La institucionalidad republicana. (Estado, nación y democracia). Entrevista con Julio A. Carreras

Después de 1933 la tipología del interventor, que tan bien encarnara Enoch Crowder, nada podía hacer en Cuba. La característica de protectorado del régimen de la Habana entró en una severa crisis y debió complejizar su antes simple arquitectura de poderes para abrirse a una diversidad de fuerzas sociales como no se había visto antes en la historia republicana. Imagen: Detalle de portada de la revista obrera cubana Porvenir

Por Julio César Guanche*

Después de 1933 la tipología del interventor, que tan bien encarnara Enoch Crowder, nada podía hacer en Cuba. La característica de protectorado del régimen de la Habana entró en una severa crisis y debió complejizar su antes simple arquitectura de poderes para abrirse a una diversidad de fuerzas sociales como no se había visto antes en la historia republicana.

La noción de protectorado había nacido desde el inicio de la fundación del régimen republicano de gobierno, cuando los cubanos lograron derrotar la anexión pero quedaron sometidos a la Enmienda Platt, y se reproducía en obras y discursos: De colonia a colonia, La colonia superviva, Nuestra colonia de Cuba, Historia de la Enmienda Platt. Desde Jenks hasta Roig de Leuchsenring, pasando por varios autores norteamericanos, denominaban “protectorado” al régimen que Enrique José Varona había calificado de inevitable.[1]

El estado artesanal de la política norteamericana para garantizar la dependencia se reflejó en la cotidianidad de los cubanos. Los Estados Unidos intervinieron dos veces en la Isla en los primeros veinte años del siglo XX, habían diseñado la “diplomacia preventiva” como forma discursiva del tutelaje basto, y las amenazas de intervención, las presiones diplomáticas y el desembarco de marines eran moneda corriente. En ese contexto quedó garantizada la debilidad de la política y la deformación estructural de la economía, y así la limitación del ingreso y el empleo, el aumento de la población y los patéticamente bajos niveles de vida. [2]

La Revolución del treinta fracasó, pero a ella se debe que la República fundada en 1902 durase solo hasta 1933. A partir de esa fecha puede hablarse de una segunda república burguesa en Cuba,[3] en la que fue mucho más compleja la dominación capitalista y mayores los avances de la cultura política y el progreso social.[4]

Ya entrada la década del treinta la mayor parte del arco ideológico nacional convino en la necesidad de la intervención gubernativa en la economía. Con la influencia de la gran crisis económica primero, y la segunda guerra mundial después, la industria nacional avanzó, se sentaron las bases de un movimiento sindical fuerte; se dictó la legislación social cubana, hasta ese momento inexistente; se superó la escasez relativa de población y ésta se “cubanizó”.[5]

La estructura oligárquica del Estado quedó minada, se consolidó el Estado Nacional, y éste se convirtió en un aparato que debió representar a sectores más amplios de la sociedad civil. Al término del lapso posrevolucionario, en 1940, fue aprobada una Constitución que consagró legalmente muchas de las demandas de 1933. El cambio operado en la cultura política cubana consideró imprescindible la reformulación de un Estado moderno y democrático para el país y se obligó al poder político a prometer que lo conseguiría. Los dispositivos de control político de la primera república caducaron ante la masividad y la fuerza alcanzadas por la protesta social.[6]

El nacionalismo del treinta

Los nacionalismos cubanos del siglo XIX, los anteriores a José Martí, podían conjugar la independencia con la esclavitud y el aristocratismo de élites con la idea de nación, pero no podían ser heredados sin más por la burguesía cubana del siglo XX. Entre el referente español, el norteamericano y la nueva realidad política, el nacionalismo sería apenas una insinuación durante las dos primeras décadas del siglo XX. Los estadounidenses se propusieron expresamente el derribo de la “ideología hispana” —para muchos entonces “garantía del ser nacional”— e hicieron todo lo que estuvo a su alcance para “norteamericanizar” el país.

Durante las dos primeras décadas republicanas las expresiones nacionalistas carecieron de organicidad. Expresados con fuerza a partir de los años veinte, los nacionalismos —el reformista preponderantemente— adquirirían un peso fundamental en la década del treinta. El Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), surgido de la Revolución, pudo ser mayoritario tras capitalizar el prestigio del Gobierno Provisional de Grau por su afirmación nacionalista, la aprobación de la ley del cincuenta por ciento en los empleos para los cubanos nativos, el énfasis puesto en la economía nacional, la creación de la Secretaría de Trabajo, el repudio de la deuda contraída por el Chase National Bank por los empréstitos anteriores, la destitución de Thomas Chadbourne como presidente de la Corporación Exportadora Nacional de Azúcar y la ratificación del sufragio femenino. En la Conferencia de Montevideo, celebrada en noviembre de 1933, el gobierno de Grau denunció la imposición de la Enmienda Platt y vindicó el derecho a rechazarla unilateralmente. La Enmienda sería al fin derogada en 1934, aunque este hecho —en esa coyuntura— no provino de un desafío nacionalista sino del reconocimiento de los Estados Unidos al gobierno de “concentración nacional” de Caffery, Batista y Mendieta y al reconocimiento del dominio económico norteamericano sobre Cuba.[7] Pese a ello, el Estado cubano, obligado a impedir la vuelta de otra Revolución, acumuló posibilidades de control sobre el mercado nacional y sobre las relaciones laborales. Lo que en Machado había sido tímido favorecimiento de intereses cubanos —la Ley de Aranceles de 1927, por ejemplo—, después de la revolución debió ser una estrategia de diversificación agrícola e industrialización que tenía que ampliar las posibilidades de empleo y la fortaleza de la economía nacional. Un nuevo actor, nacido de la gesta rebelde en medio de la represión, las muertes y encarcelamientos de Machado y Batista, tomó carta de ciudadanía: “lo popular”. La política ya no podría continuar desconociendo el peso de lo social en Cuba.

La Constitución del cuarenta

Ninguno de los gobiernos provisionales posteriores a 1933 pudo llamar Constituciones a sus decisiones legislativas. La Constitución de 1940, la única que procede llamarle tal —amén de la de 1901—, es la que más atendió la voluntad popular en la historia republicana neocolonial y fue el resultado de un equilibrio que logró representar básicamente a las fuerzas fundamentales del registro político cubano.[8]

El consenso del cuarenta se pudo dar gracias a la existencia de varios factores concurrentes: capacidad de negociación —y presión— entre las clases sociales; insuficiencia de la institucionalidad tradicional para producir una nueva Cuba; agotamiento del radicalismo revolucionario del treinta; y la esperanza bastante expandida de reformar la política en beneficio de una mayor justicia social. El signo común del consenso era la ideología reformista que hegemonizó la conciencia social, desde los liberales hasta los comunistas.[9] La Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la política nacionalista de Lázaro Cárdenas, la estrategia del “buen vecino” de F. D. Rooselvelt, el rumbo seguido por la Internacional Comunista, entre otras circunstancias externas, marcaron profundamente la hora nacional y configuraron los márgenes del Estado cubano.

En el texto legal aprobado en 1940, uno de los más avanzados en su época, fueron consagrados constitucionalmente el principio de intervención gubernativa en la economía, la declaración del subsuelo como propiedad estatal, la protección al pequeño propietario rural, la proscripción del latifundio y la restricción de la posesión de tierras por extranjeros. Los auténticos criticaron el “afán incontenido de liberalismo” de los constituyentes de 1901 y se pronunciaron contra el individualismo económico y la democracia basada solo en el libre juego de partidos. Los comunistas también se adscribieron a las nociones que impregnaron la Filosofía del Derecho en la época, como la de la función social de la propiedad y la limitación de la fuerza obligatoria de los contratos, que abrían paso a la actividad estatal en la economía.

El Estado cubano se dotó con una estructura moderna y hasta 1952 celebró elecciones cada cuatro años, permitió la posibilidad de rotar en el poder a algunos partidos políticos y proclamó a la Constitución como reserva de la voluntad de la nación.

Análoga a las que se votaron en la Europa de 1914 a 1918, la Constitución de 1940 significó un programa y una proyección para “las necesidades constructivas y orgánicas del País». No obstante, todos reconocían que ese texto podría quedar “en su mejor parte, en el limbo de las buenas intenciones si las leyes complementarias no fuesen prontamente votadas por el Congreso”, como escribió Gustavo Gutiérrez en 1941.[10] Efectivamente, se agotó en su carácter programático, declaratorio de principios, pues nunca habilitó los cauces jurídicos necesarios para su cumplimiento. Una década después de promulgada solo se habían dictado, según Ramón Infiesta, diez de las setenta leyes especiales pendientes.[11]

La inoperancia de la Constitución de 1940 para resolver los problemas de Cuba iba más allá de las ganas de Batista para dictar las leyes especiales, de la disposición de los auténticos para cumplir sus promesas y de las limitaciones del liberalismo que sirvió de marco a la Constitución. Los límites del texto del 40 no fueron solo los del reformismo cubano y su enunciado de ampliar la distribución del ingreso sin afectar las bases económicas del sistema, sino la crisis estructural de la política cubana, la fase agudizada de la “frustración republicana”, constatación que recorría una zona amplísima del arco ideológico nacional.

La república puede ser una forma de gobierno democrática y corrupta a la vez. Zayas había dado ya pruebas suficientes de ello, tolerando al unísono “la libertad del insulto” y la corrupción a todos los niveles. Después de 1940, la crítica a la condición cubana, precedida por líneas tan diversas como el marxismo revolucionario de Mella y Villena, el liberalismo de izquierda de Ortiz y la derecha de Mañach, continuaría extendiéndose. El discurso afirmativo de la cultura cubana (Cuba era un país frustrado en lo esencial político) del grupo Orígenes, la moralización preconizada por los ortodoxos ante la corrupción imperante (la filosofía beligerante de destruir el pasado —y el presente también) y luego, en 1951, la creación de la Sociedad Nuestro Tiempo (Somos la voz de una nueva generación que surge en el momento en que la violencia, la desesperación y la muerte quieren tomarse como únicas soluciones) son epítomes de la frustración. La imposibilidad de ese marco político para dar tratamiento a problemas centrales de la sociedad cubana —como la corrupción, la reforma agraria o la polarización ciudad-campo—, certificó al mismo tiempo la ineficacia real de la Constitución para la sociedad cubana en su conjunto.

Entre 1940 y 1952 el país había alcanzado una institucionalidad civil democrático burguesa, determinadas alianzas entre las clases del capital y el trabajo y políticas gubernativas reformistas en beneficio de los trabajadores, pero la dominación norteamericana sobre la Isla continuó y en algunos aspectos se agravó, se multiplicó la corrupción administrativa, política y social y persistieron las malas condiciones de vida para la mayoría de los cubanos.[12] La economía no se diversificó de modo importante ni avanzó en el plano social el proceso de reformas, atrapado el sistema en las redes del clientelismo, la corrupción y el gansterismo. El censo de 1953 demostró la existencia de una masa de ignorantes en las zonas rurales mayor a la reportada por el censo de diez años atrás. Según Fernando Portuondo, en 1950 había en Cuba un maestro urbano por cada 18 niños de edad escolar, pero un solo maestro por cada 159 niños en zonas rurales.[13]

Ninguna de las fuerzas que llevaron al país al triunfo sobre Batista en 1959 habían denostado la Constitución del cuarenta en su programa de lucha. Al contrario, esta había sido ratificada como la Carta Magna cuya vigencia era preciso restaurar. Pero el destino de ese texto legal y del marco político que estableció encontró un valladar infranqueable después del triunfo de enero de 1959. La sociedad cubana estaba marcada por los casi ocho años de dictadura y por los doce de gobiernos legales en los que el modelo del multipartidismo, las elecciones cuatrianuales y el debate parlamentario había dejado sin solución la crisis política. La democracia y el republicanismo hasta ese momento conocidos no rebasaron la prueba impuesta por la nueva circunstancia. “Revolución sí, elecciones no”, la consigna popular de los primeros años sesenta, fue la muestra del rechazo que llegó a alcanzar en el lenguaje las formas de la política tradicional. “Su señoría”, el “distinguido ciudadano”, el “muy ilustre senador” eran “el pasado” para la cultura política que se forjaba apresuradamente con el ritmo inusitado de cambios. Aquella frase de José Manuel Cortina durante la Asamblea Constituyente, pronunciada en momentos de gran algarabía, “Los Partidos fuera, la Patria dentro”, paradójicamente se verificó, solo que en una coyuntura radicalmente diferente. Para que la Patria estuviese dentro, el reclamo popular no podía dirigirse a salvar aquellos partidos ni a restituir la institucionalidad, sino a reinventar la política.

Julio Carreras: la visión de los de abajo

Julio Carreras, profesor de Historia del Estado y el Derecho de la Universidad de La Habana, ha dedicado su largo magisterio a estudiar ese asunto. Negro, descendiente de esclavos y libertadores, es uno de esos personajes célebres que tanto abundan en Cuba y que son, sin embargo, perfectos desconocidos. Hombre de edad avanzada, también indefinible, hasta hace muy poco hacía largos recorridos a pie para llegar a la Colina. Quien tuviese paciencia podía escuchar de él historias tan antiguas como la idea misma de nación, contadas en primera persona.[14] Autor también de investigaciones sobre el Caribe, la esclavitud y la delicuencia, da voz a lo popular. Su criterio contrasta con los enfoques según los cuales el veinte de mayo de 1902 sirve solo para la detracción o la apología. Considera que en esa fecha sí se celebró la inauguración de una República, que ello significó un avance para muchos sectores de las clases bajas aunque su visión sea al mismo tiempo muy crítica de aquella realidad. Después de concertar varias veces esta entrevista, al fin pude abordarlo, cargado yo con unas cuantas preguntas, serias y académicas, de las cuales el se desentendió olímpicamente para hacerme cuentos de su familia y de los grandes empresarios y políticos cubanos. No resultó el tipo de conversación que yo esperaba, pero otra cosa, seguramente mejor y más divertida, fue emergiendo de sus palabras y de mi risa ante sus salidas.

El concepto de que la República nació en Cuba el veinte de mayo de 1902 desconoce la instauración de una institucionalidad republicana en los campos insurrectos mambises durante las dos revoluciones del siglo XIX. Esas experiencias de república en armas, ¿qué importancia tienen para la tradición republicana cubana?

Tienen mucha importancia. En la manigua se planteó desde el primer momento la independencia plena de Cuba respecto a España. Una de las cosas más gloriosas de la Constitución de 1901, que contentó a todos los cubanos, era que había terminado la dominación española y había surgido un gobierno cubano. Los que vivieron ese tiempo me contaban a mí de la alegría de aquel momento. Mi abuela trabajaba de conserje en una escuela en Viñales y los muchachitos, los alumnos, se pusieron muy contentos cuando una sobrina de ella izó la bandera cubana. Al bajarla, se la comieron a besos. Allí estaba Adela Ascuy, una mambisa, que había venido del campo insurrecto y estaba viviendo por la zona, estaba también Fermín Valdés Domínguez, médico y amigo de Martí. En ese momento se encontraron una serie de personas que habían participado en la Revolución, que eran protagonistas del proceso, junto con las nuevas generaciones, y con las mujeres que se quedaron sin esposos, como mi abuela a quien se le murió el suyo en la guerra. Lloraban de la emoción que sentían. Cuando alguien terminaba de recitar una poesía patriótica también se lo comían a besos. Ese es el lugar donde está hoy la Ermita de Viñales.

¿Para ese medio en el cual usted vivía sí se logró la llegada de la República?

Sí, cómo no. Ellos tenían como un día grande el primer veinte de mayo. Era un día en que conmemoraban la independencia. Ahora no es así, pero ellos tenían el veinte de mayo como una fecha memorable.

La gente llegó a pensar que los americanos se habían ido y que dejaron la Enmienda para regresar si los cubanos no se portaban bien. “Al fin hemos llegado”, dicen que dijo Máximo Gómez mientras bajaba la bandera americana. La gente no veía aquello como una República a medias. Yo conocí a muchas personas que vivieron esa época. Mis propios familiares en casa. Mis tíos participaban en el Consejo de Veteranos y me llamaban para que les escribiera a máquina. Yo oía las conversaciones allí en el Centro de Veteranos que estaba en la calle Zulueta. Ahí estuvimos mi madrina, la hija del Coronel Carrillo, del Ejército Libertador, y yo. Viví dentro del mundo de los libertadores, de los oficiales del ejército insurrecto y de los mambises de abajo. Me buscaban también para participar en los actos públicos. Mientras hubo un veterano siempre me fueron a buscar a la casa donde vivíamos.

Su abuelo fue Capitán del ejército mambí.

Sí. Él se alzó con otros mambises, del pueblo de La Palma. Esperando la llegada de la columna invasora, con sus armas preparadas, el abuelo tuvo un cólico apendicular y murió. En mi casa está guardado un diploma firmado por el General Pedro Díaz, uno de los jefes que vinieron con Maceo. La abuela había participado también en el desembarco de una expedición que hubo cerca de Santa Lucía. Ella nos contaba cómo las mujeres embarazadas entraban al mar para sacar los armamentos. Mi hermano más chiquito decía que a nosotros nos amamantaron con patriotismo: todos los compadres y comadres eran libertadores. Ellos de vez en cuando echaban su blasfemia, como es natural, contra algunos de los grandes jefes que no se habían comportado bien, pero el ambiente era el del independentismo.

Entonces, ¿usted cree que en el ámbito popular pesaba más la idea de la independencia que se alcanzaba que la propia dependencia hacia los Estados Unidos?

Sí señor. Pesaba más la idea de que Cuba era verdaderamente independiente, aunque se tuviera siempre la preocupación de los americanos, porque no se sabía cuando se iban. El asunto de la Enmienda no se aclaraba, se conocía su existencia, pero decían que estábamos solos porque ya no había españoles.[15]

El Estado cubano

¿Cuáles eran las bases organizativas, institucionales del Estado cubano que instauró la constitución de 1901?

Se creó una Cámara de Representantes, un Senado y se eligió un Presidente para la República.

Los senadores, de acuerdo con la Constitución de 1901, se elegían a razón de cuatro por provincia. Los representantes eran elegidos de acuerdo con la cantidad de habitantes, es decir, que un pueblo con 35 mil habitantes elegía un representante a la cámara. Las provincias que más representantes tenían eran las de La Habana y Oriente, porque eran las que tenían más habitantes. Las provincias más chiquitas eran Pinar del Río, Matanzas y Camagüey —el más despoblado. Esa gente [los electos], por lo general, estaban relacionados con los propietarios de los grandes centrales azucareros de propiedad norteamericana.

La votación para los senadores era de segundo grado, se hacía por medio de compromisarios. Solo podían ser senadores los que reunieran determinados requisitos, entre los cuales estaba que fuesen propietarios y contribuyentes mayores. [16]

Desde su proclamación en 1901, junto a la Constitución, estaba vigente el Apéndice conocido por la Enmienda Platt, y luego el Tratado Permanente que firmaron los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos.

En cuanto a la institucionalidad, se copió un poquito de los americanos, aunque también se modificó algo. Después parece que no le dieron demasiada seriedad al proceso. Muchos legisladores eran de Santiago de Cuba, se fueron para allá y no regresaron más, otros eran de Cienfuegos y tampoco se les vio más el pelo. La gente estaba muy regada. Como es natural, la Historia recoge los nombres de los grandes tribunos, de Sanguily, de Juan Gualberto Gómez, los que hablaban en la Convención Constituyente, los que después integraron el Senado de la República, pero de ellos la gente hablaba bien, regular y mal. Yo le voy a decir a usted una cosa: a los personajes de la Historia de Cuba nosotros los hemos visto colocados en un altar, pero todos usaban calzoncillos, camisetas y medias. Quiero que sepa que cuando vinieron para acá eran muy enamorados, con unos amores aquí y otros amores allá.

¿La llamada tripartición de poderes funcionó en algún momento?

Bueno, eso fue una ficción aquí en Cuba. En el cuarenta yo tenía 17 años y estaba muy metido en la política, leía los periódicos, en mi casa la politiquería era perenne en aquellos tiempos. La medicina estaba muy unida con la política. Ricardo Núñez Portuondo, candidato a Presidente del Partido Liberal, era médico cirujano, Carlos Mendieta también era médico. Por eso hay una novela llamada Generales y Doctores, que pinta claramente el espacio político e histórico de esa época. Las novelas cubanas son muy interesantes, yo no sé si a ustedes le dieron eso en Literatura Cubana, pero hay una serie de obras de la época anterior a 1933 en la que se cuenta la vida política de este país. La más famosa es Generales y Doctores, de Carlos Loveira, si usted no la ha leído pues tiene que leerla. Ahí puede conocer la parte de la Historia de Cuba que no está en los libros, es precisamente en esa ficción donde le cuentan a usted cómo se comportaban esos políticos. Esos personajes existieron aquí, los médicos-políticos que aspiraban a la Presidencia de la República. Casi todas las alcaldías estaban en manos de los médicos. No existía el voto de la mujer, solamente el voto masculino,[17] no existían clínicas al alcance de la gente. Esos médicos amarraban a las familias con sus curas, “porque ese es el médico de mi niño”, “porque este fue el médico que curó a mi abuela”. Entonces, esos fueron los alcaldes, por ejemplo, de Guanajay, de Mariel, de Pinar del Río. Hay una Gaceta [Oficial] que se publicó aquí después del triunfo de la Revolución, en la que aparecen las disposiciones del gobierno revolucionario confiscando las propiedades de todos los individuos que estaban vinculados con la dictadura de Batista. Usted puede ver ahí la lista de las grandes empresas comerciales, después de las empresas de camiones, luego vienen las particulares, donde están incluidas las clínicas, los laboratorios. Toda esa gente estaba relacionada con la política, porque la política tenía una clientela de médicos y otra de abogados. Por eso es que le digo que la política estaba vinculada a la justicia y la justicia era una ficción. Los que formaban parte de los tribunales de justicia eran individuos que igual tenían vinculación con la política y ocupaban los cargos de magistrados de las diferentes audiencias. En las organizaciones políticas también tenía mucha fuerza el parentesco. Si existían en Europa las familias de reyes y condes, aquí había por igual familias reales. Usted coja por la calle 17 del Vedado para que vea las casonas que hay allí, si dobla por Paseo, pregunte, para que vea quiénes eran los propietarios de ellas, que si no eran individuos relacionados con la política, eran entonces propietarios de ingenios, de centrales azucareros, de fletes de camiones que se habían enriquecido con leyes que dictó el congreso especialmente para beneficiarlos.

Las mujeres, los chinos y los negros estaban, como se dice, en la tabla. Había mucho aristocratismo de familias. La grandeza de Carlos Manuel de Céspedes para mí está en que dio la libertad a sus esclavos y después les dijo que eran iguales, eso quizás no tiene mucha trascendencia ahora, pero entonces sí la tenía. Agramonte hizo lo mismo. Los que iniciaron la guerra del 95 tenían ideas liberales en contra del racismo. Eran humanistas todos esos patriotas, alguno podía tener sus resquemores, pero los jefes y los que dirigieron la revolución no los tenían y lo plantearon desde el primer momento, no sucedió como en los Estados Unidos. Aquí ocurrrió esa cosa tan buena.

¿Era muy selectiva la posibilidad de resultar electo?

Bueno, había que tener potencia y cuando usted la tenía entonces lo reconocían. Había, por ejemplo, un individuo llamado Benito Remedios Langhanein, propietario de grandes fincas en Artemisa para el cultivo de la piña (poseía también grandes extensiones de tierra para cultivar caña de azúcar, entre otros negocios). A él lo llevaron a la Cámara de Representantes. Lo mismo pasó con un político de aquí, de la provincia de La Habana, Alfredo Hornedo. Hornedo era el dueño de La Habana, porque era dueño de grandes empresas, del Periódico El País, dueño del Teatro Blanquita, que ahora se llama Carlos Marx. Al lado del teatro había una especie de Balneario, también de su propiedad, y al lado del Balneario tenía el Hotel Rosita de Hornedo. Era el propietario de toda esa franja de costa. Además era dueño de la Plaza del Mercado, en la calle Monte. Este señor era senador, su sobrino Alfredito Hornedo era representante, otro sobrino era concejal del Ayuntamiento de La Habana. El viejo manipulaba toda la entrada en La Habana de viandas porque los demás no tenían posibilidad de traer viandas de La Palma o de Matanzas, o de traer pescado de ninguna región, porque él era el que tenía el capital para monopolizar. Al poseer el periódico El país, también controlaba la opinión pública. [18]

El año cuarenta

¿Qué cambios introduce en el sistema político cubano la Constitución del cuarenta?

Hubo muchos cambios. Había grupos, estaban los senadores y los delegados procedentes del Partido Liberal, el Partido Unión Nacionalista, que eran los politiqueros viejos, pero surgió después de la Revolución del 33, y de Grau San Martín en el poder, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) que estaba integrado por gente de nueva generación, que no se había maleado todavía, jóvenes abogados, estudiantes, participantes en las luchas universitarias. Grau San Martín, que había sido presidente provisional [septiembre de 1933 -enero de 1934], gozaba de gran prestigio revolucionario, como también los miembros del Partido Unión Revolucionaria Comunista, que eran menos en comparación con los del PRC-A, que sí eran una cantidad considerable. [19]

Estaban también otros partiditos que surgieron con la Revolución. Hubo un equilibrio de fuerzas, incluso más que un equilibrio, existió un grupo mayoritario que llevó a la presidencia de la Asamblea Constituyente a Ramón Grau San Martín. Es decir, los que estaban en el poder dentro de la Asamblea Constituyente no eran las fuerzas reaccionarias sino elementos progresistas y comunistas. Estos últimos, aunque solo eran seis, impresionaban mucho por su actividad.

Lo primero que surgió allí como una cosa rara fue la elección de Grau como presidente de la Asamblea, que significaba la oposición a la dictadura de Batista.[20]

Después de esto se discutieron distintas leyes que, como es natural en esas condiciones, tenían un matiz bastante avanzado, nunca del tipo socialista porque los auténticos no eran socialistas, pero sí eran avanzadas. Esas leyes fueron aprobadas porque tenían el apoyo del PRC-A y de los comunistas. Ciertamente, se aprobaron muchas leyes, pero cada vez que se aprobaba una ley o un artículo de la Constitución, se decía: se dictará una ley complementaria regulando el ejercicio de tal derecho o regulando el contenido de tal materia. Ese fue el caso de los alquileres y de la reforma agraria, asuntos que necesitaban de leyes complementarias para ponerse en vigor. Esas leyes complementarias debían aprobarse en la Cámara de Representantes y en el Senado de la nación. Allí fueron presentadas y se quedaron luego durmiendo en los archivos. ¿Usted se ha fijado dentro de la Constitución del cuarenta en una serie de artículos que no hacen referencia a leyes? Eran artículos que regulaban la creación del Teatro Nacional, de la Biblioteca Nacional, el pago de un tanto por ciento a los maestros de escuelas, que prohibían la discriminación racial. Eso nada tiene que ver con la Constitución de una República. ¿Usted no se fijó en la cantidad de cosas buenas que durmieron el sueño de los justos porque necesitaban de una ley complementaria que jamás se dictó? La Constitución Francesa de 1789 no habla nada del teatro ni de las bibliotecas.

¿Y por qué usted cree que se hacía?

Era una burla. Solo algunas se cumplieron estrictamente, otras se siguieron reclamando hasta que llegó la Revolución. Muchas no se aprobaron y se quedaron ahí esperando por un Congreso que no funcionaba. El Congreso estaba entregado completamente a las maniobras políticas, a los créditos, y a los cambios de posición.[21]

La política cubana cubana se saneó un poco con la Constitución del cuarenta, pero después se pudrió de nuevo cuando Batista dio el golpe de estado del diez de marzo de 1952. La marcha atrás fue enorme, y se hizo de todo, hasta matar a la gente. La Constitución del cuarenta se quedó como un programa, sí se cumplieron muchos acuerdos que indiscutiblemente fueron un avance, aún con todas las dificultades que debieron enfrentar.

Institucionalidad y partidos políticos

¿Cómo calificaría el funcionamiento del Congreso?

En ese momento, la política se concretó en debatir en el Congreso leyes que se debatían mucho en un momento, pero no salían nunca. Si empezaban a discutirse en la Cámara de Representantes, después no pasaban al Senado y si llegaban al Senado igual demoraban mucho porque debían alcanzar quórum. Usted tiene la ley de reforma agraria, la del pago de la pensión a los veteranos, la que disponía la construcción de casas de vivienda para los obreros, ninguna jamás se cumplió. Con Grau se hicieron casitas, muy pocas, para los trabajadores. El problema de la vivienda en Cuba es un problema muy grave desde siempre. Hoy es más grave porque ha aumentado la población. En aquella época existían los terratenientes y los casatenientes. Los terratenientes eran los dueños de grandes extensiones de tierra en Matanzas, Camagüey, Oriente, Pinar del Río. En La Habana estaban los casatenientes, poseedores de edificios de apartamentos y de muchas casas de alquiler. El más poderoso aquí era Ernesto Sarrá, dueño de la droguería Sarrá. En el año 1940 se aprobó una ley de rebajas de alquileres regulando que no se le podía subir los alquileres a las casas que ya estaban construidas, pero en otro artículo se decía que por el alquiler de las casas nuevas los dueños cobrarían lo que consideraran acorde con los gastos realizados. Los ricos, Sarrá y esa otra gente que explotaban el problema de la vivienda, dejaron de arreglar las casas que tenían en propiedad en lugares como la Habana Vieja, las dejaban así sin importarles que se cayeran porque no podían sacarle más alquiler. Como los inmuebles nuevos permitían obtener más ganancias, los capitalistas de La Habana empezaron a fabricar casas en el Vedado, en la calle 17, por ejemplo.

Así aparecieron las casas y apartamentos del Vedado, en Línea, Calzada, y en Marianao. Muchos capitalistas se enriquecieron con las viviendas que alquilaban a la gente que venía para La Habana, que sin ser ricos venían a trabajar aquí y ganaban buenos sueldos.

¿Cuáles eran las principales diferencias entre los partidos políticos?

Cada partido político tenía un programa. El Liberal, el partido que llevó a la presidencia a Machado, tenía uno de los más lindos programas políticos de entonces. También tenía un programa muy lindo el PRC-A, el partido de Grau San Martín —que tomó el nombre del de Martí— y era el que más gente movía aquí. Grau, en su primera etapa presidencial, dictó una serie de artículos, de leyes y promovió reformas que ganaron mucha simpatía en el pueblo. El Partido Comunista tenía su programa, pero era más pequeño, aunque pesara bastante en la opinión pública. (El Partido Comunista nunca llegó a tener más de diez representantes en la Cámara y los auténticos tenían cincuenta.) Estaba el Partido Acción Unitaria de Batista, el Agrario Nacional y todos esos partiditos políticos, de los cuales algunos tenían votos únicamente en La Habana.

¿Cómo funcionaba el sistema de partidos?

Los partidos siempre acababan poniéndose de acuerdo. El PRC-A empezó siendo un partido de profesionales de mediana posición, que dependía del pueblo. Un grupo de ellos mantuvo siempre su limpieza, pero había otros que enseguida entraron en negocios sucios y si no entraron en ese tipo de negocios, nada hicieron para mejorar la situación de la gente de abajo. El Partido Comunista no podía decidir sobre eso, porque eran pocos sus representantes. El Partido tenía su programa, sus ideas, su periódico. Yo siempre fui simpatizante del Partido Comunista. Desde el año cuarenta en que me inicié, me gustaron las ideas comunistas y estuve muy vinculado con los compañeros en una lucha en la que no podía lograrse nada, pues sobre uno caía la amenaza de la prisión o de la muerte.[22]

Lo democrático

¿Cuál era el contenido democrático que tenía esa institucionalidad?

En el período anterior al golpe de Batista sí había un contenido democrático. Existía un sistema democrático burgués, atravesado por presiones de distinta especie, presiones militares, económicas, morales y sexuales.

Hubo etapas. Batista tomó el poder en el año 33, con el golpe del 4 de septiembre, era el jefe del ejército y disponía sobre todo. En el año cuarenta viene el problema de la guerra mundial y la nueva política de Rooselvelt, entonces Batista afloja, celebra elecciones —aunque amañadas—, se pone de acuerdo con los americanos, dice que es preciso combatir junto a Rusia, legaliza el Partido Comunista. Este Partido está presionándolo porque tiene gran influencia en el sector obrero, sus dirigentes son honestos, inteligentes, buenas personas, son dirigentes que escuchaban a la gente. Tenía muchas simpatías el Partido, que entonces se llamaba Unión Revolucionaria Comunista.[23] Los sindicatos principalmente estaban dirigidos por miembros del Partido Comunista, de una honradez a toda prueba. El Partido Comunista desarrolló la preparación de sus cuadros dirigentes, que pasaron escuelas. El Partido tenía entre sus miembros a figuras de gran talla intelectual, como Juan Marinello. Daba gusto oír a dirigentes obreros comunistas, a José María Pérez, que era guagüero, a Lázaro Peña, a Jesús Menéndez porque cuando hablaban le tocaban a usted la realidad de la vida, con sus sentimientos, sus dificultades. Eso es lo que los muchachos jóvenes como yo, y cualquier otra persona, querían oír y no escuchar historias sobre la lírica de Rubén Darío. Ellos planteaban el problema del retiro, de la tuberculosis, de las despalilladoras.[24]

Los otros partidos aprovecharon esas circunstancias también para democratizarse, como lo hicieron el Partido Liberal y el PRC-A. Después de las elecciones del 44 llegó al poder Grau San Martín, que tenía el aval de haber dictado durante su gobierno provisional aquellas leyes inspiradas por Antonio Guiteras, las primeras leyes sociales que se pusieron en práctica en Cuba. Aquel gobierno provisional nunca fue reconocido por los americanos y usaron a Batista para destituirlo [18 de enero de 1934]. Después, por esa coyuntura internacional, Batista aceptó el triunfo de Grau [1944] y éste ocupó la presidencia de la República. A su lado estaban una serie de personas con mucho arraigo popular como Eddy Chibás, el futuro presidente Carlos Prío Socarrás, y otros dirigentes de la juventud universitaria, varios de los cuales luego se convirtieron en millonarios, pero no puede negarse que aprobaron leyes muy beneficiosas.

Grau arrastraba mucha gente y gozaba de muchas simpatías, igual que Carlos Prío. Eddy Chibás también. El tiro que se dio quizás fue un momento de debilidad, pero el pueblo esperaba de él muchas cosas por su entereza, por su humanidad y su carencia de miedo para decir las cosas que tenía que decir, inclusive si era contra los americanos. Chibás contó mucho con el movimiento de las masas en las calles, con las ideas liberales, con la protesta. Hay que contar con él, con lo que hizo el Partido del Pueblo Cubano, el partido ortodoxo. Chibás no le iba de frente a los yanquis, porque sabía que si se ponía en contra del imperialismo era peor, pero creó un movimiento de masas importantísimo. 

La democracia y la corrupción

¿Cómo se conjugaron la corrupción y la democracia?

De 1940 al 52 fueron los años mejores de la democracia. Antes del cuarenta Batista hizo su pantomima de una dictablanda, que después —en los cincuenta— “debió” convertirse en una dictadura porque la gente no lo aceptaba y volvió a apretar la mano con los militares.[25] El militarismo le hizo mucho daño a este país, dio origen a una casta con mucho poder, que aprovechaba todo para sus casas particulares, manejaban el contrabando de carne de res, de puerco. En la época de la guerra [Segunda Guerra Mundial] estaban en el contrabando de gasolina, de alcohol, incluso se dice que llegaron a venderle a los alemanes.

Para la formación de una casta militar que respondiera a sus intereses, Batista llevó a cabo una serie de proyectos, uno de ellos fue la creación de las escuelas cívico- militares.

Las escuelas se fundaron después de la huelga de marzo del 35 y fueron aceptadas por unos y mal vistas por otros. En 1935 muchos maestros quedaron cesantes por irse a la huelga. El problema de la educación rural en Cuba era muy grave —nadie quería trabajar en el campo porque se pasaban muchas dificultades. Mi madre fue maestra rural en 1910, ella me hablaba de cómo la pasó en el campo, al final tuvo suerte y la pasó bien en casa de unos españoles que la acogieron con mucho cariño. Pero, en general, las pocas escuelas rurales siempre estaban abandonadas. Ante esa situación, Batista creó las escuelas cívico-rurales. Los maestros debían ser hombres porque las escuelas estaban en medio de la sierra, en los montes, y se quedaban a dormir allí. Yo creo que lo de las escuelas fue muy bueno. Batista creó un Instituto Cívico Militar en Ceiba del Agua, otro en Santa Clara, otro en Oriente. A ellos asistían los niños huérfanos de militares, ya eso no estaba bien, porque los huérfanos de zapateros no podían ir. Ya estaba el sentido de la casta. Batista también creó en la altura de Topes de Collantes un hospital antituberculoso. Hoy la gente está aterrorizada con el cáncer, pero en aquella época el terror era la tuberculosis. Quienes se enfermaban con ella podían considerarse muertos. El hospital tenía un inconveniente, que los médicos parece no vieron entonces: ¿cómo se va a curar la tuberculosis en un lugar donde hay frío, donde hay neblina? En la época de Grau el hospital pasó al Ministerio de Educación.

Yo estuve en el Instituto Cívico Militar de Ceiba de Agua, en ocasión de un Congreso de unificación de magisterios para el que nos llevaron hasta ese lugar a los maestros de todo el país. Eso fue en la época de Grau. Vi por dentro la institución. Aquello estaba… muy bueno, de punto y aparte, vaya.

La opinión pública

¿Qué peso podía llegar a tener la opinión pública en la toma de decisiones políticas?

La opinión pública se movía por medio de manifestaciones, periódicos, movimientos de masas. En Cuba el movimiento de masas ha tenido siempre una gran importancia, creo que desde la época de Tomás Estrada Palma, porque las manifestaciones que hubo en su época contra la Enmienda Platt fueron famosas, no crea usted que la Enmienda fue cosa de dos días. Eso fue un combate en la calle, aquí en La Habana, hay que leer sobre la lucha de Juan Gualberto Gómez, de Sanguily, de Alfredo Zayas en contra de la Enmienda Platt y las manifestaciones en la calle en contra de las estaciones navales que llamaban carboneras. Desde que Cuba se instauró como República existía un movimiento de masas. Las guerras independentistas del siglo XIX eran movimientos de masas, no era un grupo de aristócratas. Los aristócratas eran los jefes, ellos eran los que podían comprar los caballos, y fueron quienes las iniciaron, pero a ellos los secundaron la gente de abajo, los esclavos, los campesinos, las clases más humildes de la población. La gente humilde ha estado siempre en la historia de Cuba. Desde que llegó aquí Cristóbal Colón surgió el movimiento de los indios contra la esclavitud. Hatuey canalizaba una tendencia en contra de la explotación. Después vino el movimiento de los tabaqueros, de los vegueros. Había movimientos de masas donde quiera que la gente se asomara, en el 68, en la guerra chiquita, en el 95. En la República siempre hubo conciencia política, en otros países la gente dedica el tiempo a sus plegarias, pero aquí mucha gente se cagaba en Dios. Después cuando tenían un familiar enfermo en la casa le pedían a la Virgen de la Caridad que se lo curara, pero la blasfemia siempre estuvo en la boca de la gente pobre cuando sufría sus calamidades.

¿Cuáles cree que son los aportes principales de ese período a la historia del Estado y el Derecho en Cuba?

Hubo diferentes movimientos cuyos resultados se plasmaron en varias ramas del Derecho, que tomaron en cuenta a la masa popular. Fueron movimientos a favor de los enfermos, de la vejez, del voto femenino. Se reconoció a todas las personas mayores de 21 años el derecho al voto, decía “a todos los ciudadanos” con lo que quedaban incluidas las mujeres.

Las mujeres tuvieron mucha importancia en la elección de Grau, precisamente porque fue él quien aprobó el sufragio femenino y además estaba en contra de Batista. Este nunca tuvo simpatía de las masas. Los comunistas a finales de los treinta trataron de “vendérselo” a la gente, pero qué va, ni modo.[26] Era intragable. Yo en el año cincuenta di un viaje por los Estados Unidos. y coincidí en un mismo tren con Batista. Él cruzó por el vagón donde yo estaba, al lado mío iba un polaco exiliado allá por culpa del gobierno de Prío. Batista nos saludó: “Son cubanos, ¿cómo están?”, me pareció amable en ese momento. Sin embargo, tenía una actitud repulsiva cuando hablaba en la tribuna.

Los movimientos de masas eran fundamentales para lograr modificaciones en las leyes. El más activo era el Partido Comunista a través de la CTC, de la federación de trabajadores campesinos, de las amas de casas. El Partido Comunista sacó a las mujeres para la calle, y desarrolló su conciencia política para que no estuvieran en la casa fregando y mirando por detrás de las persianas. Las mujeres ocuparon posiciones destacadas porque el Partido las puso en el tapete. Además de luchar contra la discriminación de la mujer también se enfrentaban a la discriminación de los negros, de los campesinos. Los demás partidos no tuvieron más remedio que aceptar eso.

Este texto fue publicado en: La imaginación contra la norma. Ocho enfoques sobre la república de 1902, La Habana, Ediciones La Memoria, 2004, ISBN: 959-7135-27-2.


[1] Enrique José Varona decía en De la colonia a la República: “Los Estados Unidos han salvado a Cuba para la civilización y la humanidad; y éste que es un título eterno a nuestra gratitud, les da, a los ojos del mundo y en el estado actual de esas relaciones que se amparan del nombre de Derecho Internacional, un título que ninguna potencia les disputará, a considerarse parte en la constitución de nuestro gobierno definitivo”. Infiesta, Ramón. Historia Constitucional de Cuba, La Habana, Cultural, S.A, 1951, p. 284

[2] Pino-Santos, Oscar. “Lo que fue aquella República. Protectorado y neocolonia”, Contracorriente, No. 5, junio, 2001. (versión digital: http://www.contracorriente.cubaweb.cu)

[3] Fernando Martínez Heredia llama a este período “segunda república burguesa neocolonial”. Oscar Pino- Santos le llama “neocolonia” al régimen que siguió a 1933, porque entiende que la mejor definición para el período 1902-1934 es la de “protectorado”. Pino-Santos, Oscar, Ob.cit. y Martínez Heredia, Fernando. “Nacionalizando la nación. Reformulación de la hegemonía en la segunda república cubana.” En Pensamiento y Tradiciones Populares: estudios de identidad cultural cubana y latinoamericana, Ana Vera Estrada (comp), La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2000, pp.29-50

[4] En rigor, la crítica al status quo había comenzado a cobrar organicidad, entre diversos sectores, desde 1923. La Protesta de los Trece, la Falange de Acción Cubana, el Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes, el Primer Congreso Nacional de Mujeres, entre otras agrupaciones y eventos, habían postulado la urgencia de moralizar la vida pública cubana. A partir de 1930 un grupo importante de profesionales, bien establecidos en la vida económica y social del país, creó la Junta de Renovación Nacional, presidida por Fernando Ortiz, con el objetivo de darle a Cuba un gobierno democrático y honrado, defendido por una civilización nacional. En 1925, siendo Presidente de la República Gerardo Machado, Francisco Carrera Jústiz, profesor de Derecho Público de la Universidad de La Habana, en una crítica dirigida al Congreso consideraba que nada se avanzaría sustancialmente en el plano democrático de no existir una política constructiva en el plano social. Funes Monzote, Reinaldo. “Cuba: república y democracia (1901-1940)”, en Debates Historiográficos, La Habana, Ciencias Sociales, 1999, pp175-221

[5] Ver Martínez Heredia, Fernando. “Nacionalizando la nación. Reformulación de la hegemonía en la segunda república cubana.” En Ob. Cit., p. 38

[6] Whitney, Robert. “Observaciones sobre el Estado y la Revolución en Cuba. 1920-1940”, Temas, No. 24-25, enero-junio 2001, pp. 88 y 89

[7] Portell Vilá asegura: “El Presidente Mendieta y sus consejeros sabían que tenían el respaldo de los Estados Unidos para mejorar las condiciones económicas del país. El nuevo Jefe del Ejecutivo [norteamericano] inmediatamente anunció que la enmienda Platt desaparecería y los señores [Cosme de la] Torriente y [Manuel] Márquez Sterling insistieron sobre este punto como una hazaña de su gobierno en las relaciones internacionales. La verdad era que eso se sabía después de los pronunciamientos del Secretario [Cordell] Hull en la Conferencia de Montevideo.” Portell Vilá, Herminio. Nueva Historia de la República de Cuba, La Moderna Poesía, Miami, 1996, p.431. Tabares del Real piensa que: “la política de ´buena vecindad´ tenía muy en cuenta la oposición latinoamericana al intervencionismo que Washington había practicado en el hemisferio durante los primeros decenios del siglo XX.” En ese contexto, la adopción de un conjunto de decisiones, como la abolición de la Enmienda Platt, la ley de cuotas azucareras y el Tratado de Reciprocidad Comercial “constituirían las manifestaciones principales del replanteo de la dependencia neocolonial cubana.” Tabares del Real, José. La Neocolonia. Organización y crisis. De 1899 hasta 1940, La Habana, Editora Política, 1998, p. 322

[8] La Asamblea Constituyente se inició finalmente el 9 de febrero de 1940, luego de tres años de posposiciones. La voluntad nacional de concertación hizo coincidir a once partidos en dos bloques electorales: la Coalición Socialista Democrática y el PRC-A. La Coalición Socialista Democrática postuló a Fulgencio Batista y a Gustavo Cuervo Rubio, como presidente y vicepresidente, y estuvo compuesta por los partidos Unión Nacionalista, Conjunto Nacional Democrático, Nacional Revolucionario (Realistas), Popular Cubano, Liberal y Unión Revolucionaria Comunista. El opositor PRC-A postuló a Ramón Grau San Martín para la presidencia y a Carlos E. de la Cruz para la vicepresidencia, y estuvo integrado por los partidos Acción Republicana, ABC y Demócrata Republicano.

[9] En la historiografía más reciente esta visión es compartida por varios autores. Rosete Silva, H. y Guanche, Julio César. “Nadie se baña dos veces en el mismo río”, entrevista con Berta Álvarez, publicada (parcialmente) en Alma Mater, Enero, 2001, pp.8-9.; Guanche, Julio César, “La Constituyente del 40 es una lección de madurez nacional”, entrevista con Berta Álvarez; Tabares del Real: “Batista: contrarrevolución y reformismo.1933-1945”, Temas, No. 24-25, enero-junio 2001, pp.66-82, Pérez-Stable, Marifeli: “Política y reformismo en Cuba. 1902-1952”, Temas, No. 24-25, enero-junio 2001, pp.56-65

[10] Gutiérrez, Gustavo. Proyecto de la Nueva Constitución para la República de Cuba. Con el proyecto del Congreso de 1936, s/e, La Habana, 1940, p.54

[11] Citado en Rasco, José Ignacio. “Nacionalismo en la Constitución de 1940”. En La Constitución de 1940. Ciclo de Conferencias, Miami, s/e, 1991, p.125

[12] Tabares del Real, José. “Batista: contrarrevolución y reformismo.1933-1945”, Temas, No. 24-25, enero-junio 2001, p.80

[13] Portuondo del Prado, Fernando. Historia de Cuba, La Habana, Editorial Pueblo y Educación (9na edición, tomada de la 5ta), 2000, p. 621

[14] El profesor Carreras es famoso por el tipo de exámenes que aplica. Ha sido capaz de preguntar el contenido de la Real Cédula de 13 de abril de 1628, sin que ella tenga la menor importancia, pero eso le ha ganado un lugar en la mitología y el anecdotario de quienes logran aprobarle.

[15] El veinte de mayo de 1902 tomó posesión como Presidente de la República de Cuba Tomás Estrada Palma, tras resultar vencedor con el 47, 32% de los electores inscritos. La elección de Estrada Palma fue objetada desde el momento mismo de la Constitución de la Junta Electoral. Bartolomé Masó y sus partidarios se habían retraído, alegando la parcialidad de los miembros designados para la Junta, todos correligionarios y simpatizantes de Estrada Palma. Finalmente, triunfó este último como candidato único, abriendo un período de gobierno señalado como honesto en la administración pública. Postulado por segunda vez a la presidencia por el Partido Moderado, Estrada Palma obtuvo la mayoría a través de métodos violentos. Cuando el veinte de mayo de 1906 tomó nuevamente posesión del cargo de Presidente, los liberales se levantaron en armas. La institucionalidad republicana se vino abajo.

[16] El Presidente de la República era elegido por cuatro años para el desempeño de su cargo y, siguiendo el modelo norteamericano, nadie podría ser presidente durante tres períodos consecutivos. El Presidente gozaba de amplias prerrogativas. La Cámara estuvo formada, según el artículo 48 de la Constitución de 1901, por un representante cada 25 mil habitantes, o fracción de más de doce mil quinientos, elegidos por cuatro años y a través del sufragio directo. El Senado se componía de 4 senadores por provincia, es decir, 24 senadores, que se mantendrían por ocho años. En las provincias existían como órganos de gobierno el Consejo Provincial y un Gobernador, que podía ser sustituido temporalmente por el Presidente de dicho Consejo. En los municipios existían los alcaldes, los ayuntamientos y los concejales.

[17] La Constitución cubana de 1901 reguló que el derecho de sufragio se concedía a los ciudadanos cubanos “varones”, mayores de 21 años. La reforma de 1928 aprobó el sufragio femenino, pero dejó su disposición a una ley futura, nunca promulgada. Después de 1933 esa reforma constitucional quedó sin vigor. El Gobierno de Grau reconoció el voto femenino, también el de Mendieta. Sobre la base de las disposiciones de estos dos últimos gobiernos, la Ley Constitucional de 1935 reconoció el sufragio de las mujeres, que ellas pudieron ejercitar por primera vez en las elecciones de 1936.

[18] Alfredo Hornedo Suárez era dueño de la Empresa Editora El País, que producía el matutino Excelsior y el vespertino El País, y era asimismo el principal propietario de la empresa Editora El Crisol, S.A. (su sobrino Alfredo Izaguirre Hornedo era el presidente), que publicaba el periódico El Crisol. Hornedo construyó el Casino Deportivo de La Habana (el Balneario al que se refiere Julio Carreras, sito en calle Primera entre 2 y 8, Miramar) como consecuencia del rechazo que sufriera para ser admitido en los clubes HBYCC y HYC, debido a su raza mestiza. No obstante, su club tampoco admitió a los no blancos, aunque no llegó a gozar del favor de las clases altas. La Plaza del Mercado a la que se refiere Julio Carreras es el Mercado General de Abasto y Consumo, conocido como Mercado Único. Alfredo Hornedo era además uno de los principales propietarios de bienes inmuebles y poseía cines y clubs, entre otros bienes. Hornedo fue Concejal del Ayuntamiento de La Habana en 1914, y su presidente en 1916, representante a la Cámara desde 1918, fue presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara durante el Gobierno de Machado, senador y jefe del Partido Liberal desde 1939 hasta 1947, año en que lo sustituye Ricardo Núñez Portuondo. Jiménez, Guillermo. Las empresas de Cuba.1958, Ediciones Universal, Miami, 2000, pp 164, 285, 295, 358, 434 y 554.

[19] Los partidos que más delegados llevaron a la Constituyente del 40 fueron: Partido Revolucionario Cubano-(Auténtico), 18; Partido Liberal, 16; Partido Democráta Republicano, 15; Partido Unión Nacionalista, 9; Partido Unión Revolucionaria Comunista, 6. Las profesiones de los diputados a la Convención Constituyente fueron: Abogados, 31; Médicos, 14; Propietarios, 5; Hacendados, 2; Comerciantes, 3; Militar Retirado, 1; Ex Militar, 1; Periodistas, 4; Procuradores, 2; Dentistas, 1; Colono (Cañero), 1; Industrial, 1; Ganadero, 1; Farmacéutico, 1; Agricultor, 1; Doctores en Ciencias, 2; Arquitectos, 1; Ingenieros, 2; Notarios, 2; Colono, 1; Albañil, 1; Pailero, 1; Maestro, 1; Empleado, 1; Zapatero, 1.

[20] Las sesiones de la Asamblea Constituyente pueden dividirse en dos períodos. El primero estuvo presidido por Ramón Grau San Martín y se distinguió por la discusión de problemas políticos relacionados con la soberanía de la Asamblea, lo concerniente a la magistratura y se debatió la parte dogmática de la Constitución, entre otros asuntos. Fue un período de agudos enfrentamientos entre los partidos y de prolongadas polémicas, tras las cuales solo se aprobaron cincuenta artículos en el transcurso de dos meses y ocho días. El segundo período fue presidido por Carlos Márquez Sterling, caracterizado por una agilidad mucho mayor en los procedimientos, que permitió aprobar los 236 artículos restantes, así como las numerosas disposiciones transitorias. Estas dos etapas en el trabajo de la Constituyente responden a la cambiante correlación entre las coaliciones partidistas.

Con la Constitución del 40 el número de senadores aumentó de seis a nueve. Algunas propuestas, no obstante, solicitaban la supresión completa del Senado. En ese sentido se pronunció Juan Marinello que consideraba ese órgano como inactual, una “añagaza reaccionaria”. Por algo, aducía el intelectual marxista, “las Constituciones más recientes se deciden por el unicameralismo.” La Cámara de Representantes mantuvo atribuciones similares a las de 1901, pero con la nueva Carta Magna se integraría con un representante por cada 35 mil habitantes o fracción mayor de 17 mil quinientos.

[21] El Congreso después de 1940 mantendría las mismas atribuciones y principios de funcionamiento, aunque con las características singulares de un semiparlamentarismo. Sobre la función ejecutiva, quedó regulada la elección del Presidente por sufragio universal directo y secreto, a diferencia de la Constitución de 1901 por la cual la elección del Presidente se hacía por sufragio de segundo grado. Además, con la Constitución del 40, el llamado Poder Ejecutivo estaría integrado por el Consejo de Ministros que asistiría al Presidente, según las atribuciones que le fueron conferidas a dicho Consejo. El sistema presidencialista de 1901, estaba integrado por el Presidente asistido por los Secretarios de Despacho, el Vicepresidente, el Senado y la Cámara. Si la primera constitución cubana del siglo XX perfiló un sistema de gobierno presidencialista, el sistema configurado por la del 40 fue semiparlamentarista. La causa puede encontrarse en la reacción fraguada contra el tipo de gobierno presidencialista que tuvo Cuba. No obstante, Gustavo Gutiérrez, quien había presentado un proyecto de Constitución en 1936 que fue base en las discusiones de la Constituyente, calificaba el sistema de “presidencialista racionalizado”, por cuanto se trataba de un “sistema presidencialista de matiz parlamentario con determinadas limitaciones referentes al planteamiento de las cuestiones de confianza (…) que se apoya en la experiencia de los países democráticos, que aconseja una regulación y armónico enlace de las atribuciones de las Cámaras y de la autoridad del Gobierno.” Gutiérrez, Gustavo. Proyecto de la Nueva Constitucion para la República de Cuba. Con el proyecto del Congreso de 1936, s/e, La Habana, 1940, p.125.

[22] Antes, desde 1906 hasta 1933, los partidos Liberal y Conservador —este sucedió al Partido Moderado— se habían rotado el poder en la política cubana. El Conservador respondió al caudillaje de Mario García Menocal, héroe de la Guerra del 95 en Oriente. El Partido Liberal, por su parte, era liderado por José Miguel Gómez, héroe y jefe mambí de gran prestigio en la provincia villareña. Con frecuencia, y en consonancia con la estructura de esos partidos, sus nombres eran sustituidos por el de Menocalistas y Miguelistas. El propio Julio Carreras, en el texto que sirve de base a la docencia universitaria en esta materia afirma: “La organización de cada partido responde a un engranaje dirigido por los caudillos provinciales, los caciques municipales y los sargentos de barrio. A los afiliados se les moviliza de acuerdo con la simpatía, la pasión y el agradecimiento de favores. Pueden encontrarse en las filas del Partido Conservador nombres francamente liberales en el más puro sentido de la palabra y dirigentes liberales ultraconservadores. La dirección del Partido Liberal y la del Partido Conservador incluía mambises, latifundistas, autonomistas, anexionistas, curas, anarquistas, patronos, comerciantes, españoles cubanizados, abogados, médicos, antiguos bandoleros, racistas, y algunos negros de valor intelectual y prestigio mambí. Los Partidos Liberal y Conservador integraron una oligarquía impenetrable. Se cuidaban las espaldas en los cambios de gobierno. El personalismo que caracteriza el proceso a escala nacional se repetía en las provincias y los municipios. A los grandes caudillos los seguían los caudillitos y los jefes de barrios, todos con amigos, simpatizadores y una clientela favorecida o esperanzada, que pensaba obtener una posición.” Carreras, Julio. Historia del Estado y el Derecho en Cuba, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, pp. 363-364

[23] Unión Revolucionaria había surgido como un partido municipal y fue empleado por el clandestino Partido Comunista a principios de 1937. Legalizado el Partido Comunista en 1938, se fusionaría al año siguiente con Unión Revolucionaria con el nombre de Partido Unión Revolucionaria Comunista. En 1943 fue rebautizado Partido Socialista Popular. En 1962 se integró a las Organizaciones Revolucionarias Integradas, compuestas además por el Directorio Revolucionario 13 de marzo y el Movimiento 26-7, organización que dio paso al Partido Unido de la Revolución Socialista y finalmente, en 1965, al Partido Comunista de Cuba.

[24] Sobre el desempeño de los comunistas y los auténticos al frente del movimiento sindical ha escrito Marifeli Pérez-Stable: “En 1947 los comunistas perdieron el control del movimiento obrero. En 1949 un nuevo Congreso de la CTC eligió como Secretario General a Eusebio Mujal y consolidó el mandato auténtico sobre la burocracia sindical. Comparado con los comunistas, que habían conducido las luchas obreras durante dos décadas, a los líderes auténticos les faltaba legitimidad entre los trabajadores de base. Bajo el mando de los auténticos la CTC no se resistió al legado de los viejos políticos: la nueva dirección se apropió de la burocracia sindical como trampolín para acceder a cargos públicos y como fuente de enriquecimiento personal.” Pérez-Stable, Marifeli. “Política y reformismo en Cuba. 1902-1952”, Temas, 24 y 25, enero-junio 2001, pp.63 y 64

[25] Fulgencio Batista se presentó como candidato por la Coalición Socialista Democrática (CSD) a las elecciones de 1940. Resultó electo presidente, aunque casi la tercera parte de los miembros de la CSD (320 138 personas) se abstuvo o votó en contra. En total, capitalizó el 41,58% de los votos de los electores inscritos. Las elecciones de 1944 marcaron un punto de giro hacia el autenticismo, que se prolongaría hasta el golpe de estado de 1952. Entre 1940 y 1944 el PRC-A había duplicado su membresía (467 208 miembros) y se presentó a elecciones junto al Partido Republicano, en la llamada Alianza Auténtico Republicana, llevando al poder a Ramón Grau San Martín. La oficialista CSD —entonces integrada por los partidos Liberal, Demócrata, Socialista Popular y ABC—, fue derrotada a pesar de contar en sus filas con más de la mitad de los electores registrados. La creación del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), con la base de masas que generó, fue la respuesta al incumplimiento sistemático de las promesas electorales por parte del PRC-A y a la apertura de los auténticos a la corrupción, el gangsterismo, el nepotismo y el robo, entre otros males. En 1948 obtuvo la presidencia Carlos Prío Socarrás, también por el PRC-A, que igualmente se presentó en esa ocasión a través de la Alianza Auténtico Republicana. Prío obtuvo el 45% de los votosemitidos, que equivalía al 36% de los electores inscritos. Si en 1940 participaron 11 partidos en las elecciones, en 1944 lo hicieron siete y en 1948 solo seis. En 1951 se realizaron las inscripciones para las elecciones de los años siguientes. La estrategia seguida por la tendencia auténtica fue la creación de Séxtuple Alianza, coalición integrada por el PRC-A, el Partido Nacional Cubano, la Alianza de la Cubanidad, el Partido Demócrata, el Liberal y el Republicano. La oposición estuvo representada por tres partidos independientes: el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), cuyo triunfo se daba por cierto; el Partido Acción Unitaria, de Fulgencio Batista; y el Partido Socialista Popular, cuyas fuerzas habían mermado, llegaba apenas a 59 900 afiliados, como consecuencia de la campaña anticomunista iniciada con la Guerra Fría. Las elecciones de 1952 no se realizaron, roto el hilo constitucional por el golpe del diez de marzo. Dos años después la dictadura intentó legalizar la situación de facto imperante en el país y celebró elecciones. Batista fue candidato único por la Coalición Progresista Nacional, integrada por la alianza entre los partidos Acción Progresista (antiguo PAU, creado por Batista en 1949), el Liberal, el Demócrata y el Unión Radical (batistiano). En 1958 otra farsa de elecciones dio el triunfo, con el 16% de los electores registrados, a Andrés Rivero Agüero, “líder” de la Coalición Progresista Nacional (del gobierno), que reunía a cuatro partidos (Acción Progresista, Liberal, Demócrata y Unión Radical) frente a otros tres “opositores” (Partido del Pueblo Libre, PRC-A y Partido Unión Cubana).

[26] Se refiere al apoyo dado por el Partido Unión Revolucionaria Comunista a Fulgencio Batista durante un tramo del camino hacia la Constituyente de 1940, alianza que continuaría hasta 1944.

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AUTOR

Julio César Guanche (La Habana), 16 de octubre de 1974, es un investigador, historiador, editor y ensayista cubano. Desde 1998 hasta junio de 2001 laboró como director de la revista Alma Máter, órgano de la Federación Estudiantil Universitaria de Cuba. Entre julio de 2001 y enero de 2006 trabajó en el Instituto Cubano del Libro, donde dirigió, las editoriales Cuba Literaria (revista electrónica), Editorial de Ciencias Sociales, y la Editorial científico técnica [1].. Realizó estudios de maestría en Derecho en la Universidad de La Habana, que finalizó en 2000. Se graduó de una maestría en Derecho Público en la Universidad de Valencia (Reino de España). En 2017 finalizó un doctorado en Ciencias Sociales, con mención en Historia por la universidad FLACSO-Ecuador [2]. Fue Profesor adjunto de la Universidad de La Habana. Asesor del Presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Alfredo Guevara. Luego se desempeñaría como director Adjunto del mencionado Festiva. Ha participado de los comités editoriales de las revistas: La Jiribilla, Ruth, Cuadernos de Pensamiento Crítico, Tema, Sin Permiso, OSAL y Cuban Studies. Coordinó la colección Biblioteca Marxista en la editorial habanera Ocean Sur   y fue uno de los coordinadores del taller permanente «Revolución bolchevique, historia de la Unión Soviética y Cuba. Análisis crítico socialista desde el siglo XXI» [1].. De 2014 a 2017 fue miembro del Consejo de Dirección del “laboratorio de ideas” Cuba Posible. En diciembre de 2020 lanzó junto a otras 11 personas un manifiesto titulado Articulación Plebeya a propósito de los sucesos ocurridos en el Ministerio de Cultura de la República de Cuba.

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