LA (I)LÓGICA DEL DISCURSO OFICIALISTA CUBANO

escrito por Roberto Garcés Marrero. El discurso oficialista cubano se caracteriza por ser una compleja red de falacias (razonamientos incorrectos sin intención de engañar) y sofismas (argumentos desarrollados de manera consciente para confundir al interlocutor). Este texto no pretende ser una clase de lógica formal, por tanto, más que explicar todas las sutilezas de las distinciones y tipologías de estos errores, me dirijo a explicar casos concretos presentes en los discursos de políticos y defensores a ultranza del sistema sociopolítico impuesto en la Isla.

escrito por Roberto Garcés Marrero

Una de las taras que nos ha dejado la educación cubana, ha sido creer que la filosofía es solo el mediocre marxismo leninismo sovietizante y sobre-ideologizado que nos obligaron a tragar. Muchas personas desde entonces mantienen un comprensible rechazo al conocimiento filosófico, olvidando su carácter emancipador y humanizante. Por ejemplo, la lógica formal, si bien con limitaciones propias, es un gran instrumento para organizar nuestro pensamiento y detectar fácilmente errores, intencionados o no, en los discursos, incluidos los políticos.

El discurso oficialista cubano se caracteriza por ser una compleja red de falacias (razonamientos incorrectos sin intención de engañar) y sofismas (argumentos desarrollados de manera consciente para confundir al interlocutor). Este texto no pretende ser una clase de lógica formal, por tanto, más que explicar todas las sutilezas de las distinciones y tipologías de estos errores, me dirijo a explicar casos concretos presentes en los discursos de políticos y defensores a ultranza del sistema sociopolítico impuesto en la Isla.

Una de las más usuales, sin dudas, es la falacia ad verecundiam o de autoridad, también conocida como el «magister dixit». La misma consiste en que la validez del argumento depende exclusivamente de que se considere a la persona citada una autoridad en el tema. Es la usual afirmación: «Fidel dijo», o Martí, o Marx, o —más raramente— Díaz Canel. Es importante que reconozcamos que la validez de un postulado depende de su relación con la realidad, no con quien lo sostenga. Ningún ser humano ha de ser considerado fuente de la verdad revelada, menos aún en política.

Lamentablemente en nuestra Isla este argumento es reforzado por la falacia ad baculum, es decir, los argumentos del gobierno se defienden abusando del poder e imponiéndolos por la fuerza. Cualquier cuestionamiento que se haga es rechazado como absurdo sin explicar, por argumentum ad lapidem.

Es común asimismo el siguiente razonamiento: «este es el camino que debemos seguir porque Fidel lo dijo», y si no lo sigues eres un enemigo, no solo de la Revolución, sino de la Patria. La homologación entre Patria, Revolución y Socialismo es un sofisma, pues asume como sinónimos a cosas tan diversas como la nación, procesos históricos concretos y sistemas políticos. Dicha confusión no es inocente: se esgrime para desnacionalizar. Es decir, si no eres revolucionario, no eres buen cubano.

Este es otro tipo de falacia, conocida como «ningún escocés verdadero» (No true Scotsman) o apelación a la pureza. Se denomina así porque Antony Flew la concibió poniendo el siguiente ejemplo:

A. Ningún escocés pone azúcar en su avena.

B. Fulano es escocés y le pone azúcar.

C. Fulano no es buen escocés.

La falsedad de este tipo de argumento es palpable, a pesar de ello, es el usado para denigrar a cualquiera que se oponga al estatus quo en Cuba: «ningún cubano se opone a la Revolución». Tal falsedad se refuerza con el argumentum ad hominen, es decir, no se niega directamente la veracidad de la afirmación, sino a quien la sostiene: los opositores son «pagados por la CIA», «enemigos», «desagradecidos», «delincuentes», etc. Este tipo de desvalorización en realidad no desacredita de forma lógica las posturas totalmente válidas que los opositores puedan tener, sino que intentan utilizar las emociones de los demás para hacerlos ver como entes inferiores. Además, es una generalización apresurada que pone a todo el mundo en el mismo saco, negándolos a todos de un solo golpe.

Otra manera de intentar el descrédito es a través de la falacia tu quoque, que se utiliza mucho contra Estados Unidos, particularmente cuando este país critica la situación de los derechos humanos en la Isla. Hemos visto muchas veces al Ministerio de Relaciones Exteriores y a las ciberclarias rasgándose las vestiduras y afirmando que son unos hipócritas, porque los derechos de los estadounidenses también son violados. En realidad, desde el punto de vista lógico esto es hacer como el pulpo y esconderse tras una nube de tinta: que se violen los derechos en EE.UU. no significa que hacerlo en Cuba esté bien.

Por otra parte, se utiliza el argumentum ad lazarum, que consiste en atribuir un valor a lo dicho por alguien solo porque sea pobre: o sea lo que sostiene Cuba tiene más valor respecto a lo que dice Estados Unidos porque es un país pobre.

A su vez, esto se relaciona con la falacia «del hombre de paja», es decir, ante un postulado crítico se utiliza otro que no tiene ninguna relación con el anterior pero intenta bloquearlo. Por ejemplo:

A.  En Cuba la pobreza aumenta.

B. En Estados Unidos también.

Un tipo de razonamiento como ese, en realidad busca negar la realidad que se denuncia sin cuestionarla, ni siquiera mencionarla: que en Estados Unidos aumente la pobreza no es óbice para que en Cuba no se trate de eliminarla.

Otro de los argumentos perversos es el siguiente: «sin la Revolución, Cuba estuviera en la pobreza extrema» que es una falacia ad ignorantiam porque resulta indemostrable. También se utiliza el argumentum ad consequentiam al aseverar que no se puede cambiar el sistema actual pues, de hacerlo, Cuba empeoraría. Lo cual es un falso silogismo disyuntivo y una falacia de falso dilema, porque en realidad solo plantea dos posibilidades: la Cuba actual o una Cuba futura peor, invisibilizando todas las demás probabilidades que pueden existir entre estas.

Otra de las habituales es la falacia «del francotirador de Texas», llamada así de manera irónica porque se representa con un francotirador que dispara contra un granero y luego pinta la diana alrededor del impacto de bala. Es decir, se toman ciertos datos que son resaltados para hacer creer que existe una cierta realidad. El ejemplo más conocido, aunque ya en descrédito, son las estadísticas cubanas sobre educación y salud: en tal sentido se destacan ciertas cifras, pero en realidad con ellas solo se crea determinada opinión que, de ser contrastada con la realidad, es fácilmente desmontable.

Para las grietas que pueda tener esta mentira, se apela a la falacia «de falsa causa»non causa pro causa. Es decir, se atribuye una causa falsa a cierto hecho, al responsabilizar absolutamente de todo al bloqueo en lugar de asumir los gravísimos errores administrativos y la ineptitud política de la clase dirigente cubana.

Si pasamos los discursos políticos cubanos por la criba de la lógica, es fácil comprobar que en ellos no queda prácticamente nada en verdad substancial: son apenas una neblina de falacias y sofismas destinada a la manipulación del pueblo al que aseguran representar. Sería oportuno tener en cuenta estas herramientas la próxima vez que los escuchemos, para desmontarles su farsa y exigir que, descubierto el camuflaje de mentiras y manipulaciones, empiecen a utilizar argumentos verdaderos. O que den paso a quienes sí lo puedan hacer

Fte: CUBAXCUBA

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