NUEVO ORDEN MUNDIAL La globalización pos-pandemia: hipótesis.

Workers wearing protective gears disinfect as a precaution against the new coronavirus at the subway station in Seoul, South Korea, Friday, March 13, 2020. For most people, the new coronavirus causes only mild or moderate symptoms, such as fever and cough. For some, especially older adults and people with existing health problems, it can cause more severe illness, including pneumonia. (AP Photo/Lee Jin-man)

Cortesía de Análisis Geopolítico        —        Blog de WordPress.com

Si bien en mis artículos dejé en claro que entiendo a la pandemia como la cuarta fase de la desglobalización, no todos los análisis coinciden con mi propuesta. Por lo tanto, repasaré las principales hipótesis que se barajan, para sumarle más complejidad y multidimensionalidad al mundo que viene.

Hipótesis propia: desglobalización. En dos artículos anteriores expuse que la globalización estaba llegando a su fin y que lo que vendría serían varias fases de desglobalización, sin ver con claridad cuáles pueden ser los contornos del naciente orden mundial: ¿bipolaridad sino-estadounidense? ¿Multipolaridad? ¿Fractura del mundo? Difícil saberlo.

Para mi consideración, la Covid-19 representa la cuarta fase de la desglobalización. La primera fue la crisis de 2008, cuando los flujos de capitales y el comercio internacional, dejaron de crecer dos veces por encima del PIB mundial. El frenazo se hizo sentir en todo el mundo; las consecuencias sociales y geopolíticas de la Gran Depresión pusieron en evidencia la vulnerabilidad de la globalización en su fase financierista, aumentando la desconfianza internacional y la fractura dentro de las elites occidentales, basadas en con continuar o no con la internacionalización de la producción.

La segunda fase no vino de occidente sino desde China. En 2012, Xi Jinping se convierte en Presidente del Partido Comunista Chino (PCCh) y en 2013 asume como primer mandatario del gigante asiático. El ascenso de Xi, aceleró los cambios que desde hace años se debatían en China: como volverse más independiente del mercado exterior. Con esta premisa, el nuevo líder chino anunció el objetivo de cambiar el modelo económico chino, de uno enfocado en las exportaciones y en las manufacturas de baja calidad, a otro con los cimientos en el mercado interno (consumo), los servicios y la innovación. En 2015, puso en práctica el plan Made in China 2025, que tenía como fin volver autárquico al país en tecnología de punta para mitad de siglo. Un plan así va en contra de toda globalización o proyecto del mismo, porque deja afuera de la competencia a sus socios o adversarios. Al mismo tiempo, se pusieron en construcción dos proyectos rivales al estadounidense: la Nueva Ruta de la Seda y la creación del Banco Asiático de Inversión y Desarrollo (BAII). La desconfianza creció entre los dos grandes socios de la globalización: China y Estados Unidos.

La tercera fase puede que sea la más fulminante, aunque el tiempo lo dirá. Estamos hablado del regreso del pensamiento del nacionalismo económico al poder político de los dos grandes promotores del orden mundial abierto pregonado por el liberalismo: EE.UU. y Reino Unido; Trump y el Brexit. Entre junio y noviembre de 2016, la predica globalista anglosajona fue desterrada por una que pone a país en primer lugar, sus compatriotas y sus empresas (al menos en el discurso). El brexit debilitó a la Unión Europea (UE), paraíso del internacionalismo liberal, y Trump tomó el poder en el corazón de la globalización, atacando a China con guerras comerciales y poniendo en entredicho al atlantismo hegemónico desde la posguerra. Nadie quiere liderar la globalización y los que quisieran –como Macron-, no tienen en el poder para hacerlo. El cadáver parece estar navegando hacia el precipicio.

La cuarta fase, como escribí en un artículo anterior, tiene que ver con el surgimiento inesperado de una pandemia, que ha demostrado la vulnerabilidad de la globalización y sus cadenas de suministros, ya sea para abastecerse de insumos médicos o de mantener abiertos los mercados de alimentos o energéticos. Significa además el fracaso de las instituciones multilaterales –FMI/BM/OMC- y el resurgir del Estado como promotor e impulsor de las medidas a tomar. Le ha sumado una desconfianza feroz entre aliados (EE.UU./UE) y parece estar llevando a Pekín y Washington hacia un escenario de confrontación directa con características aún por descubrir.

Otras hipótesis. A mi entender la desglobalización llevará hacia un regreso de la competencia estratégica inter-capitalista, una característica común a través de la historia, con un escenario de volatilidad e inestabilidad que nos llevará hacia un desorden mundial difícil de predecir.

Pero otros autores parecen tener hipótesis e ideas más claras, y ya vaticinan el mundo pos pandemia, haciendo foco en el futuro de la globalización.

Hipótesis 1: continuación de las tendencias preexistentes. Andres Malamud, investigador principal en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, sostiene que en el futuro no veremos el fin de la globalización, sino una “globalización desacoplada”, controlada y organizada en dos o más polos de poder. Aduce que EE.UU y China son las dos naciones indispensables para el sostenimientos del mundo pos pandemia, ya que son las dos mayores potencias mundiales. En referencia a Washington y a Pekín, argumenta que “solo dos países son necesarios, y juntos son suficientes, para que el próximo cisne negro nos encuentre a todos más robustos”. A pesar de cuasi anunciar una globalización bipolar, aduce que la Unión Europea puede convertirse en el tercer polo del mundo que viene, mientras Rusia seguirá siendo “un spoiler” capaz de ayudar o perjudicar a una u otra potencia, pero sin poder tomar la iniciativa.

El análisis de Malamud es muy fino e inteligente, pero a mi entender existen puntos débiles: en primer lugar, la globalización nunca puede ser multipolar o bipolar. A través de la historia hemos tenido dos procesos globalizantes: el primero, bajo la hegemonía británica, iniciado en 1815 pero que tiene su mayor esplendor entre 1848 y 1873 –la “era del capital” de Hobsbawm-; la segunda, desde 1991 al 2008, incluso más acá en el tiempo dependiendo de quién lo mire, con la supremacía estadounidense. ¿Cómo podría darse una globalización en un mundo dividido en polos de poder que compiten entre sí por los mercados mundiales? ¿Pueden convivir el internet estadounidense y el chino a la vez, etc.? No parece posible.

Hipótesis 2: Globalización sin China. Este proyecto resucitado por algunos rotativos como el Financial Times hace semanas, tiene sus raíces en el proyecto de Obama. El ex mandatario estadounidense planeaba crear una gran zona de libre comercio que abarcara el Pacífico y el Atlántico con EE.UU. como centro financiero, comercial y de inter conexión geográfica. De esa manera, creaba el mayor mercado mundial de la historia, superando a China en habitantes. En el Atlántico intentaba romper la interdependencia energética de Bruselas y Moscú, aislando a Rusia y debilitando cualquier autonomía estratégica de la UE. En el Pacífico, aislando a China mientras atraía a todo el sudeste asiático hacia la esfera económica estadounidense.

La llegada de Trump destruyó todos esos planes, pero ahora algunos buscan revitalizarlos. Japón anunció un plan de 2000 mil millones de dólares para ayudar a sus empresas a salir de China; Macron declaró que en algunos sectores como la salud, habría que repensar una repatriación de las empresas, mientras Alemania habla de “relocalización”; por su parte, Trump y los neoconservadores aprovechan el momento para robustecer su postura anti china catalogando al SARS-CoV-2 como “virus chino” y acusando a la OMS de trabajar para China.

Mucho pueden decir las potencias occidentales pero existe un hecho incontrastable: no se puede dejar a China fuera de cualquier proyecto globalizador. Su PIB representa el 17% del mundial (en PPA cerca del 25%), es la mayor potencia comercial del mundo, el mayor consumidor de alimentos y petróleo del orbe y representa casi un quinto de la población global. ¿Cómo se ignora a un gigante sin sufrir consecuencias? Por otra parte, a pesar de los estigmas contra los chinos, todas las cadenas globales de producción y suministros están en China y sacarlas de allí –aislar a Pekín- haría colapsar la globalización. Por último queda preguntarse, los gobiernos pueden hacer planes pero ¿las empresas occidentales dejarán el país asiático?

Hipótesis 3: una globalización china. En otro artículo hablé de la posibilidad de que el sistema tributario chino de la Dinastía Ming, florezca nuevamente, dando inicio a una globalización de sínica bajo el lema del Tianxia (“todo bajo el cielo”). En ese sentido irían los proyectos de la Ruta de la Seda, la creación del BAII o el intento de fundar un área de libre comercio que incluya a toda el Asia Oriental, el RCEP.

La pandemia parece haber reforzado para muchos la posición de China a nivel internacional, en parte por la rapidez y contundencia a la hora de controlar el brote puertas adentro, en parte por la negativa de Trump a liderar la lucha a nivel mundial como si hiciera Obama con el ébola en 2014. El envío de suministros médicos a distintos países puede que luego se canalice en la exigencia de “favores” beneficiosos para Pekín.

En un artículo de opinión escrito para el diario Haaretz de Israel –periódico afín a las ideas globalistas y pro árabes, opositor acérrimo de Netanyahu y los ultra ortodoxos judíos-, David Rosenberg argumentaba que “la globalización no está muriendo, se está volviendo más China”. En sus palabras, un escenario así perjudica a Israel que se encuentra demasiado interconectado al modelo globalista anglosajón. Artículos como este, han generado toda una paranoia en Occidente sobre un mundo bajo una hegemonía china que eclipse al mundo tal y como lo conocemos.

A mi juicio, la posibilidad de una China asumiendo el liderazgo internacional, me parece casi imposible. En primer lugar, si asumimos que estamos en una transición hegemónica, no puede darse de la noche a la mañana. Los cambios llevan tiempo, décadas, no años. En segundo lugar, China todavía no tiene el poder económico para asumir semejante liderazgo, ni tampoco el poder militar y mucho menos el monetario. Ni hablemos del cultural, aunque eso siempre llega después de los otros factores del poder relativo. En tercer lugar, a la par de todos los esfuerzos de China para expandir su influencia en plena emergencia sanitaria, también crecieron los casos de sinofobia, de acusaciones al régimen y de suspicacias sobre China. Occidente no aceptará el liderazgo de China y Estados Unidos en particular, buscará por todos los medios una Guerra Fría para arrastrar a Pekín a un escenario como el soviético; un enfrentamiento que durará, de darse, hasta mediados de siglo. Para finalizar, tampoco tengo claro que Xi esté buscando liderar la globalización.

Hipótesis 4: bipolaridad y fractura tecnológica. Por último queda inmiscuirnos en el análisis de Thomas Friedman, columnista del The New York Times, que en noviembre de 2019 predijo un futuro donde se cree un “Muro de Berlín digital”; de un lado, EE.UU. y del otro China, con sus diferentes socios. “El 9 de noviembre, los líderes europeos se reunieron en Berlín para conmemorar el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Fue un aniversario que valió la pena celebrar. Pero nadie pareció darse cuenta de que casi exactamente 30 años después de la caída del Muro de Berlín, un nuevo muro, un Muro de Berlín digital, había comenzado a erigirse entre China y Estados Unidos. Y lo único que queda por determinar, un ejecutivo de negocios chino me comentó: “qué tan alto será este muro” y qué países elegirán estar de qué lado” escribió. “Este nuevo muro, que separa una zona de tecnología y comercio liderada por Estados Unidos de una liderada por China, tendrá implicaciones tan vastas como el muro que dividió Berlín. Debido a que la paz, la prosperidad y las aceleraciones en la tecnología y la globalización que tanto han beneficiado al mundo en los últimos 40 años se debieron, en parte, al entrelazamiento de las economías de Estados Unidos y China”, adujo resignado.

A pesar de que un globalista como Friedman no se anima a decirlo, una partición tecnológica del mundo (escribí hace tiempo sobre esa probable nueva bipolaridad), nos llevaría directamente a la desglobalización, lo que me lleva a la hipótesis inicial.

Puede que ninguna de estos escenarios se dé, o puede que se dé un poco de ambos, pero el mundo cambiará o acelerará los cambios preexistentes. He ahí lo apasionante de estar viviendo la historia.

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