Las medidas de Biden hacia Cuba: por el primer paso se empieza

Para usar la propia frase de Biden, “no es práctico sacrificarse en una cruz pequeña por Cuba”. Si los políticos cubanoamericanos van a difamarlo de todos modos, mejor aplicar la política completa: la orden presidencial de Obama de octubre 2020 y todos los acuerdos con Cuba. Foto: Alain L. Gutiérrez.

por Arturo López-Levy*

Para usar la propia frase de Biden, “no es práctico sacrificarse en una cruz pequeña por Cuba”. Si los políticos cubanoamericanos van a difamarlo de todos modos, mejor aplicar la política completa: la orden presidencial de Obama de octubre 2020 y todos los acuerdos con Cuba.

“El anuncio de la Casa Blanca —carente de detalles y después de diecisiete meses de revisión innecesaria— sobre el comienzo de cambios de la política hacia Cuba en dirección a lo que fue la política de Obama, es un paso tímido pero bienvenido”. Con este enunciado, el senador Patrick Leahy inició su declaración sobre las nuevas medidas del presidente Biden hacia Cuba.

La Casa Blanca anunció que eliminará los límites al envío de remesas, autorizará vuelos a los aeropuertos de las provincias de la Isla, y abrirá el acceso a aplicaciones digitales, entrenamiento y facilidades de comercio electrónico al sector privado. También se informó la reanudación de varias licencias de viajes de estadounidenses para grupos y contactos educacionales, eventos científicos y otros bajo la categoría de “contactos pueblo a pueblo”.

La declaración del senador Leahy resume el valor y las deficiencias de la decisión anunciada. La apertura de esta hendija en el muro del bloqueo contra Cuba importa por sus efectos a corto plazo, dada la precaria situación económica cubana, la crisis migratoria —más de cien mil cubanos han tocado  las puertas estadounidenses en esta última oleada—, y el choque que ha significado la discusión sobre la exclusión de la Cumbre de las Américas en los Ángeles. Las medidas también pueden ser un viraje respecto al rumbo de acoso en el que puso Donald Trump la relación bilateral.

La nueva oleada migratoria cubana hacia Estados Unidos

La eliminación de las trabas impuestas por la administración Trump a las remesas y a los viajes representa un importante alivio para el sector turístico cubano. También se beneficiará a nueva gama de servicios privados de hospedaje, comida, y guías, entre otras actividades deprimidas por la pandemia y sus consecuencias en los viajes a la Isla. Más divisas, todo lo demás constante, es más poder adquisitivo para el país y espacio para actores y procesos de reforma.

Una mayor disponibilidad de divisas debe reducir la brecha entre las tasas oficiales y no oficiales de cambio, con potenciales derrames positivos en la productividad para los sectores que operan en pesos cubanos, hoy mayoritarios. La economía posterior a la aprobación de la Constitución de 2019 integra los sectores privado, cooperativo y estatal, augurando más sinergias que en el anterior modelo de doble y triple carril con compartimentos estancos de monedas y tipos de relación con el mercado.

A mediano plazo, la decisión de Biden es un punto de viraje desde lo que ha sido una política de máxima presión que no se ha desmarcado, incluso después de estas flexibilizaciones, del esquema transparentemente imperial que es la Ley Helms-Burton. Con Biden, Estados Unidos volvió a apostar, en una administración demócrata, por la estrategia de provocar hambre a los cubanos enunciada en el memorándum de Lester Mallory, ahora usando la epidemia de COVID-19 como arma a favor de un cambio de régimen impuesto desde Washington.

Según fuentes oficiales, el día que la administración Biden llegó a la Casa Blanca murieron cinco cubanos por la enfermedad. Para inicios de julio, cuando se vivió el pico de COVID-19, con las vacunas ya diseñadas pero agotados los principales recursos del sistema de salud, murieron casi cien cubanos diariamente. Nunca sabremos cuántas vidas pudieron salvarse si sobre el sistema sanitario no hubieran pesado las medidas coercitivas de Trump.

La política de máxima presión fracasó

Incluso durante la explosión de casos de COVID-19 que provocó la variante Delta en el verano de 2021, la situación nunca justificó, bajo estándares internacionales, las demandas por una intervención humanitaria a Cuba.

Las protestas del 11 de julio con alcance nacional no se explican sin la desesperación popular ante la posposición lamentable por el gobierno cubano de cambios necesarios y aprobados desde el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), en 2011. La Tarea Ordenamiento y la reunificación monetaria y cambiaria ocurrieron entonces en el peor momento posible. A la vez, en esa situación límite, con la pandemia arrebatando vidas, el bloqueo estadounidense y las medidas de Trump marcaron una diferencia mayor.

Aunque la situación económica continuó en caída, la crisis tocó fondo. En términos de Albert Hirschman, la eliminación del visado a Nicaragua otorgó a los cubanos la posibilidad de la salida. Antes de aceptar ser peones de la protesta, atizada por la política de hambre y desesperación a través de sanciones, muchos optaron por la emigración como proverbial válvula de escape. Habla bien de su patriotismo, que hayan dado la crisis donde va: en la frontera del país que ha bloqueado hasta la posibilidad de una oposición levantada por sus propios méritos nacionales.  

Si la administración Biden respeta el derecho de los cubanos a luchar por cambios dentro de su país, debería adoptar una política que los empodere, no que los desespere al punto de la emigración. Para eso Estados Unidos debería fomentar, en sus propios méritos, una economía mixta en crecimiento, con orientación al mercado con garantías sociales.

Como sugiere la teoría de la modernización y ocurrió en el este de Asia, la mayor esperanza de una liberalización en lo político estaría en el desarrollo de una clase media que demande bienes públicos, a partir del pago de impuestos y el rechazo a la corrupción. La intervención externa en Cuba ha sido un fardo pesado no solo contra el gobierno sino también contra el sector privado, la clase media, y la emergencia de demandas de pluralismo desde una oposición leal. Sería una vergüenza para la democracia y la historia del pueblo cubano que un sistema pluralista venga de la mano de la intervención de la NED y la USAID bajo la Ley Helms-Burton.

Biden anotó un autogol al mantener la política republicana hacia la Isla. Solo Trump podía ser tan hipócrita de revertir el discurso de Obama sobre Cuba de “país en transición” al sinsentido de llamarle “país terrorista” o “Alemania hitleriana en el Caribe”, mientras no aceptaba como refugiados a quienes escapaban de sus “campos de concentración”. Después de crearle problemas a los países de tránsito, la Casa Blanca ha tenido que reaccionar. ¿Cuántos problemas y vericuetos se habría ahorrado Biden solo con cumplir sus promesas electorales sobre Cuba?

Entre tantos veteranos de la Administración Obama, alguien debía recordar por dónde se debió empezar: por el 19 de enero de 2017 y la orden presidencial de Obama para las relaciones con Cuba de octubre de 2016. Por haberle asignado a Bob Menéndez la responsabilidad de su política hacia Cuba, Biden va a pagar por las mismas medidas que ahora adopta un mayor precio que en el primer semestre de 2021. Analizaron y analizaron para llegar a las promesas electorales de inicio sin entusiasmar a nadie más que a sus oponentes.

De la Cumbre al abismo

Al deterioro de las relaciones entre Washington y la Habana, se ha sumado una crisis sobre la Cumbre de las Américas. En un contexto de guerra en Ucrania y el llamado pivot a Asia, ¿nadie pudo sugerir a Biden que un hemisferio tranquilo y con un presidente mexicano de izquierda, abogando por trascender la disputa panamericanismo vs latinoamericanismo, era el mejor escenario para la Cumbre? En la subordinación de los intereses nacionales a las percepciones erradas sobre la política en Florida, el equipo de Biden creó su propia derrota. La exclusión de Cuba y el bloqueo son ya los principales temas de la Cumbre de Los Ángeles.

El concepto de “hemisferio democrático” no es el paradigma apropiado para avanzar en la discusión de temas como salud internacional, cambio climático, corrupción y migración, que trascienden ideologías. Hay una diferencia entre adoptar incentivos para la colaboración de las democracias liberales y cercenar regiones a partir de preferencias partidistas. Es difícil relanzar el multilateralismo hemisférico sin consensuar siquiera con aliados regionales como México y Canadá la política hacia Cuba y desconociendo unilateralmente el consenso inclusivo de las últimas dos Cumbres.

El triángulo Estados Unidos-América Latina-Cuba ha enviado un claro mensaje de lo que el politólogo cubano Rafael Hernández ha llamado por muchos años “la lógica de la frontera”: Estados Unidos no puede construir una relación estable al sur del río Bravo ignorando su pésima política hacia Cuba.

Es sintomático que, a pesar de la esperanza depositada por los grupos pro-bloqueo en Duque, Bolsonaro, Lacalle Pou y hasta Lasso, ningún presidente latinoamericano ha salido a defender la exclusión de Cuba de la Cumbre o, lo más importante, la política del bloqueo estadounidense. Ni siquiera Lacalle, que se emocionó con la canción “Patria y Vida”, ha querido ser paladín en esa pelea.

Un viraje

Lo quiera o no, con las medidas adoptadas el presidente Biden cruzó el Rubicón al decirle “no” a los sectores extremistas de la emigración cubana. Los aupados por la política de bloqueo simplemente creen que Washington les debe a ellos y no a la inversa. Acusan de traición a diestra y siniestra, a Kennedy, a Reagan, a Obama, a Biden y hasta a la CIA. Esos grupos saben que, sin máxima presión contra Cuba, no hay esperanza de un vacío que les permita regresar victoriosos; necesitan la intervención estadounidense.

Después del anuncio de las medidas, el “macartismo” de la derecha contra Biden se desató. Para María Elvira Salazar, la administración está infestada de “neo marxistas”; para Rubio, de simpatizantes de Maduro. Para usar la propia frase de Biden, “no es práctico sacrificarse en una cruz pequeña por Cuba”. Si estos políticos van a difamarlo de todos modos, mejor aplicar la política completa: la orden presidencial de Obama de octubre 2020 y todos los acuerdos con Cuba firmados en los dos últimos años de su presidencia. Obama no predicó su distensión dentro de la Ley Helms-Burton, la saboteó con licencias generales, cambiando la narrativa sobre la relación bilateral y pidiendo al congreso que la derogara. Por eso sus éxitos en la Cumbre de Panamá y el viaje a Cuba.

“Tengo la esperanza —escribió el senador Leahy— que este anuncio sea el inicio de una renuncia total a una política desacreditada que está por debajo de lo que es Estados Unidos, exacerbando las carencias del pueblo cubano. El gobierno federal debe salirse del negocio de controlar y restringir dónde y cómo los estadounidenses viajan y gastan su dinero. Eso no es lo que el mundo espera de nuestra democracia de 233 años”.

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AUTOR.

Arturo López-Levy. Profesor de Política y Relaciones Internacionales en Holy Names University. Es Doctor en Estudios Internacionales de la Escuela Josef Korbel de la Universidad de Denver. Estudió maestrías de Asuntos Internacionales en la Universidad de Columbia en Nueva York y Economía en la Universidad de Carleton en Ottawa, Canadá. En Cuba se graduó en la Academia Diplomática (ISRI). Es coautor del libro “Raúl Castro and the New Cuba; A Close-up view of Change”, McFarland, 2012. En 2005, ganó el premio “Leonard Marks” de ensayo creativo sobre política exterior de Estados Unidos que otorga la Academia Americana de Diplomacia. Nació en Santa Clara, Cuba. Vive en Berkeley, California.

Cortesía de Oncubanews.

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