Cosecharás lo que siembres

Por Fernando Ravsberg    –  Cortesía de BBC Mundo

No dudo que el Consejo de Ministros de Cuba analiza a fondo cada paso que da pero a veces los explica poco. A muchos nos cuesta entender por qué resulta tan importante prohibir "de inmediato" los cines 3D o los locales para juegos de computadoras. Foto/ Cortesía de Raquel Pérez.

No dudo que el Consejo de Ministros de Cuba analiza a fondo cada paso que da pero a veces los explica poco. A muchos nos cuesta entender por qué resulta tan importante prohibir “de inmediato” los cines 3D o los locales para juegos de computadoras. Foto/ Cortesía de Raquel Pérez.

El gobierno cubano decreta el inmediato cierre de los cines 3D particulares.

No dudo que el Consejo de Ministros de Cuba analiza a fondo cada paso que da pero a veces los explica poco. A muchos nos cuesta entender por qué resulta tan importante prohibir “de inmediato” los cines 3D o los locales para juegos de computadoras.

La reacción popular ya no es tan silenciosa como unos años atrás, ahora existen cientos de blogs que expresan el apoyo o el descontento a las medidas que toma el gobierno. Y la Polémica Digital de la periodista Elaine Díaz no peca de diplomática:

La idea es convertir a los ciudadanos en consumidores y promotores de su propia cultura y también de lo mejor de la cultura universal.

“El Consejo Ejecutivo del Consejo de Ministros, haciendo uso de las facultad que le están conferidas, y las que se arrogan gracias a nuestro silencio y tolerancia cómplices; se dio cuenta, a meses de iniciarse esta actividad que constituía una fuente de empleo y un espacio de sana recreación cultural; que era escandalosamente ilegal y no podía ser regularizada”.

Es verdad que estas salas nunca habían sido autorizadas, fue una iniciativa espontánea de la gente ante una carencia del Estado. Lo mismo ocurrió con los herreros, pero con ellos la respuesta gubernamental fue legalizarlos y venderles los insumos.

Pero los cines 3D tienen enemigos más poderosos que los herreros. El Presidente del Instituto de Cine, Roberto Smith, fue categórico: “no creo que pueda existir un reconocimiento legal a una actividad que viole la política cultural de la Revolución”.

Sin embargo, el Viceministro de Cultura, Fernando Rojas, aclaró que “nuestro interés no es limitar estas ofertas, sino lograr que se promuevan productos culturales de mayor calidad” porque en estos cines la programación es de “pésimo gusto”.

Hasta ese momento parecía que existía un empate entre los que proponían prohibir los cines 3D particulares y quienes apostaban por legalizarlos y regular la actividad para garantizar una difusión de filmes con cierto valor cultural, estético y recreativo.

Tengo una ahijada de 10 años que era asidua a los cines 3D y por sus cuentos sé que muchas de las películas eran basura barata pero no son peores que algunos de los films violentos y vanos que emite la televisión cubana para toda la nación.

La política cultural tendría que empezar por aplicarse a los medios masivos. A la demanda por ese tipo de cine frívolo contribuyó la propia televisión emitiendo desde hace décadas una programación hollywoodense solo porque resulta gratuita.

Pero, como era de esperar, ahora les está costando muy caro. El fundador y director del Instituto de Cine, Alfredo Guevara, decía que la TV cubana es tan mala que para poder transformarse en un vehículo cultural tendría que “suicidarse” primero.

Por su parte, las radios de la isla no se cansan de difundir canciones de salsa con textos como aquel que recomienda a las jóvenes que se busquen un viejo que las mantenga y las lleve a la tienda. Eso es un ejemplo de lo que se ha estado sembrando.

Además en el país desde hace muchos años funcionan “bancos” donde los cubanos alquilan películas y series de todo el mundo. ¿Quién controla si en estos materiales se promueven valores éticos o al menos una diversión trivial pero sana?

Muchísimas familias pagan el servicio de cable de antenas satelitales clandestinas, cuya programación proviene esencialmente de Miami, con telenovelas de alto presupuesto y pobre guión, programas chabacanos y noticieros de un anticastrismo infantil.

La promoción de la cultura trasciende la instrucción académica que se recibe en las escuelas.

El joven periodista cubano Javier Ortiz aseguró que no se “imaginaba que tan preocupadas podían estar nuestras autoridades por las salas particulares en 3D” y recomendaba que si el gobierno “quiere cerrar algo por incongruencia, mejor que cierren la política cultural”.

Y el intelectual Victor Fowler alerta sobre una política cultural que debería ser pública y de servicio pero que en cambio “cobra autonomía y se constituye en un objetivo en sí misma, por encima de los cambios que hayan tenido lugar en la temporalidad”.

A Cuba le vendría bien una política cultural más coherente y “al servicio” de la nación, que en vez de prohibir, se proyecte a todas las facetas de la vida, promoviendo los valores éticos y estéticos comunes todos y también los que son particulares a cada generación de cubanos.

Sobran intelectuales capaces de crear muchos y variados imanes que atraigan a todos para convertir a los ciudadanos, desde su más tierna infancia, en consumidores y promotores de su propia cultura y también de lo mejor de la cultura universal.

Mi esposa fue una niña campesina pobre y huérfana que después de la revolución trajeron a estudiar a La Habana. A los 10 años la llevaron al teatro García Lorca donde lloró a moco tendido con “Giselle”. Aquella primera función fue suficiente para que amara el ballet de por vida.

A mis hijos, en cambio, solo se les dio instrucción académica. En algún momento se dejó de sembrar cultura y esa realidad no se revierte a machetazos. Hará falta abrir surcos, lanzar millones de semillas y atenderlas con paciencia y constancia hasta que la nación obtenga la cosecha que anhela.

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