Imagina un mundo donde hay más personas mayores que niños: ¿cómo sería la economía, la vivienda, la publicidad?

Una pareja en Acciaroli, Italia. La población de muchos pueblos italianos ha envejecido dramáticamente y ha disminuido en número.Gianni Cipriano para The New York Times

Por Elda Cantú

El ejercicio parece ser urgente en el siglo XXI, cuando las cifras de natalidad y fertilidad han empezado a caer en gran parte del planeta. Un esclarecedor reportaje nos presenta el panorama que enfrentaremos en un par de décadas: un mundo en el que “las fiestas de primer cumpleaños serán más raras que los funerales”

En Estados Unidos, el grupo que ha vivido ocho o más décadas está aumentando y, en los próximos 40 años, se proyecta que crecerá más rápido que el grupo de jóvenes menores de 18 años, según observa Jane Brody, columnista de salud del Times.

Brody, por cierto, acaba de cumplir 80 años y ha hecho un balance de personajes que, como ella, se mantienen activos y relevantes a su edad, entre ellos el doctor Anthony Fauci, la congresista Nancy Pelosi y el actor Anthony Hopkins. Ella ofrece estupendos consejos y reflexiones para vivir una vida plena y saludable durante muchos años, entre ellos “intenta combinar tu pasión con tu talento y tendrás la mejor oportunidad de una carrera rica y satisfactoria”. No fumar, hacer ejercicio, encontrar una pareja que comparta las tareas de la vida mundana y comprar rebajas también ayudan, agrega.

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AUTORA

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Por Elda Cantú. Editor —Foreign Desk, Mexico Bureau at The New York TimesÁrea metropolitana de Ciudad de México. Contacto: linkedin.com/in/cantuelda. Sitios web: (Twitter): twitter.com/eldacantu. (Blog): Eldacantu.wordpress.com  (Blog)

 

Fuente: The New York Times

Eric Ogden/Trunk Archive


OPINIÓN

PAUL KRUGMAN

Nuestra población envejece

y eso no tiene que ser una mala noticia

La semana pasada, la Oficina de Estadísticas Laborales informó que la inflación era mucho más alta de lo que casi todo el mundo predijo, y los inflacionistas —personas que siempre predicen un aumento desenfrenado de los precios y que siempre se equivocan— aprovecharon la noticia para usarla como prueba de que ahora sí viene el lobo.

Sin embargo, los mercados financieros se lo tomaron con calma. Las acciones cayeron al conocerse la noticia, pero pronto recuperaron la mayor parte de las pérdidas.

Los rendimientos de los bonos solo subieron un poco al conocerse la noticia y terminaron la semana justo donde empezaron: es decir, bastante bajos.

¿Por qué tan poca reacción a las noticias sobre la inflación? Se puede suponer que parte de la respuesta es que, una vez que los inversionistas tuvieron tiempo de digerir los detalles, se dieron cuenta de que había pocos indicios de un aumento de la inflación subyacente; se trataba de una incidencia pasajera que reflejaba aumentos extraordinarios en los precios de los autos usados y las habitaciones de hotel.

No obstante, más allá de esto, está lo que creo que es la comprensión de que aunque estamos logrando un éxito espectacular, casi milagroso, en la derrota de la COVID-19, una vez que la pandemia se disipe es probable que nos encontremos en un entorno de tasas de interés bajas y sostenidas como resultado de la débil demanda de inversión. Y la principal razón de ese entorno de tasas de interés bajas es la caída de la fertilidad, que implica un crecimiento lento o incluso negativo del número de estadounidenses en la edad laboral más productiva.

Este problema no es nuevo. El informe del censo del mes pasado, que muestra el menor crecimiento de la población estadounidense desde la década de 1930, no hace sino confirmar lo que todos los que estudian el tema ya sabían. Y Estados Unidos llega relativamente tarde a esta fiesta. La población en edad laboral de Japón ha estado disminuyendo desde mediados de los años noventa. La zona del euro está en declive desde 2009. Incluso China está empezando a parecerse a Japón, como resultado de su política de un solo hijo.

¿El estancamiento o la disminución de la población es un gran problema económico? No tiene por qué serlo. De hecho, en un mundo con recursos limitados y grandes problemas medioambientales, hay argumentos a favor de la reducción de la presión demográfica. Pero en una economía de población plana tenemos que pensar en las políticas de manera diferente que en los días en que los baby boomers maduros se sumaban con rapidez a la fuerza de trabajo potencial.

Bueno, permítanme admitir que hay un problema real: una población que envejece significa menos trabajadores activos por cada jubilado, lo que plantea algunos problemas presupuestales. Sin embargo, este problema suele exagerarse. ¿Recuerdan todo el pánico sobre cómo la Seguridad Social no podría sobrevivir a la carga de los boomers que se jubilan? Pues bien, muchos boomers ya se jubilaron; para 2025 se habrá producido la mayor parte del crecimiento del número de beneficiarios por trabajador causado por la jubilación de los baby boomers. A pesar de ello, no hay crisis.

No obstante, el bajo crecimiento de la población supone otro problema. Para mantener el pleno empleo, la economía de mercado debe convencer a las empresas de que inviertan todo el dinero que los hogares quieren ahorrar. Sin embargo, gran parte de la demanda de inversión está motivada por el crecimiento de la población, ya que las nuevas familias necesitan casas recién construidas, los nuevos trabajadores requieren la construcción de nuevos edificios de oficinas y fábricas, etc.

Así que el bajo crecimiento de la población puede causar una persistente debilidad del gasto, un fenómeno que el economista Alvin Hansen identificó en 1938 y que llamó con torpeza “estancamiento secular”. Hace poco, Larry Summers retomó el término y el concepto y me parece que en este tema tiene razón.

El estancamiento secular puede ser un problema, porque si las tasas de interés son muy bajas, incluso en tiempos de bonanza, no hay mucho margen para que la Reserva Federal las disminuya durante las recesiones. A pesar de ello, un mundo de tasas de interés bajas también puede ofrecer importantes oportunidades en materia de políticas, si estamos dispuestos a pensar con claridad.

Porque lo que estamos viendo es un mundo inundado de ahorros que no tienen a dónde ir: los hogares están deseosos de prestar dinero, pero las empresas no ven suficientes oportunidades de inversión (el bitcóin no cuenta). ¿Por qué no poner el dinero al servicio del bien común? ¿Por qué no pedir un préstamo barato y utilizar los fondos para reconstruir nuestra infraestructura ruinosa, invertir en la salud y la educación de nuestros hijos, etc.? Esto sería bueno para nuestra sociedad, bueno para el futuro, y también proporcionaría un colchón contra futuras recesiones.

¿Y qué pasa con la carga de la deuda? Bueno, la deuda federal como porcentaje del PIB es el doble de lo que era en 1990, pero los pagos de intereses de la deuda solo son de la mitad. Eso es lo que ocasiona el bajo costo de los préstamos, que en gran medida son un subproducto del estancamiento demográfico.

Entonces, ¿las propuestas de infraestructura y familia del gobierno de Joe Biden son el tipo de cosas que tengo en mente? Son un paso gratificante en la dirección correcta. Pero no son tan ambiciosas como aparentan y en mi opinión son demasiado responsables desde la perspectiva hacendaria: el gobierno está muy preocupado por el pago de sus planes.

La cuestión es que, nos guste o no, vamos a vivir durante mucho tiempo con un crecimiento demográfico muy lento. Y tenemos que empezar a pensar en las políticas económicas teniendo en cuenta esa realidad.

AUTOR

Paul Krugman

*Paul Krugman se unió a The New York Times como columnista de opinión en 1999. Es profesor distinguido de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y en 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Ciencias Económicas por sus trabajos sobre el comercio internacional y geografía económica. Imagen: Eric Ogden/Trunk Archive

Fuente: The New York Times

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