Guillermo Descalzi

CódigoAbierto360: La prolongación de la tregua en Yemen y la seguriad en la zona fueron parte de los temas principales tratados esta semana en la Cumbre entre EE.UU. y el Consejo de Cooperación del Golfo en Camp Davie. Sin embargo el rey de Arabia Saudita, Salman ben Abdelaziz, boicoteó la conferencia enviando a dos principes que ocupan los cargos de Ministro del Interior y de Defensa, al mismo tiempo que sus herederos designados le comunicaban a Obama que van a desarrollar la misma capacidad nuclear que desarrolle Irán. Pero no fue el único en rechazar la invitación, ya que de los seis jefes de Estado solo dos, Kuwait y Catar, acudieron a la cita. Los otros ausentes fueron el sultán de Omán, Qabus Bin Said Al Said, representado por el viceprimer ministro; el presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Jalifa Bin Zayed Al Nahyan, excusado por problemas de salud y el rey de Baréin, Hamad Bin Isa Al Jalifa, incluso rechazó la invitación de Obama para presenciar una carrera de caballos en Reino Unido.
O quizás seamos los grandes moralistas mientras surge una amenaza de carrera nuclear en el Golfo Pérsico. La anuncia Arabia Saudita, nuestro mejor amigo allí, para asustarnos. Tiene una línea abierta al poder nuclear. Financió el desarrollo de armas atómicas en Pakistán, que tiene el suficiente conocimiento para ayudarlos con su bomba saudita. También tiene suficiente solidaridad para darle una de sus bombas, si no se la ha dado ya.
En 1990, cuando caía la Unión Soviética, un funcionario cubano me dijo que seguirían sacando lo que pudiesen de los rusos y después “que se larguen”. Los sauditas pueden estar haciendo lo mismo con nosotros. Su rey boicoteó la reciente conferencia de países del Golfo Pérsico en Camp David al mismo tiempo que sus herederos designados le comunicaban a Obama que van a desarrollar la misma capacidad nuclear que desarrolle Irán. Es una amenaza de carrera nuclear para detener el acercamiento entre Washington y Teherán, demostrando una vez más que Arabia Saudita no es tan amiga como pretende, y su rey menos aún. Salmán, en esto, está del lado de su odiado Benjamín Netanyahu. Extraños compañeros.
El boicot saudita se extendió. Solo dos jefes de estado acudieron a la conferencia de Obama, el de Kuwait, que debe mucho a Washington, y el de Qatar, con mucho que tapar. Mientras tanto, Turki bin Faisal, prominente miembro de la familia real, anda diciendo “Fuimos el mejor amigo de Estados Unidos entre los árabes”, fuimos en tiempo pasado.
Arabia Saudita está uniendo al Golfo en oposición al giro estadounidense hacia Irán, y mientras vivimos nuestra normalidad en casa, en el Golfo se gesta una competencia nuclear que no podremos parar.
Obama quiere su tratado con Teherán. Los países del Golfo, si lo hace, van a revertir acuerdos con Estados Unidos, y si no… Israel puede tomarlo como luz verde para bombardear las instalaciones nucleares de los ayatolas. Estamos entre Israel y Arabia Saudita, la espada y la pared respecto a Irán.
Isis nos provoca para llevarnos a una guerra en tierra. Nuestra prensa nos satura con acciones verdaderamente dramáticas, ¡matamos un comandante!, y evita la más aburrida visión de nuestro dilema mientras Isis aguijonea a Riad para que despierte a la naturaleza de nuestra ‘neutralidad’ entre sunitas y chiitas. Las cartas no favorecen nuestra mano oculta.

El rey tiene sus simpatías no en otro lado pero tampoco en Estados Unidos, no precisamente. Desconfía mientras creemos que todo se arreglará si ‘mantenemos el curso’, ese que nos gana la animadversión de los sectores religiosos del área en esta guerra que insistimos que no es religiosa mientras unos nos creen El Gran Satán y otros en El Gran Confundido. No ven nuestro sacrificio, ven nuestra imagen. Foto: El Rey de Arabia Saudita, Salman ben Abdelaziz