La polémica visita de Gorbachov a La Habana

En abril de 1989, siete meses antes de la caída del Muro de Berlín, quien sería el último líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, aterrizaba en La Habana como parte de su primera y única visita oficial a Cuba.

escrito por Redacción de LJC

En abril de 1989, siete meses antes de la caída del Muro de Berlín, quien sería el último líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, aterrizaba en La Habana como parte de su primera y única visita oficial a Cuba.

Presenciado por más de medio millón de cubanos, según estimaciones del diario Granma, el acontecimiento reunió también a centenares de periodistas de todo el mundo, interesados en el desarrollo de los encuentros entre el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y su homólogo cubano, Fidel Castro.

La perestroika, que a la postre no evitaría la caída de la URSS, carecía del apoyo de líder cubano, quien meses después de la visita calificaría los cambios como «cosas muy tristes». A diferencia de su par soviético, Fidel consideraba que un proceso de esa naturaleza no era práctico o posible en un país tan cercano a Estados Unidos, y con una población veinte veces menor que la del gigante euroasiático.

«¿Y cómo se puede suponer que las medidas aplicables en la URSS sean exactamente las medidas aplicables en Cuba o viceversa? ¿Cómo se puede suponer que dos países que tienen una enorme diferencia en extensión, en población; dos países que tienen historias muy distintas, culturas distintas; dos países que han tenido problemas distintos, tengan que aplicar exactamente las mismas fórmulas para la solución de los problemas, para la solución de diferentes problemas?», declaró en en la Sesión Extraordinaria y Solemne de la Asamblea Nacional, con motivo de la visita..

Mientras, desde las páginas del diario El País, el periodista Antonio Caño escribía: «Gorbachov sabe probablemente que no puede torcerle el brazo a un personaje como Fidel Castro sin poner en peligro su credibilidad en el Tercer Mundo, y Castro sabe que no puede agotar la paciencia de Gorbachov sin tener una alternativa muy clara sobre la que sustentar la economía del país. Esto no va a evitar, sin embargo, que el líder del Kremlin anime a sus aliados cubanos a poner en práctica métodos de producción y de comercio que aumenten la eficacia del sistema y, sobre todo, alivien la pesada carga de la ayuda soviética a este país».

La polémica en torno a la visita, no obstante, fue más allá de las visiones contrapuestas de los mandatarios y los intereses de ambos países. Grupos opositores al gobierno cubano entregaron a Gorbachov una carta que pedía el fin del apoyo soviético a Fidel. La misiva se basaba en el presupuesto de que «la inmensa mayoría del pueblo cubano también desea cambios democráticos», y terminaba calificando al líder ruso como «uno de los grandes reformadores sociales de nuestro tiempo».

Como era de esperar, las demandas fueron desatendidas por el secretario general del PCUS, que había dado el visto bueno a un nuevo protocolo de intercambio comercial con montos superiores a 10 mil millones de dólares.

Dos décadas y media después, mientras se desarrollaban las reformas del gobierno de Raúl Castro y el acercamiento a Estados Unidos, Gorbachov opinaría: «Si alguien quiere dictar a Cuba cómo tiene que proceder o hacerle demandas injustas, no funcionará. Cuba es respetada en la comunidad internacional, así que veamos lo que sucederá y cómo gestionará esto».

Finalmente, consideraría que el gran peso de la negociación se inclinaba sobre la potencia norteamericana y que muchos de los problemas relacionados con Cuba «son consecuencias de errores cometidos durante la Guerra Fría».

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