una candidata con excelentes credenciales para gobernar esa nación de 330 millones de habitantes, Hillary Clinton.

Y la Señora Harris, con gran aplomo y confianza enfrentó el desafío desde que se subió al podio y se encaminó directamente hasta donde estaba Trump y le extendió la mano. El corpulento expresidente, de 1.92 metros de estatura y 215 libras de peso, no tuvo otra alternativa que estrechársela. No obstante, tanto en su gesto displicente como en el resto del enfrentamiento de casi dos horas, demostró que la vicepresidenta representa todo lo que más detesta.

Desde ese momento crucial, la Señora Harris pasó a la ofensiva y no la perdió más.

Pero vayamos al debate y sus momentos cruciales.

El debate desde la perspectiva de Trump

El lance estuvo moderado por los periodistas Linsey Davis y David Muir, ambos con la cadena ABC, que fue la que patrocinó el debate. Tanto uno como el otro lo hicieron con profesionalismo, sin escatimar preguntas difíciles para ambos contendientes.

Sin embargo, fueron duramente criticados durante y después del debate por los seguidores de Donald Trump. Ello no es de extrañar si se tiene en cuenta que el candidato republicano es capaz de atiborrar con el mayor número de mentiras los breves espacios de dos minutos permitidos a cada contrincante.

Los periodistas tenían que reaccionar y lo hicieron. Vale la pena registrar algunos ejemplos.

Ante preguntas lícitas de los moderadores, Trump practicó algo que suele hacer, evadir su responsabilidad ante hechos evidentes de transgresión de la ley o de la moral. Tal fue el caso del intercambio que tuvo con Muir sobre su responsabilidad por los deplorables y lamentables hechos acaecidos en el Capitolio el 6 de enero del 2021, cuando sus seguidores invadieron esa institución para impedir que se proclamara la victoria de Joe Biden en las elecciones del 2020. Increíblemente culpó a la representante Nancy Pelosi, entonces presidenta de la Cámara de Representantes.

Ante preguntas lícitas de los moderadores, Trump practicó algo que suele hacer, evadir su responsabilidad ante hechos evidentes de transgresión de la ley o de la moral.

Otro ejemplo. El expresidente se hizo eco de la evidente patraña de que inmigrantes ilegales estaban matando y comiéndose a los gatos y perros de los habitantes de Springfield, Illinois. A pesar de que Muir le explicó a Trump que el tema había sido investigado y que el propio alcalde de la ciudad, un republicano, lo había negado, el candidato lo siguió diciendo.

Hay que reconocer que Trump llegó a controlarse hasta cierto punto, lo cual se ha reportado que le recomendaron sus asesores, pero sucedió lo que es una regularidad en sus peroratas. Constantes exuberancias sobre sus propias capacidades, como cuando dijo que pararía la guerra en Ucrania aun antes de ser electo. O calumnias pertinaces y exageradas sobre sus adversarios cuando afirmó que los demócratas habían fomentado los abortos aún después de que el bebé naciera, a lo cual Linsey Davis le tuvo que decir que no hay un solo estado de la Unión en que se permita el asesinato de bebés.

Evidentemente, Trump acudió al debate con toda la intención de vincular a Harris con Biden. Así lo demuestra un tweet de uno de sus más cercanos aliados, Elon Musk, donde reconoce que la vicepresidenta fue más efectiva en el debate para afirmar al final: “La cuestión se reduce a lo siguiente: ¿usted quiere que la continuidad de las tendencias actuales se extienda por otros cuatro años o usted quiere cambio?”

El comentario de Musk demuestra no solo que Harris logró lo que quería, sino que Trump fracasó en su objetivo. Incluso después de terminado el debate, Trump se sintió obligado a visitar el spin room. Así se le llama al salón que se habilita para que asesores y aliados de los contrincantes se reúnan con los periodistas y se aseguren de que llegue a los medios los mensajes que cada campaña quiso transmitir. La presencia de Trump en ese local indica que también se dio cuenta de que no había logrado lo que se propuso. Allí llegó a decir que era el mejor debate que había tenido en su vida.

El comentario de Musk demuestra no solo que Harris logró lo que quería, sino que Trump fracasó en su objetivo.

Los intentos de Trump de vincular a Harris con Biden llegaron a tal punto que en un momento la candidata demócrata tuvo que recordarle: «You’re running against me, not Biden» (Estás corriendo contra mí, no contra Biden). Fue uno de los momentos más conspicuos del debate.

Otra regularidad que algunos observadores han apuntado en el pasado es que Trump generalmente se defiende bien durante los primeros 30 minutos, pero después de transcurridos esos, comienza a descender paulatina pero irremediablemente al juego que más le gusta: denostar con ataques exagerados y mendaces a sus adversarios, como el de que Harris odia a Israel y que ese país desaparecerá en menos de dos años si se le elige.[1]

Y así en otros temas como en la exageración de que los demócratas han permitido la entrada ilegal en Estados Unidos de millones de criminales. Para Kamala no fue difícil rechazar esa mentira, pues recordó que como Fiscal Estadual de California había procesado y logrado la condena de cientos de traficantes de todo tipo. Trump no pudo responder esa afirmación.

Por lo general, el expresidente no tuvo respuesta para muchos de los cuestionamientos que le hicieron los periodistas. Aunque ambos, Harris y él, evadieron las preguntas difíciles, yéndose por la tangente, como decimos en Cuba, en el caso de Trump sus evasivas fueron más desmedidas y turbadoras.

Un caso de particular ofuscación fue su enredada respuesta sobre lo que pensaba del ObamaCare (Affordavel Care Act). Después de extenderse mintiendo nuevamente, dijo que él lo sustituiría por algo mejor. Preguntado si podía explicar cuál era su proyecto, dio una de las respuestas antológicas de este debate: «I have the concepts of a plan» (Tengo los conceptos de un plan).

Lo que sí no evadió el candidato republicano fueron las amenazas a sus adversarios, en el sentido de que usará todo su poder para castigarlos sin ningún tipo de remordimiento.

La técnica televisiva de presentarlos al mismo tiempo en pantalla dividida, permitió a los espectadores observar cómo reaccionaba cada uno ante lo que decía el contrincante. El ademán de Trump fue permanentemente áspero y desagradable. No pudo ocultar su enojo, pero se abstuvo de utilizar las sutilezas que usó la Señora Harris, que sí parece haber preparado bien qué expresión usaría en su rostro ante cada una de las tácticas intimidatorias y mendaces de Donald Trump.

La técnica televisiva de presentarlos al mismo tiempo en pantalla dividida, permitió a los espectadores observar cómo reaccionaba cada uno ante lo que decía el contrincante.

Particular rechazo tuvo el candidato cuando la vicepresidenta le dijo que los asistentes se retiraban de sus mítines de campaña hastiados por la repetición de los mismos argumentos, una y otra vez. Igual sucedió cuando la Señora Harris le recordó que muchos dirigentes mundiales encuentran a Trump desagradable y que muchos de sus principales colaboradores abandonaron su administración con la peor opinión sobre su desempeño.

Sin embargo, en cuanto a la actuación de Trump debe recordarse que nada de lo que se apunta en este texto parece afectar al núcleo duro ni a la mayoría de su base social. Se confirma su ya lejana afirmación de que él podría entrarle a tiros a alguien en medio de la Quinta Avenida de Nueva York y no pasaría nada.

Harris y sus desafíos

Los desafíos de Harris eran básicamente tres: Defender las políticas de la administración de la cual es vicepresidente, pero sin dejar que Trump la presentara como un instrumento de Joe Biden y como alguien incapaz de llevar a cabo el cambio que necesita el país; definir mejor sus ideas y políticas teniendo en cuenta que un gran porciento de los indecisos alegaban que no la conocían lo suficiente, y evitar que Trump la desestabilizara con sus ataques,  mientras se focalizaba en los dos objetivos arriba señalados y aguijoneaba a Trump para que se saliera del libreto que traía.

Según la opinión de la mayor parte de los observadores, lo logró, aunque cometió algunos errores y tuvo algunas insuficiencias.

Pero vale la pena apuntar varios de los puntos centrales, tanto positivos como negativos.

En materia económica, no solo defendió algunas de las políticas de la administración Biden en lo que respecta a la reconstrucción de la infraestructura y al medio ambiente, sino que anunció planes que su administración implementaría para fomentar pequeños negocios, la construcción de nuevas viviendas por familias de clase media y la ayuda a madres en la atención a su primer hijo. Trump no tuvo respuesta, salvo repetir sus viejos argumentos sobre la fuga de puestos de trabajo, la necesidad de parar el flujo de inmigrantes y la imposición de tarifas a los países competidores, en primer lugar, China.

En el tema migratorio, como era de esperar, Harris describió los esfuerzos de la administración para detener el flujo ilegal, pero sobre todo recordó que el propio Trump había torpedeado el trabajoso acuerdo al que se había llegado en el Congreso entre legisladores de ambos partidos para aprobar una nueva ley.

En esta parte del debate, aunque el récord de la administración Biden no es precisamente el mejor, lo que se puso de manifiesto fueron los exagerados planteamientos de Donald Trump, acusando a la Señora Harris de ser parte de la política que ha permitido que millones (sic) de criminales entren en Estados Unidos como inmigrantes ilegales. En ese contexto fue que se produjo el increíble planteo de que los inmigrantes se comen los perros y los gatos.

Aunque el récord de la administración Biden no es precisamente el mejor, lo que se puso de manifiesto fueron los exagerados planteamientos de Donald Trump.

Pero el fuerte de la vicepresidenta fue cuando ambos contendientes respondieron las preguntas sobre el aborto o cómo se analiza el tema actualmente bajo el rubro de «derechos reproductivos». Los argumentos de Harris fueron particularmente convincentes y conmovedores ante un Trump que combinó explicaciones oscuras con su evidente negativa a aceptar responsabilidad por la decisión de rechazar la enmienda «Roe versus Wade» por parte de una Corte Suprema, integrada por jueces designados en su mayoría durante su anterior administración, en 2017-2021.

Pero las armas que más usó la Señora Harris fueron las de provocar reacciones extremas de Trump y el uso inteligente de sus expresiones faciales mientras escuchaba las intervenciones del expresidente.

Sin duda, la vicepresidenta tuvo un desempeño admirable. No cometió ningún error grave y permitió a los electores conocer a una mujer que a todas luces parece presidenciable.

Pero si bien eso es cierto, también lo es que nadie sabe cómo reaccionarán los electores indecisos en los siete estados clave: el Muro Azul de Pennsylvania, Michigan y Wisconsin; y los del Sur y Suroeste en Georgia, Carolina del Norte, Arizona y Nevada. En esos estados ya hay personas votando. Pero dadas las diferencias entre ambos contendientes, habrá que esperar al 5 de noviembre y al conteo de los votos. Por otra parte, son muy altos los números de votantes que ya están decididos.

No se puede terminar este balance sin alguna referencia a la política exterior, sector en el cual es inevitable el contraste entre los enredos de la administración Biden en las dos guerras que caracterizan la política mundial actual, y el manejo demagogo y exagerado de Trump de todo lo que pueda beneficiarle.

No se puede terminar este balance sin alguna referencia a la política exterior, sector en el cual es inevitable el contraste entre los enredos de la administración Biden en las dos guerras.

Un tema que fue planteado críticamente por los moderadores fue el desastre de la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán. Aunque Harris no pudo explicar ni defender lo allí sucedido, no queda muy claro que Trump haya podido sacarle la ventaja que pretendía.

Ya se hizo referencia a la exagerada afirmación que Trump hizo sobre su capacidad de resolver el conflicto ucraniano. Harris defendió la política de Biden sin que hubiera ninguna fisura.

Por otro lado, la vicepresidenta se movió imperceptiblemente en la cuestión del genocidio en Gaza. El apoyo persistente a Israel que Biden ha adoptado puede costarle a Kamala Harris un por ciento elevado del voto en uno de los estados clave (Michigan), por la presencia allí de un electorado musulmán. Sin embargo, es algo en lo cual Trump no puede sacar mucha ventaja porque él ha apoyado al gobierno de Netanyahu sin el menor recato. Harris reiteró que apoyaría el derecho de Israel a defenderse, pero llamó a la búsqueda de un cese al fuego permanente y a una solución que permita a los palestinos tener su propio estado, con adecuadas garantías de integridad territorial.

El final de la contienda televisiva

Hacia el final del debate se produjeron dos intercambios que favorecieron a la candidata demócrata.

Como última pregunta los periodistas escogieron un problema relacionado con la cuestión racial: las recientes declaraciones de Donald Trump sobre que la Señora Harris no se había clasificado como «negra» durante toda su vida, hasta que aspiró a la presidencia. Añadió que era una identidad que había adoptado con fines políticos. El candidato no pudo responder la pregunta y se enredó en una serie de frases para terminar diciendo que era algo que había leído.

Como hubo que darle a la palabra a la vicepresidenta, esta aprovechó para contrastar la posición de su adversario con la suya, que describió como una visión unificadora de los Estados Unidos. Esas posiciones de la Señora Harris pueden tener un impacto muy positivo entre los votantes negros indecisos, particularmente en estados clave como Georgia y Carolina del Norte. Se confirmaría así algo que las encuestas ya han señalado, el voto negro, que se había estado moviendo del partido demócrata hacia el republicano, ha comenzado a regresar a partir de la nominación de Harris.

En los minutos finales se dio oportunidad a ambos de explicar sus posiciones. La vicepresidenta aprovechó para proyectar una imagen positiva de unidad y construcción de algo nuevo. Enfatizó así que era una candidata de cambio, que buscaría sanar las heridas y resolver los problemas principales del país. Trump volvió a ser el mismo profeta del cataclismo y de los enfrentamientos entre norteamericanos.

Como dijo el analista de la plataforma FiveThirtyEight, Nate Silver, «Kamala Harris obtuvo el debate que quería». Esto es positivo para una candidata que ha entrado tarde en la campaña pero que en 52 días no ha cometido ningún error significativo.

El avance de Kamala Harris en las encuestas ha parecido indetenible hasta las vísperas del debate, en que comenzaron a manifestar cierto estancamiento y hasta reversión. Por tanto, la candidata necesitaba exactamente lo que logró. Pero ello no quiere decir que ese paso sea irreversible. Además, las encuestas siguen indicando una porfía cerrada. Donald Trump sigue siendo un adversario formidable, cuyas bases han demostrado ser inconmovibles a pesar de todos sus defectos (narcisismo, misoginia, mendacidad, abusador). Quedan 56 días e, insisto, «no se acaba hasta que se acaba».


[1] Con este comentario, el autor de este artículo no está apoyando para nada las actuales acciones genocidas de Israel contra territorios palestinos en Gaza, pero le resulta sorprendente esta acusación de Trump contra Harris, por no estar sustentada en ningún elemento objetivo. Mucho menos ello significa que esté de acuerdo con la política que la vicepresidenta anunció como la que seguiría con respecto a Israel

AUTOR

Carlos Alzugaray Treto. Desde 1980 forma parte del cuerpo docente del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (Instituto Raúl Roa García de Estudios Internacionales Avanzados) (ISRI). Paralelamente ha sido profesor adjunto en la Universidad de La Habana. Funcionario del Servicio Exterior cubano, ocupando de 1961 a 1962 el cargo de agregado adjunto en la Embajada de Cuba en Tokio, Japón; de 1962 a 1965 el de analista de país en la Dirección de Asuntos Interamericanos del Ministerio de Relaciones Exteriores en La Habana; de 1965 a 1970 el de segundo secretario en la Embajada de Cuba en Sofía , Bulgaria; de 1971 a 1973 el de jefe del departamento de Países Socialistas de los Balcanes en la Dirección de Países Socialistas del Ministerio de Relaciones Exteriores en La Habana; en 1971 el de secretario de la delegación cubana en la Comisión Mixta Intergubernamental para la Cooperación Económica y Científico-Técnica Cubano-Búlgara en Sofía, Bulgaria; de 1973 a 1977 el de primer secretario en la Embajada de Cuba en Buenos Aires, Argentina; de 1977 a 1980 el de cónsul general de Cuba en Montreal, Quebec, Canada; de 1980 a 1983 como subdirector a cargo del Departamento de Análisis, Dirección de Asuntos de América del Norte en el Ministerio de Relaciones Exteriores en La Habana; de 1983 a 1987 como ministro consejero de la Embajada de Cuba en Addis Abeba, Etiopía; de 1983 a 1987 como representante alterno de Cuba ante la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (UNECA) en Addis-Abeba, Etiopía; en 1985 asesor de la Delegación cubana en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer en Nairobi, Kenia; de 1988 a 1990 como vicerrector de investigación y estudios de posgrado, Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), Ministerio de Relaciones Exteriores en La Habana; de 1990 a 1992 como asesor para Asuntos de Estados Unidos y Canadá del Viceministro de Asuntos Interamericanos en el Ministerio de Relaciones Exteriores en La Habana; de 1992 a 1994 como asesor del Ministro para Asuntos Políticos Mundiales del Ministerio de Relaciones Exteriores en La Habana; en 1993 como miembro de la delegación oficial cubana encabezada por el Canciller que visitó Colombia por invitación del Presidente César Gaviria; en 1994 como miembro de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA) y también coordinador del grupo de 20 observadores cubanos que participó en esta misión para supervisar las elecciones en Sudáfrica en abril de 1995; y de 1994 a 1996 como Embajador de Cuba en Bélgica y Luxemburgo y jefe de la Misión de Cuba ante la Unión Europea y las Comunidades Europeas en Bruselas, Bélgica. Desde 1980 imparte cursos sobre Política Exterior de Cuba (estudios de pregrado y posgrado en el ISRI), Historia de los Estados Unidos (estudios de pregrado en la Universidad de La Habana), Política Exterior de los Estados Unidos (estudios de posgrado en el ISRI y en la Universidad de La Habana), Relaciones Cuba-Estados Unidos (estudios de posgrado en el ISRI), Política de los Estados Unidos para América Latina y el Caribe (estudios de posgrado en la Universidad de La Habana), Relaciones Internacionales de América Latina y el Caribe (estudios de posgrado en el ISRI y en la Universidad de La Habana) e Integración Europea (estudios de posgrado en el ISRI). A finales de la década de 2000, Alzugaray comenzó a impartir un curso para estudiantes extranjeros de pregrado de la American University en Washington, DC. En la actualidad continúa enseñando todos estos cursos, pero solo a nivel de posgrado en ambas instituciones. En 1998 y 1999 estuvo entre los profesores y maestros que recibieron el premio nacional por resultados sobresalientes del Sindicato de Trabajadores de Maestros y Científicos de Cuba. Es conferenciante habitual sobre temas de actualidad internacional, como la historia, la política y las relaciones exteriores de los Estados Unidos, así como sobre acontecimientos políticos europeos, en el Colegio de Defensa Nacional de La Habana. Ha impartido conferencias en otras universidades tanto de Cuba como del exterior, entre ellas en México, Venezuela, Nicaragua, Canadá, Estados Unidos, Bélgica, Luxemburgo, Gran Bretaña, España, Italia y Suiza . Encabezó la delegación cubana al Diálogo Académico Conjunto Cubano-Nigeriano sobre Asuntos Internacionales en La Habana en 1989. Actualmente participa en un proyecto académico que involucra a investigadores de Argentina , Brasil , Chile , Perú , Colombia , México , Estados Unidos y Cuba, coordinado por la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA), con el objetivo de producir cuatro libros sobre los aspectos históricos, económicos, socioculturales y políticos de la integración latinoamericana y un atlas complementario. También es miembro del Observatorio de la Integración del Gran Caribe. Entre marzo y junio de 2000 fue becario Jean Monnet en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia. En 2003, se le negó una visa para ingresar a los Estados Unidos para hablar en el Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos

Fte: La Joven Cuba

Share this post:

Related Posts