Leonardo Padura: “Ninguna sociedad debería limitar el derecho a la discrepancia”

En Cuba hemos vivido momentos de intensa censura, de obras y de creadores; tiempos en que públicamente se ha impuesto un solo pensamiento y se ha reclamado la unanimidad”. Foto: Cortesía de Leonardo Padura{

Por Alex Fleites* — Cortesía de OnCubaNews

“En Cuba hemos vivido momentos de intensa censura, de obras y de creadores; tiempos en que públicamente se ha impuesto un solo pensamiento y se ha reclamado la unanimidad”.

Leonardo Padura, el más publicado, más leído, más traducido y más controversial escritor cubano de la actualidad, va terminando este fatídico 2020 a todo tren. Distinciones internacionales, éxito de crítica y de público, intensas jornadas virtuales en ferias del libro, congresos y seminarios lo han traído a la carrera. A esta altura “del campeonato” exhibe un cansancio gozoso, el del que cumple, alegremente, un destino: ficcionar, novelar, crear realidades especulares que hurgan en nuestro intrincado ser nacional y que, quieran o no, lo revela.

Hasta su casa de Mantilla nos fuimos para el abrazo navideño. Comparto nuestra charla con los lectores de OnCuba. 

¿Cómo has sobrellevado el 2020?

Creo que este ha sido un año raro, complicado y revelador para casi todos nosotros. Se han destapado muchas cosas ante un fenómeno como una epidemia que mata, y eso nos provocó temores muy viscerales, porque nos demostró lo débiles que somos. Una sola molécula grasosa y fea puso en jaque a la humanidad, y de paso ha sacado algunas de las actitudes mejores y peores de los seres humanos, como suele suceder en los tiempos críticos.

En mi caso, canceló los numerosos viajes de trabajo al extranjero que suelo hacer, y la cantidad de visitas que suelo recibir acá en Cuba, pero sin que disminuyera la intensidad del trabajo. Al contrario. Entonces, además de escribir, he tenido una agenda intensísima de presentaciones, conferencias, entrevistas, siempre por vía digital, y he asistido a más ferias del libro y congresos literarios que nunca. Por la parte creativa, mientras tanto, fue un buen momento para realizar la versión final de Como polvo en el viento y, en medio de todo ese trabajo promocional para su puesta en circulación, escribir las primeras y las más difíciles 50 páginas de una nueva novela. 

En varios países ha comenzado a extenderse el uso de diversas vacunas para la inmunización contra el Sars-Cov-2. ¿Crees que la llamada “nueva normalidad” está a la vuelta de uno, dos meses? ¿Cómo ves el combate de este virus en Cuba?

Espero que la nueva normalidad vacunada llegue pronto, porque el síndrome del cansancio está superando, incluso, esos temores de los que antes te hablaba. Resulta que vamos a cerrar el año con más casos diarios de contagios en casi todo el mundo, con confinamientos que regresarán, con más gente que morirá, con más negocios que quebrarán, con más desastre… Cuba tampoco se va a librar de ese panorama, porque era necesario abrir las fronteras y, por ellas, admitir más contagios.

Económicamente, no sé cuál será la proporción de las ganancias frente a las pérdidas, pero eso fue lo que se decidió, luego de meses de un trabajo contra la pandemia que consiguió su control hasta donde era controlable. Yo espero que aparezca por acá alguna vacuna, una de las Soberanas, la china, la rusa, la que sea, y soy de los que está dispuesto a vacunarse. Hasta contra la rabia.

Por las razones que conocemos, Como polvo en el viento, tu última novela publicada, no ha contado con las giras promocionales habituales. ¿Ha afectado este hecho la recepción y venta de la obra? ¿Qué retroalimentación has recibido de público y crítica?

La novela salió a finales de agosto en España, y unas semanas después en América Latina. Tenía programadas giras por España, luego Argentina, Chile y Uruguay, y cerrar el año en la FIL de Guadalajara, México. Aunque no pude estar presencialmente en ninguno de esos lugares, virtualmente estuve en todos, pero, además, en Colombia, en la FIL de Lima y el “Hay Festival” de Arequipa…

No sé hasta qué punto el hecho de no estar físicamente influyó en los niveles de venta, pero la novela ha estado entre los diez primeros libros vendidos en España, Argentina, México y Colombia, o sea, en los centros editoriales más importantes de la lengua y en todos esos países he hecho distintas actividades promocionales. Así que la respuesta del público ha sido muy favorable, y también la de la crítica, que ha dicho cosas muy halagadoras de la novela, con lecturas muy ajustadas a lo que yo me propuse con ella, pues no solo ha sido leída como una novela sobre la diáspora y la lejanía, sino también como una historia de fidelidades y arraigos. Nada, que parece que la novela le ha funcionado bien a muchos lectores en muchas partes, aun siendo un relato extenso y con una estructura complicada. 

Babelia, en España, ha señalado a Como polvo en el viento entre los 50 títulos más significativos de todos los géneros, publicados este año.

Mira tú. No lo sabía.

En Cuba, casi simultáneamente con su lanzamiento oficial en Barcelona, el 25 de agosto, la novela comenzó a circular, en edición electrónica pirata, aunque sin fines de lucro, por las redes sociales. 

Bueno, “no sin fines de lucro”. Alguna gente la ofrecía en venta, incluso anunciándose en Revolico. El caso es que una copia del PDF editorial salió de Colombia y empezó a circular, y luego se le unió la copia del formato digital oficial. Eso es algo que hoy en día resulta casi normal, aunque no deja de ser doloroso para el escritor, que vive de sus derechos. Pero en el caso de Cuba, lo digo sinceramente, ha sido una satisfacción, pues no sé cuándo los cubanos podrán leer ejemplares de la novela que, espero, será publicada por alguna editorial de acá.

La novela anterior, La transparencia del tiempo, que es del 2018, aún no ha salido; quizás se imprima el año próximo. Pero esas copias piratas han circulado profusamente en Cuba, y mucha gente me ha dicho algo de la novela, y de ahí mi satisfacción. Es un libro que me interesa mucho que los cubanos puedan leer, ante las dificultades, demoras y trabas de nuestro sistema editorial, que al final imprimirá tres o cuatro mil ejemplares de la obra. Ten en cuenta que en España salió con una primera edición de 23 mil, y ya va por cinco ediciones (más de 40 mil ejemplares). Me reconforta que mis compatriotas que viven en la isla hayan podido leer el libro y se identifiquen con la historia, o las historias, que narro en él.

¿Es cierto que antes de emprender cualquier proyecto narrativo de envergadura lees por enésima vez Conversación en la Catedral, la célebre novela de Vargas Llosa?

Es cierto. Y lo hago porque esa novela en específico me moviliza, me provoca, me reta. Hasta ahora no ha dejado de hacerlo. Su estructura, sus personajes, sus estrategias narrativas son avasallantes, y el libro se convierte en algo así como una meta a la que siempre aspiro. Si lo llego a rozar o no es otra cosa, lo importante es la incitación.

Recientemente recibiste la medalla Carlos Fuentes, una de las distinciones más importantes que otorga México, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, este año realizada de manera virtual. ¿Es el autor de Terra Nostra un escritor que admiras particularmente?

Sí y no. Entre los autores de ese pelotón en el que figura Carlos Fuentes (pues no puedo decir que es una generación, ni un grupo, así que pelotón) hay otros que me resultan más afines. Ahí está el caso de Vargas Llosa, del que ya hablamos. También está Carpentier, sobre el que he escrito dos libros y varios ensayos, que me ha dado una visión problemática de la Historia; o Cabrera Infante, con su geografía habanera y, sobre todo, con su uso del habanero literario, del cual soy deudor. Sumo a Rulfo, del que aprendí mucho en la contención, en la necesidad de “escribir con el hacha”. De Carlos Fuentes admiro, sobre todo, sus primeras obras, en especial tres: La región más transparenteLa muerte de Artemio Cruz y el relato “Aura”. Creo que ese es el mejor Fuentes, aunque el de Terra Nostra o Cristóbal Nonato es también un narrador impresionante.

De cualquier forma, recibir la medalla que lo honra y que me honra ha sido una gran alegría. Si conoces la lista de autores que la han ganado antes sabrás por qué. 

Herta Müller, Jonathan Franzen, Nélida Piñón, Paul Auster, Salman Rushide, entre otros.

Lamento que las autoridades culturales y los medios de prensa de nuestro país, insistiendo en su política con respecto a mí, no hayan difundido que un escritor cubano esté (con el premio) entre esa lista de ilustres. Tengo la impresión de que a la literatura cubana le debería importar ese reconocimiento. No sé hasta cuándo habrá personas en Cuba que decidan qué debemos o podemos leer, ver y saber.

Cita los cinco escritores que decidieron inequívocamente tu inclinación por el ejercicio de la literatura.

He mencionado a algunos ya, todos autores iberoamericanos. Otros cinco son muy fáciles de mencionar: Hemingway, Salinger, Truman Capote, Sartre y Camus. Sin olvidar la revelación que fue en su momento Vázquez Montalbán y sus novelas del personaje Pepe Carvalho.

El 15 de agosto de 2019 visitaste al expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva en la cárcel de Curitiba. Ese hecho resultó controversial para ambos extremos del espectro político cubano. En declaraciones dadas a la prensa en esa ocasión, señalabas que “es un derecho universal del hombre tener libertad de opinión política, siempre que estas acciones, ideas, actitudes no generen manifestaciones de odio, xenofobia, discriminación o persecución de otras personas”. Hasta donde sé, entre todos los órganos nacionales oficiales solo CubaDebate se hizo eco del suceso: reprodujo una nota aparecida en El Público, de España. ¿Por qué crees que fuiste tan duramente criticado entonces?

Eso que dije unos minutos después de salir de la cárcel, mientras esperaba el vuelo de Curitiba a Sao Paulo, es lo que sostengo todavía hoy, porque sigo pensando igual sobre las libertades individuales y sociales del hombre. La crítica de algunos y el silencio de otros son las actitudes habituales que recibo por cada trabajo que hago, por cada gesto que realizo y, de alguna forma, refleja los extremos entre los que se mueven las opiniones de mis compatriotas de fuera y de dentro. Palos porque bogas y palos porque no bogas, se decía antes. Aunque detrás de muchas de esas opiniones, críticas o incluso silencios creo advertir otras motivaciones, incluso más perversas y pobres que las inclinaciones políticas.

En mi caso, y en particular en este caso, solo respondí a lo que considero un deber: la fidelidad. Desde hace años, cuando El hombre que amaba a los perros se convirtió en Brasil en un libro de referencia, he estado varias veces con el presidente Lula en su fundación. Él se había leído el libro, quería comentarlo conmigo, y yo accedí, porque tengo una confesada admiración y respeto por las políticas sociales del PT durante sus años en el gobierno, cuando favoreció a millones de brasileños. Eso lo dicen las estadísticas, no los discursos.

El mismo Lula que me ofreció su amistad, cuando supo que yo estaría en Brasil, les pidió a mis editores que facilitaran la visita. Por supuesto, yo acepté. Fui a ver a un amigo cuando estaba jodido, fui a título personal, y volvería a ir si fuera el caso.

¿Y si no hubiera ido pudiendo hacerlo, qué habrían dicho de mí los que me criticaron por ir?

¿Consideras la libertad de expresión, en el contexto cubano, una utopía o una aspiración que pudiera concretarse en un futuro más o menos próximo?

La libertad de pensamiento, de expresión y de creación es una necesidad social. No tenerla implica un lastre, una ausencia lamentable. En Cuba hemos vivido momentos de intensa censura, de obras y de creadores; tiempos en que públicamente se ha impuesto un solo pensamiento y se ha reclamado la unanimidad. Esa unanimidad sí es utópica; ninguna sociedad puede ser unánime, y ninguna sociedad debería limitar el derecho a la discrepancia, salvo aquellas ideas que sean lesivas a la dignidad humana. Hoy el mundo vive una circunstancia en que el flujo de la información es prácticamente indetenible, y la gente lee, y luego piensa. La gente que lee y piensa.

He sido víctima de procesos de censura. El más visible fue el de la película Regreso a Ítaca, “desprogramada” de un Festival de Cine de La Habana. Y otros más invisibles, como —redundancia necesaria— la política de invisibilización de mi trabajo, por estar vetado o limitado en los medios del país. Como cualquier sociedad, la cubana necesita esas libertades, que incluso refrenda la Constitución, pero que determinadas personas siempre intentan coartar, por motivos políticos o coyunturales.

El que opina diferente en muchas de las alternativas del espectro social no siempre es el enemigo. Y tener una visión más realista, permisiva con las diferencias, es una necesidad en una sociedad que vivió, incluso, las conocidas represiones por creencias religiosas o preferencias sexuales. ¿Te acuerdas de aquello? Hay gente para la que esos hechos nunca ocurrieron en Cuba.

Desde que fue posible serlo legalmente, en 1996, adquirí la condición de artista independiente. Esa independencia laboral, jurídica incluso, la he practicado desde mi escritura. Si no me hubiera sentido libre, no habría escrito las novelas que he escrito. Novelas y libertad por las que pago consecuencias, como esas censuras y silencios de los que antes te hablé. Novelas como Herejes, en la que reflexiono sobre la libertad de elección y pensamiento, lo que los judíos llamaron “el libre albedrío”, y sobre las consecuencias que puede traernos practicar esa libertad, incluso en las sociedades que se proclaman más democráticas y permisivas.

¿Podemos los cubanos abstraernos de la influencia histórica que han supuesto los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos, para crear una sociedad que nos satisfaga, que nos incluya en toda la extensión de la palabra “diversidad”, más allá del estatus de plaza sitiada?

Ojalá pudiéramos sustraernos de las tensiones que implican las relaciones con Estados Unidos. Eso lo abarca todo, de la cultura a la economía, de la política al estatus de la nación. Ese es un proceso de larga data histórica y de pesadas consecuencias, que sería difícil bosquejar siquiera en el espacio de una entrevista. Es un fenómeno que he estudiado mucho para la novela que estoy escribiendo, que tiene un sector del argumento que ocurre en los inicios del siglo XX, período especialmente crítico de esa relación traumática. Por eso, apenas te diré que Cuba tiene el mismo derecho que cualquier país a dirimir sus cuestiones internas entre los cubanos. Esas decisiones deben tener en cuenta a todos los cubanos, para que el mandato martiano de construir una patria con todos y para el bien de todos no se quede en una consigna.

En estas Navidades tan atípicas que casi no lo son. ¿Cuáles serían tus deseos para el pueblo cubano, que en lo económico y lo social, pandemia aparte, ha tenido un año crítico?

Quisiera que bajaran las tensiones internas y… la anunciada tarifa eléctrica. La llegada de la unificación monetaria ha sido como el pistoletazo en la carrera del dinero. Los que fijan la meta se demoraron demasiado en decir cómo sería ese proceso, y mientras se vivió en tensión económica familiar, un peso psicológico que se unió a la carga pesada de la falta de abastecimientos. Ahora, que ya se conocen las medidas, la preocupación y el descontento popular por algunas de ellas no han dejado de crecer. Y hablo por lo que veo y oigo, no por lo que publican los medios cubanos.

Se dice que hay que cambiar cosas, que nuestra sociedad no es perfecta, que se deben liberar las fuerzas productivas, sin prisa, ¡sin prisa! Pero la vida de la gente va de prisa, no se detiene, y se va un año, empieza otro, y seguimos en tensión. ¡Si por lo menos nos vacunaran pronto! El 2021 tiene que ser un año mejor, y espero, confío, deseo que lo sea para todos los cubanos. Mucha falta que nos hace.

Alex Fleites

*Alex Fleites, poeta, curador de arte y editor afincado en La Habana.

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