La economía cubana se encuentra en la crisis más aguda de su historia. Supera la del llamado Período Especial a principio de la década de 1990, cuando desapareció la Unión Soviética, por tres razones principales. La URSS desapareció y Cuba se quedó sin la ayuda de Moscú; sin embargo, mantuvo la misma organización económica que desbancó del Gran Palacio del Kremlin la bandera de la hoz y el martillo.
(CNN Español) –– La economía cubana se encuentra en la crisis más aguda de su historia. Supera la del llamado Período Especial a principio de la década de 1990, cuando desapareció la Unión Soviética, por tres razones principales. La URSS desapareció y Cuba se quedó sin la ayuda de Moscú; sin embargo, mantuvo la misma organización económica que desbancó del Gran Palacio del Kremlin la bandera de la hoz y el martillo.
Sin reformar su organización productiva, a principios de 2000 Cuba volvió a depender del exterior, de la Venezuela chavista, hasta que esa ayuda también se extinguió. Hoy la nación cubana enfrenta durísimas consecuencias. Debe importar casi todo lo que consume, con un aumento de 10,1% interanual, de acuerdo con el más reciente informe de la Cepal, pero carece del dinero para adquirir esos productos. Igual sucede con los insumos médicos. En ese país hoy en día coexisten, entre otras, dos grandes crisis de fuerte repercusión sociopolítica: la alimentaria y la médica. No hay suficiente comida ni medicamentos para la gran mayoría de sus ciudadanos.
Y para coronar con espinas la crítica situación de la isla, Estados Unidos mantiene su embargo comercial y financiero. Donald Trump lo arreció y Joe Biden lo continuó a pesar de sus promesas electorales de revertir “las fallidas políticas de Trump que dañan al pueblo cubano y no han hecho nada para promover la democracia y los derechos humanos”. Pero ya conocemos la calidad de las promesas políticas.
Forzado por la comprometida situación nacional, el Gobierno cubano autorizó desde hace poco más de dos años la actividad de pequeñas empresas privadas, nacionalizadas por la Ofensiva Revolucionaria de 1968, fueron 57.600. Ya existen alrededor de 10.000. Y han resultado favorables para la población. Usted camina por La Habana y ve una tienda sin productos y otra con ellos. Ya sabrá entonces el caminante cuál es estatal y cuál es privada. Los precios, sin embargo, limitan grandemente la clientela. La gran mayoría no puede con ellos. Un jubilado recibe en Cuba una pensión de entre 1.528 y 1.573 pesos cubanos al mes (menos de US$ 6 al mes según el cambio no oficial), y una caja de 30 huevos vale entre 2.500 y 3.000 pesos cubanos (entre US$ 9 y US$ 10 según la cotización informal de la moneda estadounidense). “Y sin embargo, se mueve”, como dijo Galileo: existen.
Pero en el curioso Miami cubano todo es al revés si viene de Cuba socialista. Sin atender razones, solo por convicción. Si un equipo cubano va a Miami a jugar pelota, para el Miami más recalcitrante del exilio cubano ni son jugadores, ni vienen a jugar. Son policías disfrazados de peloteros. Si viene un artista cubano a cantar, no es un artista ni canta bien, solo podrá traer alguna función propagandística de “los Castro”. Los médicos que manda el Estado cubano al exterior no son considerados como tales, sino simple y llanamente esclavos contratados a través del Estado para servir en otros países. Para la prensa oficial del exilio esa es una palabra muy socorrida: en Cuba, todos son esclavos. Nada de esto, expresado así, pretende obviar la responsabilidad del Gobierno cubano en muchos otros temas dolorosos y críticos para la población.
Lo mismo sucede con las recién autorizadas empresas privadas cubanas, pero de manera muchos más sorprendente. No son signo de una mayor libertad empresarial y personal. Y no pueden serlo porque para el Miami cubano obviamente no existen, no pueden existir. Y para las grandes figuras políticas del exilio tampoco. Todas, las 10.200 que hay ahora autorizadas, son propiedad del gobierno cubano, o de sus altos funcionarios, los esclavos mayores.
Ninguna de esas figuras viaja a Cuba, ninguno toca la realidad con la mano, ninguno puede aceptar que allá la situación será terrible, agobiante, contradictoria, difícil, pero cierta. Y a eso le temen. Prefieren una narrativa bordada con versiones convenientes para sus objetivos personales, aunque sea rotundamente falsa. Ninguna de esas figuras quiere escuchar otra versión de lo que sucede en Cuba. Es como si se les pudiera pegar un catarro o algo peor.
¿Será un mito que camina?
En el año 2022, cuando apenas había 5.000 Pymes, ya el sector privado empleaba el 35,7 % de la masa laboral cubana. “O sea, que el “mito” (de las Pymes) tiene no solo peso, sino muchas personas caminando por las calles de La Habana y muchas familias dependiendo de él”, comentó jocosamente en su columna semanal de On Cuba el economista Juan Triana Cordoví. Triana se refería a la legisladora republicana María Elvira Salazar, quien tituló una audiencia de la subcomisión que preside como “El mito de los nuevos empresarios cubanos: un análisis de la política hacia Cuba de la administración Biden”.
Pero la tierra es redonda y las Pymes existen. Eso lo sabe cualquier cubano de allá, -que sufre por la existencia y desarrollo de la empresa privada– que los hay y a buena altura política. Al igual que cualquier otro cubano de allá sabe que existen pero se alegra por la existencia y desarrollo de la empresa privada –que los hay y también a buena altura política.
Los que aquí, en la república anticastrista de Miami, se sienten puros, patrióticos y verticales rechazando cualquier progreso -escabroso y conflictivo- porque se origina en Cuba, están muy cerca de los que allá se sienten también puros, patrióticos y verticales rechazando cualquier progreso -conflictivo y peligroso- porque beneficiará a Miami.
Qué situación, y los dos, sin darse cuenta, se estrechan la mano. Qué tragicomedia. La torpeza los cría y el extremismo los junta. Pero Cuba, al fin, saldrá adelante.
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Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es Licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Ostenta posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Es de nacionalidad cubana y ha recorrido casi todos los niveles y labores de su profesión, desde reportero hasta corresponsal extranjero en prensa plana y radial, así como productor ejecutivo en medios televisivos. Como columnista, Davila Miguel ha sido premiado por la Asociación de Periodistas Hispanoamericanos y la Sociedad Interamericana de Prensa. Actualmente Dávila Miguel es columnista del Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español.