Palabras que definen

Por Teresa Díaz Canals . (…) me sensibilizo más por los seres de un barrio que sufre, ante una Cuba que duele. Los dolores ignorados suelen ser siempre los más terribles. (Foto: Pinterest)

Por Teresa Díaz Canals 

Uno de los significados de la palabra melancolía es precisamente «una tendencia a la tristeza por la influencia deprimente de un lugar o de un ambiente»….Alberto Ruy Sánchez (Tristeza de la verdad

¡Aquí hay que decir malas palabras!

Hace unos años, le advertí a algunos estudiantes que comenzaron a utilizar un lenguaje impropio para la academia, que en el aula no permitía que se dijeran «malas palabras». Si me hubiera podido mantener un tiempo más en la docencia, como era mi deseo, mantendría intacta esa postura, dado que para cualquier sociedad es muy importante eso que nuestro poeta José Lezama Lima denominaba «ceremonial».

Existen normas indispensables para establecer relaciones adecuadas entre los seres humanos. El civismo es el arte de la convivencia.

En mis conferencias insistí en transmitir que la ética también es una estética. Poseo el legado de haber tenido unos padres que jamás se manifestaron de manera vulgar, a pesar de que sus vidas transcurrieron en un contexto humilde. Ellos vivieron otra época, donde la decencia se acompañaba de cierta rigidez y, por tanto, de una cuota de violencia.

Recuerdo a mi madre cuando hacíamos una visita, si alguno de sus hijos hablaba en medio de la conversación de los adultos, solo tenía que abrir un poco más los ojos y enseguida entendíamos que debíamos callarnos.

En los años noventa del pasado siglo tuve que trasladarme a vivir a otro barrio del Vedado con mi hijo. Encontré allí un poco de todo: el radio o la televisión con el volumen al máximo, la apuntadora de la bolita, venta de drogas, peleas que a menudo terminaban en la estación de policía.

Al principio de mudarme, una vecina me recomendó: «¡Aquí hay que decir malas palabras!». Se burlaba de mí cuando, después de regresar de Madrid, me aparecía con un café y le colocaba en la bandeja una servilleta traída del viaje. «¡Qué ridícula eres! Sabes muy bien que cuando pase una semana no vas a tener ningún papelito de esos» –me decía. Y era la pura verdad. Sin embargo, he mantenido esa costumbre hasta hoy.

Recuerdo mucho el consejo de esa vecina, pues en el transcurso de mi vida alguna vez he tenido que hacer uso de él.  Aunque confieso que no soy creíble en ese campo. Me respetan por otras cosas más que por gritar palabrejas.

Palabras y circunstancias

En uno de sus diarios, José Lezama Lima escribió«Antes de sacarse los versos del alma, hay que sacarse el alma del culo»Y fue uno de los cubanos más cultos que ha engendrado este país.

Es conocida la anécdota de 1943, cuando Lezama se enfrentó –en la entrada de lo que fuera el Lyceum de La Habana, fundado por catorce mujeres en 1929– con ese otro grande de las letras que fue Virgilio Piñera, debido a la crítica que le hiciera este último en su artículo «Terribilia Meditans (II)», aparecido en la revista Poeta.

Se encontraban en los salones de esa institución, en el entreacto de un concierto con el Grupo Renovación Musical, y Lezama le gritó que le prohibía que su nombre apareciera otra vez en su «revista de mierda». Afuera soltaron piñazos, pero fue más un amago que otra cosa, debido a que Piñera esquivaba los golpes mientras algunos espectadores lo animaban: «¡Flaco, dale un ladrillazo!». Años después ambos se rieron del episodio.

https://jovencuba.com/educar-no-adoctrinar/

Dentro de las hostilidades que por su parte padeció Piñera, está la discriminación contra su persona en la Revista Cubana, en 1959, cuyos redactores le negaron la publicación de un artículo porque reprodujo un fragmento de una obra donde se mencionaba la palabra «culo». Se alarmaron escritores como Cintio Vitier, Graciela Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, entre otros. A esto contestó Piñera: «¿Creen que aquí en el sentido cultural se puede ser decente?».

Al lado de mi casa vive un niño de un año. Algunas vecinas vienen casi a diario y le preguntan: «¿Dónde está mi “pichurri”?». Muchas veces, la palabra es dicha no en sentido figurado, sino con todas sus letras. El bebé, ante tanta insistencia, ya aprendió a tocarse los genitales cada vez que le mencionan la palabra y ello provoca la risa de los presentes.

Desde pequeño lo enseñan a naturalizar el vocablo y el gesto. Cuando ese precioso niño crezca y muestre lo que ahora es motivo de risa, otras personas lo rechazarán y comentarán que es un marginal.

Anteriormente expuse en un artículo mi criterio acerca de la publicación en el periódico Juventud Rebelde de una caricatura en primera plana de una mano haciendo la seña del órgano masculino que todos conocemos. «¡Esta es nuestra respuesta al imperialismo!»– decía el texto acompañante. Nadie rebatió esa penosa acción comunicativa, machista, vulgar, bochornosa.

Ese artículo se presentó para un libro colectivo con algunos de mis colegas y cuando llegó a la editorial de la institución para la cual trabajé buena parte mi vida, fue retirado. Decidieron no incluirlo pese a haber recibido una mención especial del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en el 2015.

¿Y las malas palabras que se pronuncian hace ya mucho tiempo en las novelas cubanas? El arte no es un reflejo directo y burdo de la realidad. No me he enterado de que algún intelectual nuestro denunciara esas vulgaridades en la televisión cubana. Si lo hicieron, en una de las reuniones convocadas para cualquier cosa, el hecho es que la desfachatez continúa.

¿Y la frase reciente de celebración de una conga oriental que dice: «¡Oʼe policía, pinga!»? Aclararon que no tenía ninguna intención ideológica, por tanto, es políticamente correcta.

Cierta vez, una reconocida especialista en filología explicó en un programa televisivo que los tiempos habían cambiado y que las maneras de hablar también. Es decir, justificó lo que ocurría con el lenguaje. También un grupo de teatro en la pequeña sala El Sótano denunció en ese tiempo tal estado de cosas, pero la obra pudo verla solo un pequeño grupo de espectadores.

El 4 de abril pasado observé en Facebook los sucesos que tuvieron lugar en el barrio de San Isidro y los debates posteriores acerca de las expresiones vulgares de algunos de sus protagonistas. Me llamó mucho la atención la declaración de uno de ellos en una entrevista que resumo: «Sí, soy un marginal. No me crié con mis padres, tengo un cuarto grado». Sus palabras me conmueven todavía.

¿Es que acaso esos muchachos salieron de la nada? ¿No son el resultado de las circunstancias en que vivieron? ¿No pueden aspirar a nada? Aspirar es, en sí mismo, vivir. Entre el lenguaje pedestre, superficial y arrogante de un joven con un mercedes Benz, me sensibilizo más por los seres de un barrio que sufre, ante una Cuba que duele. Los dolores ignorados suelen ser siempre los más terribles.  2 comentarios2

TERESA DÍAZ CANALS

Ensayista y Profesora Titular. Doctora en Ciencias Filosóficas textos antiguosEl VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba: razones para trascender

2 COMENTARIOS

ALFREDO15 abril 2021 – 9:15 AM

Muy buen articulo profesora, me duele cada vez que alguien desprestigia a otra persona por su forma de expresarse cuando en realidad sabemos que ese es el lenguaje mas usado en cuba y hasta los mismos que los critican se expresan asi muchas veces. Es que nos han adoctrinado de tal forma que creemos que todos los que lucharon por Cuba desde Cespedes hasta Fidel son personas cultas, cuando en realidad habia de todo en nuestros ejercitos, es lo normal en todo el mundo. Sinceramente prefiero la sencillez del lenguaje a las mentiras bien dichas.RESPONDER

NINA15 abril 2021 – 11:09 AM

La Joven Cuba cada día nos presenta artículos que reflejan la realidad las carencias las aspiraciones y los sinsentidos de la sociedad cubana actual.
Gracias a los articulistas que prestan su pluma y su intelecto para mostrarnos e inducirnos a analizar los problemas y la crisis general que hoy sacude al pueblo de Cuba con argumentos y sólidos conocimientos
Gracias Prof Tere muy bello articulo
Los muchachos y muchachos de San Isidro son nuestros hijos y nietos son los que han puesto hoy en evidencia el elitismo de la casta dominante en Cuba y sus aduladores vividores y arribistas

AUTORA

TERESA DÍAZ CANALS, Doctora en Ciencias Filosóficas. Tiene entre sus grandes méritos profesionales la colaboración con el Proyecto Palomas. Esta profesora de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana y miembro de la Cátedra de la Mujer confiesa que desde la primera realización de Lizette Vila a la que pudo acceder, se sintió totalmente identificada con su activismo y la visibilización de temas y problemáticas crudas, pero muy presentes en nuestra sociedad. 

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