Los cubanoamericanos y la elección presidencial: evidencia e hipótesis de la Encuesta Cuba 2020 (I)

Por Guillermo J. Grenier. Cada cuatro años, los cubanoamericanos de Miami se convierten en “los bravos de la película”, héroes de un filme que se proyecta desde los años de la Guerra Fría, con poca actualización.  Día de elecciones 2020 en Miami. Foto: Marita Pérez.

Por Guillermo J. Grenier —— Fuente: Progreso Semanal

Cada cuatro años, los cubanoamericanos de Miami se convierten en “los bravos de la película”, héroes de un filme que se proyecta desde los años de la Guerra Fría, con poca actualización. Los políticos y sus pandillas descienden sobre el sur de la Florida hablando duro y haciendo promesas sobre lo que lograrán con su gobierno. Es como si a los cubanos no les importara nada más que la política de Estados Unidos hacia Cuba y esto solo les importara cada cuatro años.

Los cubanoamericanos desempeñan bien y de manera predecible su papel. Después de cierta tensión sobre si los cambios generacionales o las nuevas oleadas de inmigrantes cambiarán el cálculo político, los partidarios de la línea dura reafirman su dominio. Los gritos por una “Cuba Libre” hacen eco en las paredes de clase del restaurante Versailles. El Partido Republicano triunfa. Los demócratas dicen: “Es lo que es”. Fin. Continuará.

Durante cerca de 30 de esos largos años he realizado la Encuesta Cuba de la FIU, usualmente durante estos períodos en los que todos quieren saber cómo van a votar los cubanos. Nuestra encuesta intenta comprender las actitudes de los cubanoamericanos sobre las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y otras políticas complementarias que vinculan a la diáspora del sur de la Florida con la patria.

La tensión entre las políticas de apoyo a la participación o de aislamiento siempre está presente. El deseo de ver un cambio en la Isla y ser actores de él es palpable. Algunos quieren ayuda del gobierno todopoderoso de Estados Unidos para promover cambios políticos. Otros quieren ser catalizadores de cambios microeconómicos en la Isla, comenzando por sus familias. Algunos quieren ambos.

En la más reciente encuesta, publicada el 2 de octubre, se mantuvieron ciertos patrones establecidos hace mucho tiempo. El deseo de participación está vivo en la comunidad, pero se ve frustrado por la falta de políticas claras que permitan su expresión. La mayoría de los cubanoamericanos apoyan políticas que faciliten la venta de alimentos y medicinas al pueblo cubano (69 % y 74 % respectivamente), que se mantengan relaciones diplomáticas con el gobierno cubano (58 %) y que se promuevan estrategias diseñadas para mejorar el bienestar económico del pueblo cubano (78 %).

Más del 70 % de los cubanoamericanos en el sur de la Florida dejaron a sus familiares en la Isla, por lo que el interés en mantener los lazos está enraizado, particularmente entre los recién llegados. Más del 50 % viaja a Cuba y el 48 % envía remesas para mantener vivos estos vínculos. A una gran mayoría (65%) le gustaría que la industria aeronáutica abriera rutas a todas las partes de la Isla, no solo a La Habana. Quizás la pregunta que más revela la sensibilidad de la comunidad es la de la crisis humanitaria que nos ha impuesto la pandemia de la COVID-19. La comunidad apoyó abrumadoramente, en un 60 %, una suspensión temporal de las sanciones impuestas por el embargo de casi 66 años, para ayudar a los cubanos a enfrentar la crisis humanitaria.

Todos estos comportamientos y opiniones confirman el deseo real de mantener abiertos los puentes entre la diáspora del sur de Florida y la Isla. No obstante, la comunidad se ha vuelto más intransigente y más republicana desde la elección de Donald Trump. A pesar del deseo de suspender las sanciones durante la pandemia, el apoyo al embargo, después de caer al 34 % durante el segundo mandato de Obama, es del 60 % hoy entre los cubanoamericanos en el sur de Florida. Este es el nivel más alto de apoyo desde los años de la administración Bush. Asimismo, desde los años de Bush, el apoyo a que se permitan los viajes regulares de todos los estadounidenses a Cuba se redujo a menos del 50 %. El aislacionismo es una tendencia en la comunidad.

De manera similar, el apoyo al Partido Republicano, que se mantiene firme en su enfoque aislacionista en relación con la política hacia Cuba, ha ido en aumento desde la elección de Trump. En una encuesta de cubanoamericanos publicada dos días después de la Encuesta Cuba de la FIU de 2020, el Centro de Investigación PEW informó que el 58 % de los cubanoamericanos en todo el país están registrados o se inclinan hacia los republicanos. Nuestra encuesta reportó un resurgimiento del Partido entre los cubanoamericanos (que ahora representan el 53 % de los votantes registrados en Miami), después de años de debilitamiento durante la administración Obama.

¿Podemos reconciliar este perfil político aislacionista de los cubanoamericanos con un deseo aparentemente profundo de permanecer conectados con amigos y familiares? Al menos dos dinámicas están trabajando para crear esa aparente contradicción: 1) la importancia de las reglas de participación establecidas por el liderazgo en Washington y 2) la presencia generalizada del Partido Republicano en la comunidad cubanoamericana.

El factor Trump

Primero, mirando el patrón establecido a lo largo de los años por las respuestas que favorecen la participación o el aislamiento, está claro que el liderazgo es importante. Las políticas adoptadas por Washington hacia la participación o el aislamiento tienen un impacto significativo en los sentimientos de la comunidad. En pocas palabras, son seguidas por la mayoría de los cubanoamericanos.

El patrón de aumento del apoyo a la participación durante la administración demócrata y de aumento del aislacionismo durante el liderazgo republicano se remonta a la administración de George H. Bush, pero los profundos cambios iniciados durante la administración de Obama proporcionan la evidencia más convincente de la importancia del liderazgo en la configuración de las actitudes de los cubanoamericanos en relación con la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Cuando Obama cambió las reglas del juego, al abrir relaciones diplomáticas, viajes y una importante actividad económica con la Isla, hubo algunas protestas, pero pronto la comunidad se ajustó a la nueva normalidad. Más del 64 % de los cubanoamericanos apoyaron las iniciativas de participación, según nuestra encuesta de 2016. La apertura de los viajes a todos los estadounidenses, así como el apoyo al aumento de la inversión estadounidense en la Isla, recibió un apoyo del 60 % en todos los ámbitos, excepto para los exiliados más antiguos. El apoyo al embargo se desplomó al mínimo histórico del 34 %. Durante los años de Obama ocurrió un cambio real en las actitudes de la comunidad, que reflejó la nueva normalidad establecida por el liderazgo de Washington.

Los años de Obama también restringieron el oxígeno disponible para los partidarios de la línea dura dentro de la comunidad cubana en el sur de la Florida. Estos no desaparecieron, pero las políticas de Obama silenciaron su capacidad para definir los parámetros de lo que significa ser un cubanoamericano en Miami. Grandes sectores de la comunidad, en particular los jóvenes y los recién llegados, ahora tenían “permiso” para volver a comprometerse con su tierra natal. Muchos aprovecharon el acercamiento y visitaron la Isla, algunos por primera vez. Muchos regresaron alabando los dramáticos cambios económicos que se estaban desarrollando como resultado de las interacciones en aquel entonces permitidas.

Por fin, los cubanoamericanos estaban teniendo un impacto en la sociedad cubana. El mejoramiento del bienestar económico del pueblo cubano fue visto, incluso por algunos partidarios de la línea dura, como un catalizador del cambio; la inserción de las aspiraciones de la clase media en un sistema económico estancado, que podría dar lugar a una profunda reestructuración del Estado cubano. Las políticas de participación de Obama se convirtieron en una prueba política de Rorschach, lo suficientemente flexible como para ser útil para aquellos que deseaban un cambio de régimen, así como para aquellos que solo querían pasar las vacaciones con la familia y enviar pañales a sus sobrinos.

El retroceso de la política impuesta por Trump les dio a las viejas políticas aislacionistas nuevas alas y a las ideas aislacionistas un nuevo oxígeno. El ataque de Trump a la participación comenzó inmediatamente después de su investidura en 2017, y resultó en políticas que han cambiado las reglas, una vez más, sobre lo que significa ser cubanoamericano en el sur de la Florida. Hoy tiemblan las voces de quienes apoyaron los canales abiertos por Obama, hablando de “los buenos tiempos” de la participación, como si fueran un recuerdo idílico flotando libre de la realidad actual.

Mientras que los inmigrantes posteriores a 1995 se aferran a los restantes “salvavidas”, las cuerdas de salvación que unen los dos lados del estrecho de la Florida (remesas y vínculos sociales), la red establecida por Obama se está desgastando y las relaciones frágiles, en esta era de COVID-19, son difíciles de mantener. No hay vuelos, no hay canales económicos para promover el cambio, la diplomacia está estancada. Hay poco sobre lo que construir. La línea dura es la única línea, mientras Trump trabaja para borrar las huellas de Obama de las playas de Cuba.

También debemos darnos cuenta de que los cubanoamericanos no fundamentan la toma de sus decisiones políticas únicamente en la visión de un partido sobre la política hacia Cuba. Los cubanoamericanos tienen otras cosas en la cabeza. Cuando se les pide que califiquen la importancia personal que le dan a iniciativas de políticas específicas, constantemente clasifican la política de Estados Unidos hacia Cuba en último lugar. Vimos esto en la encuesta de 2018, cuando les pedimos a los encuestados que clasificaran ocho políticas según su importancia para motivarlos a votar por un candidato específico (la economía y el empleo, la atención médica, el control de armas, los impuestos y el gasto, la inmigración, la política exterior, la política hacia Cuba y el terrorismo). La visión de un candidato sobre la política hacia Cuba apareció como el punto menos importante que motivó el apoyo.

De manera similar, en la encuesta de este año, les pedimos a los encuestados que clasificaran la importancia de seis políticas de forma independiente, en una escala de 1 a 5, siendo 5 una medida que identifica el problema como extremadamente importante para ellos. Las políticas económicas y sanitarias encabezaron el grupo (4,76 y 4,68) con las relaciones raciales y la inmigración en un distante tercer y cuarto lugar (4,09 y 4,04). La política hacia Cuba quedó en último lugar, ligeramente por detrás de la política hacia China.

Por lo tanto, parece poco probable que un cubanoamericano individual vote por un candidato, o siga a un partido, simplemente porque coinciden con las políticas de Estados Unidos hacia Cuba. Otras preocupaciones políticas parecen ser motivadores más importantes.

Sin embargo, los cubanos todavía son considerados y tratados como si fueran votantes de un solo tema; como si se aferraran a una ideología del exilio obsesionada con arreglar las cosas en la patria a la que todos desean regresar.

Algunos cubanoamericanos desempeñan bien ese papel. Se alegran cuando los candidatos prometen una Cuba Libre en Miami, como hizo Pence en una visita reciente, y fácilmente ponen mala cara cuando los republicanos asocian las políticas promovidas por los candidatos demócratas con el “socialismo”, aunque los demócratas más progresistas no llegan a pedir protecciones sociales incorporadas a la famosa Constitución cubana de 1940, considerada sagrada por muchos veteranos.

Nuestra encuesta muestra que más del 60 % de las personas que llegaron desde 1995 salieron de Cuba para mejorar su bienestar económico, no por razones políticas, pero una vez aquí, el guion es único para todos. Hacemos el papel de una comunidad obsesionada con la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba porque nuestra historia en este país ha sido moldeada directamente por los giros y vueltas geopolíticas de esta política. Nos burlamos de los políticos que asumen que, para obtener nuestro voto, deben reconocer la anhelante necesidad de los exiliados desplazados, soldados en luchas geopolíticas de importancia duradera, en lugar de las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos estadounidenses.

Una Cuba Libre es la “promesa”. Y el Partido Republicano es el rey de “Cuba sí, Castro (o Díaz Canel) no”. Los cubanoamericanos responden. Votamos por los republicanos y animamos a otros a hacerlo. Y los analistas y observadores se ven obligados a elaborar una explicación sobre por qué el cambio social no ocurre, no en Cuba, sino en Miami. Lamentablemente, creo que parte de la respuesta es que los cubanoamericanos son manipulados fácilmente. Ser manipulado se ha convertido en parte de nuestro ADN político. La manipulación está coreografiada por el Partido Republicano, pero solo porque los demócratas hace tiempo dejaron de intentar sentir el ritmo de la conga.

***

Guillermo J. Grenier

*Guillermo J. Grenier. Nacido en La Habana, Cuba, es uno de los fundadores de la escuela de análisis social de Miami. Es autor o coautor de varios libros y artículos sobre trabajo, migración, incorporación de inmigrantes y perfiles ideológicos cubanoamericanos. Experto en las actitudes políticas de los cubanoamericanos en el sur de Florida.

Share this post:

Recent Posts