La estampida migratoria en Cuba y sus implicaciones

Los cubanos necesitamos ser capaces de construir un país en el que podamos vivir la única vida que hasta ahora sabemos que tenemos. Nunca ha sido más imperiosa que hoy la divisa de crear una República «con todos y para el bien de todos».

escrito por Mauricio De Miranda Parrondo 

Aunque no existen cifras oficiales de la reciente emigración de cubanos, diversas fuentes hablan de casi 225.000 personas entre octubre de 2021 y el 30 de septiembre de 2022. Muchas de ellas han usado caminos tan complicados como atravesar toda América Central a partir del tapón del Darién, hacerlo desde Nicaragua, o hasta la incierta vía de cruzar el mar. Quienes han seguido estas rutas, arriesgando su vida y pagando altísimas tarifas a los traficantes de seres humanos, tienen denominadores comunes: la desesperación y la desesperanza.

La mayor parte de los migrantes son jóvenes o personas en edad laboral, e incluso una cifra no despreciable de profesionales. Si bien no es posible generalizar, pues en imágenes también pueden verse niños y personas de la tercera edad.

En Cuba, sin embargo, no se dispone de datos ni estudios públicos sobre el sensible tema, y las estadísticas siguen enmascaradas porque se considera como residentes en la Isla a muchas personas que viven y trabajan en otras naciones. Mientras tanto, la población total del país ha descendido sistemáticamente desde 2017 hasta 2021, de acuerdo con cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). Solo en 2021 descendió 0,61% respecto a 2020, una magnitud alta de acuerdo con estándares internacionales.

Si analizamos ciertos datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el descenso poblacional cubano supera al de otros países, como los casos de Japón (-0,24%), Corea del Sur (-0,19%), Albania (-0,17%) o Rusia (-0,41%); y solo es superado por el de Taiwán (-0,85%), territorio que goza de un altísimo nivel de desarrollo. Las estimaciones de la ONEI prevén para 2035 una cantidad de población incluso inferior a la de 2021, y muy probablemente en tales estimaciones no se ha tenido en cuenta la estampida migratoria actual.

La Isla enfrenta una grave crisis demográfica, con una economía que no solo es subdesarrollada, sino que está profundizando esa condición debido a una crisis estructural que data de más de tres décadas. Los países desarrollados que tienen problemas demográficos —determinados por el descenso y/o el envejecimiento de su población—, han debido incrementar el gasto público para afrontar los retos sociales que imponen estas circunstancias, y en parte pueden hacerlo gracias a su nivel de desarrollo. No es el caso de Cuba.

Por otra parte, la población cubana envejece. En 2020, el 21,3% del total reportado como residente en la Isla —que no cuenta a muchos que en realidad viven y trabajan fuera del territorio nacional—, tenía más de sesenta años; pero en 2021 esta proporción ha aumentado a 21,5%.

El descenso poblacional se hace evidente también en la fuerza laboral. El Anuario Estadístico de Cuba muestra que en 2021 la cantidad de trabajadores fue de 4, 619 millones, frente a 4,643 millones en 2020. Ello representa un descenso del 0,5%. El 59,9% de los trabajadores del año más reciente reportado, tiene cuarenta años o más.

La relación de dependencia —que mide la proporción de población de cero a catorce y de sesenta años o más, respecto a la población entre quince y cincuenta y nueve años—, ha estado aumentando en los últimos tiempos. Esto ha sido: 571 por mil personas en 2018, 578 en 2019, 589 en 2020 y 596 en 2021.

Desde 2010 se observa un incremento paulatino de la proporción de población mayor de sesenta años, mientras descienden tanto la de menores de quince como la que se ubica entre quince y cincuenta y nueve. En 2021 la población considerada adulta mayor representó el 21,6% del total, en tanto la población menor de quince años constituyó el 15,7%, y la comprendida entre quince y cincuenta y nueve significó el 62,7%.

Las previsiones de la ONEI sugieren que para 2035 los mayores de sesenta años constituirán el 32,5% de la población, los menores de quince serían el 15,2% y entre quince y cincuenta y nueve estaría solo el 52,3% del total de residentes. Ello establecería una relación de dependencia de 909 por mil, lo que resulta gravísimo para las posibilidades productivas del país.

En las referidas condiciones demográficas es que se está produciendo la mayor sangría migratoria del país en solo un año desde 1980, y se ha superado incluso la cantidad de salidas que ocurridas por el Mariel. Esto, a pesar de la suspensión, por parte del gobierno de Obama, de la ley «Pies secos, pies mojados»; aunque se ha mantenido la llamada ley «De ajuste cubano».

Estampida

Razones de la estampida migratoria

Desde 1959, Cuba cambió su condición de país atractivo para potenciales migrantes extranjeros, y se convirtió en emisor hacia otros países. En los primeros años, las razones fueron esencialmente políticas: desacuerdo con la deriva hacia el comunismo; supresión de las libertades políticas; expropiación de propiedades; imposibilidad de que los padres pudieran asegurar educación privada y religiosa a sus hijos; represión contra la disidencia política; discriminación gubernamental de las prácticas religiosas; represión contra la homosexualidad; y otras.

Posteriormente, en la medida en que se ha deteriorado la situación económica del país, las razones económicas se han unido a las causas políticas que aún subsisten, como la persecución y represión de la disidencia y la restricción de libertades políticas. Tal combinación ha producido varias crisis migratorias, especialmente las 1980 y 1994, y la que actualmente nos ocupa.

La situación económica y política de Cuba hoy —sobre todo tras el llamado «Ordenamiento monetario» y la represión a las protestas sociales de julio de 2021—, caracterizan una grave crisis económica de carácter estructural, unida a una crisis política y social. Dichas circunstancias han generado en una parte considerable de la población una crisis de confianza en la capacidad de las autoridades para revertir el contexto económico, lo que incrementa la sensación de desesperanza, no solo respecto al presente, sino también al futuro.

A diferencia de los primeros años, no existe un futuro «luminoso» al que aspirar. El derrumbe del socialismo «realmente existente» demostró que aquel no era el camino, pero en lugar de aprovechar de forma creativa la experiencia histórica, la dirigencia cubana ha optado por persistir en políticas probadamente ineficaces, que profundizaron la deformación estructural de nuestra economía y, en consecuencia, el subdesarrollo.

La Constitución de 2019 se ha convertido en papel mojado, lleno de definiciones vacías de contenido real. La respuesta gubernamental y del sistema jurídico frente a las protestas sociales de 2021, demuestra la debilidad institucional del país y las contradicciones, además de la violación de la Carta Magna. Por otra parte, las autoridades se caracterizan por un autismo político reacio a críticas y con alto espíritu justificativo, lo que ha deteriorado su credibilidad ante una parte creciente de la sociedad. Esta realidad deja a la ciudadanía las alternativas de: aceptar lo que se decida desde el poder aunque puedan existir diferencias, enfrentarse a ello, o emigrar.

Varias generaciones de cubanos han aportado una notable cuota de sacrificio personal en pos de un mejor país para sus hijos y nietos. En cambio, la Isla tiene en la actualidad mayores y más graves problemas que los que tenía en los años ochenta del siglo pasado, y lo peor es que no se ve la luz al final del túnel.

Estampida

Migrantes cubanos reman hacia la isla Stock, cerca del Cayo Oeste, en Florida, el 12 agosto / (Foto: Mary Martin/AP)

Implicaciones de la estampida migratoria

Desde el punto de vista económico y político, la estampida actual, junto a toda la sangría migratoria que ha caracterizado al país desde hace más de seis décadas, tienen un impacto altamente negativo.

Ya se han aportado datos sobre la difícil estructura demográfica. Con ella, resulta difícil prever un incremento sustancial de la tasa de crecimiento del producto, si tenemos en cuenta la importancia del factor trabajo dentro de la estructura productiva de cualquier país, pero sobre todo de uno empobrecido, subdesarrollado, con escasez gravísima de capital y bajas tasas de ahorro e inversión; a lo que se suma la errónea política inversionista del gobierno, que ha preferido concentrar las inversiones en actividades inmobiliarias —aunque no precisamente en viviendas para la población—, en lugar de apostarle a sectores productivos tales como: agricultura, industria, o incluso infraestructura.

Si bien crecimiento no es igual a desarrollo, para superar la crisis estructural de Cuba y comenzar una senda de avances se requieren altas tasas de crecimiento del producto, muy especialmente de los sectores productivos. Lejos de esto, el PIB de Cuba entre 2017 y 2021 tuvo una variación promedio anual de -1,3%. Después de una violenta contracción de 10,9% en 2020, en lo que sin dudas influyó el impacto de la pandemia, la economía creció en 2021 solo un 1,3%.

Mientras tanto, el crecimiento interanual del primer semestre de 2022 fue de 10,9%, pero la contracción en el mismo período de 2021 había sido de 12,7%, lo que indica que en términos trimestrales aún no se recuperó frente a la caída del año anterior. En el segundo semestre de 2022, el crecimiento ha sido de solo 1,7% frente al mismo período del año anterior.

Las cifras de crecimiento trimestral del producto bruto sectorial indican contracciones en ambos trimestres en la agricultura, la pesca, la minería, la industria azucarera, la no azucarera, el suministro de electricidad, gas y agua, ciencia e innovación tecnológica, intermediación financiera y servicios comunales. En el segundo trimestre también se contrajeron la salud pública y el comercio. Solo muestran resultados positivos la construcción, los servicios empresariales y actividades inmobiliarias, y la educación.

La emigración impactará negativamente en el crecimiento económico, en la posibilidad de asegurar el sistema pensional, en las contribuciones al fisco y, en consecuencia, en el desarrollo del país. Quizá algunos piensen que en contraposición a este impacto negativo se podrían recibir más remesas, sin embargo, esto puede ser cierto en el mediano plazo pero no necesariamente en el corto, y las necesidades financieras del país son críticas de forma inmediata.

En otros tiempos se frenó la emigración al prohibir la salida del país. Afortunadamente esto no se plantea en estos momentos, sobre todo porque quizás algunos irresponsables piensen que con ella crean una válvula de escape que ayude a reducir presiones políticas y sociales internas.

No obstante, la realidad es que la estampida migratoria es testimonio fehaciente del fracaso de un sistema que se pretende imponer a toda costa sobre una sociedad en gran medida hastiada, así como de la falta de esperanzas de una parte considerable de la población —especialmente joven— respecto a las posibilidades de vida provechosa en el país. ¿Esto es el socialismo próspero y sostenible? Ni es socialismo, ni es próspero, ni es sostenible, no solo económicamente, sino también desde los puntos de vista social y político.

Los cubanos necesitamos ser capaces de construir un país en el que podamos vivir la única vida que hasta ahora sabemos que tenemos. Nunca ha sido más imperiosa que hoy la divisa de crear una República «con todos y para el bien de todos».

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AUTOR

MAURICIO DE MIRANDA PARRONDO. Director CECP, Pontificia Universidad Javeriana Cali, 0000-0002-7972-5586Dirección de correo verificada de javerianacali.edu.co – Página principalEconomic Development International Economics History of the World Economy and History of Economic Thought Asian Studies

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