Un referente imprescindible para entender el debate actual.

«He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos»… Charles de Gaulle (1890-1970)

Por Ivette García González*

En mi texto anterior hice referencia a la legitimidad y complejidad de las corrientes de pensamiento político que se manifiestan en el debate actual en y sobre Cuba. Es un tema de la mayor importancia porque en el fondo atañe a si lo que debemos hacer los cubanos es reformar, actualizar o transformar la sociedad.    

Como en otras épocas de nuestra historia, a través de esos flujos que cohabitan en un escenario crítico y contradictorio, se perfilan diversos proyectos de país. De ahí el significado de identificarlos según sus referentes, presupuestos fundamentales, promotores, sectores que representan y vías de socialización de sus ideas.

Un referente imprescindible para lograr ese propósito es la obra del Dr. Juan Valdés Paz, Premio Nacional de Ciencias Sociales; en particular su texto «Cuba: cambios institucionales que vendrán (1959-2015)», incluido en el libro Revolución cubana. Algunas miradas críticas y descolonizadas, del sello editorial Ciencias Sociales, que luego de mucho batallar vio la luz recientemente. Bajo la coordinación de Luis Suárez Salazar lo preparamos desde el 2015 varios escritores de la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC, que me honré en presidir entre el 2014 y el 2020.

I

El capítulo de Valdés Paz versiona su exposición en la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, celebrada en noviembre de 2015 en Medellín, Colombia. Las que entonces denominó como «corrientes de interpretación de las políticas en curso» las consideró «revolucionarias y reformistas», por ende «a la izquierda del actual régimen». También como transversales a la sociedad cubana: instituciones, funcionariado, grupos civiles y dirigentes.

De acuerdo a su análisis, dichas corrientes emergieron del conjunto de los «Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución» aprobados en el VI Congreso del PCC realizado en abril de 2011 —que procuraban un nuevo modelo económico socialista—, las medidas implicadas y su efectiva implementación. 

Ambos modelos económicos, el existente y el que se pretendía, se declaraban socialistas bajo un mismo fundamento: la persistencia del carácter estatal de casi todos los medios de producción, la planificación centralizada de la economía y las prioridades para la distribución del producto, principalmente hacia la política social. Cuán socialista es un modelo económico que no asume la democracia en esa esfera, fue parte de la polémica entonces.

II

En un excelente ejercicio de interpretación sociológica, Valdés Paz identificó en aquel momento cinco corrientes con base en posturas de igual cantidad de actores: dirigentes, funcionariado, intelectuales, cuentapropistas y otros sectores de la población.

Las dos primeras categorías las había definido en su libro La evolución del poder en la Revolución cubana, publicado en dos tomos entre 2016 y 2018 por la Fundación Rosa Luxemburgo en México. Los «Dirigentes», también llamados «cuadros», son los actores del sistema político con facultades de decisión. El «Funcionariado» equivale a la categoría de «burocracia», pero sin incluir a los empleados.

A continuación sintetizo aquellas corrientes que reflejan el conjunto de ideas previas e inmediatamente posteriores a los Lineamientos y al proceso de reformas anunciado hace diez años.

1. Convencional. De inspiración soviética. Su visión es la del Socialismo de Estado, equiparando socialización y estatización. Entiende la democracia como provisión de bienes y servicios por parte del Estado. Concibe las reformas como concesiones, por tanto, deben ser limitadas y reversibles. Frenan su implementación y consideran que estas deben preservar sobre todo la función reguladora del Estado y el sector estatal de la economía. Sus actores son dirigentes, funcionariado y sectores de la población dependientes de las políticas públicas.

2. Guevarista. Se inspira en el ideario del Che, sobre todo lo concerniente a la construcción del socialismo y el papel de la subjetividad. Se distingue de la anterior en que su visión del socialismo concede un mayor papel a la participación de los sujetos sociales en los asuntos públicos; respecto a las reformas, pone énfasis en limitar las que atañen al mercado y en reforzar las funciones del Estado, sobre todo la planificación, a la vez que en limitar los poderes del funcionariado. Entre sus actores incluye, además, a intelectuales.

3. Socialistas críticos. Se inspiran en diversas corrientes y en las críticas al Socialismo Real. Ven el socialismo como un proceso ascendente de autogobierno y autogestión de la población, una permanente socialización y democratización de todas las esferas. Consideran que las reformas deben transcurrir en un escenario de información abierta, de consulta y debate. Reclaman medidas de salvaguarda socialistas, entre ellas las que limitan el proceso de privatización en favor de la cooperativización. Aspiran a que las reformas produzcan una menor estatización y una mayor socialización. Sus actores son intelectuales, profesionales y sectores colectivistas de la población.

4. Socialdemócrata. Se inspira en la socialdemocracia histórica de izquierda y la experiencia del capitalismo norte-europeo. Concibe el socialismo como una economía mixta bajo reglas capitalistas y un Estado benefactor. La democracia debe basarse en el perfeccionamiento de los mecanismos de representación política y social. Frente a las reformas, opta por la aceleración de la desestatización de la economía y la generalización de las relaciones mercantiles. Entre sus actores está parte del funcionariado (administrativo y económico) y sectores autogestionarios de la población.

5. Socioliberales. Tiene importantes convergencias con la anterior. Se inspira en el liberalismo social y en la reforma china. Opta por un «socialismo de mercado» competitivo, con una desestatización y desregulación al máximo del sistema económico. Restringe la democracia a la esfera política y considera debe ser sobre todo representativa y delegativa. Las reformas deben ser de manera continuada y acorde a la eficiencia. Asume que un mayor patrón de desigualdad es inevitable y debe ser compensado con asistencia social focalizada. Sus actores son los mismos anteriores, más algunos profesionales.

III

Como puede verse, salvando las diferencias en cuanto a ritmos, prioridades y alcance de las reformas, todas las corrientes favorecían el proceso. Aunque el objetivo era la economía, tales posicionamientos, como ocurrió en los años sesenta, dejaban ver los diversos modos de entender el socialismo y pensar el futuro de Cuba.

Tanto las dos primeras corrientes —Convencional y Guevarista—, como las dos últimas —Socialdemócrata y Socioliberal— mostraban importantes coincidencias y solo algunos matices diferenciadores. De las cinco, solo en la Guevarista y la Socialista Crítica el autor identificó a intelectuales. Al tratarse de una interpretación sociológica del contexto económico, predominan actores del funcionariado, cuentapropismo y de los sectores populares dependientes de las políticas públicas. Obviamente, los dirigentes se ubican en la corriente Convencional.    

¿Cuánto de esa interpretación sociológica realizada en el 2015 está presente en las corrientes de pensamiento político que hoy se articulan en los debates y en las que los intelectuales tienen un papel significativo? Muchas cosas han cambiado en estos seis años, no pocas asociadas a la puja de intereses, aspiraciones y reivindicaciones que entonces quedaron en lo profundo de aquel proceso.

Hoy más que entonces conviene reflexionar y participar. La política está en todas partes, de un modo u otro nos afecta a todos. El consejo que en su tiempo José Ortega y Gasset diera a los jóvenes aplica al resto de los ciudadanos: «(…) haced política, porque si no la hacéis se hará igual y posiblemente en vuestra contra».

*Ivette García González La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP). Para contactar a la autora:  [email protected]

 

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