Inseguridad alimentaria en Cuba: los platos sobre la mesa

Nací en los años noventa, cuando en la Isla había pasado el tiempo de la abundancia. En esos años ya la pirámide se había torcido y el contrabando permitía a mi familia comprar algunos cereales importados para mi alimentación. Fuimos privilegiados, pues recibíamos apoyo de un primo de mi abuela emigrado en los años 60 y de otras amistades que extendían sus manos desde el exterior del país.

escrito por Rita Karo

Nací en los años noventa, cuando en la Isla había pasado el tiempo de la abundancia. En esos años ya la pirámide se había torcido y el contrabando permitía a mi familia comprar algunos cereales importados para mi alimentación. Fuimos privilegiados, pues recibíamos apoyo de un primo de mi abuela emigrado en los años 60 y de otras amistades que extendían sus manos desde el exterior del país. Así crecí yo, en una burbuja creyendo que todo iba bien porque los amigos de mi familia eran demasiado amables.

Esa es la Cuba que conozco, donde escribimos a aquel familiar residente en el «mundo libre» cuando se nos agotan los recursos en casa, y nos saca más o menos del apuro. Con la pandemia y el llamado ordenamiento aumentaron las vías para enviar alimentos desde el exterior y cubrir parte de la dieta básica. Eso amortizaba a los que seguíamos siendo privilegiados, pero. ¿acaso será siempre así o en Cuba se podrá sostener la eficacia productiva en la industria alimentaria? ¿Cuándo el Estado garantizará los nutrientes necesarios para que el cubano tenga una dieta digna?

Hace un año, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la norma 148/22 correspondiente a la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, la cual tuvo como antecedente el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional. Tales disposiciones se someten a lo concebido en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, decretada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual tiene como finalidad erradicar el hambre, asegurar la alimentación, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible; y que esto, a su vez, se traduzca a una mayor sostenibilidad económica, ambiental y social.

En este sentido, la más reciente legislación señaló tres líneas principales orientadas a la producción de alimentos por parte del Estado cubano y su esfuerzo real para garantizar nutrientes, hacerlos accesibles física y económicamente a la población, así como fomentar la educación para «modificar o mejorar las prácticas alimentarias de las personas, (…) optimizar su estado nutricional, de salud y bienestar».

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Desde hace más de 50 años, el gobierno garantiza la canasta básica mensual que contempla 19 productos alimenticios de primera necesidad y se distribuyen de manera equitativa por grupos etarios y las zonas urbanas y rurales, desde los núcleos familiares hasta los programas de atención escolares y de salud. (Foto: Alexandre Meneghini/Reuters)

Dieta Nacional 

Desde hace más de 50 años, el gobierno garantiza la canasta básica mensual que contempla 19 productos alimenticios de primera necesidad y se distribuyen de manera equitativa por grupos etarios y las zonas urbanas y rurales, desde los núcleos familiares hasta los programas de atención escolares y de salud. Con el paso de los años, los recursos normados han sufrido disminuciones en cantidad y opciones, y los mercados y tiendas están desabastecidos. Acceder a alimentos de calidad y con precios justos es una gran dificultad, principalmente para trabajadores públicos que perciben el salario mínimo o son pensionados.

De acuerdo con el más reciente informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) correspondiente al año 2022, en Cuba se depende de importaciones que tensan el presupuesto nacional para sostener las garantías estatales, que incluyen la asistencia alimentaria a personas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, frente a la carencia de alimentos, todos los ciudadanos son vulnerables, pues el acceso sigue siendo un problema y la búsqueda de comida posiblemente sea la conversación más recurrente y estresante en las casas cubanas.

No tener garantizado un plato de comida, hacer filas por horas para obtener los alimentos, pagarlos a sobreprecios, y tener que adquirir buena parte en el mercado informal —con los riesgos que presupone en cuanto a la garantía de su calidad y seguridad—, es un problema que, si bien tiene antecedentes, desde 2019 se ha hecho sumamente preocupante.

El cumplimiento de las promesas del gobierno se prolonga y cada vez son más comunes las justificaciones ante una gestión deficiente. Los cubanos no quieren más políticas con resultados invisibles, ni informes que ofrezcan cifras que no se ven traducidas en el bienestar de la población. (Foto: La Nación)

El cumplimiento de las promesas del gobierno se prolonga y cada vez son más comunes las justificaciones ante una gestión deficiente. Los cubanos no quieren más políticas con resultados invisibles, ni informes que ofrezcan cifras que no se ven traducidas en el bienestar de la población.

Esto incluso ha sido reconocido por el mandatario Miguel Díaz-Canel cuando afirmó a finales del pasado año en la Asamblea Nacional del Popular «tenemos una Ley de Soberanía Alimentaria y no hay alimentos; vamos a aprobar una Ley de Fomento Ganadero y no hay ganado, tenemos una Ley de Pesca y no hay pescado».

Hecho en Cuba

El PMA reconoce que en el país, entre 70 el 80 por ciento de las necesidades alimentarias, son suplidas a partir de la importación. En el mencionado reporte anual se señala que «la economía experimentó una ligera recuperación con un aumento del 2 por ciento después de la abrupta caída del 11 por ciento en el Producto Interno Bruto en 2020», hecho poco significativo considerando que la producción de alimentos no manifiesta avances.

El Estado dispuso que más del 70 por ciento de su presupuesto para el 2023 esté destinado al sector social con la finalidad de garantizar beneficios obtenidos luego 1959. El país tiene muchas oportunidades para fomentar la producción agrícola y expandir este sector, sin embargo, no se atienden de manera sistemática y a conciencia las potencialidades que tienen las localidades para producir sus propios alimentos. La carencia de resultados parte mucho del desinterés de los gobiernos locales para poner en práctica acciones, no se incentiva a la población ni se le ofrecen alternativas para que se desarrollen y expandan la producción de alimentos.

El presupuesto estatal destinado al sector agroalimentario, en vez de apuntar a las grandes producciones como el café y la caña —igualmente deprimidas y previstas para la exportación— debería estar destinada a crear mecanismos a nivel comunitario.

Cuba no es un país con grandes recursos y los pocos que tienen son mal explotados. La industria pesquera es un ejemplo. A finales del año 2021 publiqué un texto donde precisamente se abordaba por qué en la Isla no se venden productos del mar, y estos no son contemplados en la dieta del cubano, siendo muchas veces más saludables y ricos en nutrientes. ¿Por qué no hay industria pesquera? ¿Por qué el gobierno no regula correctamente el comercio ilegal de pescado y mariscos?

La especialista entrevistada comentaba que el Estado, en vez de considerar el mar como fuente primera de alimentación, lo explota principalmente para el turismo de sol y playa. También se dan fenómenos como la sobrepesca y la depredación. Unido a esto es inexistente una educación sistemática de la población en materia alimentaria y no se incentivan soluciones factibles como el maricultivo y la acuicultura en el sector privado y en comunidades pesqueras.

¿Qué presupuesto destina Cuba para las importaciones? De acuerdo con datos publicados en el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), en 2021, Cuba importó bienes por un total de $3,45MM de dólares; entre los productos principales se contemplan la carne de ave, el trigo, la leche concentrada, el crudo de petróleo y el arroz, siendo España, China, Estados Unidos, Canadá e Italia los emisores más importantes.

Por su parte, la última actualización de datos en la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) registra, hasta el diciembre del 2022, el volumen de inversiones por 18 clases de actividades económicas, donde se ejecutaron 71 069 millones de pesos distribuidos en su mayoría al servicio empresarial, actividades inmobiliarias y de alquiler (1), la industria manufacturada excepto la industria azucarera (2), transporte, almacenamiento y comunicaciones (3), suministro de electricidad, gas y agua (4) y explotación de minas y canteras (5).

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La agricultura, ganadería, caza y silvicultura cae en el octavo puesto, seis veces menor que el sector con mayores inversiones, mientras que la pesca y la industria azucarera están entre las tres áreas menos favorecidos. Si se analiza la serie histórica de los últimos diez años, queda en evidencia que la inversión en el mencionado renglón durante el año 2022 es aproximadamente 2,4 veces menos que la de 2012, mientras lo invertido en actividades empresariales, inmobiliarias y de alquiler se multiplicó por más de 3.  

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Tierra ociosa, platos vacíos

Entre exigencias más recurrentes que se le hacen desde los expertos a la actual gestión del gobierno cubano sobresale el establecimiento de políticas públicas focalizadas. Por años se vivió bajo un sistema que contemplaba «las necesidades y potencialidades de los ciudadanos cubanos» por igual. Quizá en esa homogenización de la sociedad se descartó la posibilidad de que germinaran actores sociales capaces de dar un impulso a la economía nacional, como consecuencia, vinieron la inactividad, la poca creatividad y la improductividad.

Cuando se comenzaron a «abrir» las oportunidades, se diversificaron las formas de producción y comercialización, y se liberalizaron varios precios, nos olvidamos de que había una población que no pudo ni puede acceder por igual a estas opciones protagonizadas principalmente por el sector privado. Hoy enfrenta la crisis con mucho menos garantías y protecciones, y su alimentación se ha visto sumamente afectada en los últimos años debido a la baja oferta de alimentos en los mercados estatales en moneda nacional, sumado a atrasos en la entrega de algunos productos canasta familiar normada y la desaparición o reducción de otros —principalmente los vinculados a dietas médicas. 

Como mismo muchas familias dependen de la ayuda de los parientes emigrados —y el gobierno de esa inyección de capital en moneda dura—, el Estado cubano se benefició por años de los subsidios y tratos ventajosos con el extinto bloque socialista en Europa del Este, y no desarrolló una agricultura e industria alimentaria que le permitiera suplir las necesidades de sus ciudadanos.

Uno de los principales problemas que aquejan a los cubanos hoy es la inseguridad alimentaria. Por tanto, es urgente que el presupuesto del Estado aporte más a la producción en el sector agroalimentario. Hay que fomentar la producción local, las huertas, educar a la ciudadanía, demostrar la importancia y lo necesario de incorporar nutrientes a través de otros alimentos ricos en vitaminas y proteínas, mientras se diversifica la oferta, se reducen los precios los precios, y se exploran vías expeditas para la cosecha y la distribución de productos. Ello requiere equipos de organizados e incentivos para trabajar en el sector.

Agricultura-Cuba

(Foto: Radio Bayamo)

Sin los referidos incentivos no habrá producción, sin producción habrá hambre, descontento y emigración, y los resultados a mediano plazo serán peores: una economía más deformada, una población más empobrecida, y menos personas en edad laborable que sostenga, no solo el sector agroalimentario, sino los otros que hoy son prioridad en la estrategia inversionista.

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