
Digamos, de alguna manera ha habido una apropiación más general de los medios y un uso de estos con fines económicos, políticos, religiosos, de acuerdo al interés que se haya posesionado detrás de ese medio / Foto Blog «Cartas desde Cuba».
Mariana Camejo (MC): Hola a los que nos están viendo o nos están escuchando a través de las plataformas de audio. Estamos de nuevo en La Sobremesa, un podcast de La Joven Cuba, donde hablamos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.
Jorge Bacallao (JB): Bueno, mira, ahora que tú dices «sala de tu casa», es algo que yo siempre te he querido preguntar, porque me interesa la vida de los periodistas. ¿Cómo funciona la cosa? ¿Tú te levantas y vas directo a ver las noticias, así sin desayunar? ¿Cómo hace el periodista?
(MC): Yo tengo la costumbre de levantarme a eso de las 5 de la mañana y hago una revisión de la prensa. Claro que sí.
(JB): El periodista tiene que estar informado.
(MC): Tiene que estar informado.
(JB): Es como llegar a un gimnasio y ver a un entrenador con sobrepeso.
(MC): Pero, no me hagas más preguntas de periodismo, porque de eso vamos a estar hablando hoy con un invitado de lujo. Así que vamos a hacer una pausa y empezamos.
(JB): No se mueva de ahí, que se pierde el principio.
(MC): Hoy La Sobremesa va a entrevistar a un entrevistador. Un periodista uruguayo con una amplísima experiencia como reportero en países de América Latina. Quien fuera, además, alrededor de 20 años corresponsal de la BBC en Cuba y autor de aquel blog tan leído que fue «Cartas desde Cuba». Bienvenido, Fernando Ravsberg.
(JB): Yo era un destinatario de esas «Cartas». Yo las cogía antes de que las echaran al buzón. «Calenticas» las cogía yo. Las esperábamos. ¿Cuándo salían?
Fernando Ravsberg (FR): Salían los jueves.
(JB): Y yo desde el martes estaba nervioso.
(FR): Mucha gente era fiel a leerlas, pero no era solo por el texto. Tenía un complemento que era la opinión de la gente. Habíamos logrado un grupo de gente inteligente, dando ideas inteligentes, con criterios totalmente diferentes. Ese buen ambiente, en ese respeto de debate, era lo que complementaba cada carta que yo escribía. Entonces la carta era la «cartita», o sea, todo lo demás era lo que generaba. Era nada más que el motor de arranque. Aprendía muchísimo leyendo los comentarios.
(JB): Claro, la gente saltaba la carta y seguía el comentario abajo.
La crisis del periodismo
(MC): Potenciaba un debate ahí interesante. Ravsberg, hoy el periodismo ha cambiado, no es el periodismo tradicional de aquel periodista sentado frente a su máquina de escribir. Hay multiplicidad de formatos, nuevos roles… ¿Cuál tú crees que sea hoy el estado del periodismo?
(FR): Creo que estamos en un momento complejo. Yo nunca estuve mucho tiempo sentado. No me gustaba mucho el trabajo de oficina. Cada vez que había posibilidades de ir a hacer una cobertura a algún lado, me iba. Pero creo que ha cambiado en otros aspectos. Digamos, de alguna manera ha habido una apropiación más general de los medios y un uso de estos con fines económicos, políticos, religiosos, de acuerdo al interés que se haya posesionado detrás de ese medio. Por ejemplo, en América Latina, hay medios a favor de gobiernos o para derrocar gobiernos. En el caso de Europa, con la guerra de Ucrania se polarizó completamente el tema mediático, a tal punto, que yo recuerde, en mi vida había visto censura así. O sea, RT no se puede ver. Los europeos no pueden verla. Punto. ¿Por qué? Porque decimos nosotros que ustedes no pueden verla. Está atravesando un momento difícil el periodismo ahora, donde respondes a intereses de un tipo o de otro, y cada vez más claramente. Lo que antes se podía hablar de Cuba, que respondía a intereses de forma transparente, hoy se está generalizando. Yo lo viví en otros momentos con medios privados, pero hoy es mucho más general.
(MC): También hay más polarización política a raíz de eso.
(FR): Hay más polarización política y no cumplimos siempre el objetivo que deberíamos cumplir que es el de servidores públicos, informándole a la gente lo que está ocurriendo, sino que le informamos a veces lo que nuestro patrón nos permite o le conviene que le informemos, y obviamos otras cosas.
No cumplimos siempre el objetivo que deberíamos cumplir que es el de servidores públicos, informándole a la gente lo que está ocurriendo.
(JB): Bueno, se viene hablando desde hace mucho tiempo de un augurio de muerte de la prensa escrita, de los periódicos impresos, a raíz de las redes sociales, internet, la inteligencia artificial. ¿Cuánta salud tú crees que tiene ahora mismo ese periódico que uno coge con las manos y puede oler todavía?
(FR): Yo creo que poca. Pero no es muy importante. Lo que estamos cambiando es el formato. El dónde ponemos la información. Lo más grave me parece a mí es cuando estamos cambiando los contenidos y haciendo contenidos con otros fines que no son el de informar. Yo no creo en la información absolutamente objetiva, porque cuando la elijo ya dejó de ser objetiva. Pero sí creo en que debo tratar de acercarme lo más posible a la objetividad; tratar de darle la versión más real que pueda, salvando quién soy, de dónde vengo, mi historia y todas esas cosas que siempre van a filtrar. Esa debe ser la voluntad.
En este momento tenemos muchos problemas, no solamente de los patrones, sino de los asesinatos y el peligro que estamos viviendo.
(MC): En América Latina eso es un problema serio.
(FR): Tengo amigos en México que han estado huyendo, han tenido que cambiar de país. Yo impartí clases en la universidad de Baja California Sur y realmente las cosas que enfrentaban esos colegas eran terribles. O sea, digamos, «si vuelves a repetir tal cosa te matamos a ti, a tu mujer y a tus hijos». «Y, además, tienes que aceptar dinero». «No, yo no voy a hablar más, pero no quiero dinero». «Si no aceptas el dinero te vamos a matar a ti, a tu mujer y a tus hijos». Cuando tú llegas a esas cosas dices «bueno, ¿y qué hago?». «¿Realmente vale la pena por la información que estoy tirando que maten a mis hijos?». Estamos hablando de temas difíciles, problemas éticos. Tal vez si no me hubieran hecho dejarlo, lo hubiera dejado, pero no sé. Yo creo que es un momento muy complejo, y el problema fundamental no es el formato donde entregamos el mensaje, sino el mensaje mismo.
(JB): Para ser «puntilloso», aunque ahorita empezaste a responder algo de eso sin que te preguntáramos: si te pedimos que definas la misión del periodista, ¿qué nos puedes decir?
(FR): Cuando hablo con colegas más jóvenes mi planteo es que somos servidores públicos, como los basureros. Los basureros tienen que guardar, esconder, botar la basura, y a nosotros muchas veces nos va a tocar mostrar la basura. Por supuesto, los que arrojan la basura o los que están chapoteando en ella no les gusta que la mostremos. Y con la misma fuerza que mostramos esa basura, también hay que mostrar las zonas limpias, ¿verdad? Pero, al final, somos servidores públicos. Deberíamos ser personas que estén al servicio de la gente, al servicio de informar a la gente. Ese debería ser nuestro ideal como periodistas, no el protagonismo, lo cual se hace difícil para una profesión donde trabajas solo, donde das la cara y la gente te conoce. Luchar contra ese protagonismo que te sale y decir «yo soy tu empleado y mi trabajo es darte la información todas las mañanas».
Los basureros tienen que guardar, esconder, botar la basura, y a nosotros muchas veces nos va a tocar mostrar la basura.
Periodismo y propaganda
(MC): Pero hay gente que piensa que la misión del periodismo en un país capitalista no puede ser la misma misión del periodismo en un país socialista. ¿Qué tú opinas de eso?
(FR): Algo parecido le plantearon a Cortázar en el año 62 cuando vino acá de visita. Le hablaron de «literatura revolucionaria» y «literatura contrarrevolucionaria» y Cortázar le dijo: «Hay dos literaturas. Una buena y una mala, y la buena es por esencia revolucionaria». Pero si tú te pones a tratar de hacer literatura revolucionaria lo que vas a hacer es mala literatura. Entonces, yo creo que con el periodismo pasa algo parecido. O sea, no hay periodismo revolucionario, lo que es revolucionario es decir la verdad en el periodismo. Eso es lo que es revolucionario.
Si, por ejemplo, yo denuncio que hubo 33 pacientes fallecidos en el Hospital Psiquiátrico, ¿eso qué es? ¿Periodismo revolucionario o periodismo contrarrevolucionario? ¡Eso es periodismo! Es estar al servicio, y estar al servicio de las familias y pedir justicia. Que se investigue y se haga justicia sobre esas víctimas que eran inocentes. Esa es para mí la esencia del periodismo. Me ha traído muchos problemas, no solamente aquí. Me recuerdo mi jefe en Suecia decirme un día: «A ver, macho, ¿a qué país te mando?, porque ya no me quedan casi países. Cada país, no puedes volver a entrar. Te mando y cuando sales no te puedo volver a entrar». Entonces, dice, «vas a tener que cambiar el estilo para poder regresar a hacer otro trabajo».
(JB): ¿Qué pasa cuando el periodismo se utiliza como vocería política?
(FR): Yo pienso que se convierte en propaganda y hay propaganda buena y propaganda mala. El periodismo convertido en propaganda no necesariamente es bueno. Pienso que, por ejemplo, la parte de propaganda del periodismo cubano es muy mala, pero malísima. Todo el mundo se da cuenta que es propaganda. Cuando tú te das cuenta de que te están queriendo vender algo, ya empezamos mal. Como publicidad es malo. Tú tienes que comprar sin darte cuenta que te están vendiendo. Tienes propaganda muy buena, o sea, periodismo/propaganda muy buena en Estados Unidos. En eso, EE.UU. para mí es realmente el sumo. Lo hacen muy bien. No es el periodismo al que yo aspiro.
La parte de propaganda del periodismo cubano es muy mala, pero malísima. Todo el mundo se da cuenta que es propaganda.
(JB): Pero la manufactura es de primera.
(FR): La parte técnica la hacen muy bien.
(MC): Tienen todos los recursos también.
(FR): Pero no es lo único. Y en estos tiempos ya no necesitamos los recursos que hacían falta antes para montar un canal de televisión, una imprenta, o para sacar un periódico. Ahora con un teléfono podemos hacer lo mismo, pero lo que debemos tener es conocimiento. Por ejemplo, el equipo de Correa hizo maravillas. Realmente eran muy buenos trabajando. Los equipos de Brasil, de Lula. O sea, se puede hacer con pocos recursos, no cero recursos, pero se pueden hacer, con gente e inteligencia, muchísimas cosas. Ahora bien, si tú vas a querer hacer propaganda a favor de la Revolución cubana, del gobierno cubano, de forma subliminal, o sea, que no se note, y pones la foto del Che Guevara en tu muro, empezamos mal. Hace poco les bloquearon no sé cuántas cuentas, ¿y qué esperaban? ¿No dicen que ellos son el enemigo, y ponen la foto del Che, de Fidel y «hasta la victoria siempre», «Patria o muerte»? ¿Qué quieres que haga la plataforma?
(MC): Hay que dominar el entorno comunicacional digital.
(FR): No lo dominan. Entonces, la guerra comunicacional en este momento, que no es el periodismo, estamos hablando de propaganda.
(JB): Sí, pero esta es La Sobremesa. Aquí cabe.
(FR): La guerra esa que hay yo la comparo a veces como la llegada de Cortés a México. Son flechas contra cañones. Es la pólvora contra las hachas de obsidiana. Además, que eran para no matar, querían heridos para entregar a los dioses. Entonces es demasiada la diferencia y hay como una resistencia aquí a aprender. Yo no estoy de acuerdo en convertir el periodismo en propaganda. Ahora bien, ¿tú quieres hacer propaganda? ¡Hazla bien!
(MC): Hay que hacerla bien.
(FR): Hazla bien, porque si haces un mal periodismo y una mala propaganda pues no estás llegando a ningún lugar.
Medios estatales, públicos o partidarios
(MC): Hoy en Cuba tenemos medios estatales u oficiales o públicos y tenemos medios independientes, pero, ¿cuál es el tipo de medios que nosotros necesitamos?
(FR): Yo creo que no tenemos medios estatales. Para tener medios estatales, que es lo que más común se dice, necesitaríamos que fuera el Estado el que tuviera el control sobre los medios. No es el Estado, es el Partido. Entonces, lo que tienes son medios partidarios, digamos, que responden al Partido o a cualquiera de las facetas del Partido. No estoy criticando ni diciendo que esté bien o esté mal. Pasar a medios estatales sería un avance. O sea, convertir los medios del Partido, no todos. El Partido puede tener a Granma, como la Iglesia Católica puede tener su medio, pero el grueso de los medios convertirlos a medio estatales sería un primer paso ideal.
(JB): ¿Y cómo se garantiza esto después?
(FR): Se garantiza por que dependan del Estado, tanto financieramente como en la dirección, en quién se elige, quién va, editorialmente. Que tenga su Ministerio de Información, como lo quieras llamar, pero que sea el Estado el que dirija. No es el final del camino. Para mí el final del camino es convertirlos en medios públicos. Nadie en el mundo tiene en este momento una situación tan fácil para convertirlos en medios públicos como ustedes, porque tienen todos los medios en manos del Partido.
(MC): ¿Cómo hacer que un medio sea público?
(FR): Primero hay que hacer una legislación que ponga normas. Una normativa dentro del trabajo de los medios públicos.
(MC): Ahora tenemos una Ley de comunicación que intenta ir por ahí.
(FR): Intenta. ¿Cómo se recogen los derechos del ciudadano en esa ley? Por ejemplo, cuando yo trabajaba en Suecia, vi a un colega que sacó un mapa de los avances de los soviéticos, y Nicaragua en rojo, como parte de los avances de los soviéticos. Inmediatamente, el ciudadano sueco tiene la posibilidad de denunciar al periodista y de manera automática se entra en un juicio interno a ver si es correcto o incorrecto. Y ahí perdió el periodista, y tuvo que salirse con una aclaración de que realmente se había hecho mal. Debes tener quién va a dirigir eso por el Estado, o quién va a dirigir por el medio público. Buscar personalidades de la cultura, del cine, de la educación. Se puede hacer una dirección colectiva que guarde ciertos equilibrios y que evite los vaivenes de la política. Que no pueda, por ejemplo, el ministro de «tal cosa» decirle a alguien: «Óyeme, cállale la boca a Juventud Rebelde porque está hablando mal de Coppelia»
Se puede hacer una dirección colectiva que guarde ciertos equilibrios y que evite los vaivenes de la política.
(MC): O «levanta tal texto que ya publicaste».
(FR): Exacto. Como ha pasado. Lo de Coppelia es textual.
(MC): Pero, Bacallao te hacía una pregunta interesante, porque es muy difícil sostener un medio. Entonces, ¿cómo se financiaría un medio público?
(FR): No es muy difícil, es imposible. Ni público ni privado. Todos los medios dan pérdida. Hay una cosa, ¿quién lo paga? Yo trabajé, por ejemplo, en una cadena de EE.UU. que el dueño era la General Electric y, ¿qué representábamos nosotros? Representábamos el 5% de la General Electric, pero nos usaban. Era su aparato de comunicación. Yo trabajaba en el sector en español. Pero, te quiero decir, siempre vas a estar con eso. La única forma para esto es pagarlo, ya sea con un impuesto por el uso de los medios.
(MC): O sea, a nivel de ciudadanía.
(FR): ¿No es nuestro? Paguemos entre todos. Es la única forma. Podemos hacer miles de teorías, pero si tú como mujer quieres ser independiente, gánate el pan. Ese es el primer paso. Después hay que arreglar un montón de cosas, pero no dependas de ningún hombre económicamente.
(MC): Autonomía económica.
(FR): Si no tenemos autonomía económica… Ahora están con la publicidad. La publicidad te condiciona. Vas a depender de esa gente, de los que te están pagando, y empiezan las locuras como en Cubadebate hace poco, donde aparece un artículo furibundo contra un cuentapropista que vende hamburguesa y un artículo maravilloso sobre otro cuentapropista que vende helado. Claro, el del helado pagó, el otro no. Entonces, después te enteras de que en un lugarcito chiquitito ahí decía «publirreportaje». Además, cuando lo lees en el teléfono no aparece el cartel, o no aparecía, después lo pusieron. La mayor parte de la gente lee en el teléfono. Están haciendo publicidad subliminal.
(MC): Pero, además, tiene que ver un poco con la cultura de la audiencia cubana, porque yo pregunto, ¿la audiencia cubana sabe lo que es un publirreportaje? ¿Se ha educado a la audiencia en eso?
(JB): Oye, déjame hacerte una pregunta muy importante, ¿tú te tomarías un cafecito?
(FR): ¡Uff! Encantado.
(MC): Pues vamos entonces con un café. Hacemos una pausa y enseguida estamos de vuelta.
[Mensaje de bien público del Observatorio sobre Extremismo Político de La Joven Cuba]
Feranando Ravsberg en La Sobremesa
Comprender Cuba desde el periodismo
(MC): Bueno, Ravsberg, cuéntanos un poco sobre ti. Tú llegas a Cuba en el año 90 porque se iba a caer el sistema, se iba a caer Fidel Castro por un alzamiento.
(JB): Tú nos contabas que eres como especialista en alzamientos, ¿no?
(FR): No tanto.
(JB): Cada vez que ha habido un alzamiento «llamen a Ravsberg ahí» (Risas).
(MC): ¿Qué te encuentras cuando llegas aquí?
(FR): Yo había estado en otros lugares con situaciones violentas. El último año de Pinochet en Chile, Sendero Luminoso, en Perú, el centro de la guerra de Centroamérica… Cuando me llego acá, la visión que había en Europa era que lo que le quedaba a Cuba era una afeitada, y me mandan. Cuando empiezo a caminar por la calle, me empiezo a dar cuenta que no hay síntomas, hay problemas, pero que haya problemas en un país, por muy graves que sean, no quiere decir que haya síntomas de una rebelión. Son dos cosas distintas. Si no, África estaría completa alzada. Entonces, me empiezo a dar cuenta que no conocíamos nada de este país. Y al poco tiempo, tres o cuatro meses, hablo con mi jefe y me dice «¿cuándo crees que se acabe eso?». Porque llevaba mucho tiempo ya aquí. Digo: «mira, yo no veo ningún síntoma». Dice «¿pero no hay 50 personas metidas en la embajada española?» Digo «sí, y hay 300 000 en el carnaval tomando cerveza. ¿Cuál es Cuba? No conocemos nada de este país». No conocíamos ni la religión, porque en esa época estaba oculta, era un secreto. Entonces, cuando me dice «¿Cómo no? ¿Son católicos?» Digo «no». Dice «Me vas a decir que son ateos, como dice el gobierno». Le digo «no, son macumberos». En aquella época se conocía la santería de Brasil, fundamentalmente, que se llamaba macumba. Digo «son macumberos todos».
(JB): En la calle se veía entre cubanos, pero la visión para el mundo era otra.
(FR): Y en las escuelas estaba prohibido llevar los símbolos de santería, los collares, las pulseras. Todo eso estaba prohibido. No veía gente de blanco por la calle, o sea, la santería estaba muy extendida, pero bajo la sábana. A pesar de que muchísimos de los dirigentes de este país eran creyentes y la practicaban también, pero era discretamente. Me acuerdo del primer reportaje que hicimos. Fue en video. Fuimos a ver a Enriquito, en La Jata, Guanabacoa.
(JB): Yo estuve ahí también.
(FR): Que me lo encontré muchísimos años después, cuando Silvio Rodríguez da concierto en La Jata. Y Silvio hace subir a Enriquito que ya estaba muy viejito, y en el Centro de Prensa Internacional me amenazan con expulsión si yo mostraba la imagen de cómo degollaban un chivo en el sacrificio. Digo «mira, no la voy a mostrar porque no acostumbro a mostrar esas cosas, pero sí voy a mostrar el chivo, el cuchillo y la gota de sangre». Quiero decir, no conocíamos nada. Y mi jefe, que es un hombre bastante inteligente, me dijo: «Bueno, vamos a empezar por eso. Vamos a mantener el nivel noticioso, pero vamos a tratar de empezar a dar información de Cuba». Y ese fue el camino. Empezamos a dar información, y después a correr por toda Cuba, porque en los años 90 todos los días había un alzamiento en un lugar distinto. ¿En El Cotorro? Allá íbamos. No pasaba nada. Los tanques por el malecón. Un hombre se dio candela en G y 23, en protesta. Cuando llegabas realmente no había nada. Además, un cubano me dijo «¿un hombre candela? No, candela se dan las mujeres». O sea, «olvídate de eso. Son mentiras». Había que conocer la idiosincrasia del país. Y mientras, íbamos buscando información sobre la gente, cómo vivía Cuba…
(JB): Si en el 90 a ti te dicen que tú en el 2024 ibas a estar aquí tomando café. (Risas)
(FR): Yo en el 97 me quise ir. Ya trabajaba con la BBC y me dijeron que no. Porque habría que construir de nuevo mi red de contactos, y de ninguna manera. Entonces dije, «bueno, no puedo irme. Perfecto. A gozar».
(MC): Claro. Ravsberg, ¿cuál es tu opinión del periodismo cubano hoy? Porque has dicho en varias entrevistas que hay muy buenos periodistas, pero no tan buena prensa.
(FR): No. Eso no es cierto. He dicho que hay muy buenos periodistas y una pésima prensa. No: «no tan buena». (Risas). Yo soy radical. Es muy mala la prensa cubana, porque ni informa ni hace propaganda. Sin embargo, hay buenísimos periodistas que los he visto desde que llegué. Yo impartí clases en la Facultad de periodismo a Cabada, a Segura, a Daisy Ballmajó. A Randy Alonso. Había una camada de muy buenos periodistas, que los vas perdiendo, porque cuando salen a los medios los pierdes. Yo entré cuando estaba Magali García al frente. Había todo un momento de apertura. En la Upec estaba el padre del periodismo cubano, Julio García Luis. Pero después vino la cuchilla, y a mí, por ejemplo, me dijeron: «Mira, no podemos seguir financiando tu salario». Digo: «Pero es que a mí no me pagan, yo estoy dando clase gratis». «Bueno, igual no podemos». Y ya. Tuve que salir, y me encantaba aquello, porque era un ambiente lindísimo, los muchachos en G. Después me enganchó la Complutense y empecé a impartir clases allí. Pero hay muy buenos periodistas acá. Este muchacho de Alma Mater. Pero es que cada vez que tienen uno, lo pierden. Yo empiezo a seguir a alguien por sus artículos y, de pronto, se me desapareció de los medios. Por las buenas o por las malas, da igual. A uno es por las buenas, a otro lo ascienden.
(JB): Pero sale de lo que estaba haciendo bien.
(FR): Entonces, vas empobreciendo el periodismo.
(JB): Hay determinadas pautas que se repiten desde que tengo memoria, y quiero saber si tienes idea de por qué se hacen esos reportajes triunfalistas que aparecen tanto en el noticiero como a toda página en un periódico que tiene pocas páginas. Un sobrecumplimiento de berenjena en «remanga la tuerca», de plátano Johnson en Mayajigua… si cuando la persona sale a la calle no ve esos plátanos o esas berenjenas y sabe que en realidad no es lo que está viendo ahí. ¿Cuál es la utilidad de eso?
(FR): La única utilidad que yo me explico es beneficiar la imagen del dirigente local que manda a hacer eso. Es lo que yo me imagino. Hace poco salió un reportaje sobre una bodega que, aparentemente, funciona bien en alguna parte.
(JB): ¡Se vuelve sospechosa esa bodega!
(FR): Pero, ¿a qué cubano le vas a vender que las bodegas están funcionando bien? O sea, ¿para qué se hizo eso? Hay veces que yo digo: «son tan malos que parece que juegan del otro lado». Ese de la bodega parece como para calentar el ambiente. Si yo voy a mi bodega y no han llegado los mandados de febrero, los de enero están por la mitad, los de diciembre… y me sacas por el noticiero un reportaje sobre una bodega que va viento en popa, que aumenta, que diversifica…
(JB): La gente empieza a buscar permuta para ese municipio.
(FR): Te empiezas a cabrear. Yo siempre defino la prensa cubana como que han creado un arma de salva. Hace ruido, pero no mata a nadie, no dispara. Es ¡pum! y humo, pero no sirve para nada.
(MC): Ravsberg, pero los periodistas cubanos también hemos tenido que trabajar en un contexto complicado. Bloqueados, además, con las sanciones norteamericanas, y se dice mucho: «no se puede investigar tanto porque es darle información al enemigo». Entonces, estamos trabajando con el síndrome de «plaza sitiada», pero al final la información está ahí en las redes sociales. Todo el mundo está compartiendo todo el tiempo. Y el síndrome de «plaza sitiada» también sigue dentro del periodismo. ¿Cómo nos lo quitamos de encima?
(FR): Mira, en otros tiempos ya era un error porque llegaba en forma de rumor. Además, en Cuba, antes de internet, existía «radio bemba». Iban adelante del resto del mundo. O sea, digamos, pasaba algo en Santiago de Cuba y nos enterábamos en Pinal del Río a los dos días. Era muy difícil ocultar; ahora es imposible. Entonces, ¿qué ganas con aguantar el tema de Gil, cuando ya los de enfrente están diciendo que estaba siendo investigado hace días? ¿Para qué? Incluso, uno de mis lectores en las redes… Lectores no, amigos —no hago periodismo en las redes—, me dice: «¿y de dónde sacaste la información?». Le digo: «del comunicado oficial». «¿Y dónde está eso?». «Búscalo». Entonces, no es útil. No sirve. No funciona.
(JB): ¿Cuál es el peligro de que los medios oficiales mantengan esa actitud?
(FR): Mira, vamos a verlo desde la óptica del propio gobierno. Yo asesoré al gobierno del FMLN en El Salvador y estar dentro de la casa de gobierno me permitió ver la óptica de aquí, pero desde el otro lado. No les funciona y no les va a funcionar porque no es creíble, porque no separan propaganda, o sea, publicidad de periodismo; porque no informan a la gente, pensando que pueden ocultar algo que hoy ya no se puede ocultar. Lo mejor es salir primero. Ahora, qué pasaba, por ejemplo, en El Salvador, cuando un ministro venía y decía: «Tienen que hacer algo porque me equivoqué. Trabajé con roaming en el viaje un mes, 20 000 dólares, y ya se enteraron en la oposición. ¿Cómo me pueden salvar?». «Muy fácil. Dilo tú y lo publicamos. Di que vas a pagar los 20 000».
(MC): Porque controlas la narrativa, además.
(FR): Entonces decía: «Cómo? ¿me vas a hacer pagarlo?». Y yo: «El tonto fuiste tú». Por eso ya al final me sacaban, no me dejaban hablar con los políticos. Entonces, el tema es que mientras los medios estén en manos de los políticos responden, no a los intereses políticos nacionales, sino a los intereses políticos particulares. Por eso te aparece lo de la bodega, que es una ofensa y una agresión al 99% de los cubanos. Y, ¿a quién beneficia? ¿A la Revolución? ¿Al gobierno? No, eso encabrona a todo el mundo contra el noticiero y contra el gobierno.
(JB): Es anti estratégico, incluso.
(FR): Pero, yo que estoy ahí donde sobreprodujimos la berenjena… Además, ni sé cuántas berenjenas se hicieron, porque dicen: «Hemos sobreproducido en un 12 por ciento». Bueno, «¿y cuántas tenías planeadas?». «Eran tres, cuatro».
(JB): «Eran 100. Hicimos 112».
(FR): Ese es el problema. Hoy los medios acá se están utilizando, ni siquiera para defender publicitariamente el gobierno, sino a pequeños sectores. Lo que les contaba: a Coppelia no me lo toques. ¿Y quién tú eres? ¿Por qué no se puede tocar Coppelia? ¿De qué estamos hablando? ¿El enemigo puede enterarse, y qué pasaría?
(MC): Claro. Ahora, hay otra cara de la moneda aquí: los medios independientes. Por una parte, hay medios que están recibiendo fondos de cambio de régimen, otros desde el principio son tachados de contrarrevolucionarios, son vistos como sospechosos. Yo te pregunto, ¿cuánto gana y cuánto pierde el ecosistema mediático cubano con esta diversidad?
(JB): Yo creo que si tienes medios partidarios y vas a traer más medios partidarios lo único que va a aumentar es el problema y la polarización. Para empezar, muchos de los jóvenes que hoy están en esos medios independientes —algunos para mí no son independientes, son disidentes, opositores—. Con todo el respeto, pero no puedes llamarte independiente cuando tienes una agenda antigubernamental. Como Granma no se puede llamar independiente o la televisión, que ha empezado a decir que son un medio público. Muchos de esos jóvenes tal vez estarían haciendo periodismo aquí en un medio público. A lo mejor Cuba no puede pagar lo que les pagan en otros medios, pero si no te pueden pagar y, además, tampoco te dejan hacer lo que tú consideras que es periodismo, pues me voy entonces. Mucha de esa gente brillante se fue, algunos ni siquiera son enemigos del gobierno cubano, o sea, vienen acá de visita. Yo los veo, porque los conozco de hace años. Son gente que no encontró su espacio aquí, y te repito uno de los últimos casos es el de Alma Mater. A ti no te voy a mencionar más. ¿Dónde está ese muchacho, por ejemplo? Trabajando en relaciones públicas en una empresa.
(MC): Se perdió un periodista y un gestor.
(FR): ¿Y cuál fue su pecado? ¿Hacer periodismo opositor? ¿Hacer periodismo anticastrista? Hacer periodismo fue su pecado. Ese es el pecado: hacer periodismo.
(JB): Yo no le encontraba nada.
(FR): No. Perdóname que te sea tan explícito, pero realmente hay información genuina, pero mucho más dura en Vivir del cuento de la realidad de este país.
(JB): Es otra manera de hacer periodismo.
(FR): Son crónicas de la vida diaria, y la crónica es una forma de hacer periodismo. Ese balance que tiene es el balance que ojalá tuviera el periodismo.
(JB): Me toca de cerca, porque yo soy guionista de Vivir del cuento, tú sabes.
(FR): Es el balance que tiene el cine. O sea, que lo encuentras en algunos lugares, pero ese balance nunca lo ha tenido el periodismo.
(MC): Ravsberg, te propongo hacer una pausa porque tenemos luego que darle un poquitico más de velocidad a esto, así que enseguida volvemos.
[Mensaje de bien público de La Joven Cuba]
Fernando Ravsberg junto a Jorge Bacallao y Mariana Camejo en La Sobremesa
(JB): Bueno, ahora vamos a ponerle el pie al acelerador para una batería de preguntas muy rápidas que siempre aquí en La Sobremesa tenemos por costumbre. Entonces no queremos ser desleales y menos con un invitado como tú, así que vamos a empezar. Cuando Fernando Ravsberg quiere informarse sobre un tema importante, ¿a qué tres medios internacionales o nacionales recurres?
(FR): A ninguno. Hago una búsqueda general. Cuando encuentro un tema, busco en distintos medios para confirmar. Si es algo muy raro, que me digo «¿y esto dónde salió?», entonces busco otras cosas. Pero lo que hago normalmente es que busco Cuba y miro todo lo que me interese. A ver, deporte yo no hago. Sí hago deporte, pero no cubro deporte.
(JB): Te iba a decir que se te ve bastante en forma.
(FR): Pero no hay tres que manden siempre. Será que soy muy irreverente. No sé. Hay textos que te dan sorpresas. ABC, el periódico de la derecha española, tiene dos por tres unos artículos internacionales buenísimos; otros horribles, pero si ya tú vas predispuesto…
(JB): La confianza viene del cuestionamiento constante.
(MC): Claro. Ahora, del tiempo que has estado viviendo en Cuba y del que te has estudiado, época preferida cubana y por qué.
(FR): Yo lo he pasado muy bien. Digamos que no tengo una época preferida. Tengo la época no preferida, que es cuando me obligaron a dejar de trabajar. Me dio un bajón muy fuerte. Pero, después lo he pasado muy bien acá. Ten en cuenta una cosa: yo llegué acá por primera vez con 16 años y me fui. Aquí me atendieron médicamente. Una historia larga. Me había partido la cabeza. Entonces ahí conozco a una cubana con la que me hago novio y después de 15 años me caso. O sea, cuando regreso a Cuba. El tema es que siempre me he sentido muy bien. La esposa salvadoreña de un amigo mío me dice «el lío es que ustedes son un salvadoreño nacido en Uruguay y un cubano nacido en Cuba», porque me siento en casa. Pero, puede tener que ver con esa adolescencia que yo no tuve en Uruguay, porque el país estaba en unos años muy difíciles de guerra, de muertos, de violencia contra los estudiantes. Ese fue el Uruguay al que yo entré en 1968-1969. Y de golpe venir para acá… Aquel era un país súper reprimido con el sexo, acá el deporte nacional. O sea, 16 años. La fiesta el carnaval, el hecho de no tener miedo.
(MC): Claro. Tus deseos para el periodismo cubano, en una palabra.
(FR): Que lo dejen nacer y que se atreva a nacer. Tiene que pujar, tiene que hacer fuerza para nacer y tienen que dejar de taponearlo para que no nazca. Si cada vez que aparece un dedo del niño se lo cortan, no va a nacer nunca. O sea, que se atreva a nacer y que entiendan que lo tienen que dejar nacer. Entiendan que lo que tienen no les sirve para nada, ni siquiera para propaganda.
(MC): Muchas gracias por haber estado aquí con nosotros.
(JB): Y así vamos terminando este episodio Bonus. Mariana, dime, ¿qué tú crees? Balance general.
(MC): Bueno yo creo que la gente se debe haber quedado con ganas de más, porque en Cuba las sobremesas son para arreglar el mundo, no terminan nunca.
(JB): Bueno, pero de momento ya nosotros vamos terminando.
(MC): Por esta ocasión, porque sus anfitriones esperamos volvernos a encontrar para conversar juntos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.
(JB): Ha sido la primera temporada de La Sobremesa, un podcast de La Joven Cuba. Entreténgase ya, que no volvemos a salir de momento. (Risas).