¿QUÉ NOS DICE LA SITUACIÓN MIGRATORIA CUBANA?

No es simplemente que se desea emigrar para obtener estabilidad financiera. Lamentablemente muchos cubanos decepcionados asumen, gracias al discurso oficialista, que ni siquiera vale la pena amar a esta nación.

Escrito por Dariel Enrique Martín Hernández

Sabemos que la emigración no es algo nuevo en la historia de la humanidad. La propia Cuba fue el destino que varias generaciones, por diversas causas, eligieron para asentarse. Durante los últimos 63 años se ha producido un flujo migratorio de cubanos hacia otros países, acentuado en períodos de crisis interna, como el que vivimos actualmente. ¿Qué verdades revelan el éxodo de la población?

LA ECONOMÍA COLAPSADA

El gobierno puede crear los planes de desarrollo que estime conveniente, pero si los resultados no son palpables en el ámbito doméstico, vienen a ser como instrumentos inútiles que contribuyen al desgaste de la credibilidad gubernamental. El pueblo cubano se desenvuelve en un constante ejercicio de supervivencia. En medio de un régimen inflacionario, y ante el desabastecimiento de productos básicos, se experimenta una constante presión para el solo hecho de alimentarse. Entonces las personas optan por buscar alternativas para salir del país, porque no tienen a la vista un cambio que produzca un mejoramiento en la calidad de vida.

Si bien es cierto que ahora se marchan los que mayor poder adquisitivo tienen, también es oportuno afirmar que ni aun ellos consiguen satisfacer sus demandas. En el plano económico se han realizado incontables promesas de crecimiento, sin embargo lo que en verdad crece la desigualdad dentro de una pirámide social que privilegia a los poseedores, mientras los desposeídos sufren las consecuencias.

No es necesario ser economista para darse cuenta de las continuas decisiones equivocadas en esta importante área, que han conllevado a una frustración colectiva de la ciudadanía, perdiéndose la motivación por el trabajo honesto como fuente de prosperidad.

LA IDEOLOGÍA FRACASADA

Aunque los niños aún repiten en las escuelas “pioneros, por el comunismo, seremos como el Ché”, desde hace tiempo la frase dejó de tener sentido práctico. Así, poco a poco, lemas y consignas han ido cayendo en un vacío conceptual y ético, en el que también se encuentran atrapados sus promotores y supuestos defensores.

La época de los estímulos morales se desmoronó definitivamente ante los exuberantes privilegios de una élite que se estimula de forma material. Si un grave error consciente se cometió fue el hecho de unir en un solo concepto Patria, Revolución y Socialismo. Como este último muestra con evidencias su fracaso, queda resentida el proceso de revolucionar y, por ende, el sentimiento patriótico. No es simplemente que se desea emigrar para obtener estabilidad financiera. Lamentablemente muchos cubanos decepcionados asumen, gracias al discurso oficialista, que ni siquiera vale la pena amar a esta nación.

LA RENUNCIA DE LOS QUE SE VAN

Existe el falso criterio de que al emigrante todo le marcha bien, pero la realidad suele ser compleja y distinta. En primer lugar, es necesario enfrentarse al reto de renunciar a lo que se ha conseguido para comenzar otra vez en contextos culturales, políticos, sociales, económicos e idiomáticos ajenos. Si la salida se efectúa por vías legales puede ser menos traumática. En cambio, si se realiza por cruces fronterizos el riesgo es constante, desde una posible deportación, la estafa de traficantes hasta la pérdida la pérdida de la existencia misma.

Una vez alcanzado el objetivo, comienza un período de adaptación donde el individuo tendrá que poner a prueba su pericia emocional y profesional. El emigrante debe hacer dejación forzosa de elementos identitarios. Sin perder su esencia tiene que asimilar rápidamente nuevas costumbres y estilos que le permitan desarrollarse con éxito. También están obligados a coexistir con la añoranza por los seres que se quedaron detrás, y en menor o mayor medida, sostienen una doble responsabilidad financiera, sin descuidar el plano afectivo que, sin dudas, se resiente con la inevitable distancia.

LA IMPACIENCIA DE LOS QUE SE QUEDAN

«Yo no me he ido porque no tengo dinero». Esta expresión tan común en los últimos tiempos, tiene serías connotaciones en el ámbito nacional. Quienes la esgrimen, obviamente no tienen su mirada puesta en Cuba. Han perdido la motivación, la esperanza de lograr algo en la tierra que los vio nacer. Llegan a comportarse como entes pasivos, a los que no les interesa generar algún tipo de producción, bien porque perdieron la confianza en el sistema, porque se les imposibilita hacerlo o porque esperan que ocurra un milagro para irse definitivamente.

En el otro extremo, pero en condición parecida, se encuentran los que aguardan por una salida más o menos próxima. Ya sus mentes no están en Cuba, y eso incide de forma determinante para que no se involucren en ningún proceso activo de la sociedad. El desafío es sobrevivir hasta que llegue la hora de la ansiada despedida. Para ambos grupos poblacionales queda muy claro que la solución a sus problemas radica en el exterior y que, por tanto, cualquier empeño que tenga lugar dentro del archipiélago será en vano.

Formando parte de una tercera categoría, ubico a los ciudadanos que no quieren o no pueden emigrar, y que tienen a seres queridos viviendo en otros países. Con la separación, las relaciones interpersonales quedan expuestas a la añoranza, siempre con el irrenunciable deseo de volver a encontrarse.

LA RESPONSABILIDAD DEL GOBIERNO

Si alguien decide emigrar es que, por alguna razón, no se siente satisfecho en su país. Incluso, hay quien se va porque es fuertemente hostigado debido a sus ideas políticas. Un gobierno que se preocupe legítimamente por su pueblo llevará a cabo modos de actuación para garantizar una estabilidad demográfica. La creciente emigración time un impacto muy negativo en todas las esferas del entorno nacional, pues atenta contra la producción, los servicios, con una marcada influencia en la dinámica de la sociedad.

El envejecimiento de la población junto con el éxodo de profesionales y obreros, limitan sensiblemente cualquier actividad que apunte a un desarrollo capaz de sostenerse con fuerzas productivas. El problema no se soluciona llamando a los emigrados para que inviertan su dinero en el país, sino ganándose la confianza del pueblo, mediante hechos concretos, para contener la emigración. Sí es necesario clarificar el precepto de Patria, llevándolo al hogar de todos los cubanos; pero también es imprescindible que se siente a la mesa de cada compatriota una prosperidad tangible según la fórmula martiana: con todos y para el bien de todos.

Fte: CUBAXCUBA LABORATORIO DE PENSAMINETO CIVICO

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