Guías de turismo, actualización de un reclamo

por Arturo Mesa. En fecha reciente, un pequeño grupo de guías de turismo fue convocado para un encuentro con representantes del MINTUR y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) en la sede del organismo rector del trabajo en el país. El objetivo de los convocados era demandar que se eliminara la prohibición de realizar la actividad de guía de turismo por cuenta propia.

escrito por Arturo Mesa

En fecha reciente, un pequeño grupo de guías de turismo fue convocado para un encuentro con representantes del MINTUR y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) en la sede del organismo rector del trabajo en el país. El objetivo de los convocados era demandar que se eliminara la prohibición de realizar la actividad de guía de turismo por cuenta propia.

El encuentro resultó cordial y amistoso; plena colaboración y comprensión por parte de los involucrados del sector turístico, que incluía asesores y viceministros. En casi todos los aspectos hubo total empatía, pero justo al  final de la reunión se formuló la pregunta del encontronazo: el trabajo por cuenta propia se va a regir de ahora en adelante por proyectos. Entonces, ¿cuál será el suyo?

Ante tal cuestionamiento cualquier profesional de ese campo respondería que su proyecto incluiría guiar en alguna de las acepciones del término, sea para una agencia o no; sea para mostrar paisajes, historia o la cultura de determinado producto. Promocionarse, darse a  conocer, crear un prestigio, he ahí el reclamo: se necesita una autorización para ejecutar esa función. ¿Cuál sería el proyecto de un intérprete que no sea interpretar? ¿Cuál sería el proyecto de un chapista, que no sea chapistear?  

A criterio de este comentarista, que fue parte del referido grupo, la pregunta exacta debió inquirir cuál sería el alcance de la actividad del guía (auto pequeño, cuatro clientes a lo sumo, cero bloqueo de habitaciones, cero promoción de opcionales y cosas por el estilo). Sin embargo, la duda surge porque, en las condiciones actuales, esos emprendimientos no se pueden aprobar ya que todas sus actividades conexas están prohibidas para el trabajo por cuenta propia. Y surge así la contra-pregunta: ¿no es mejor excluir la actividad del listado de prohibiciones que ponerse a elucubrar cómo hacer sin hacer

Son miles las ocasiones en que se nos asegura que el trabajo por cuenta propia llegó para quedarse en el escenario nacional.  Entonces, no es ocioso reflexionar por qué los TCP, las Mipymes y las Cooperativas nacen frenadas desde su génesis.

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Siendo el sector frágil, como ha quedado demostrado, ¿cuántos estarían dispuestos a arriesgarse a esa fluctuación y a perder los beneficios de un puesto seguro? (Foto: Yamil Lage/AFP)

Es de suponer que en el caso del turismo exista gran temor a que se marchen los profesionales de uno de los sectores de mayor ingreso al país. Es lógico, pero no muestra buen conocimiento del gremio. Muchos guías preferirán siempre la comodidad de una agencia que los llame con asiduidad sin tener que padecer la inestabilidad de un emprendimiento y pagar impuestos elevados por su trabajo.   

Siendo el sector frágil, como ha quedado demostrado, ¿cuántos estarían dispuestos a arriesgarse a esa fluctuación y a perder los beneficios de un puesto seguro? Teniendo en cuenta que su función independiente la pudieran combinar con el trabajo para una agencia, ese recelo no parece muy objetivo. 

¿No sería más acertado negociar límites antes de prohibir algo que, de todas formas, va a suceder a gran escala? ¿No vedamos una vez dólares, viajes y cientos de cosas más que, ante la imposibilidad de controlar, tuvimos luego que permitir y legislar?

Un ejemplo reciente lo constituye la derogación de la Resolución 213 —del 16 de agosto de 2021— del Banco Central de Cuba, que estipulaba que los créditos a las pequeñas y medianas empresas se otorgarían en pesos cubanos.  A menos de un mes queda establecido, mediante la Resolución 249 —de septiembre 2021— que el financiamiento también puede ser en divisas. ¡Un mes después!  ¿Por qué demorar lo que inevitablemente va a suceder?

¿No resulta más sencillo hacer un cálculo de lo que representa monetariamente un guía en una agencia y lo que significaría si ese mismo guía (y otros) contribuyeran con un monto mensual en materia de impuestos resultantes de su actividad privada? Y qué decir de los clientes que ganarán y que nunca van a ser captados por las grandes agencias.  

Si se asegura que la idea es sumar, lo más coherente debería ser suprimir la actividad de guía de turismo de entre las prohibidas, y empezar así la sumatoria a través de sus emprendimientos. ¿Por qué enmascarar la actividad tras un proyecto y no emitir una certificación que le permita desempeñarse cumpliendo con los controles y certificaciones pertinentes?  Lo más consecuente con los tiempos actuales sería  llegar a un acuerdo de cantidades, reglas, certificaciones y obligaciones, como ya ha sucedido con el asociado directo de ese guía: el taxista.

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Lo más consecuente con los tiempos actuales sería  llegar a un acuerdo de cantidades, reglas, certificaciones y obligaciones, como ya ha sucedido con el asociado directo de ese guía: el taxista. (Foto: Yamil Lage/AFP)

La respuesta sigue girando alrededor del miedo, como si las prohibiciones resolvieran el problema de la carencia, la calidad o la práctica privada de esa actividad. Si conocemos que de todas formas va a ocurrir, ¿por qué no sacarle provecho y legislar a favor de las instituciones y el Estado?   

 En épocas doradas del turismo, cuando intentábamos llegar a los cinco millones de visitantes, emergieron muchas formas de desempeñar la función de guías; dígase el conductor de un taxi, un auto antiguo, una calesa, un bicitaxi, sin incluir otros «inescrupulosos» —cita textual de la ministra de Trabajo— que terminaban ubicando a Calixto García en las alturas de la calle G, observando la ciudad desde su cúspide, y a José Miguel Gómez modestamente frente al mar. Mientras, el verdadero guía, el entrenado en el respeto al patrimonio y el amor por la historia, nunca logró su reclamo.

Es práctica en buena parte del mundo que el guía de turismo reciba una certificación estadual o nacional y se agencie con algún operador, dados los beneficios económicos que este le oferte, pero sigue siendo relativamente independiente; es decir, incluso ante la aparente libertad que ostentan, los guías se mantienen aliados a instancias de grandes operaciones.

En nuestro caso, si un guía de turismo puede ingresar cierta cantidad al presupuesto seis meses del año, habría que calcular si los gravámenes promedios, de entre un 15 y un 30%, no son montos razonables, sobre todo cuando ese guía quizás también opere para una agencia; o quizás no, pero tenga visión suficiente para gestionarle inversión directa a un territorio a través de un proyecto de desarrollo local, vía turismo y su correspondiente promoción.  

No puede ser preferible perseguir a cuanta persona «inescrupulosa» aceche al turista, que estipular los mecanismos que conduzcan a una certificación adecuada. Los cocheros, taxistas, bicicleteros y conductores de autos antiguos, no son más guías de turismo que los que solicitamos infructuosamente la liberación de la actividad.

En poco tiempo, el turismo volverá a prosperar y nuevamente se requerirá una fuerza policial inmensa para identificar quién vende, quién promueve, quién rige, quién se mueve; cuando, mediante un sencillo plumazo formal, toda esa aprensión se pudiera convertir en moneda dura para el país.  

Se ha citado el Decreto-Ley 44 del 2021 sobre el ejercicio del Trabajo por Cuenta Propia como contentivo del impedimento para realizar las funciones de un guía, pero en ese mismo decreto ya se exime de las prohibiciones al alojamiento y al transportista. Entonces, no hay necesidad de postergar el siguiente paso. En mi opinión, la imbricación de actores continúa siendo el factor determinante. Sin embargo, los actores que vayan apareciendo deben nacer con plenitud de capacidades para aportar, término clave para sacarnos de la crisis económica.

¿Por qué romperse la cabeza en la confección de un proyecto que convenza a alguien de que no viola prohibiciones y obtener de ese modo una aprobación? ¿Acaso no se conoce qué es lo que hay que eliminar para llevar a buen término el drama que durante meses han visibilizado cientos de personas y grupos en las redes mediante publicaciones y páginas?

La solución real será imbricar, despenalizar la función y sentarse a negociar sobre alcances. Entonces vendrán los proyectos. De esa forma, todos nuestros visitantes lograrán saber que quien observa la ciudad desde la altura de la Avenida G está muy lejos de llevar un nombre tan ilustre como el de aquel que decidiera pegarse un tiro antes de caer prisionero del poderío español. 

AUTOR

Profesor de Inglés. Traductor y guía de turismo. 

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