Soldados sirios cercando Mosul
Tras la gran repercusión mediática generada al comienzo de la ofensiva de Mosul, el flujo de información ha ido decreciendo progresivamente hasta prácticamente desaparecer. Ante esta realidad, se hace necesario un breve análisis descriptivo de la situación actual de los frentes en Siria e Iraq, acompañado de unas igualmente breves consideraciones prospectivas con respecto a la evolución del propio frente y sus posibles consecuencias, tanto en lo que concierne a actores estatales (gobiernos de Iraq y Siria) como en lo que concierne a actores no estatales (principalmente Al-Qaeda).
Iraq
El bastión califal de Mosul, tomado al asalto sin apenas resistencia en 2014, está muy cerca de caer en su totalidad en manos de las fuerzas gubernamentales. El control de la ciudad es casi total, a falta de la liberación de una pequeña área del sector occidental, que supone únicamente el 9%[1] de la extensión total de dicho sector y que se encuentra rodeando la Gran Mezquita de Al-Nuri, desde la que Abu Bakr Al-Baghdadi proclamó el califato en 2014.
Desde finales de octubre de 2016, cuando comenzó la ofensiva, la inicialmente fuerte resistencia de DAESH ha ido limitándose a puntos específicos y momentos concretos, y parece haberse orientado a permitir la retirada de unidades y material hacia el sector noroccidental de Mosul.
A mediados de enero de 2017, las unidades iraquíes alcanzaron la orilla del Tigris y declararon libre de DAESH todo el sector oriental de Mosul. Pese al mal estado de los puentes tras los bombardeos de la Coalición y los intentos de DAESH por destruirlos, las fuerzas gubernamentales consiguieron controlar y habilitar algunos de los mismos en febrero-marzo de 2017[2], y la ofensiva continuó su inexorable avance hacia el interior del sector occidental.
En mayo de 2017, aproximadamente el 95% de la ciudad ha sido liberada, a excepción de las inmediaciones de la Gran Mezquita de Al-Nuri y los extremos occidentales del puente antiguo, el “quinto puente” (Al-Jisr Al-Khamis) y el puente de Al-Shohada[3].
A pesar de que DAESH sólo mantiene en su poder un 5% de la ciudad, se espera que en las siguientes semanas se produzca un recrudecimiento de los combates y un aumento significativo de las bajas en ambos bandos, debido principalmente a la ausencia de corredores de huida, la concentración de combatientes y civiles, las características del distrito viejo de Mosul (calles estrechas, por donde no pueden acceder los blindados), y la extensiva preparación de las defensas por parte de DAESH (construcción de cubiertas sobre las calles para ocultarlas de la aviación enemiga, construcción de túneles, pozos de tirador y barricadas, posicionamiento de IEDs y francotiradores, etc.).
La lucha podría estancarse en este punto, dándose por concluidos los rápidos avances experimentados hasta ahora, debido a la necesidad de “limpiar” lo que queda de Mosul puerta por puerta. A esto se le suma la posibilidad de activación de células durmientes en el sector oriental, ya liberado, que generen distracciones y desvío de unidades desde el sector occidental. Aunque, pese a todos los inconvenientes que se presentan, no serán más que retrasos para lo que puede considerarse un final inevitable: la toma definitiva de Mosul.
Una de las grandes incógnitas que aún quedan por revelarse es si el líder de la organización, Abu Bakr Al-Baghdadi, se localiza en el distrito asediado. Informaciones poco fiables (contradictorias) aseguran que el “califa” fue herido de gravedad[4] [5] en febrero de 2017 y, consecuentemente, trasladado a Raqqa para el tratamiento de sus heridas, pero dichas afirmaciones fueron clasificadas como “probablemente falsas” por fuentes de la coalición[6], que aseguraron que probablemente formarían parte de la “guerra psicológica” que mantienen las unidades iraquíes de inteligencia en su lucha contra DAESH. Otras fuentes aseguran que Al-Baghdadi sencillamente no se encuentra en Mosul, ya que huyó durante la ofensiva para ocultarse en el desierto[7]. Desde un punto de vista estratégico, es difícil de creer que Baghdadi se haya quedado en una ciudad sitiada, y resulta más creíble su huida, bien a Raqqa o Al-Qaim, bien a cualquier lugar recóndito del inmenso desierto sirio-iraquí.
Si Al-Baghdadi sigue vivo, su estado de salud y su ubicación son, a día de hoy, incógnitas aún por resolver, si bien es cierto que, de encontrarse refugiado en el barrio viejo de Mosul (como otras fuentes aseguraron tras la captura de un supuesto primo suyo, cuyo nombre no ha sido revelado) su captura supondría un hito en la lucha contra DAESH y un gran impulso al prestigio que las denostadas fuerzas armadas iraquíes parecen ir recuperando poco a poco.
Otra de las circunstancias controvertidas de la ofensiva de Mosul está siendo la actuación de la conocida como “División de respuesta de emergencia” (ERD, por sus siglas en inglés). En análisis previos, en este mismo foro, al tratar sobre posibles escenarios futuros se exponía el riesgo de que las unidades gubernamentales llevasen a cabo “venganzas” contra la población civil, los colaboracionistas o los prisioneros de guerra[8]. En sendos artículos publicados muy recientemente en el medio canadiense Toronto Star y en el diario alemán Der Spiegel, se afirma que las ERD han llevado a cabo torturas, asesinatos y violaciones. Dichas afirmaciones están sostenidas por abundante material gráfico[9]. De ser estos abusos la tónica general, la actuación del gobierno de Haidar Al-Abadi determinará qué rumbo va a tomar el futuro a corto y medio plazo en Mosul. Una reacción fuerte de condena y un castigo ejemplar a los miembros de las ERD implicados limitará el resentimiento entre la población, mermando el apoyo al DAESH y favoreciendo el re-asentamiento del poder gubernamental. La laxitud en la persecución de estas prácticas, sin embargo, provocará una percepción de “carta blanca” entre la fuerza ocupante y una percepción de indefensión entre la población de Mosul, provocando a su vez un aumento de la violencia sectaria y pudiendo llevar a otros grupos menos “controlados” por el gobierno, como Hashid Shaabi, a excederse en la aplicación de la violencia.
Siria
En Siria la situación es más compleja, toda vez que DAESH no es el único actor contra el que tienen que luchar las fuerzas gubernamentales. Además, la distribución de territorios controlados por DAESH en Siria es mucho más heterogénea que en Iraq y las acciones de otros grupos rebeldes propician un mayor número de situaciones de ventaja en las que se producen pequeñas recuperaciones de territorio[10] que enlentecen los progresos militares de las fuerzas de Assad.
Los movimientos más importantes en la lucha contra el DAESH en territorio sirio (no siempre protagonizados por las fuerzas gubernamentales) han sido su expulsión de Alepo a principios de 2017[11], su expulsión de Daraa en la primavera de 2017 y su salida de Palmira en marzo de 2017[12].
Tras las ofensivas y contraofensivas de Palmira y Deir Ez-Zor, a finales de 2016, se produjo un estancamiento en todos los frentes contra DAESH, debido a que tanto el ejército de Assad (contra los rebeldes) como las fuerzas del califato (centradas en Iraq) estaban ocupadas en otros asuntos.
La “capital” del autodenominado “Estado Islámico”, Ar-Raqqa, es el gran objetivo de todos aquellos que pretenden el fin del califato puesto que es, junto con Mosul, una de las “perlas” en manos de la organización. Otro factor importante a tener en cuenta en Siria es el control de las fuentes de agua, como la presa de Al-Tabqa (recién recuperada, en mayo de 2017, por fuerzas kurdas)[13] o la ciudad de Deir Ez-Zor, un estratégico oasis en pleno desierto a orillas del Éufrates.
DAESH perdió, durante 2015 y 2016, cerca de un 30%[14] de sus territorios, aunque la mayor parte de dichas pérdidas de territorio se concentran en Iraq. En mayo de 2017, los territorios de DAESH en Siria se limitan a:
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En el suroeste, región de Quneitra: Entre la ciudad de Tasil y la frontera con Jordania (sur) e Israel (oeste).
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Territorios residuales al sur de Damasco, dos distritos del extrarradio: Al-Hajar Al-Aswad y Mukhayyam Al-Yarmuk.
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En la frontera libanesa, a la altura de Qarah (incluye posesiones en Líbano).
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Todo el noreste de la provincia de Homs, controlando las únicas vías de comunicación que cruzan el desierto desde Palmira (actualmente en poder de las fuerzas de Assad).
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Posesiones menores en los extremos orientales de las provincias de Hama y Alepo.
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La práctica totalidad de la provincia fronteriza de Deir Ez-Zor, incluyendo su capital, del mismo nombre, y gran parte de la cuenca del Éufrates en Siria.
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La porción sur de la provincia de Ar-Raqqa, incluyendo su capital, del mismo nombre.
El mapa de Siria, en mayo de 2017, a diferencia de lo sucedido en Iraq, no se distingue mucho del que podíamos ver hace 6 meses:
Mapa de Siria, mayo 2017 – Fuente: Liveuamap.com
La presión que ejerce Iraq sobre DAESH en su territorio, provocará un aumento de los esfuerzos del califato por mantener sus posesiones en Siria (donde, por las condiciones del conflicto, tiene más posibilidades de perdurar), siempre y cuando la organización no se descomponga o sufra transformaciones tras la caída de Mosul.
Las tropas de Assad, centradas en la recuperación de los territorios rebeldes, deberán centrarse en la recuperación del territorio que controla DAESH, si bien dicho territorio (por ser mayormente desértico) presenta complicaciones operativas y resulta poco probable que se concreten ofensivas, al menos hasta bien entrado el otoño.
Al Qaeda
La expansión de Al Qaeda en Yemen, Afganistán y África (además de Iraq, Siria y otras zonas de conflicto) ha aprovechado el perfil bajo que le ha ofrecido el auge y la omnipresencia mediática de DAESH durante los últimos tres años. Actualmente, Al-Qaeda es una organización fuertemente arraigada, que pone en serio peligro la estabilidad de Afganistán (de la mano de los Talibán) y que sin duda aprovechará la cercana caída en desgracia de DAESH para devolver al redil del wahabismo a una gran masa de militantes y adeptos en todos los rincones del globo.
La excesiva cobertura mediática de las acciones de DAESH ha tenido otro efecto inesperado: Ha cambiado la concepción que el mundo tiene de Al-Qaeda, especialmente dentro de la Umma. La difusión de las recurrentes atrocidades cometidas por DAESH contra otros musulmanes, así como el “regodeo” en la brutalidad de las mismas, ha hecho que Al-Qaeda parezca buena. La popularidad del grupo wahabita, no menos brutal en sus acciones, ha crecido conforme DAESH aplicaba su política indiscriminada de “con nosotros o contra nosotros” sobre la población musulmana.
En definitiva, Al-Qaeda ha sido olvidada durante los últimos años y, tras el comienzo del fin de DAESH, se vuelve a convertir en el centro de todas las miradas, pero renovada y reforzada, con un nuevo liderazgo materializado en la figura de Hamza Bin Laden[15], y convertida en una amenaza cuya dimensión todavía debe de ser estimada por los servicios de seguridad de Occidente.
**Fernando Lamas es Graduado en Psicología por la Universidad de Granada, cursando máster en diplomacia y liderazgo, oficial analista de inteligencia. Experto universitario en atención psicológica en catástrofes y emergencias; experto en técnicas de supervivencia en el medio natural.
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