¿Qué sabe Avigdor Lieberman?‎

Por Thierry Meyssan

Aunque ‎la prensa internacional lo cataloga como racista, este personaje es en realidad un ‎nacionalista pragmático y razonable que se opone tanto al proyecto del ‎‎«Gran Israel» como al del Estado binacional. Lieberman pudiera ser la carta de ‎triunfo de Moscú. ‎

Hace 7 meses que Avigdor Lieberman viene dictando la conducta de la clase dirigente ‎israelí y es probable que siga haciéndolo durante los próximos 5 meses. Aunque ‎la prensa internacional lo cataloga como racista, este personaje es en realidad un ‎nacionalista pragmático y razonable que se opone tanto al proyecto del ‎‎«Gran Israel» como al del Estado binacional. Lieberman pudiera ser la carta de ‎triunfo de Moscú. ‎

El 14 de noviembre de 2018, la renuncia de Avigdor Lieberman al cargo de ministro de Defensa ‎del gobierno de Benyamin Netanyahu abría una gravísima crisis política en Israel, haciendo ‎necesaria la convocación anticipada de elecciones legislativas.

Pero esas elecciones no han dado ‎nacimiento a una nueva mayoría en el parlamento israelí. Ya transcurrieron las 5 semanas ‎reglamentarias sin que Netanyahu lograra constituir un nuevo gobierno, así que habrá nuevas ‎elecciones legislativas en Israel el 17 de septiembre. ‎

Lieberman dimitió cuando Netanyahu impuso un acuerdo con Qatar, acuerdo que implicaba un ‎alto al fuego con el Hamas y que el emir de Qatar asumiera directamente el pago de los salarios ‎de los funcionarios palestinos en la franja de Gaza. ‎

En la escena internacional, nadie reaccionó a lo que parece la anexión de Gaza por parte ‎de Qatar y su separación de los demás territorios ocupados palestinos. Para Lieberman, ‎aquel acuerdo significaba organizar una dictadura de la Hermandad Musulmana a las puertas de ‎Israel. Muchos interpretaron todo aquello como una forma de preparación del «Trato del Siglo» ‎de Jared Kushner y Donald Trump. Sin embargo, hoy parece que Estados Unidos tenía previsto ‎poner Gaza bajo el control de Egipto y no de Qatar. ‎

Liberman, es señalado por diputados del Likud por establecer tratos con los partidos ultra ortodoxos (haredim). Foto: Cortesía del Kneset 

Durante la campaña electoral, Avigdor Lieberman desplegó poco a poco nuevos argumentos ‎sobre la eliminación de la disposición que exime del servicio militar a los estudiantes de las ‎‎yeshivas [1], argumentos basados ‎en el rechazo de la forma de orden impuesto por las costumbres y normas colectivamente ‎conocidas como el «Código de Ley Judía» (Halajá) y de los privilegios religiosos. Ese tema ‎no es nuevo, pero nunca había alcanzado tanta importancia como ahora, llegando incluso a ‎impedir que Benyamin Netanyahu lograra formar un nuevo gobierno. ‎

Lieberman es un inmigrante. Llegó a Israel desde Transnistria (un territorio ex soviético) y logró ‎reunir a los judíos rusoparlantes para crear, en 1999, el partido político laico Israel Beytenu, ‎o sea “Israel, nuestra casa”.

Más de un millón de inmigrantes soviéticos llegaron a Israel después de ‎la adopción, en 1974, de la enmienda estadounidense Jackson-Vanik, que amenazaba con aislar ‎económicamente a la Unión Soviética si ese país no permitía que los judíos soviéticos emigraran ‎a Israel. Aquellos inmigrantes rusoparlantes son legalmente judíos (todos tienen algún abuelo ‎judío) pero no son obligatoriamente judíos en el plano religioso (o sea, de madre judía). ‎La creación del partido de Lieberman fue financiada por Michael Cherney, un oligarca uzbeko ‎vinculado al entonces presidente ruso Boris Yeltsin. ‎

Antes de crear su partido, Lieberman era conocido sólo como empleado del Likud. Fue director ‎general de ese partido antes de convertirse en jefe del equipo de trabajo del primer ministro ‎Netanyahu, pero sin tratar de obtener ningún cargo a través de elecciones. Lieberman es un ‎ex guardia de seguridad de club nocturno y habla con un fuerte acento ruso. Ante un interlocutor, ‎siempre empieza por mirarlo con prepotencia y por amenazarlo… antes de tratar de negociar ‎con él. ‎

En octubre de 2003, Michael Cherney financió un extraño congreso en el hotel King David de ‎Jerusalén [2]. Foto: Delegación israelí, líderes cristianos, baronesa Cox y lord Pearson después de la reunión de trabajo de la Cumbre de Jerusalén con los parlamentarios británicos en la Sala de Moisés del Parlamento

En octubre de 2003, Michael Cherney financió un extraño congreso en el hotel King David de ‎Jerusalén [2]. El objetivo de aquel encuentro era unir a los políticos ‎israelíes rusoparlantes –como Lieberman– a los discípulos estadounidenses del filósofo ‎Leo Strauss (mayoritariamente ex colaboradores de un coautor de la enmienda Jackson-Vanik) y ‎a sus aliados ‎«cristianos» (aliados sólo en el sentido de que eran contrarios al ateísmo soviético) ‎en Estados Unidos. Era evidente que tenían para ello un amplio respaldo de parte de la ‎administración de George Bush hijo, que no tenía intenciones de permitir que aquella minoría ‎se desplazara hacia la órbita del nuevo jefe del Kremlin, Vladimir Putin. Toda la derecha israelí de ‎aquella época, comenzando por el propio Benyamin Netanyahu, participó en aquel encuentro. ‎

Aquel “congreso” desarrolló una tendencia que se ha impuesto en algunos círculos: la teopolítica, ‎que no es otra cosa que la creencia según la cual la paz mundial es posible… únicamente si ‎se concreta primeramente en Israel. Un gobierno mundial impedirá toda guerra y tendrá ‎su sede… en Israel. En Francia, esa es la tesis de Jacques Attali, mentor del actual presidente ‎francés Emmanuel Macron. ‎

En 2003, Avigdor Lieberman no tenía ningún problema con los religiosos, con tal de que estos ‎compartiesen o apoyasen su nacionalismo israelí, e incluso pactó una alianza con el partido Tkuma ‎‎ [3]. En aquella época, ‎Lieberman tampoco vacilaba ante la mezcla de ideas políticas y religiosas.

Sus amigos discípulos ‎de Leo Strauss [4], que habían pasado por la ‎oficina del senador Jackson, decían sin complejos que el episodio nazi había demostrado la ‎debilidad de las democracias y que, para evitar un nuevo Holocausto, los judíos tenían que ‎implantar una dictadura. En el Pentágono, los amigos “cristianos” de Lieberman [5] habían concebido una alianza de todos los judíos y de todos los cristianos –los ‎«judeo-‎cristianos» [6]‎–‎‏ ‏para luchar contra el comunismo ateo. ‎

Las ideas de Avigdor Lieberman son harto conocidas y él siempre ha profesado las mismas. Dice ‎que hay que saber a quién y a qué se profesa lealtad. Los palestinos están divididos entre ‎nacionalistas palestinos y nacionalistas islamistas –estos últimos no luchan por un Estado ‎palestino sino por la umma, que es toda la comunidad de creyentes del islam– y no logran ‎ponerse de acuerdo para convivir entre palestinos. ¿Cómo esperar entonces que logren vivir con ‎judíos europeos? Palestinos y judíos son dos pueblos diferentes. En nombre del realismo, ‎Lieberman se opone por ende al plan de la ONU de creación de un Estado binacional e incluso ‎considera imposible que los ‎«árabes de 1948» que cuestionan la existencia de Israel puedan ‎conservar la nacionalidad israelí. ‎

Debido a su agresiva manera de expresarse, Avigdor Lieberman es visto a menudo como un ‎racista. En 2001, Lieberman se planteaba la posibilidad de bombardear la represa de Asuán para ‎doblegar a Egipto. En 2003, decía estar dispuesto a ahogar a los presos palestinos en el ‎Mar Muerto, etc. Pero esas declaraciones estruendosas no son fruto de su ideología sino de su ‎carácter fundamentalmente alardoso y truculento. En 2004, Lieberman calificaba al palestino ‎Mahmud Abbas de «diplomático terrorista», pero en‏ ‏‎2008‎‏ ‏el mismo Lieberman catalogaba a ‎Benyamin Netanyahu como «mentiroso, tramposo y crápula».‎

Durante su trabajo como ministro, Lieberman nombró numerosos altos funcionarios de origen ‎etíope, así como beduinos y drusos. Su único objetivo es que tener la ciudadanía israelí implique ‎ser leal al Estado de Israel. Una personalidad de izquierda como el ex jefe del estado mayor de la ‎aviación israelí, el general Eitan Ben Eliyahu, asegura que Lieberman no es un extremista, lo que ‎sí es ese ferviente partidario del ‎«Gran Israel» que se llama Benyamin ‎Netanyahu. ‎

[1] Las yeshivas, también llamadas escuelas talmúdicas, son centros religiosos ‎dedicados al estudio de la Torah y del Talmud. Nota de la Red Voltaire.

[2] «Sommet historique pour sceller l’Alliance des guerriers de Dieu», ‎‎Réseau Voltaire, 17 de octubre de 2003.

[3] Tkuma (o sea, “Resurrección”) es un partido israelí de extrema derecha fundado en 1988 por ‎dos ex miembros del Partido Nacional Religioso. Nota de la Red Voltaire.

[4The Political Ideas of Leo Strauss, Shadia B. Drury, Palgrave MacMillan (1988); ‎‎Leo Strauss and the Politics of American Empire, Anne Norton, Yale University Press (2005); ‎‎The Truth About Leo Strauss: Political Philosophy and American Democracy, Catherine ‎H. Zuckert y Michael P. Zuckert, University of Chicago Press (2008); Straussophobia: Defending ‎Leo Strauss and Straussians Against Shadia Drury and Other Accusers, Peter Minowitz, Lexington ‎Books (2009); Leo Strauss and the Conservative Movement in America, Paul E. Gottfried, ‎Cambridge University Press (2011); Leo Strauss, The Straussians, and the Study of the ‎American Regime, Kenneth L. Deutsch, Rowman y Littlefield (2013).

[5The Family: ‎The Secret Fundamentalism at the Heart of American Power, Jeff Sharlet, Harper Collins ‎‎(2009).

[6] Históricamente, los ‎«judeo-cristianos»‎‏ ‏formaban la iglesia de Jerusalén surgida ‎alrededor de Jacobo El Justo (también llamado “Santiago El Justo” o “Santiago de Jerusalén”) y ‎fueron expulsados de la Sinagoga a la caída de Jerusalén. Esta corriente desapareció, subsistiendo ‎sólo en el Medio Oriente, en grupos como el que educó a Mahoma en el siglo VII. Los únicos ‎cristianos que subsistieron fueron paganos convertidos en Damasco, alrededor de San Pablo. ‎Durante 19 siglos, la expresión ‎«judeo-cristianos» careció de todo sentido ya que el ‎cristianismo y el judaísmo eran dos religiones separadas que incluso se oponían entre sí sobre la ‎cuestión de la Ley de Moisés (la Halajá ya mencionada anteriormente). Durante la guerra fría, ‎el Pentágono puso en servicio nuevamente esa expresión y constituyó un movimiento ecuménico ‎alrededor de los pastores Abraham Vereide y Billy Graham. Extrañamente, en el siglo XXI se habla ‎de ‎«cultura judeo-cristiana» a‏ ‏pesar de que esa expresión no corresponde a ninguna ‎realidad.

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