Madres cubanas: honra y suplicio

Por Ivette García González. «Ningún lenguaje puede expresar el poder, la belleza y el heroísmo del amor de una madre»… Edwin Hubbel Chapín (1814-1880. Foto< Otmaro Rodriguez (OnCuba)

«Ningún lenguaje puede expresar el poder, la belleza y el heroísmo del amor de una madre»… Edwin Hubbel Chapín (1814-1880

Por Ivette García González*

¿Cuántas madres cubanas celebraron con sus hijos este segundo domingo de mayo? Como en toda situación de precariedad y conflictos, las madres cargan un sufrimiento inconmensurable.

La maternidad es un acto supremo de amor. El culto asociado a ella tiene más de tres milenios, desde la antigua Grecia, cuando se veneraba a la diosa Rhea. En casi toda América, el Día de las Madres se empezó a generalizar luego de que en 1914 se declarara como festividad nacional el segundo domingo de mayo en los EEUU. Se oficializó en La Habana en 1921 y se extendió a todo el país en 1928.

No es casual que sea de las tradiciones más universales y antiguas. El ser humano es biopsicosocial, por tanto, la influencia materna y la relación entre madre-hija/o impacta considerablemente en el individuo, la familia y la sociedad.

Más que una cuestión biológica, el Psicoanálisis —desde Freud y Lacan— lo enfoca como «sentimiento», de ahí la afirmación freudiana: «infancia es destino». Explica la idealización de la madre en la vida del ser humano y es eficaz en ejercicios terapéuticos, por ejemplo, para lograr una bio-decodificación y regeneración de la espiritualidad.

De los muchos por qué y las lecciones aprendidas

La familia cubana ha sido muy lastimada en diversas épocas. Cuando pareció que sería reivindicada y fortalecida, sobrevinieron nuevos y prolongados sufrimientos. Uno se pregunta por qué, a pesar de repetir que la familia es célula básica de la sociedad, el Estado sustituyó gran parte de sus funciones durante mucho tiempo creando otros conflictos.

Escenario político al límite

¿Cuántas generaciones crecimos internadas desde edades tempranas para que nuestros padres pudieran estar en la trinchera de Cuba y otras partes? ¿Cuántos quedaron huérfanos y fueron bautizados como «Hijos de la Patria»? ¿Cuántas madres perdieron a sus hijos intentando salir de Cuba? ¿Cuántos hijos y nietos perdieron a sus madres y abuelas sin poder verlas porque el Estado no les permitió entrar al país? ¿Cuántas madres han sufrido por actos de repudio contra sus hijos?

Desde los años noventa, diversas cosas cambiaron en el binomio Estado-familia. Durante el llamado Período Especial, demasiadas madres y esposas cruzamos la fina cuerda de la legalidad para poder alimentar, asear y curar a la familia. También para que muchos padres y esposos conservaran la imagen de sacrificados, incorruptibles, disciplinados y combativos. Porque todo el mundo se sienta a la mesa. Cierto que existieron algunos que traspusieron igualmente el límite de lo permitido, pero pudieron escoger cuando tenían una mujer o madre al lado, porque nosotras sí desafiamos todos los riesgos.

No obstante, aquellas circunstancias adversas también produjeron un retorno a lo familiar. Hubo reconciliaciones entre madres, hijos y hermanos separados durante años por la política. Surgieron estrategias familiares de autoprotección lideradas o acompañadas por las madres. Algunas, como la emigración, implicaron separaciones y angustias.

Las madres, la televisión y el tweet del presidente

Una madre vibra con los triunfos de sus hijos y sufre cuando se los lastiman, maltratan o humillan; asimismo cuando no los puede ver. Si le dicen que están bien piensa que quizás no desean preocuparla; cuando no la llaman está convencida de que ha ocurrido algo.  

Educación: nuevo contenido

Las madres cubanas necesitan comprensión, consideración y respeto. Este domingo muchas se juntaron y celebraron a través de internet con sus hijos. Dos iniciativas gubernamentales, sin embargo, fueron lamentables.

En su espacio televisivo habitual de manipulación de la opinión pública y terror mediático, Humberto López se refirió al día de las madres. No fue para felicitarnos, sino para advertir cuánto podríamos sufrir si se consumaba un intento de protesta en Centro Habana. Ofreció como prueba el fragmento de una supuesta conversación telefónica desde Miami. Nunca se escuchó el interlocutor en Cuba ni se vio algo más que pancartas como recursos para los manifestantes. No le hizo falta, la sustancia estaba en su libreto: una posible acción terrorista con muertos y heridos, la amenaza con la ley y con los actos de repudio.

Las madres cubanas viven un martirio hace años y no por escenarios hipotéticos, sino reales. Sufren por las carencias, por cómo maltratan a sus hijos jóvenes en las calles, por las presiones que reciben para que los disuadan, por cómo los detienen y encarcelan, por sus hijas ultrajadas en unidades de policía y por los linchamientos mediáticos de ese periodista. Esas madres, y otras que no tienen todavía estos problemas, no encuentran sosiego. Soportan y tiemblan igual por el reprimido y porque saben que la juventud es por naturaleza irreverente y que la violencia solo engendra más violencia.   

Felicidades a todas las Madres Cubanas, cuyo amor a la familia es también soporte de la nación. Nuestro cariño y admiración. #CubaViva #SomosCuba pic.twitter.com/hvfTAuZnU1

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) May 9, 2021

Imagen

Lo segundo fue la felicitación del presidente en Twiter. Se acompañó de una postal que recibió respuestas agradecidas, pero también abundantes críticas que aludían al contraste entre la imagen y la realidad cubana. Una persona, identificada como fincamarta, defendió la pertinencia y autenticidad de la foto. Se sintió aludida/o y pensó que reprochaban la pulcritud de las mujeres representadas en ella. Nunca comprendió el sentido de la reacción popular: no es lo mismo que la ofreciera un ciudadano común, a que lo hiciera el presidente a su pueblo, que, cuando menos, es mestizo. No hace falta asesoría ni universidad para eso, bastaría con sensibilidad y sentido común. 

Tenemos un fenómeno serio de ruptura y vulnerabilidad familiar. Padecen las madres que tienen hijos víctimas de la represión, las que se mantienen en silencio mientras los suyos no sean agredidos, las que siguen siendo fieles al gobierno pero están solas porque sus hijos emigraron. 

 «Las madres y sus hijos pertenecen a una categoría propia. No hay un vínculo tan fuerte en todo el mundo (…)», expresó el escritor estadounidense Gail Tsukiyama. No esperemos entonces que nuestros dramas de hoy no produzcan peores consecuencias mañana.  

AUTORA

*Ivette García González*Ivette García González, La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP). Para contactar a la autora: [email protected]

Fuente: https://jovencuba.com

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