¿Envejecemos con dignidad en Cuba?

Hablar de pobreza en Cuba supone un tema difícil, en primer lugar, por la inconsistencia a la hora de brindar un panorama detallado de esta problemática. Según el Informe Nacional Voluntario de Cuba sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, publicado en 2021, las autoridades indicaron la existencia de cincuenta mil personas en condiciones de pobreza multidimensional, lo que representa apenas el 0,44 % de la población.

escrito por Mabel Torres

Mi abuela materna tiene ochenta y tres años y se autodenomina una persona pobre. Su análisis está muy lejos de entrañar una visión marxista de conciencia de clase, mucho menos una lectura política del asunto; mi abuela solo cursó estudios hasta el sexto grado. Al referirse a su condición económica esgrime la corta lista de mundanas posesiones de su patrimonio y lo rápido que se esfuma una chequera de poco más de mil 300 CUP, fruto de su viudez hace dos años.

Hablar de pobreza en Cuba supone un tema difícil, en primer lugar, por la inconsistencia a la hora de brindar un panorama detallado de esta problemática. Según el Informe Nacional Voluntario de Cuba sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, publicado en 2021, las autoridades indicaron la existencia de cincuenta mil personas en condiciones de pobreza multidimensional, lo que representa apenas el 0,44 % de la población.

De acuerdo con el Informe, el concepto de pobreza multidimensional implica que «una potencial privación monetaria o material no impide el acceso, disfrute y resultados superiores en áreas como educación, salud, trabajo, impactos ambientales, condiciones de vida, seguridad y asistencia social y otras dimensiones del desarrollo humano».

El análisis anterior obvió, en cambio, los ingresos per cápita, indicador ampliamente utilizado para establecer la línea de pobreza que, por ejemplo, el Banco Mundial fija en 1.90 dólares por día. Como precisé en un texto anterior publicado en este espacio —si tomamos dicho valor como referente y, según una encuesta realizada en la Isla por la empresa alemana Statista— se puede concluir que ocho millones de cubanos viven por debajo del umbral de la pobreza.

¿Y qué pasa con los ancianos?

El contexto actual —marcado por la «Tarea Ordenamiento», pérdida de la capacidad de compra de la moneda nacional y desabastecimiento de productos de primera necesidad—, acrecienta las brechas entre quienes pueden, o no, acceder a ciertos bienes y servicios. En el último grupo se inserta un creciente número de personas de la tercera edad.

Para los ancianos cubanos, las carencias más urgentes se resumen en alimentación, medicamentos, espejuelos y mal estado de las viviendas. Así lo recoge un estudio a cargo del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, que también refiere como demanda de este grupo etario una mayor oportunidad de acceder a programas de asistencia social, actividades de ocio acorde a sus posibilidades y la necesidad de contar con agrupaciones formales que los representen.

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Para los ancianos cubanos, las carencias más urgentes se resumen en alimentación, medicamentos, espejuelos y mal estado de las viviendas. (Foto: Diario de las Américas)

Unido al hecho de que los adultos mayores pueden requerir ayuda para realizar actividades cotidianas o depender económicamente de terceros; basta contrastar el monto mínimo de las pensiones —mil 528 CUP— con el precio de la canasta básica —más de tres mil CUP—, para concluir que envejecer en Cuba puede tener un matiz dramático.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento de la Población —desarrollada por la Oficina Nacional de Estadística e Información en el año 2017—, el 52.5 % de los habitantes de la Isla superaba los cincuenta años. Entre los datos más preocupantes, resalta que el 57.4 % de los adultos con edades comprendidas entre 60 y 64 años, no sobrepasa la enseñanza media inferior.

Ello pudiera apuntar a que, de continuar con alguna actividad socioeconómica, dicho grupo poblacional recurrirá obviamente al trabajo informal o no profesional. De igual manera, esto significaría que al llegar a una edad más avanzada, tales personas no podrían seguir realizando la misma tarea si les demandara un esfuerzo físico considerable.

Por otro lado, también en 2017, el Fondo de Población de Naciones Unidas ubicó a Cuba como el país más envejecido del continente. La preocupación por el asunto gira en torno a que una población envejecida abre la puerta a una crisis de fuerza de trabajo y a un complejo panorama en el orden tributario, político y familiar; en tanto las posibilidades de movilidad social de los adultos mayores comienzan a verse reducidas, a la vez que disminuyen también sus capacidades para trabajar o auto-sustentarse.

La Encuesta sobre Envejecimiento revela que «para el 44,1 % de personas de 60 y más —y de similar proporción de las de 75 y más— sus viviendas presentan al menos una afectación en su estructura, donde predominan las averías en el techo y filtración, aunque también están presentes desperfectos en paredes y piso». En tanto, para los ancianos que viven solos, el 49% experimenta algún tipo de estos problemas en su residencia frente al 43% de quienes viven acompañados.

Otro dato preocupante es relativo al acceso al agua potable, pues uno de cada cuatro ancianos no cuenta aún con ese servicio conectado directamente por tuberías hasta el interior de las viviendas. Se trata de una problemática más grave para aquellos que no tienen amparo familiar o conviven con personas de edad avanzada.

El baby boom sesenta años después

Es en la presente década que corresponde la jubilación a los nacidos en el baby boom de los años sesenta, fenómeno que fuera expresión de la esperanza depositada por esas generaciones en las políticas de bienestar social impulsadas por la Revolución. A ello se sumaron la reducción de la mortalidad (materna, infantil y fetal) y el incremento de la esperanza de vida.

Envejecemos

Es en la presente década que corresponde la jubilación a los nacidos en el baby boom de los años sesenta.

El panorama actual es muy distinto. La crisis migratoria y el consecuente éxodo de mujeres jóvenes en edad fértil, así como un horizonte desalentador para los que se quedan —debido a la precariedad del fondo habitacional, las dificultades económicas y la baja tasa de fecundidad—, aportan señales negativas para una posible reversión del proceso, con no pocas repercusiones a nivel socioeconómico.  

El envejecimiento poblacional ha supuesto un incremento de pacientes con enfermedades crónicas y degenerativas, todo ello en medio de un sistema de salud que enfrenta una aguda falta de recursos. La situación se torna igualmente compleja a la hora de hablar de las pensiones, que correrán a cuenta de la población económicamente activa.

A lo anterior hay que añadir las tensiones propias de la convivencia intergeneracional, con agravantes como: hogares con poco espacio, insuficiencia de ingresos o efectos emocionales y sociológicos para quienes asumen como cuidadores. Emergen entonces dos desafíos ineludibles: 1. ¿Qué haremos como sociedad por nuestros ancianos, en especial aquellos en mayor desventaja socioeconómica?  2. ¿Puede Cuba a mediano plazo revertir esta situación?

Los esfuerzos gubernamentales para brindar atención diferenciada a las personas de la tercera edad remiten al Programa Nacional de Atención Integral al Adulto Mayor, aprobado en 1996 y coordinado por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP). Como parte del Programa, se encaminan voluntades en tres direcciones: atención comunitaria, institucional y hospitalaria.

Hasta el año 2021 Cuba contaba con trescientas Casas de Abuelos, con una capacidad de 10 258 plazas para ancianos no internos. Durante esta etapa aumentaron también las consultas especializadas en Geriatría y Gerontología, según publica el portal del MINSAP.

No obstante —sin analizar la calidad de la atención en estos centros, si las capacidades satisfacen la demanda, o qué cuidado reciben aquellos ancianos que viven solos y no forman parte del Programa—, destaca el hecho de que en Cuba predomina una perspectiva asistencialista, en lugar de una política integral que aporte herramientas a los ancianos para vivir mejor esta etapa de la vida.

Envejecimiento digno, activo y pleno

Como apunta la socióloga cubana Rosa María Voghon Hernández, en una investigación publicada en la revista Temas en el 2012 y titulada Empobrecimiento y sucesión generacional: un estudio sobre familias:

«La necesidad de pensar hoy en cuestiones vinculadas al alcance de objetivos de desarrollo implica reflexionar en torno a la superación de desigualdades de todo tipo (género, étnico-raciales, generacionales, territoriales) y en sus múltiples niveles de expresión (internacional-nacional-local); así como sobre las inequidades resultantes de las lógicas actuales de reproducción de los sistemas sociales que generan empobrecimiento y precarización de las condiciones de vida de grupos sociales cada vez más amplios».

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La atención integral y priorizada a los ancianos en Cuba compete a toda la sociedad y demanda políticas públicas que trasciendan la perspectiva médico-sanitaria. (Foto: Directorio Cubano)

Envejecer supone un proceso de cambios físicos y mentales, acompañado en ocasiones de la pérdida del vínculo laboral o la oportunidad de sentirse útil y participar en la toma de decisiones a nivel familiar y comunitario. Se trata de una etapa de pérdidas y ruptura con el estatus social, autoestima o realización profesional. Para los adultos mayores en desventaja económica este proceso se agrava debido a las limitadas oportunidades de que disponen para el disfrute pleno de esta etapa de la vida.

Cinco años después de publicarse la Encuesta Nacional de Envejecimiento, el panorama socioeconómico de la nación da cuentas de una crisis económica y un profundo desabastecimiento, que ha dejado desamparados a buena parte de los ancianos. Es importante actualizar los datos recogidos en 2017, en función de variables como el género, la inserción socio-clasista, nivel educacional, estado conyugal, lugar de residencia o color de la piel.

Resulta clave precisar entonces cuántos adultos mayores no cuentan con amparo familiar y cuántos requieren cuidadores a tiempo completo, el estado constructivo de sus hogares y sus medios de subsistencia. Apremia desterrar el mito del universalismo como varita mágica para suprimir las desigualdades. Urge dirigir la mirada a los factores que inciden en la persistencia de condiciones de pobreza para una generación que sostuvo al país en los últimos sesenta o setenta años.

La atención integral y priorizada a los ancianos en Cuba compete a toda la sociedad y demanda políticas públicas que trasciendan la perspectiva médico-sanitaria. Ante el envejecimiento poblacional de la sociedad cubana, necesitamos de la tercera edad como un grupo que aporte y sea tenido en cuenta. Como aseverara el teólogo judío Abraham Joshua Heschel: «La prueba de un pueblo es su comportamiento hacia el viejo. Es fácil amar a los niños, pero el cariño y el cuidado hacia los ancianos son las minas de oro verdaderas de una cultura».

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