Por Juan Eduardo Romero Jiménez – Fuente elespiadigital.com
Cuando se habla de Guerra No Convencional, nos referimos a un tipo de confrontación que enfrenta a contrincantes que intentan imponer sus decisiones, mediante mecanismos o acciones que aprovecha cualquier gama de instrumentación, sin respeto de ninguna regla. La Guerra No convencional, implica la violación sistemática de reglas de combate, irrespeto en los objetivos de la guerra, tomando como objetivo cualquier blanco civil sin detenerse en las consecuencias o daños causados.
En Venezuela, se asiste desde el año 2014, con la denominado opción “la salida”, a la aplicación de tácticas transgresoras, con uso excesivo de la violencia, que ha sido legitimada a través de los apoyos suscitados en medios digitales, impresos o audiovisuales. Es no sólo una Guerra No Convencional, sino que además encaja en la definición de Guerra Híbrida, entendida como: “…una amenaza que, susceptible de ser utilizada tanto por estados como por actores no-estatales, aprovecha toda la gama de modos y estilos de lucha disponibles. Éstos pueden incluir formas convencionales; tácticas y orgánicas irregulares, actos terroristas fundamentados en el uso de la violencia y la coerción de forma indiscriminada; e incluso actos criminales”. La Guerra Híbrida ha causado ya en Venezuela más de 80 muertos, de los cuales el 64% no ha tenido nada que ver con actos de manifestación o protesta. Es decir, que estamos siendo testigos de un instrumento utilizado con el objetivo y propósito especial de desestabilizar y causar grandes conmociones (políticas, sociales, económicas y por supuesto, psicológicas).
Es Leopoldo López, y la organización política que encabeza – Voluntad Popular (VP)- la responsable de introducir este tipo de acciones de Guerra en Venezuela, sin embargo las demás organizaciones de la denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD), no se han diferenciado de estas tácticas y por el contrario, las han hecho suyas en estas etapas de la confrontación. Por eso hablamos de tácticas trasgresoras, que utilizando la existencia de una brecha cultural – o disputa- manifestada entre concepciones diversas sobre la democracia – representativa vs participativa- han generado un conjunto de mecanismos violentos, que teniendo influencia en el conflicto y la realidad colombiana, han sido introducidos en Venezuela, amenazando la convivencia entre los ciudadanos.
No es casual, que entre las víctimas mortales, se observen linchamientos, quemados, sicariatos y otras formas, que insistimos, no son típicas de los conflictos políticos experimentados por la sociedad venezolana. Lo peor, es que estas formas son legitimadas a través del tratamiento mediático dado. No se trata de asesinatos políticos o crímenes de odio, son sencillamente “guerreros o libertadores” que luchan por “salir de una tiranía”, “una dictadura” oprobiosa.
UN RECUENTO HISTÓRICO DEL PROCESO TRASGRESOR EN VENEZUELA (2002-2016)
Sí bien, señalamos que el inicio formal es el año 2014, no se puede ignorar la vinculación – en términos de laboratorio vivencial- que tienen los hechos de abril de 2002. En el conflicto sostenido entre el Gobierno de Chávez, por la aprobación de 49 Leyes habilitantes, que en concordancia con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) implicó la reformulación de áreas tan claves como el régimen de propiedad de la Tierra (Ley de Tierras), Económico (Ley del BCV y Ley Orgánica de Hidrocarburos), pero que en definitiva confrontaba dos modelos de país: el existente entre 1958-1998 y el impulsado en el marco de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999. Entre 2001-2004 se implementaron diversas acciones que encajan dentro de las denominadas Operaciones Psicológicas (OPSIC), que fueron utilizadas como mecanismo de “ensayo y error” para lo que experimentamos los venezolanos en la actualidad. Es con la convocatoria a una reforma constitucional, en el año 2007, cuando se concretan estas operaciones psicológicas en contra de los venezolanos, insistiendo en un “choque cultural”, que se adelantaría de producirse la aprobación de la propuesta formulada por Hugo Chávez. En ese momento, se demostró la fragilidad afectiva y psicológica del venezolano, sometido a un incansable bombardeo mediático. Una enseñanza primordial, para lo vivido hoy en día.
Entre enero de 2014 hasta fines del año 2016, se asistió a una etapa de conflictividad, que tuvo dos características primordiales: 1) la elevación de la violencia simbólica en cada ámbito de la vida ciudadana y 2) el reforzamiento de en un marco referencial, que señalaba la “incapacidad” del Gobierno encabezado por Nicolás Maduro para solucionar la crisis. Ambos se conjugan para implantar la idea de un “estado Fallido”, que es aquel incapaz de mantener el orden y asegurar la convivencia entre sus ciudadanos. La figura del Estado Fallido es clave, pues a través de él, se puede – empleando el derecho internacional humanitario- hablar de “injerencia humanitaria”. El denominado “derecho de injerencia”, conlleva la violación de un principio esencial del derecho Internacional: la soberanía. Sin embargo, el derecho de injerencia deja claramente establecido la posibilidad de violentar este principio en nombre de otro mayor: “la intervención humanitaria”.
Es por ello, que desde todo el año 2016, se observó la insistencia de la oposición venezolana en el sentido que el Gobierno de Nicolás Maduro reconociera una situación de “crisis humanitaria”. ¿Por qué es tan importante la aceptación de una crisis humanitaria por parte del Gobierno de venezolano? Esencialmente por qué la aceptación, abriría las puertas para permitir abordar el caso Venezuela en organismos supranacionales como las Naciones Unidas o la Organización de Estados Americanos (OEA). Sí alguno de estos organismos lo tratará, como efectivamente se intentó, se podría justificar la conformación de una fuerza multinacional que actuará, ante la “emergencia”. El Derecho Internacional Humanitario (DIH) asume esa posibilidad cuando la situación en un país sea tan crítica, que amenace a sus ciudadanos de “tratos inhumanos”. En esos casos, una fuerza multilateral es posible, ante la imposibilidad de solucionar por otras vías “diplomáticas” la situación.
Instituciones en Venezuela, como la Asamblea Nacional, la federación Farmacéutica u otras como partidos y líderes políticos, clamaban por la declaratoria de la “crisis humanitaria”. Esa declaratoria, sin duda abriría el camino para una salida no democrática del conflicto de poder en Venezuela, necesario para disponer y acceder sin restricciones a los cuantiosos recursos naturales que están presentes en Venezuela. El interés geopolítico trasnacional y las presiones de los denominados “imperialismos colectivos” sobre Venezuela, han sido denunciados con anterioridad, a través de diversas aproximaciones.
La conflictividad del Poder Legislativo, bajo control de la oposición venezolana desde diciembre de 2015, contra el Poder Ejecutivo ejercido por el Presidente Maduro es notorio durante todo el año 2016. Comenzando por el hecho, que el Presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, del partido Acción Democrática (AD) anunciaba que en menos de seis (6) meses habría una opción de salida del mandato del Presidente Constitucional de Venezuela, hasta las opciones de convocatoria de un refrendo revocatorio, una inhabilitación para ejercer el cargo o un juicio político, todas ellas esbozadas en el transcurso del 2016, buscando elevar la ingobernabilidad y exaltando la existencia de un Estado Fallido en Venezuela.
La estrategia, es parte de la ejecución de un “manual de procedimientos”, basados en diversos elementos. Uno, los propios documentos del Pentágono y el Departamento de Estado, tales como el denominado “Guerra No Convencional y Fuerzas Especiales”, hecho publicó en noviembre de 2010. Ahí se establece que busca la Guerra No Convencional (GNC) en la estrategia de seguridad de EEUU. Directamente se señala que “los esfuerzos de EEUU con la Guerra No Convencional están dirigidos a explotar las vulnerabilidades sicológicas, económicas, militares y políticas de un país adversario, para desarrollar y sostener las fuerzas de la resistencia y cumplir los objetivos estratégicos de EEUU”. Se busca desarrollar lo que denominan un “movimiento de resistencia”, entendido como “esfuerzo organizado de alguna porción de la población civil de un país, para ofrecer resistencia contra un gobierno legalmente constituido… y alterar la estabilidad y el orden civil”. Esta estrategia de impulso de una acción transgresora, encaja perfectamente con los resultados de las protestas adelantadas desde inicios de abril de 2017 en una parte de Venezuela (particularmente en seis (6) de las 24 entidades federales del país).
El segundo elemento en que se basa la estrategia de GNC, es el un tanque pensante: Gene Sharp y su obra “de la Dictadura a la democracia”. Este autor define más de 193 métodos “no violentos” para generar el debilitamiento de un gobierno. Subrayamos lo de “métodos no violentos”, pues una característica esencial de su aplicación en el país, ha sido precisamente la violencia de sus acciones, con un saldo muy lamentable de muertos, la mayoría sin ninguna vinculación o participación en las manifestaciones, tal como se desprende de este gráfico, tomado de un informe de víctimas elaborado por el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información (MPPCI):
El equipo de investigaciones que encabezamos, adscrito al Centro de Investigaciones y Estudios Políticos y Estratégicos (CIEPES) ha logrado identificar de los 193 métodos sugeridos por Sharp, para desestabilizar, un total de 89 aplicados en el caso Venezuela. A saber entre otros:
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Discursos públicos; Cartas de oposición; Declaraciones de organizaciones o instituciones; Peticiones masivas; Lemas, caricaturas o símbolos; Banderas; carteles; pancartas; Volantes; folletos; Escritura en el cielo o la tierra; Despliegue de banderas; Usar símbolos en el vestido; Oración y culto; Desvestirse en público: Pintura como protesta; Nuevos letreros y nombres; Gestos groseros; Acoso a funcionarios; Mofa de funcionarios; Vigilias; Sátira y burlas; Marchas; Desfiles; Duelo político; Funerales-manifestaciones; Mitines de protestas; Boicot social; Desobediencia social; Quedarse en casa.