OSINT: Fidel Castro: Legado y perspectivas en las vísperas de la era Trump.

arturo-lopezPor Arturo López Levy    –   Cortesía de Infolatam

Fidel Castro se murió en un día histórico de la revolución cubana, el 25 de noviembre. Ese día, pero de 1956 salió de Tuxpan, México el yate Granma con ochenta y dos expedicionarios a bordo con destino Cuba bajo la divisa de que ese año serian “libres o mártires” en la lucha contra la dictadura militar derechista de Fulgencio Batista.

Fidel Castro se murió en un día histórico de la revolución cubana, el 25 de noviembre. Ese día, pero de 1956 salió de Tuxpan, México el yate Granma con ochenta y dos expedicionarios a bordo con destino Cuba bajo la divisa de que ese año serian “libres o mártires” en la lucha contra la dictadura militar derechista de Fulgencio Batista.

Fidel Castro se murió en un día histórico de la revolución cubana, el 25 de noviembre. Ese día, pero de 1956 salió de Tuxpan, México el  yate Granma con ochenta y dos expedicionarios a bordo con destino Cuba bajo la divisa de que ese año serian “libres o mártires” en la lucha contra la dictadura militar derechista de Fulgencio Batista. El Che Guevara llamó al Granma, “la aventura del siglo”. Tras un naufragio en el este de Cuba y ver seriamente diezmada su tropa, Fidel Castro reinició la lucha guerrillera en la Sierra Maestra y con el apoyo de la lucha en las ciudades derrotó a las fuerzas militares entrenadas por la misión estadounidense en Cuba y se alzó con el poder desde el 1 de enero de 1959. Desde entonces hasta hoy, Fidel Castro y el Partido Comunista que él creó han regido los destinos de Cuba.

Al momento de su muerte, después de haber acuñado a una nueva Cuba por casi cuarenta y siete años hasta 2006 y estado luego más de una década  retirado de las funciones de jefe de Estado y Gobierno, se imponen las preguntas, ¿Qué significa la muerte de Fidel Castro para el sistema político cubano? ¿Cuál es su legado? ¿Qué consecuencias implica la desaparición física del líder revolucionario para el programa de reforma económica lanzado por el Partido Comunista en su VI Congreso y las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos en la era de la presidencia de Donald Trump?

Al estudiar la Revolución Rusa, el historiador británico E. H. Carr advertía: “El peligro no es que tendamos un velo sobre las enormes manchas en la historia de la Revolución, sobre su costo en términos de sufrimiento humano, sobre los crímenes cometidos en su nombre. El peligro mayor es la tentación a olvidar todo de una vez y pasar en silencio sobre sus inmensos logros”. Esa advertencia es aplicable al legado que Fidel Castro dejará a los cubanos. Fidel encarna en su vida, y su carisma a la revolución cubana con todos sus defectos, pero también con sus inmensos logros. Ningún líder cubano movilizó tanta energía en el pueblo cubano, sembrando tanto optimismo, entusiasmo y lealtad entre sus partidarios y miedo, animadversión y rabia entre sus enemigos.

El análisis de la figura de Fidel Castro debe ser entonces—como propuso el escritor nicaragüense Sergio Ramírez juzgar a las revoluciones—”sin apasionamientos”. Ese análisis se hace difícil para un cubano porque la gran mayoría de la población ha construido una relación con Fidel Castro que pasa por los sentimientos. Entre tantas pasiones, la tarea más difícil para las nuevas generaciones de cubanos será apreciar su rol histórico como líder en su totalidad, como Fidel Castro, sin adoptar el Fiii-deel de sus partidarios ni el Caassstro de sus oponentes. Tal análisis no ha sido ayudado desde el extranjero donde muchos han preferido mirar la Cuba post-Fidel con referencias a la España de la transición después de Franco o a la URSS o China después de la muerte de Stalin y Mao. Nada que ver.

Para empezar por los hechos, Fidel Castro ha sido el político que ha dejado mayor huella en la historia de Cuba y el cubano que jugó el papel más influyente en los asuntos globales. Hijo de su tiempo, fue un líder nacionalista y comunista, gestor y consecuencia el mismo del ascenso del mundo post-colonial en el sistema internacional, y de la reacción de los pueblos latinoamericanos a las dictaduras de derecha impuestas en el hemisferio con el apoyo de Estados Unidos. Identificado con los ideales de José Martí sobre la independencia de Cuba montó una resistencia fiera al intervencionismo estadounidense que había marcado la política y economía cubana desde fines del siglo XIX. Planteó desde la perspectiva de un líder de mediados del siglo XX  el desarrollo económico como resultado de una fuerte intervención del gobierno, con una planificación hostil al mercado, redistributiva e inclusiva de los sectores raciales y de clase más pobres y olvidados.  Para lograr tal objetivo la revolución de Castro propuso una inversión concentrada en capital humano, desde las áreas de salud y educación.

Esas ideas las implementó al crear un estado revolucionario, de seguridad nacional, en el que el principal objetivo cubano era sobrevivir a los embates de una política imperial-coercitiva por parte de Washington y forzar a una reconsideración en Estados Unidos de esa estrategia hacia Cuba, tratando a su país con respeto. Eso lo logró. El acuerdo de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU el 17 de diciembre de 2014 es resultado importante de la resistencia nacionalista del pueblo cubano en cuyo desarrollo el liderazgo de Fidel Castro fue una pieza clave. Derrotó con hidalguía y flexibilidad cuanto plan fraguaron la CIA y los opositores cubanos en su contra, propinándoles en Bahía de Cochinos una derrota aplastante. En la crisis de los misiles, atrajo el apoyo estratégico soviético que le permitió estar en el vórtice de la guerra fría, y obtener para Cuba las garantías mínimas contra una intervención estadounidense directa en los asuntos internos cubanos.

William Leogrande y Peter Kornbluh han demostrado en su libro “Diplomacia encubierta con Cuba” como Fidel Castro procuró intensamente un acomodamiento en las relaciones con EE.UU, siempre sin admitir un tratamiento imperial. Desafortunadamente, varios presidentes estadounidenses en su arrogancia imperial perdieron la oportunidad estratégica de firmar una paz de los bravos con el más radical de los revolucionarios latinoamericanos, sentando bases para un entendimiento hemisférico, que nadie desde la izquierda se atrevería a cuestionar dadas las credenciales de Fidel Castro. La euforia triunfalista de ver desplomarse a la Unión Soviética, llevo a George Herbert Walker Bush y Bill Clinton a desperdiciar la oportunidad para una normalización asimétrica como la que había explorado el presidente Carter y terminó acordando Barack Obama. Encandilados por la falsa esperanza de que Fidel Castro cayera sin el apoyo soviético, aprobaron las leyes Torricelli y Helms, que convirtieron la antipatía a un líder la política contra un país. La estatura política de Fidel como baluarte de la resistencia ante esas políticas imperiales se multiplico.

Sería ingrato que muchos pueblos del mundo, particularmente en África y América Latina no le rindieran tributo al Fidel Castro en su ocaso. Cuba bajo su liderazgo envió a miles de soldados, médicos e instructores a todos los confines del mundo para enfrentar las tropas racistas del apartheid sudafricano, el analfabetismo y enfermedades como el Ébola. La misión “Milagro” promovida por Cuba en varios países ha devuelto la vista a miles de ciudadanos. En Haití y varios países africanos la contribución cubana a los sistemas de salud es esencial. Al hablar de Fidel Castro y los derechos humanos, ese apoyo a la salud global y la igualdad racial de millones de seres debe tenerse en cuenta.

Sería también injusto negar la importante contribución de Fidel Castro a librar a Cuba de la dictadura batistiana y con ella poner al sistema interamericano en alerta sobre las posibles respuestas revolucionarias a las dictaduras de derecha respaldadas por EE.UU. Con la revolución cubana se propinaron golpes fulminantes a elementos negativos de la cultura política cubana como el intervencionismo e irrespeto norteamericano por la soberanía e independencia cubana, el racismo, la actitud indolente de la clase política ante los serios problemas de distribución de riqueza y pobreza que tenía el país. El giro cubano al socialismo no fue resultado solo de la habilidad carismática de Fidel Castro sino de un movimiento político gestado por casi un siglo desde la primera guerra de independencia, frustrado en las primera y segunda república cubana de 1902 y 1933, en el que se fundían demandas nacionalistas con otras de justicia social como el antirracismo.

¿Cometió abusos y errores? Sin dudas. Cualquiera hayan sido los logros de la revolución cubana en términos de independencia nacional y estatus internacional, ni una economía desarrollada sustentable ni el establecimiento de una democracia con derechos civiles y políticos acordes a los estándares internacionales están entre ellos. Ningún líder debe presidir los destinos de un país por cuatro décadas. Fidel Castro rompió con la tradición democrática-liberal que defendió en el juicio por el asalto al cuartel Moncada y abolió derechos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos como inalienables. Montó un modelo económico de fuerte sesgo anti-mercado que ha probado ser una barrera a la prosperidad económica del país. En el contexto latinoamericano, la orientación comunista de Fidel Castro conectó a la izquierda latinoamericana con una visión totalitaria del socialismo poco respetuosa de la libertad individual y hostil a las rutinas democrático-representativas.

En su defensa se podría decir que a un país del tamaño de  Cuba enfrentado a cinco décadas de agresiones por parte de EE.UU no se le puede pedir una democracia de paz. Pero ese argumento aunque valido no resistiría un escrutinio objetivo. Hay abusos como la creación de las Unidades Militares de Abastecimiento a la Producción (UMAP) donde se maltrataron a homosexuales, religiosos, artistas y jóvenes en conflicto con los valores del sistema comunista o el delito de “peligrosidad social” que no se justifican ni tienen relación con la amenaza externa sino con la obsesión de los líderes revolucionarios con el aplastamiento avasallador de la autonomía de la sociedad civil por el estado en condiciones totalitarias para generar un nuevo ordenamiento. Aun hoy varias de las desviaciones del sistema político cubano de los estándares internacionales de derechos civiles y políticos, como por ejemplo el unipartidismo, no son fundamentados desde el gobierno cubano en términos de emergencias derivadas de la necesidad de responder a la política de agresión externa, sino como paradigmas de una supuesta “democracia socialista”, alternativa a las democracias occidentales caracterizadas por Fidel Castro como “pluri-porquería”.

¿Y después de Fidel Castro qué?

Las reacciones de profundo dolor y respeto de una parte del pueblo cubano, incluso de muchos que expresamos discrepancias con sus visiones para Cuba y el mundo, contrastan con la celebración carnavalesca de otra parte de ese mismo pueblo, que lo odia y aborrece. Como alertaba Nelson Mandela a sus partidarios, “en ningún conflicto que dure tanto tiempo toda la razón y la justicia están de un lado, y la desidia del otro”. La revolución de Fidel deja un legado de progreso social en Cuba pero también de profunda división política y una reconciliación nacional pospuesta.

En términos de orden político, el gobierno del Partido Comunista  esta hoy enfrascado en procesos paralelos de reforma económica y liberalización política. Esos procesos son parte esencial de la adaptación de las elites políticas post-revolucionarias a un mundo sin el carisma de Fidel Castro que empezó desde su retiro en 2006. La muerte de Fidel Castro no altera en lo fundamental ese curso, pues sus funciones en el sistema político cubano eran más que todo simbólicas, como una especie de patriarca revolucionario latinoamericano y mundial. El equipo de gobierno de Raúl Castro lleva instalado casi una década, con una transición generacional en curso que ya ha cubierto los principales puestos ministeriales, el comité central del PCC y a partir del VII congreso al buro político.

Los procesos de reforma económica y liberalización política han implicado la transición hacia una Cuba más orientada al mercado, con un mayor rol para la propiedad privada, la inversión extranjera y la pequeña y mediana empresa. El país hoy esta mas conectado a las tendencias globales que cuando Fidel Castro dejó la presidencia. Se trata de una comunidad política cada vez más plural que ha disfrutado en la última década sustanciales aumentos de sus derechos de religión, viaje y propiedad, empezando a demandar mayor participación y representatividad ante la camisa de fuerza que representa la estructura unipartidista.

Además del nacionalismo y la búsqueda de un mejor desempeño económico como zonas de legitimidad, el estado post-revolucionario cubano se apoya en la existencia de un mínimo de paz social y seguridad pública de la que Cuba disfruta en contraste con sus vecinos latinoamericanos con gobiernos de orientación capitalista como México y de izquierda, como el de Venezuela. Hasta el inicio de la crisis post-soviética, el llamado “periodo especial”, Fidel Castro y su gobierno realizaron importantes esfuerzos para construir una sociedad cohesionada, en torno a una fuerte identidad nacional, en la que se reducían las diferencias de clase, genero, raciales, regionales y entre lo rural y urbano. Esa inversión, no solo la capacidad represiva del estado y de control social, explican la relativamente alta seguridad pública cubana. La población cubana que tiene patrones demográficos de país desarrollado con un alto componente sobre los treinta y cinco años no es dada a devaneos de grandes insurrecciones y es conservadora en la defensa de esos elementos de tranquilidad social.

Los retos a la continuidad del sistema unipartidista cubano son más a largo que a corto plazo. La situación económica cubana no es nada halagüeña de cara a la inestabilidad política en Venezuela, pero no se derrota algo con nada. La oposición cubana o lo que así se le llama, pasa por las peores circunstancias. Desconectados en lo fundamental de los problemas centrales del cubano medio, sus principales líderes se  identifican ahora con un pedido al presidente electo Donald Trump para que desmonte los avances logrados por la administración Obama y renueve una ola de sanciones contra su propio pueblo. Al confiar sus destinos una vez más a las presiones estadounidenses, esos opositores engarzan con la tradición plattista (relativa a la enmienda Platt, parangón de la intervención estadounidense en asuntos de exclusiva soberanía cubana), repudiada por la revolución y la cultura política nacionalista que esta reforzó.

Una incógnita en el horizonte es como la muerte del expresidente Castro afectará la visión sobre Cuba de la administración presidencial de Donald Trump. Seria racional que el deceso del líder revolucionario ratifique en Washington el diagnostico de Cuba como país en transición, requiriendo una política de tanto contacto, intercambio y dialogo como sea posible. En el margen podría tener un efecto positivo pues ningún líder cubano, ni siquiera Raúl Castro, generó las antipatías y rabias que Fidel Castro provocaba en sectores de política exterior norteamericana que derrotó una y otra vez.

Sería fatal que la nueva administración norteamericana vuelva a comprar el sueño tantas veces desmentido de que el sistema cubano es un mecanismo “de un solo rotor” como lo llamó una vez el subsecretario para asuntos interamericanos Tom Shannon, y que va a caer sin Fidel o Raúl Castro como pieza clave. Son preocupantes algunas de las visiones ideologizadas expresadas desde la oposición a la política del presidente Obama por varios de los designados por el presidente electo Donald Trump para su equipo de transición y de gobierno. Ojala que, por ejemplo, el General Michael Flynn anunciado como asesor de seguridad nacional revise su diagnostico que considera a Cuba parte de una coalición global antiestadounidense que va desde Corea del Norte en Asia hasta Venezuela en las Américas, incluyendo a los fundamentalistas islámicos. Inventar coaliciones que no existen solo obnubila la capacidad para lidiar con las amenazas reales.

El presidente Obama no basó su cambio de política hacia Cuba en una simpatía por Fidel Castro y su legado sino en los intereses y valores nacionales estadounidenses y en el reconocimiento de factores estructurales que explican el fracaso de las políticas de acoso y hostilidad por más de cinco décadas. Cuba esta más integrada políticamente que nunca en su entorno regional, y posee vínculos de afinidad tanto con aliados estadounidenses en Europa y Japón como con rivales estratégicos estadounidenses en Moscu y Beijing. Las sanciones unilaterales y la retorica de hostilidad y aislamiento han probado ser un fardo pesado no solo ante las reformas que tienen lugar en Cuba sino también para la gran estrategia norteamericana a nivel hemisférico y global.

Nada hizo más grande a Fidel Castro que el poder y la rabia de sus enemigos. No es casualidad que el principal adalid de la política de embargo contra Cuba fuera Jesse Helms, bastión de la segregación sureña, defensor del apartheid sudafricano y discriminador con insultos variados de los mexicanos y latinoamericanos. Fidel Castro se las ingenió para hacer de Cuba, un baluarte capaz de resistir los embates de la primera potencia mundial en una política imperial de acoso y aislamiento que representó lo peor de EE.UU. La administración Trump tiene ante si el dilema de probar una estrategia hegemónica persuasiva hacia el nacionalismo cubano o insistir por otra vez en las presiones imperiales coercitivas que la evidencia indica están predestinadas a la derrota. Los que festejan la muerte de Fidel Castro reconocen implícitamente que en vida no le ganaron la partida.

Los retos de Raúl Castro y su equipo

ravsbergPor Fernando Ravsberg.   –        Cortesía de Cartas desde Cuba

Durante los últimos diez años, las reformas de Raúl Castro contaron con el respaldo del comandante Fidel. En 2010, el líder máximo de la Revolución Cubana confesó públicamente que el modelo construido por él mismo ya no servía para Cuba. Ese espaldarazo fue clave en un momento en el que se especulaba con diferencias políticas entre los hermanos. Sirvió para que el nuevo presidente se consolidara en el poder, creando un proyecto propio, además de un equipo de personas para llevarlo adelante y hacerse cargo del país en 2018.

Durante los últimos diez años, las reformas de Raúl Castro contaron con el respaldo del comandante Fidel. En 2010, el líder máximo de la Revolución Cubana confesó públicamente que el modelo construido por él mismo ya no servía para Cuba. Ese espaldarazo fue clave en un momento en el que se especulaba con diferencias políticas entre los hermanos. Sirvió para que el nuevo presidente se consolidara en el poder, creando un proyecto propio, además de un equipo de personas para llevarlo adelante y hacerse cargo del país en 2018.

Durante los últimos diez años, las reformas de Raúl Castro contaron con el respaldo del comandante Fidel. En 2010, el líder máximo de la Revolución Cubana confesó públicamente que el modelo construido por él mismo ya no servía para Cuba. Ese espaldarazo fue clave en un momento en el que se especulaba con diferencias políticas entre los hermanos. Sirvió para que el nuevo presidente se consolidara en el poder, creando un proyecto propio, además de un equipo de personas para llevarlo adelante y hacerse cargo del país en 2018.

Después de su retiro, Fidel siempre fue consultado de los cambios más trascendentes que se planeaban desarrollar en la isla, según reconoció Raúl Castro. Seguramente no se dio ningún paso sin garantizar antes su apoyo o, por lo menos, su neutralidad. Este proceso de debate interno podría explicar, en parte, la lentitud con la que se implementaron las reformas económicas durante los últimos diez años.

Es de esperar que el proceso de cambios económicos se acelere, pero no sólo influye en ello la muerte de Fidel. También la próxima etapa, en la hoja de ruta de Raúl Castro, marca transformaciones de mayor calado. La legalización de las pymes le dará al sector privado garantías legales gracias a que contarán con personalidad jurídica. Esto significa, además, que tendrán la posibilidad de importar insumos, uno de los grandes límites de crecimiento del trabajo no estatal debido a la inexistencia de mercados mayoristas donde abastecerse.

El otro paso inevitable a corto plazo es dar una mayor autonomía a la empresa estatal, la cual está maniatada por mecanismos de decisión y finanzas totalmente centralizados a nivel de gobierno. Sus importaciones deben ser aprobadas por los ministerios y tramitadas a través de importadoras estatales que determinan a quién comprar y cuándo. Sus finanzas en divisas están en una cuenta única nacional, donde muchas veces no encuentran el dinero para sus insumos, reinversiones, ampliaciones o mejoras salariales.

Cuba deberá soportar unos años de estrechez financiera debido al pago de la deuda externa, pero la negociación con el Club de París le abre una ventana para la obtención de créditos blandos y de inversiones. A medio plazo, le ahorrará entre un 30 y un 50% en sus importaciones, al poder saltarse a las empresas intermediarias que utiliza hoy. Fidel había calificado la deuda del Tercer Mundo como impagable e incobrable, pero no calculó la presión que podían ejercer los países desarrollados.

Sin embargo, el movimiento más complejo que se espera a corto o medio plazo es la unificación monetaria y sobre todo cambiaria. En Cuba existen dos monedas –el CUC y el CUP- y entre ellas hay cinco tasas de cambio legales pero diferentes: desde el 1×1 interempresarial hasta el 1×24 que utiliza el cubano de a pie. Esto genera enormes dificultades contables, facilita la corrupción y provoca deformaciones económicas, ya que, por ejemplo, empresas rentables aparecen como deficitarias y viceversa.

El problema monetario también repercute en la economía familiar. Los trabajadores estatales –más de tres millones de personas- reciben sus salarios en CUP pero deben comprar gran parte de sus alimentos, la ropa, el calzado y los productos de limpieza en CUC, con lo cual su ingreso se reduce 24 veces, alcanzando apenas para una cuarta parte de la canasta familiar.

Los conocimientos del millón de profesionales, principal herencia del fidelismo, seguirán siendo el principal recurso económico de la nación. Los cooperantes médicos, enfermeros, entrenadores deportivos, profesores, arquitectos o ingenieros que trabajan en otras naciones producen ocho mil millones de dólares, el 70% del ingreso nacional. La biotecnología cubana se abre paso en el mundo, incluso en los EEUU, con una vacuna contra el cáncer y un medicamento para evitar amputaciones a los diabéticos. Laboratorios cubanos fabrican fertilizantes, insecticidas y medicamento animal en cinco países de África. Finalmente, China acaba de llegar a un acuerdo para contratar médicos cubanos, lo cual puede paliar una eventual pérdida del Gobierno de los chavistas en Venezuela.

ANALISIS:  Cuba, tras la muerte de Fidel Castro

joaquin-royPor Joaquin Roy               –                Cortesía de Infolam
El nuevo presidente norteamericano tiene un dilema. Si opta por acosar a Raúl con exigencias drásticas que borren importantes concesiones de Obama corre el riesgo de una respuesta nacionalista que haga peligrar la estabilidad de la zona. Si elige mantenerse prudente traicionará sus promesas electorales. En cualquier caso, Raúl puede aparecer como ganador.

El nuevo presidente norteamericano tiene un dilema. Si opta por acosar a Raúl con exigencias drásticas que borren importantes concesiones de Obama corre el riesgo de una respuesta nacionalista que haga peligrar la estabilidad de la zona. Si elige mantenerse prudente traicionará sus promesas electorales. En cualquier caso, Raúl puede aparecer como ganador.

El nuevo presidente norteamericano tiene un dilema. Si opta por acosar a Raúl con exigencias drásticas que borren importantes concesiones de Obama corre el riesgo de una respuesta nacionalista que haga peligrar la estabilidad de la zona. Si elige mantenerse prudente traicionará sus promesas electorales. En cualquier caso, Raúl puede aparecer como ganador.

Desde la invasión en la Bahía de Cochinos hasta la histórica visita del presidente Barack Obama, los cubanos han sabido por generaciones que en cualquier momento en que Estados Unidos se volviera hacia la isla se iba a encontrar con Fidel Castro sosteniéndole la mirada.

La muerte de “El Comandante” se suma al temor de los cubanos a que el nuevo presidente electo de la mayor economía del mundo, Donald Trump, dé un portazo a los embrionarios vínculos comerciales y turísticos, desandando dos años de acercamientos entre unos vecinos poco amistosos.

Trump ha tenido un tono muy diferente al del actual presidente Barack Obama, quien hace dos años llegó a un acuerdo con el hermano menor de Fidel, el mandatario cubano Raúl Castro, para acabar con medio siglo de hostilidades.

En la recta final de su campaña, Trump intentó ganar el voto cubano estadounidense de Florida asegurando que sería firme en su oposición a los Castro, y prometió que, de resultar electo, cerraría la recién inaugurada embajada estadounidense en La Habana.

Previamente, en la campaña por las primarias de su partido, había dicho que restaurar los lazos diplomáticos con Cuba era apropiado, pero que Obama debió negociar un mejor acuerdo.

Ya con el triunfo en la mano, es difícil saber cuál será el enfoque de Trump.

“No se ha decidido nada”, dijo el domingo la asesora de Trump Kellyanne Conway en el programa “Meet the Press” de NBC. “El presidente electo tomará esas decisiones una vez que asuma el cargo”.

No obstante, Reince Priebus, quien será jefe de gabinete a partir del 20 de enero, dijo que Trump pediría más libertades políticas al gobierno cubano y que si no las consigue, la apertura retrocederá.

“No va a ser una relación unidireccional de Estados Unidos hacia Cuba sin que haya medidas del gobierno de Castro”, dijo Priebus al programa de televisión “Fox News Sunday.”

Tras la muerte de Fidel Castro a los 90 años, Obama se refirió a él como una “persona única”, mientras que Trump lo llamó “un dictador brutal”.

El revolucionario barbudo comenzó su carrera derrocando a una dictadura apoyada por los Estados Unidos, repeliendo una invasión respaldada por la CIA en Bahía de Cochinos en 1961 y sosteniendo una pulseada con el presidente estadounidense John F. Kennedy durante la crisis de los misiles ese mismo año.

Durante sus 49 años en la presidencia, Castro cruzó recriminaciones con 10 presidentes de Estados Unidos, y si bien mantuvo un perfil mucho más bajo desde su retiro en 2008, nunca dejó de advertir a los cubanos de que no debían confiar en Washington.

Su hermano menor nunca cedió demasiado frente al gobierno de Obama en términos de liberalizar el sistema político de partido único.

Pero muchos cubanos reconocen que contaban con el carisma y la oratoria de su fallecido líder para contrarrestar al ampuloso Trump.

“Ante la falta del comandante tengo un poco de temor de lo que pueda pasar por la forma de pensar y de actuar de Trump”, dijo Yaneisi Lara, una vendedora de callejera de 36 años de La Habana.

“Podría echar para atrás y bloquear todo lo que ha venido pasando, todas las cosas que hizo Obama, que hizo muchas cosas, que logró acercar a Estados Unidos con Cuba”, agregó, admitiendo que ella misma estaba considerando mudarse a Estados Unidos.

Obama no tuvo éxito en convencer al Congreso para que levantara el embargo económico de Estados Unidos a Cuba, pero a título personal se oponía a las sanciones y usó decretos para permitir que se incrementaran el comercio y los contactos.

El primer vuelo comercial de Estados Unidos a La Habana tiene programada su llegada para el lunes.

Trump puede fácilmente revertir esas medidas. No ha dejado clara su posición, pero sí incluyó en su equipo de transición a Mauricio Claver-Carone, un partidario de mantener un duro embargo económico.

Sin entrar en detalles, Trump dijo el sábado, tras la muerte de Castro, que su gobierno haría “todo lo posible” para mejorar las libertades y la prosperidad de los cubanos.

“Trump es todo lo contrario de Obama”, dijo Pablo Fernández Martínez, un rudo taxista de 39 años.

La vida sigue siendo dura en Cuba para una población educada pero subempleada, y el acercamiento a Estados Unidos ha traído más dólares. Fernández teme que la fuente se seque una vez que Trump se mude a la Casa Blanca.

“Es probable que haya menos turismo y eso afecta a todo el mundo en Cuba, y a la economía”, dijo el padre de un niño que gana entre 100 y 120 dólares a la semana transportando a extranjeros.

Pedro Machado, de 68 años, es un ingeniero en investigación marina retirado que ahora alquila cuartos en su espacioso departamento cerca del “Malecón”, la costanera de La Habana. A Machado, que mira televisión junto a su mujer, le preocupa que la retórica agresiva de Trump sea el presagio de problemas.

“La política de Trump es muy agresiva. Hay que esperar a ver lo que hace. Parece empeorar la cosa para Latinoamérica y Cuba en particular”, dijo.

“Mi generación fue beneficiada con la Revolución de Fidel. Beneficiaron a los humildes y más pobres. No todo fue color de rosa, pero Fidel nos ayudó”, añadió. “Estados Unidos se ha dirigido como imperio y esto es lo que representa Trump. Dado lo que ha dicho Trump, no es muy bueno lo que se espera en el futuro”, agregó.

Rebeca Hernández, una estudiante de medicina que vestía su uniforme de blusa blanca y falda azul oscura cerca de la Universidad de la Habana, se mostró decidida frente a los desafíos que podría plantear el presidente electo de Estados Unidos.

No hay que temerle a Trump, nosotros pa’lante. Hemos resistido a 10 presidentes de Estados Unidos y nos mantenemos en pie contra el bloqueo (…) Trump o la Clinton daba igual”, dijo Hernández.

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