Los Cinco luchaban contra el terrorismo. ¿Por qué los ponemos en la cárcel?

Por Stephen Kimber*  –  Cortesía de The Washington Post

QPM.ORG: “La Red Avispa”, fue denunciada a los Servicios Especiales, de contrainteligencia estadounidenses, (FBI), por Edgerton Ivor Levy, el Agente “Ariel”, de la inteligencia cubana y ex profesor de la Universidad de La Habana quien al arribar a los Cayos de la Florida como balsero en 1993 convirtiendose de esa forma en la pieza clave para el desmantelamiento de la mayor red de espionaje cubano en Estados Unidos en los últimos 50 años. “Estos agentes serían héroes americanos y el gobierno de EE.UU. movería cielo y tierra para que vuelvan.” palabras textuales de Steve Kimber con las cuales nos identificamos. Afirmación que todos los estadounidenses apoyaríamos irrestrictamente exigiéndole a nuestro gobierno el máximo esfuerzo para el rescate de nuestros agentes sean de los Servicios Especiales o de las Fuerzas Especiales capturados en el exterior.
Para mayor información de inteligencia investigativa mediática no publicada en el presente trabajo del The Washington Post recomendamos leer la NOTA DE QPM.ORG al final de este articulo. Shalón, Dr. José R. Alfonso

Consideren por un momento qué sucedería si agentes norteamericanos de inteligencia en el terreno en otro país descubrieran un importante plan terrorista con suficiente tiempo como para evitarlo. Y luego consideren cómo reaccionarían los norteamericanos si las autoridades de ese país, en vez de cooperar con nosotros, arrestaran y encarcelaran a los agentes norteamericanos por operar en su territorio.

Esos agentes serían héroes norteamericanos. El gobierno de EE.UU. movería cielo y tierra por traerlos de regreso.

Este tipo de guión ha ocurrido, excepto que, en la versión de la vida real que el mes pasado cumplió 15 años, los norteamericanos desempeñan el papel del gobierno extranjero y Cuba –sí, la Cuba de Fidel Castro– desempeña el papel del ofendido Estados Unidos.

A principios de la década de 1990, después de que el derrumbe de la Unión Soviética hiciera parecer que el colapso del gobierno comunista de Cuba era inevitable, los grupos de exiliados cubanos extremistas de Miami incrementaron sus esfuerzos para derrocar a Castro por cualquier medio posible, incluyendo los ataques terroristas. Por ejemplo, en 1994, Rodolfo Frómeta, el líder de un grupo del exilio, fue atrapado en una operación encubierta del FBI cuando trataba de comprar un misil Stinger, un lanzagranadas y cohetes antitanques que él dijo que planeaba usar para atacar a Cuba. En 1995, la policía arrestó a dos cubanoamericanos después de que trataran de poner una bomba en una instalación turística de Varadero.

Esas acciones eran claramente violatorias de las leyes de neutralidad, pero el sistema de justicia de EE.UU. en su mayor parte se hizo de la vista gorda. Aunque Frómeta fue acusado, condenado y sentenciado a casi cuatro años de prisión, las agencias policiales raras veces investigaban las acusaciones relacionadas con exiliados extremistas y, si lo hacían, los fiscales raras veces llevaban el caso a los tribunales. Demasiado a menudo políticos de la Florida servían de apologistas de los elementos de línea dura de la comunidad de exiliados.

Pero los cubanos tenían a sus propios agentes en el terreno en la Florida. Una red de inteligencia conocida como Red Avispa fue despachada a principios de la década de1990 para infiltrarse en grupos de exiliados extremistas. Tuvieron algún éxito. Los agentes hicieron fracasar un plan para hacer estallar bombas en el icónico cabaré Tropicana, un lugar de gran atracción para el turismo en La Habana. Y burlaron un plan de 1998 en el que se enviaba un barco lleno de explosivos desde el río Miami a la República Dominicana para ser usado en un intento de asesinato contra Castro.

En la primavera de 1998, agentes cubanos descubrieron un plan para hacer estallar un avión lleno de turistas playeros provenientes de Europa o Latinoamérica. El plan  resonó. Antes de 2001, el más feroz plan de terrorismo aéreo de EE.UU. en las Américas había sido la voladura en el aire del vuelo 455 de Cubana de Aviación, en el cual murieron los 73 pasajeros y la tripulación.

Castro reclutó a su amigo, el galardonado con el Premio Nobel Gabriel García Márquez, para que llevara al Presidente Bill Clinton un mensaje secreto acerca del plan. La Casa Blanca tomó la amenaza lo suficientemente en serio, de manera que la Administración Federal de Aviación (FAA) alertó a las aerolíneas.

En junio de ese año, agentes del FBI viajaron a La Habana para reunirse con sus homólogos cubanos. Durante tres días, los cubanos suministraron al FBI en una casa de seguridad la evidencia que sus agentes habían acopiado acerca de varios planes, incluyendo el del ataque al avión, y una campaña en curso de bombas en hoteles de La Habana que habían costado la vida a un hombre de negocios canadiense.

Pero el FBI nunca arrestó a alguien en conexión con el plan del avión o de los ataques a hoteles –incluso después de que el exiliado militante Luis Posada Carriles alardeara ante The New York Times en julio de 1998 acerca de su papel en las bombas de La Habana. En su lugar, el 12 de septiembre de 1998, un equipo SWAT del FBI, fuertemente armado, arrestó a la red cubana de inteligencia en Miami.

Los cinco agentes fueron juzgados en esa ciudad tan hostil a cualquier cosa que sea cubana, declarados culpables de acusaciones de “conspiración para cometer” todo, desde espionaje hasta asesinato y sentenciados a condenas imposiblemente largas, incluyendo una doble cadena perpetua más 15 años.

Quince años después, cuatro de los cubanos aún languidecen en prisiones de Estados Unidos.

Stephen Kimber es profesor de Periodismo en la Universidad de King’s College en Halifax, Canadá, y es el autor de “What Lies Across the Water: The Real Story of the Cuban Five.” (Lo que hay al otro lado del agua: la verdadera historia de los Cinco de Cuba.)

Ahora se comienza a comprender por qué los Cinco de Cuba –como se han llegado a conocer– son héroes nacionales en su patria, por qué fotos de cuándo eran jóvenes se imponen en vallas de carretera por toda la isla, por qué todos los escolares cubanos los conocen por su nombre de pila: Gerardo, René, Ramón, Fernando y Antonio.

Victoria Nuland, vocera del Departamento de Estado, ha declarado que los Cinco de Cuba “fueron declarados culpable en tribunales norteamericanos de cometer crímenes contra Estados Unidos, incluyendo espionaje, traición”.

Es cierto que tres de los cinco –Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González– tenían en parte misiones militares más allá de la simple infiltración e informar acerca de las actividades de los grupos exiliados de Miami. Pero su propósito no era el de robar secretos militares de Estados Unidos o comprometer la seguridad de EE.UU.

Durante la década de 1990, las autoridades cubanas creyeron que su país sería el próximo en el Caribe en enfrentar la invasión militar norteamericana. No es una exageración, cuando se piensa en Granada (1983), Panamá (1989) y Haití (1994). Entonces también estaba la creciente influencia de los grupos de cabildeo anticastristas, como la Fundación Nacional Cubano Americana, los cuales presionaban a Washington para que derrocara a Castro y a su hermano.

Basándose en sus valoraciones de esas invasiones anteriores, la inteligencia cubana había desarrollado una lista de señales de que una invasión pudiera ser inminente: una súbita afluencia de aviones de combate y reconocimiento a una base militar sureña, por ejemplo, o visitas inesperadas e inexplicadas de altos oficiales a la sede del Comando Sur en Miami.

Agentes como Antonio Guerrero, quien trabajaba como conserje en la Estación Aérea Naval de Boca Chica en Cayo Hueso desde 1993 hasta su arresto en 1998 y cumple una condena de 22 años de prisión– eran los equivalentes cubanos de baja tecnología a los satélites espías. Guerrero contaba aviones en las pistas y reportaba la cifra a La Habana.

Por supuesto, las autoridades cubanas estaban dispuestos a registrar cualquier comentario que sus agentes pudieran encontrar, y ocasionalmente La Habana presionó a Guerrero para que aumentara su información; él respondió principalmente enviando recortes de los periódicos de la base. No es de extrañar. Guerrero hablaba poco ingles y no tenía autorización de seguridad. Los secretos militares estaban muy por encima de su categoría.  Y los secretos  militares de EE.UU. nunca fueron la verdadera prioridad de Cuba –solo querían saber si los yanquis estaban a punto de invadir.

Siete meses después de que el FBI acusara a los cinco de cargos relativamente insignificantes –no inscribirse como agentes extranjeros, uso de falsa identidad, y más serio, pero de manera menos específica, conspiración para cometer espionaje– los fiscales agregaron la acusación que galvanizaría la comunidad del exilio cubano.

Acusaron a Gerardo Hernández, el jefe de la red, de conspiración para cometer asesinato en relación con el derribo, tres años antes, de dos aviones de Hermanos al Rescate.

Hermanos al Rescate, un grupo anticastrista que había estado rescatando a balseros en el Estrecho de la Florida, pero que había perdido su razón de ser después del acuerdo de inmigración entre Washington y La Habana, había estado violando ilegalmente el espacio aéreo cubano durante más de un año. Ocasionalmente lanzaba octavillas antigubernamentales sobre La Habana. Los cubanos protestaron por los vuelos. El gobierno de EE.UU. hizo todo lo que pudo por impedir otras incursiones, pero las ruedas de la  burocracia de la FAA giran lentamente.

A principios de 1996, los cubanos enviaron mensajes a Washington por medio de varios intermediarios, alertando que si Estados Unidos no detenía otros vuelos de Hermanos lo harían los cubanos.

Washington no lo hizo.

Así que los cubanos sí lo hicieron. La tarde del 24 de febrero de 1996, aviones cubanos de combate a reacción destruyeron dos pequeños aviones desarmados de Hermanos al Rescate. Los cuatro hombres a bordo murieron.

Los cubanos aseguran que los aviones estaban dentro de su territorio. El gobierno de EE.UU. asegura –y la Organización Internacional de Aviación Civil concuerda– que los aviones estaban en el espacio aéreo internacional cuando fueron atacados.

¿Pero sabía en realidad Hernández que el gobierno cubano tenía intención de derribar esos aviones? ¿Estuvo implicado en los planes?

Mi respuesta es que no. Durante mi investigación para un libro sobre los Cinco de Cuba, revisé más de 20 000 páginas de las transcripciones del juicio y examiné miles de páginas de comunicaciones descifradas entre La Habana y sus agentes. No encontré evidencia alguna de que Hernández supiera algo de los hechos de ese día, o que hubiera influido en ellos.

En su lugar, la evidencia muestra un panorama de una burocracia de la inteligencia cubana obsesionada con compartimentar y controlar la información. Hernández, un oficial ilegal de inteligencia a nivel de terreno, no tenía necesidad de saber qué planeaban los militares de Cuba. Los mensajes e instrucciones desde La Habana eran ambiguos, de ninguna manera había evidencia clara en particular para una acusación de conspiración para cometer asesinato.

Por ejemplo, en un mensaje, los jefes de Hernández se refieren a un plan para
“perfeccionar la confrontación” con Hermanos al Rescate, lo cual los fiscales insistieron en que significaba derribar los aviones.

Pero como señaló la jueza Phyllis A. Kravitch –en su opinión disidente de 2008 de una decisión del Tribunal Federal de Apelaciones del 11no. Circuito que corroboró la acusación de asesinato contra Hernández– “Hay muchas maneras en que un país puede ‘confrontar’ a aviones extranjeros. Aterrizajes forzosos, disparos de advertencia, y escolta forzada fuera del espacio aéreo territorial de un país son algunas de ellas –así como derribarlos”. Ella dijo que los fiscales “no presentaron evidencia” que vinculara a Hernández al derribo. “No puedo decir que un jurado razonable –según toda la evidencia– pueda llegar a la conclusión, más allá de toda duda razonable de que Hernández estaba de acuerdo con el derribo”, escribió Kravitch.

Un “jurado razonable”. Ese es el problema.

A fines de la década de 1990. Los jurados de Miami se habían hecho tan notorios en casos que implicaban a exiliados cubanos que los fiscales federales de un caso diferente se opusieron a una moción de la defensa de un cambio de jurisdicción de Puerto Rico a Miami para algunos exiliados cubanos acusados de planear el asesinato de Castro.

Miami “es un lugar muy difícil para garantizar una condena para los llamados luchadores por la libertad”, explicó en esa época el exfiscal federal Kendall Coffey a The Miami Herald.”Logré algunas decisiones de culpabilidad, pero algunas de inocencia desafían todo razonamiento”.

Es más, los militantes anticubanos eran considerados héroes. En 2008, más de 500 influyentes personajes se reunieron para honrar las contribuciones de Posada a la causa –como se conoce en la comunidad el esfuerzo por derrocar a Castro– en una cena de gala.

¿Sus contribuciones? Además de los ataques a los hoteles (“Duermo como un bebé”, dijo a The New York Times al comentar acerca del turista que había muerto), Posada es el supuesto autor intelectual del atentado al vuelo 455 de Cubana de Aviación. Cuba y Venezuela han solicitado su extradición. Estados Unidos se ha negado.

En el 2000 Posada fue arrestado en Panamá en relación con un plan para asesinar a Castro. Fue condenado y pasó cuatro años en prisión antes de que se le concediera un indulto aún discutible. El indulto fue revocado en 2008.

Lo más cerca que el gobierno de EE.UU. haya estado de procesar a Posada fue en 2009, cuando la administración Obama lo acusó no por su papel en las bombas de La Habana, sino por haber mentido acerca de su papel en una solicitud de inmigración. Fue declarado inocente.

En la actualidad, Posada, de 85 años, camina por las calles de Miami, una contradicción viviente de la guerra de EE.UU. contra el terrorismo. ¿Cómo conciliar su libertad con la declaración del presidente George W. Bush después del 11 de septiembre de que “cualquier nación que continúe dando refugio o apoyando al terrorismo será considerada por Estados Unidos como un régimen hostil”? ¿Cómo conciliar la libertad de Posada con el encarcelamiento continuado de los Cinco de Cuba, cuyo objetivo primario era evitar ataques terroristas?

Es una contradicción que los norteamericanos debieran considerar.

* Stephen Kimber es profesor de Periodismo en la Universidad de King’s College en Halifax, Canadá, y es el autor de “What Lies Across the Water: The Real Story of the Cuban Five.” (Lo que hay al otro lado del agua: la verdadera historia de los Cinco de Cuba.)

NOTA DE QPM.ORG

Hace algunos años nuestro director, Dr. José R. Alfonso como Experto en Contrainteligencia y Antiterrorismo fue entrevistado por Leonard Weinglass, (ver “LA RED AVISPA” PARA EL FBI – “LOS CINCO” PARA LA DI DE LA REPUBLICA DE CUBA  PARTE I. abogado de Rene Gonzáles, uno los CINCO cubanos sancionado en aquel entonces por ser un Agente No Registrado  (Ilegal) de la Dirección de Inteligencia (DI) del MININT de la Republica de Cuba.

La entrevista se efectuó en el Hotel Hayas Resort sito en el Downtown de la Ciudad de  Miami, siendo el presentador de la Conferencia lo fue el Lic. Pedro Gonzáles Mune, un periodista de origen cubano, Director del tabloide digital La Nación Cubana (www.lanacioncubana.com/).

En la entrevista con Weinglass el Dr. Alfonso expresó lo siguiente: “No existe la más mínima duda de que “Los Cinco” -eran dieciséis en total- realizaban actividades  de Inteligencia en territorio estadounidense como Agentes Ilegales –Agentes No Registrados- cuyos objetivos eran  penetrar a  reconocidas figuras cubanoamericanas  y organizaciones de línea dura anticastristas, algunos de los cuales eran conocidos dentro de la diáspora cubana como los responsables del financiamiento y de las ordenes ejecutivas para la realización de planes y actos terroristas dentro de la isla”.

En la entrevista con Weinglass el Dr. Alfonso expresó lo siguiente: “No existe la más mínima duda de que “Los Cinco” -eran dieciséis en total- realizaban actividades  de Inteligencia en territorio estadounidense como Agentes Ilegales –Agentes No Registrados- cuyos objetivos eran  penetrar a  reconocidas figuras cubanoamericanas  y organizaciones de línea dura anticastristas, algunos de los cuales eran conocidos dentro de la diáspora cubana como los responsables del financiamiento y de las ordenes ejecutivas para la realización de planes y actos terroristas dentro de la isla” radicados en Miami y New Jersey.

“La Red Avispa”, fue denunciada a los Servicios Especiales, de contrainteligencia estadounidenses, (FBI),  por Edgerton Ivor Levy, el Agente “Ariel”, de la inteligencia cubana y ex profesor de la Universidad de La Habana quien al arribar a los Cayos de la Florida como balsero enen 1993 se convirtió en la pieza clave para el desmantelamiento de la mayor red de espionaje cubano en Estados Unidos en los últimos 50 años.

En base a ello muchos se preguntan el porque si desde esa fecha, 1993, la estructura, composición, prioridades operativas  y Modus Operandí (MO) de la Red de inteligencia eran de conocimiento de los Servicios Especiales de los EE.UU.  la que supuestamente debía estar  ya “dentro de su control” como fuera posible que se produjera el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate tres años después, el 24 de febrero de  1996, provocación operada desde Miami, conocida por “Black Ops” dentro de los Servicios Especiales, muy bien lograda mediante exitoso juego operativo de desinformación ante la permanencia en el poder del régimen de La Habana a pesar de la implosión de la URSS y el diagnostico de cáncer en fase terminal de Jorge Mas Canosa, máximo líder de la FNCA (fallecido el 23 de noviembre de 1997), quien había expresado dentro de su circulo interno que deseaba antes de su deceso ver el derrocamiento de Castro.

Finalmente la Red de la DI de Cuba fue  “Operada” pasado cinco años de su detección, en 1998, por el FBI en contra de todos los Protocolos del Trabajo de Contrainteligencia, ya que eran Agentes No Registrados denunciados, identificados, comprobados y chequeados y que  su Modo Operandí  (MO) de Campo consistía principalmente  en priorizar información especifica de inteligencia, y no ejecutar  actos terroristas, con un área objetiva-operativa principal  dirigida a los cubanoamericanos más activos,  agresivos y de poder económico (radicados en Miami y New Jersey) en la lucha contra Castro, principalmente hacia los que financiaban al brazo armado de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) – integrado por ex miembros de la CIA y ex Coroneles (r) de origen cubano, que sirvieron en las Fuerzas Armadas de los EE.UU. en diferentes teatros bélicos como Viet Nam, El Salvador, etc) con amplios conocimientos en “Black Ops”- así como a sus operadores radicados en el exterior (en El Salvador donde un exiliado de origen cubano alardeaba de ser el operador de los actos terroristas que se estaban sucediendo en La Habana ante el New York Time, fue “silenciado” mediante una fuerte suma de dinero enviada desde Miami a través de dos destacados periodistas cubanoamericanos, una perteneciente a la FNCA el otro reportero de una cadena televisiva local, ambos   radicados en esta ciudad) y hacia sus ejecutores (de origen centroamericanos) lo que evidencia que la “Red Avispa” no representaban un factor que pusiera en PELIGRO la Seguridad Nacional de los Estados Unidos”.

En base a ello su neutralización y desmantelamiento ofreció, para muchos expertos en contrainteligencia y temas de seguridad, la percepción de que se trato de un “pase de cuentas político más que de prevensión de Seguridad Nacional” por parte de los sectores más poderosos económico-político-mediático cubanoamericano del exilio histórico y fundamentalista  que controla el Sur de la Florida…

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