CUBA: La burocracia conquistadora

.escrito por Mario Valdés Navia. El conservadurismo de la élite política actual parece afincarse en la idea, enunciada a inicios del Período Especial, de defender a toda costa las conquistas de la Revolución y cambiar para ello todo/solo lo que deba ser cambiado. Unido al incremento del pertinaz bloqueo estadounidense —salvo el oasis de cordura de la era Obama—, tal consigna sirvió al grupo de poder para preservar su hegemonía durante tres décadas, aunque metamorfoseada acorde a los nuevos tiempos y, en el ínterin, animar múltiples hechos y procesos de diferente corte.

escrito por Mario Valdés Navia

Muchos se preguntan quiénes son los conservadores y quiénes los reformistas en el alto mando del Gobierno/Partido/Estado en Cuba. No se entusiasmen, que si existieran no tengo evidencia para listarlos. Empero, los retrocesos, vaivenes y pausas del proceso de reformas —tanto en su larga duración (1992…) como en la media (2008…)— apuntan a dos posibles respuestas generales: tales tendencias existen y luchan entre sí por imponerse, sin un vencedor claro aún; o, todos pretenden conservar el modelo estatizado burocrático y solo hacen reformas imprescindibles a regañadientes, en momentos de mayor tensión, para mantenerlo incólume en lo esencial.

-I-

El conservadurismo de la élite política actual parece afincarse en la idea, enunciada a inicios del Período Especial, de defender a toda costa las conquistas de la Revolución y cambiar para ello todo/solo lo que deba ser cambiado. Unido al incremento del pertinaz bloqueo estadounidense —salvo el oasis de cordura de la era Obama—, tal consigna sirvió al grupo de poder para preservar su hegemonía durante tres décadas, aunque metamorfoseada acorde a los nuevos tiempos y, en el ínterin, animar múltiples hechos y procesos de diferente corte.

Entre esos acontecimientos, los hubo de carácter más reformista (IV Congreso del PCC, 1991; reformas de los noventa; Batalla de Ideas, 1999-2006), otros puramente defensivos ante agresiones externas (Ley de Reafirmación de la Dignidad y Soberanía Cubanas, 1996; Declaración de los Mambises del Siglo XX, 1997); hasta otros más conservadores, como el Juramento de Baraguá (2000) y el blindaje a nivel constitucional del anacrónico modelo parti-estatista mediante una cláusula de intangibilidad (2002 y 2019).

La cuestión esencial es que las conquistas del socialismo, o de la Revolución, no han significado lo mismo para todos los cubanos y cubanas. De hecho, para algunos representaron un desastre y trastornaron sus vidas para siempre. En primer lugar, para la clase burguesa/terrateniente y los inversionistas extranjeros, las nacionalizaciones (1959-1960) encarnaron el fin de su hegemonía social.

También las amplias y potentes capas medias de la ciudad y el campo fueron afectadas, acosadas y obligadas a ponerse a disposición de la Revolución para subsistir. De ahí que empresarios pequeños y medianos, profesionales, intelectuales, técnicos de nivel medio y superior y muchos obreros y empleados de alta calificación y rendimiento optaran por emigrar. La estatización forzosa de la micro y pequeña propiedad urbana, con la Ofensiva Revolucionaria de 1968, acabó de complicar y llenar de penurias el mercado interno, ya afectado por la estatización anterior y el bloqueo estadounidense.

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Muchos hijos e hijas del pueblo también fueron perjudicados, directa o indirectamente, por los extremismos políticos en diferentes  momentos de la Revolución.

Sin dudas, fueron las masas populares las beneficiarias principales de las medidas revolucionarias del período 1959-1962 y subsiguientes, que incidieron en la disminución de los altos índices de desigualdad y pobreza que mostraba el país en 1958, a pesar de ser una de las economías más productivas de Iberoamérica. Rebaja de alquileres, reforma agraria, alfabetización masiva, extensión de la instrucción pública media y superior, incremento del empleo, ascenso de los indicadores de salud, control de precios y salarios, seguridad y asistencia sociales, fomento del arte y la literatura; convirtieron a Cuba en uno de los países con mayor éxito a nivel mundial en la redistribución del ingreso y el desarrollo social.

No obstante, muchos hijos e hijas del pueblo también fueron perjudicados, directa o indirectamente, por los extremismos políticos en diferentes  momentos de la Revolución. No revolucionarios, descendientes de familias burguesas, religiosos, homosexuales, artistas y escritores independientes, rockeros, hippies y otros que no cumplían con los parámetros revolucionarios, fueron acosados injustamente y presionados a exiliarse.

Hubo, sin embargo, algunos que sí empezaron a vivir la dulce vida con la Revolución. Fueron los nuevos burócratas socialistas, surgidos de los revolucionarios de los cincuenta, la vieja burocracia y, fundamentalmente, del incipiente sector de cuadros revolucionarios que se destacaban por ser cumplidores, leales y obedientes a las órdenes emanadas de los niveles superiores.  

Al unísono, la vocación anti-mercantilista de la nueva sociedad, empeñada en crear riqueza con la conciencia, actuaba como acicate para empoderar cada vez más a la pujante burocracia socialista. Peor aún, provocó que la satisfacción directa de muchas de las necesidades de los cuadros y sus familias a expensas del pueblo (casas confortables, autos, vacaciones, dietas especiales), fuera asumida como una forma superior de distribución, ajena a las tentaciones del dinero.

Esta rara interpretación daría lugar a una gama de privilegios, prebendas y beneficios para los burócratas de alto y medio nivel que los alejaría, a pasos agigantados, de las condiciones reales de subsistencia del pueblo trabajador. Por ello, gran parte de la población empezó a percibirlos como una cleptocracia parasitaria, ajena por completo a sus vicisitudes.

-II-

Los logros en salud, educación y seguridad social han sido los abanderados principales del socialismo cubano y del apoyo popular al proyecto. Hasta las ramas económicas que prosperaron luego de la crisis del Período Especial se sustentaron en ellos. El turismo, por su publicidad de un entorno social sano, culto, pacífico y hospitalario; los servicios profesionales y la producción biofarmacéutica, por la condición de reconocida potencia médica que posee Cuba.

A ellos hacía referencia el pueblo cuando interpretaba el mensaje fidelista de sacrificarse todavía más en aras de salvaguardar las conquistas y así defender a la patria, la Revolución y el socialismo (1991). Otra es la significación que esta consigna tiene para la capa burocrática y sus acólitos, para los cuales las conquistas incluyen —además de las juzgadas por el pueblo—, los privilegios, prebendas y bienes que han hecho propios durante decenios de acumulación de riqueza mal habida, no proveniente de la calidad y cantidad del trabajo aportado a la sociedad, sino de la jerarquía social adquirida, y lo que han conseguido gracias a su estatus. 

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El turismo se ha sustentado en la publicidad de un entorno social sano, culto, pacífico y hospitalario. En la foto, la construcción del hotel Cohíba.

Por eso, el modo de actuación de las burocracias media y alta presume del secretismo y la compartimentación, mientras aborrece la transparencia y la rendición de cuentas públicas. Sus miembros habitan la mayor parte del tiempo en una red social cerrada, verdadero agujero negro para los extraños, cuestión propia de su espíritu de casta.

Asimismo, sustituyen la polémica franca por el dogma, en forma de acatamiento a la orientación de los organismos superiores; el engaño, que llega a extenderse a las estadísticas y supuestos resultados de las ciencias, en particular las económicas, sociales y humanísticas; la sustitución de la competencia a partir del mérito individual, por el clientelismo rebautizado como confiabilidad; la doble moral y la represión, abiertas o solapadas, a la crítica mediante la censura.  

Con sus maquinaciones, la burocracia socialista garantiza lo que constituye el escudo protector por excelencia de sus conquistas: la impunidad, que es defendida resueltamente ante los ciudadanos interesados en luchar por el derecho a la información pública veraz y completa. Sin tierras que rentar, capital para invertir, o inteligencia que alquilar, la burocracia solo puede vivir parasitariamente, de ahí que sus mayores ingresos les lleguen casi siempre de manera subrepticia, ilegal e inmoral, por lo que su buen vivir es sinónimo de algún tipo de corrupción, más o menos desfachatada.

Para esta burocracia socialista, devenida clase conquistadora del resto de la sociedad mediante imposiciones y chanchullos, son excluyentes la duda, el error, la opinión contraria, e incluso, la contradicción. Dicha actitud, convertida en estilo de gobernanza, condujo irremediablemente a la falta de estimulación al trabajo, la deslegitimación de los gobiernos locales, provinciales y nacional, y el incremento de la apatía social.

La burocracia conquistadora desconfía en particular del sector intelectual, al que tolera con reticencias. En principio, engloba a los portadores de ideas críticas y novedosas con etiquetas peyorativas, según sus cánones: disidentes, subversivos, mercenarios, renegados, inconformes, hipercríticos, partes blandas, francotiradores. En cambio, exalta a los seudointelectuales que comen de su mano y no pierden oportunidad de expresarles lealtad incondicional, a los que suele premiar y alimentar con ancha avena, como al buey manso del poema martiano «Yugo y estrella».

De ahí que el discurso de la identidad sea tan grato a los burócratas empoderados, quienes nunca hablan sino a nombre: «del pueblo» / «el país» / «los intereses de todo el pueblo» / «la masa de trabajadores» / «los revolucionarios de ayer, hoy y siempre» / «las mujeres» / «los campesinos» / «la niñez y la juventud». Como regla, eluden hablar de sus responsabilidades concretas, de sus familias y modos de existencia, escondiéndose tras una supuesta cohesión y unidad imprescindibles ante las acechanzas —reales o exageradas— de enemigos internos y externos.

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La burocracia solo puede vivir parasitariamente, de ahí que sus mayores ingresos les lleguen casi siempre de manera subrepticia, ilegal e inmoral (Imagen: La Prensa, Panamá)

Luego del Período Especial, nuevas camadas contribuyeron a modernizar la composición de la burocracia cubana, con el arribo de figuras más tecnocráticas como los ejecutivos, ligados al mercado y las asociaciones con el capital extranjero, pero firmemente anclados en la casta burocrática, tanto por sus orígenes familiares y clientelares, como por provenir muchas veces de otras capas de ella (Partido, Estado, militares, orden interior). Este sector conforma una especie de élite burocrática moderna separada del pueblo, al que subestima y desprecia con un discurso economicista, afín a la lógica racionalista del mercado global.

El incremento del influjo de esta clase burocrática que ha conquistado la Revolución se manifiesta en múltiples formas, desde su predominio apabullante en la composición de las Asambleas Municipales y Nacional del Poder Popular, hasta en los modos de la comunicación pública. El discurso político actual de la dirigencia cubana y sus acólitos está colmado de categorías que parecen extraídas de un manual de lucha contrainsurgente de la CIA, o de la Escuela de las Américas: seguridad nacional, enfrentamiento a la subversión, disidencias, subversión, terrorismo, peligrosidad de las redes sociales, etc.

El espíritu conservador propio de esta burocracia conquistadora, pugna hoy por defenderse ante los embates, no solo de sus enemigos tradicionales —el gobierno de los EE.UU y la contrarrevolución cubana— y de la izquierda crítica que los acicatea sin cuartel; sino también de muchos intelectuales (periodistas, médicos, ingenieros, escritores y artistas) y sectores populares que, agotados, comprenden la necesidad de transformar el modelo cubano de socialismo.

Las conquistas populares de los años sesenta, setenta y ochenta, están en crisis en la actualidad y es preciso rehacerlas y actualizarlas sobre nuevas bases. La burocracia conquistadora tiene interés en que nada cambie, o en apenas cambiar algo para que no varíe lo fundamental. Esos son los verdaderos conservadores que frenan las transformaciones en Cuba.

AUTOR

*Mario Valdés Navia. Profesor Titular de Historia, Metodología de la Investigación y Pensamiento Cultural Latinoamericano. Investigador social, especializado en los estudios sobre la vida y obra del Apóstol cubano José Martí y la Historia de Sancti Spiritus, Cuba. Doctorado en Ciencias Pedagógicas y Diplomado en Administración Pública. Profesor y Jefe de Departamento en las Universidades cubanas de Sancti Spiritus y la de Ciencias Informáticas (UCI) en el Centro de Estudios Martianos de La Habana. Investigador Auxiliar. Profesor Invitado a Universidades de Brasil, Haití y El Salvador. Coautor de varios libros sobre temas de Didáctica de la Historia y Pensamiento de José Martí e Historia de Sancti Spiritus. Escritos ensayos sobre temas de Historia Cultural de Matanzas, Cuba y problemas actuales de la economía y la sociedad cubanas.

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