VENEZUELA: EL CAMINO CORRECTO ES LARGO

Por Jorge Gómez Barata      –       Cortesia de RADIOMIAMI.COM

La reacción del liderazgo venezolano ante el revés electoral del 6D es adecuada porque asume que los problemas del proceso obedecen tanto a fenómenos circunstánciales como a deformaciones estructurales, principalmente económicas y políticas.
La reacción del liderazgo venezolano ante el revés electoral del 6D es adecuada porque asume que los problemas del proceso obedecen tanto a fenómenos circunstánciales como a deformaciones estructurales, principalmente económicas y políticas.

La reacción del liderazgo venezolano ante el revés electoral del 6D es adecuada porque asume que los problemas del proceso obedecen tanto a fenómenos circunstánciales como a deformaciones estructurales, principalmente económicas y políticas. Ahora se comprende que la estrategia revolucionaria no podía circunscribirse a entronizar rangos de justicia social mediante una mejor distribución de la renta petrolera, sino que era preciso trascender el rentismo petrolero e insistir en el desarrollo del país.

Hoy parece haber conciencia de que, en las presentes circunstancias, para lograr esos cometidos es preciso avanzar en tres direcciones.

  • Promover una rectificación integral de la doctrina económica nacional que ha estado basada casi exclusivamente en el disfrute de la renta petrolera, vigente durante casi 100 años, y retomar el enfoque desarrollista que en un principio propuso Hugo Chávez.

  • Revisión de las políticas impulsadas por la Revolución, que han descansado en la utilización de los lucros del petróleo para honrar las enormes deudas sociales adquiridas por la oligarquía a lo largo de doscientos años, saldar desmesurados gastos públicos, y satisfacer el consumo.

  • Avanzar en la formación de consensos y concertaciones nacionales, incluyendo un difícil diálogo entre el gobierno y oposición.

Se trata de reformas urgentes, de gran complejidad y enorme escala, que es preciso realizar en difíciles condiciones económicas, financieras, y políticas, de las cuales depende el proceso en su conjunto.

La pregunta del momento, y de cuya respuesta se derivan la táctica y la estrategia revolucionaria, es si programas de emergencia de esa naturaleza, envergadura, complejidad, pueden realizarse a los ritmos que las circunstancias exigen en un país dividido, y con instituciones confrontadas.

Debido a lo obvio de la respuesta aparece la necesidad de realizar acciones de gran calado, que aproximen a los grandes factores de la vida política nacional, principalmente al gobierno y la oposición, para lo cual es preciso promover un diálogo, y evitar nuevas confrontaciones, e inevitablemente hacer concesiones de las partes.

No se trata de maniobras cosméticas ni de ganar tiempo, sino de un repliegue estratégico y de un rediseño del proyecto, para lo cual la dirección revolucionaria necesita adoptar decisiones altamente complejas, y elevados riesgos políticos.

En contextos difíciles, con los precios del petróleo a nivel de liquidación, las reservas menguadas, y la actividad económica semiparalizada, el país deberá encontrar recursos financieros para reactivar la industria, desarrollar la agricultura, producir alimentos, sustituir importaciones, y avanzar en áreas específicas,  alguna de las cuales deben comenzar prácticamente de cero.

Entre tanto es preciso financiar la adquisición de materias primas, maquinaria, tecnologías, alimentos y artículos de consumo demandados por la población, y honrar las deudas que el país ha adquirido.

A los magros recursos que ahora proporciona el petróleo, vendido a precios que comienzan a aproximarse a los costos de producción, el país deberá sumar los que obtenga de ahorros obtenidos mediante inevitables reducciones del gasto público, moderación en las políticas sociales, y aplicación de medidas fiscales de emergencia.

En situaciones, aunque de diferente origen pero igualmente dramáticas, ante la desaparición de la Unión Soviética y todo el campo socialista Fidel Castro llamó a salvar las conquistas esenciales, lo cual implicó una dramática redefinición de prioridades, y el inicio de un período de austeridad que un gobernante europeo comparó con el espíritu numantino.

 

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