Palabras que devoran las palabras

Alguien, a modo de broma, dijo cierto día que en Cuba solo había tres problemas: desayuno, almuerzo y comida. Mientras que en ciertas instancias, toda la conversación se establece sobre los grandes desafíos de la nación, la vida cotidiana de los ciudadanos transcurre en otra dimensión.

escrito por Gustavo Arcos Fernández-Britto 

Alguien, a modo de broma, dijo cierto día que en Cuba solo había tres problemas: desayuno, almuerzo y comida. Mientras que en ciertas instancias, toda la conversación se establece sobre los grandes desafíos de la nación, la vida cotidiana de los ciudadanos transcurre en otra dimensión.

Parecería una banalidad, pero ningún análisis serio sobre Cuba puede obviar ese drama que representa, para la mayoría de la población, todo el sentido actual de su existencia. Por eso, no son los llamados disidentes, ni los mercenarios, ni los enemigos externos los que están generando una ruptura con la Revolución, sino que es ella misma la que viene implosionando, destruyéndose desde adentro. Aferrados a una narrativa que solo apela al flash back, nuestros dirigentes y funcionarios pierden de vista el presente e ignoran las señales que les envía el mundo real. 

La Historia, los héroes, las razones de Cuba, están muy bien; pero el pollo que sacaron en la esquina es mejor. Se ha ido imponiendo una pragmática de la cotidianidad, una peligrosa tendencia al ¡sálvese quien pueda!, que suele desconocerse en los estudios sobre la Isla, reduciendo ese gran relato a la dicotomía entre el bien y el malpasado y presenteCuba versus Estados UnidosRevolución-Contrarrevolución.

Para la gente de a pie —y cada día hay muchos más en esa lista—, el tiempo de las promesas se acabó. Eso es, como diría La Lupe: «puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro». En los años sesenta y setenta, se trabajaba incansable y voluntariamente para un futuro que, se decía, pertenecía por entero al socialismo. Un concepto de sacrificio que cobró sentido para nuestros padres. El hombre nuevo, la sociedad nueva, la trova nueva y el pueblo nuevo.

Todo se veía desde un prisma positivista, transformador, sostenido desde las palabras y los libros escolares por un discurso que estigmatizaba el pasado, visto como retrógrado y burgués. La Historia, los paradigmas, los valores, empezaron a reescribirse en aras de legitimar el camino trazado por el Partido que, aunque no era nuevo, ¡empezó a ser… inmortal!

La Revolución cambió muchas cosas, entre ellas el lenguaje. Hay toda una gramática generada por los ideólogos del Partido y la Cultura que impregnó cada esfera del pensamiento. La alfabetización fue buena, pero el adoctrinamiento de la sociedad resultó más eficaz. Es grandioso pensar, pero lo ideal sería citar al líder, aplaudir y nunca cuestionar.

La alfabetización fue buena, pero el adoctrinamiento de la sociedad resultó más eficaz. Es grandioso pensar, pero lo ideal sería citar al líder, aplaudir y nunca cuestionar. Video: La Campaña (2021), una Película de Eduardo del Llano. Protagonistas: Daniel Romero, Luis Alberto García, Tahimi Alvariño, Yasmani Guerrero, Ana Patricia Martín (Pomi), Vida García & Viola García

Como toda cultura se levanta sobre leyendas y símbolos, el gobierno cubano puso especial empeño en inventar los suyos. La primera apropiación vendría con la palabra Revolución, reconfigurada ahora para definir, no una acción legítima y universal practicada durante siglos, sino un sistema político concreto, el nuestro, que es único e indestructible. Cualquier otra lectura de sus significados quedaba anulada o sancionada.

La Patria no es el lugar donde nacemos, donde encontramos nuestras raíces y cultura, sino que es, sobre todo, la Revolución, y solo se es un buen cubano defendiendo la Patria que es, al mismo tiempo, la Revolución. En la película Fresa y Chocolate (Tomas G. Alea – 1993) encontramos un ejemplo de hasta dónde puede estigmatizarse la existencia de los ciudadanos bajo esa perversa y excluyente analogía.

La independencia solo será leída como acción liberadora de un dominio externo, cualquier otra acepción es sospechosa puesto que, en un país institucionalizado y controlado por un solo partido e ideología, cualquier gesto de independencia resulta equívoco. Al mismo tiempo puede verse como se exacerba el concepto de unidad, palabra que atraviesa cada párrafo del discurso, las leyes o el mensaje público. La independencia es una fisura, un agravio a ese pueblo unido que jamás será vencido.

Hace apenas tres años, el parlamento cubano, como si no tuviera otro asunto importante que tratar, destinó ¡toda una mañana! a debatir el término propiedad privada, porque en el país lo que tenemos son… trabajadores por cuenta propia. Así, los eufemismos o el gerundio conformaron toda la estructura discursiva de nuestros políticos. Las cartas se están elevando, los problemas resolviendo, las leyes estudiando. Los emigrados pasaron de ser gusanosescorias vilipendiadas, ratas que abandonaron el barco, a una comunidad residente en el exterior, gracias a la cual, por cierto, vive buena parte de la nación.

La verdadera democracia solo puede ser, si es socialista. El parlamento no es tal, sino una Asamblea del Poder Popular que es el verdadero poder, puesto que representa el poder del pueblo. La Constitución es la ley de leyes, pero por encima de ella está, según vimos en televisión, el poder del Partido que representa la fuerza rectora de la sociedad, aunque lo integren poco más de medio millón de ciudadanos.

No existe país más culto que el nuestro, ni ejército más noble, ni democracia más plena, ni bloqueo más genocida, ni elecciones más transparentes. Los héroes son sagrados, el líder es eterno, la calle y las universidades son de los revolucionarios, los que disienten son mercenarios y los que critican están confundidos. El arte es un arma de la Revolución, los CDR son la sociedad civil, las crisis no existen puesto que, solo son coyunturas y los problemas serán resueltos… cuando llegue el momento indicado.

Palabras (2)

No existe país más culto que el nuestro, ni ejército más noble, ni democracia más plena, ni bloqueo más genocida, ni elecciones más transparentes.

Los dirigentes rara vez ofrecen un discurso propio y, sin excepción, para legitimarse citan a Fidel o Martí, y mientras más lo hagan, mejor. Los debates sobre los derechos de la ciudadanía, las libertades, la justicia o la ética, siempre están condicionados a una interpretación de carácter ideológico.

En las leyes y disposiciones emitidas por la dirección del país existen muchas cuestiones favorables para la ciudadanía o el orden constitucional, salvo que atenten contra los principios de la Revolución y por tal motivo, toda huelga, manifestación pública o protesta ciudadana, quedarán prohibidas

Se ha dicho que el medio es el mensaje. En Cuba, el mensaje es el medio, en tanto la televisión, la radio y la prensa han estado totalmente controladas y supervisadas por el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido. Ese matrimonio tuvo una existencia feliz y armónica, ofreciendo por décadas una imagen Cuba que tenía dos aristas: el paraíso tropical y la isla indomable. Los turistas, los amigos de la Revolución, los empresarios, viajaban al parque temático que guardaba, para cada segmento, sus rutas, sus baratijas —la comercialización exacerbada de la imagen del Che es un ejemplo— y sus narrativas.

No hay mayor relato que el diseñado alrededor del bloqueo de Estados Unidos. La historia del David enfrentado a Goliat siempre tendrá millones de seguidores. Esa dramaturgia ha sido escrita obtusamente por todos los gobiernos norteamericanos y algunos cubanos, en una ópera trágica que tiene mil voces. Mientras cada parte se ataca y niega, encuentra sus razones y sin razones, las familias cubanas sufren las mayores consecuencias. Enfrentamiento, divisiones, odios que se exacerban, rencores que no se superan.

Todo sirve para alimentar esa diabólica dramaturgia. Como si de un videojuego macabro se tratase, cada parte espera por las acciones del contrincante. Acción y reacción. A veces imagino a los políticos de turno junto al teléfono, haciéndose cada semana una llamada para trazar las estrategias y los obstáculos que colocarán en el camino de los ciudadanos, antes de pasar al próximo nivel.  

Uno pudiera preguntarse cómo es posible que luego de sesenta años, aún Cuba dependa tanto de las decisiones que tome un presidente de Estados Unidos. Recuerdo que entre las razones que propiciaron las acciones revolucionarias a fines de los cincuenta, estaba la necesidad de romper esa subordinación económica que teníamos con el vecino.

Mientras existió el campo socialista —devenida nueva subordinación—, el bloqueo estaba en el número diez de la agenda cubana, realmente poco importaba. Desde hace años, nuestros políticos, como pesadilla recurrente, no dejan de hablar del mismo y todos los problemas que tenemos son achacados a su existencia. No hay una mirada objetiva hacia dentro, hacia esa incapacidad de generar una economía propia que se sostenga. ¡Cuántas limitaciones, leyes, decretos y medidas se han firmado que obstaculizan la vida de los cubanos y que nada, o muy poco, tienen que ver con el bloqueo!

Palabras (3)

Cuando el pasado 11 de julio, miles de ciudadanos se lanzaron a las calles de toda la Isla, estaban mostrando su ira y frustración ante el estado de ciertas cosas. En ellos está también la angustia por la falta de diálogo real, las voces de aquellos que ya no quieren seguir en silencio, y el gesto inconforme, ¿por qué no?, ante la errática gestión de un gobierno.

Son los mismos ciudadanos que quizás marcharon ayer un 1ro de mayo, que en algún momento aplaudieron a Fidel y que, sin dudas, trabajan o estudian día a día intentando generar riquezas y progreso; pero que son, ante todo, seres con necesidades, carencias, angustias y expectativas no satisfechas. Para ellos, los discursos han dejado de funcionar, las reuniones son inoperantes, las quejas no tienen sentido y las promesas nunca se cumplen. El drama de la nación cubana encontró, desde ese día, su nuevo punto de giro. 

Si el gobierno tiene el control de todo, no puede únicamente esperar aplausos por su gestión benefactora, sino que también es responsable de todas las miserias y problemas que nos rodean. El ejercicio del poder implica una responsabilidad, para el bien y para el mal.

Los jóvenes de hoy nacieron en pleno período especial. Los que estudian ahora mismo en las universidades son una generación del siglo XXI, que se mueve a la velocidad de la luz y pegados a una pantalla, en una dinámica virtual que la aleja del mensaje unívoco y aburrido que muestran nuestros medios.

Las recientes medidas para unificar la moneda fueron una bomba de tiempo, lanzada al ya maltratado rostro de las familias cubanas, pero algunos prefieren hablar y dedicar largas horas a encontrar culpables en otras partes, obviando que no existe tal golpe blando, como gustan decir, sino uno verdadero, duro y terrible, originado desde las mismas instancias del gobierno.

Mientras algunos se entretienen siguiendo las rutas del dinero, buscando analogías en viejos manuales o encarcelando a supuestos líderes; miles de cubanos emigran cada año, en una sangría incontrolable que pone en suspenso cualquier idea que tengamos del futuro. Jóvenes formados por la Revolución que poco o nada quieren saber de ella.

El relato oficial gusta de repetir que la cultura es el alma de la nación. Debería entonces prestar mayor atención a lo que esa cultura popular le está diciendo, porque los dos fenómenos culturales y sociales más relevantes en los últimos quince años han sido generados, precisamente, a contrapelo de las instituciones. El reguetón y el paquete semanal representan dos formas de resistencia y articulación social enfrentadas a un modelo de cosificación cultural que ya fue instaurado en el país alrededor de 1971 y que hoy —decreto 349 entre otros recientes—, vuelve con nuevos bríos.    

Actualmente, un bloguero, un streamer, un cantante de reguetón, un grupo de personas que comparten aficiones o deseos a través de WhatsApp, pueden ejercer más influencia en una comunidad que todos los cursos y clases recibidas en una escuela. Los valores son diferentes, la sociedad es diferente, las prácticas sexuales son diferentes. Hay otros mitos, otras lecturas, otras canciones, otros sueños, nuevas imágenes, villanos y héroes. Hay, en definitiva, otra conversación social que tiene que ser escuchada y respetada. Es ahí donde se está produciendo la nueva y verdadera Revolución.

AUTOR

Gustavo Arcos Fernández-Britto. Profesor de cine cubano en la Universidad de las Artes. La Habana y critico de cine. Especializado en cine y sociedad en Cuba. Frecuentes apariciones en espacios radiales y televisivos del país. Ha ofrecido conferencias, debates y presentaciones de filmes en Francia, México, Estados Unidos y Suecia. Contactar: www.facebook.com/gustavo.arcosfernandezbritto

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