Debate político y participación popular

por Mario Valdés Navia. Tras los sucesos del 11-J, numerosas voces claman por un diálogo nacional que permita escuchar la de los marginados, tanto social como políticamente, en un ambiente de tolerancia y respeto hacia los que piensan diferente. Al tratar de concebir cómo podría hacerse realidad este proceso, vuelve una y otra vez la famosa pregunta de la fabulesca asamblea de ratones: «¿quién le pone el cascabel al gato?»

escrito por Mario Valdés Navia

Tras los sucesos del 11-J, numerosas voces claman por un diálogo nacional que permita escuchar la de los marginados, tanto social como políticamente, en un ambiente de tolerancia y respeto hacia los que piensan diferente. Al tratar de concebir cómo podría hacerse realidad este proceso, vuelve una y otra vez la famosa pregunta de la fabulesca asamblea de ratones: «¿quién le pone el cascabel al gato?»

-I-

Es que para que ocurra un debate político tienen que existir interlocutores dispuestos a dialogar, y ahí empieza a brotar la complejidad del momento en Cuba. Si bien es obvio que uno de ellos sería el Gobierno/Partido/Estado, el otro se encuentra difuminado aún. Ocurre que tras sesenta años de extinción de la rica y diversa sociedad civil republicana y su integración en un puñado de instituciones unitarias que apoyaban al Gobierno Revolucionario, el propio concepto de sociedad civil fue primero rechazado y luego absorbido y tergiversado a conveniencia por el poder omnímodo. 

Por tanto, para definir a la contraparte del Gobierno/Partido/Estado en esta hipotética mesa de diálogo, utilizaré un constructo: sociedad civil independiente. La idearé incluyendo en ella a las instituciones e individuos que, aunque representen posturas de diferente signo político, piensen y actúen por el bien de Cuba de manera soberana, tanto respecto al Estado cubano como a cualquier potencia extranjera. Las organizaciones de masas e instituciones creadas por el Estado como poleas de trasmisión de sus decisiones a la población, quedarían en el lado gubernamental.

Concebir que Cuba requiera de un diálogo político al que concurran posiciones, iniciativas y propuestas contrapuestas no es algo inédito, aunque nunca ha sido tan urgente como hoy. La importancia de que el debate sea entre los que piensan diferente, y no una conversación entre consocios mentales, es fundamental para que fructifique en un amplio y diverso consenso nacional.

Debate político

Según la Enciclopedia Colaborativa Cubana (Ecured), la Sociedad Civil en Cuba está integrada por más de 2200 organizaciones sociales y de masas y las asociaciones científicas o técnicas, culturales y artísticas, deportivas, de amistad y solidaridad y cualesquiera otras que funcionan en virtud de la Ley de Asociaciones

Al respecto, vale recordar la positiva valoración de Martí sobre el significado de los intensos debates ocurridos durante la elaboración de la Constitución de Estados Unidos:

Y aquel debate, natural en las condiciones políticas que lo producían, dio fruto vivo por su misma fuerza. No ha de temerse la sinceridad: sólo es tremendo lo oculto. La salud pública requiere ese combate en que se aprende el respeto, ese fuego que cuece las ideas buenas y consume las vanas, ese oreo que saca a la luz a los apóstoles y a los bribones. En esos debates apasionados los derechos opuestos se ajustan en el choque, las teorías artificiosas fenecen ante las realidades, los ideales grandiosos, seguros de su energía, transigen con los intereses que se les oponen.[1]

-II-

Para participar en un proceso de este tipo, habrá que trabajar fuerte al interior de la sociedad civil independiente para (re)elaborar propuestas que partan del reconocimiento de la realidad de un país que lleva más de sesenta años viviendo una experiencia socialista inédita en el hemisferio occidental, con sus virtudes y defectos, en conflicto permanente con los Estados Unidos. Al respecto, el punto de partida y base para los debates iniciales ha de ser la Constitución de 2019 y su reconocimiento del cubano como un Estado socialista de Derecho.

Como repelo cualquier tipo de intromisión externa en los asuntos cubanos y cualquier llamado a una intervención humanitaria en mi país, considero que un debate político nacional solo puede iniciarse a partir de la legislación cubana y su Constitución actual. De ahí que lo primero que la sociedad civil independiente debería impulsar y exigir al Estado es la aprobación urgente de los marcos legales para hacer valer los derechos constitucionales a la reunión y la manifestación política pacífica, consagrados también en varios tratados internacionales de los que Cuba es signataria.

De esta manera, podrían quedar como un recuerdo trágico las imágenes de los actos vandálicos y la desmedida represión gubernamental que también ocurrieron ese día y enturbiaron con sus expresiones de violencia las manifestaciones populares del 11-J, donde la mayoría de la gente se pronunciaba pacíficamente por sus reclamos más sentidos en un ejercicio inédito y espontáneo de libre participación política. Como bien dijera Martí: «O se habla lo que está en el país, o se deja al país que hable».[2]

Debate político (3)

Autos vandalizados por manifestantes durante las protestas del 11-J (Foto: AP)

Hasta un marxista radical como el Che postulaba: «Nosotros tenemos que tener la suficiente capacidad como para destruir todas las opiniones contrarias al argumento, o si no dejar que las opiniones se expresen. Opinión que haya que destruirla a palos es opinión que nos lleva ventaja a nosotros […] No es posible destruir opiniones a palos y precisamente es lo que mata todo el desarrollo libre de la inteligencia».

Es que ambas vías —el establecimiento de una mesa de debate nacional y la manifestación pública pacífica—, son dos caras de la misma moneda: el ejercicio de la libre participación política popular en la vida de la nación. El respeto a ambas ha de defenderse sin ambages, pues, como postulaba Martí: «el respeto a la libertad y al pensamiento ajeno, aún del ente más infeliz, es mi fanatismo, si muero, o me matan, será por eso».

Y también nos advertía:   

¡Que los pueblos no son como las manchas de ganado, donde un buey lleva el cencerro: y los demás lo siguen!: más bello es el valle, rodeado de montañas, cuando lo pasea, en grupos pintorescos, encelándose y apaciguándose, el ganado airoso y libre. Si se desgrana un pueblo, cada grano ha de ser un hombre. La conversación importa; no sobre el reglamento interminable o las minimeces que suelen salirles a las asociaciones primerizas, sino sobre los elementos y peligros de Cuba, sobre la composición y tendencias de cada elemento, sobre el modo de componer los elementos, y de evitar los peligros […] Que un pueblo no es un juguete heroico, para que un redentor poético juegue con él; sino nuestras mismas entrañas, que no se han de poner detrás del carro de nadie, ni de pie de la estatua de nadie, sino en lo más tierno de nuestro pecho a calentarles la vida.[3]

Este reconocimiento de la necesidad de un debate nacional requiere también de una clara definición acerca de la aplicación de las medidas pendientes de las reformas, que se tornan imprescindibles para conformar el país que se modeló en la Constitución de 2019. El pueblo cubano no es rebaño de nadie, por eso exige cada vez mayor participación y protagonismo en la definición de su propio futuro, sea mediante el cumplimiento de los compromisos pendientes, el debate político o la manifestación callejera.

***

[1] “Las Fiestas de la Constitución en Filadelfia”, La Nación, Buenos Aires, 13 de noviembre de 1887, OC, t. 13, p. 318.

[2]  «Ciegos y desleales», Patria, 28 de enero de 1893, OC, t. 2, p. 216.

[3] «Los clubs», OC, Patria, 11 de junio de 1892, OC, t. 2, p. 17.

AUTOR

*Mario Valdés Navia. Profesor Titular de Historia, Metodología de la Investigación y Pensamiento Cultural Latinoamericano. Investigador social, especializado en los estudios sobre la vida y obra del Apóstol cubano José Martí y la Historia de Sancti Spiritus, Cuba. Doctorado en Ciencias Pedagógicas y Diplomado en Administración Pública. Profesor y Jefe de Departamento en las Universidades cubanas de Sancti Spiritus y la de Ciencias Informáticas (UCI) en el Centro de Estudios Martianos de La Habana. Investigador Auxiliar. Profesor Invitado a Universidades de Brasil, Haití y El Salvador. Coautor de varios libros sobre temas de Didáctica de la Historia y Pensamiento de José Martí e Historia de Sancti Spiritus. Escritos ensayos sobre temas de Historia Cultural de Matanzas, Cuba y problemas actuales de la economía y la sociedad cubanas.

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