Cuba en la nueva guerra fría: tres escenarios

El nombre “nueva guerra fría”, usado para describir el estado actual de las relaciones entre Estados Unidos y China, tiene partidarios  y detractores . Independientemente del resultado final de esta discusión, su uso es cada vez más frecuente por parte de profesionales y especialistas en relaciones internacionales / Imagen cortesía de OnCuba

Es oportuno reflexionar sobre los principales caminos alternativos que podría seguir la política exterior cubana, en momentos en que nuestro país atraviesa una situación de profunda y multidimensional crisis.

por Roberto M Yepe

El nombre “nueva guerra fría”, usado para describir el estado actual de las relaciones entre Estados Unidos y China, tiene partidarios  y detractores . Independientemente del resultado final de esta discusión, su uso es cada vez más frecuente por parte de profesionales y especialistas en relaciones internacionales. Está relacionado con la notable agudización de las tensiones entre las principales potencias del sistema internacional durante el período histórico más reciente, cuyo inicio convencionalmente podría situarse en el lanzamiento del “pivote asiático” de la administración Obama y que no ha hecho más que intensificarse Desde entonces.

Sobre este eje central de la política internacional contemporánea, en poco más de un año se han producido una serie de hechos y procesos que han sacudido y complejizado enormemente el escenario geopolítico global, en general, y las relaciones chino-estadounidenses, en particular.

Estos incluyen la guerra en Ucrania, el visible fortalecimiento de la cooperación entre China y Rusia, la expansión de la OTAN, el papel de la India —ahora en su nuevo estatus como el país más poblado del planeta—, el “regreso” de Brasil, la la reactivación del grupo BRICS y su posible expansión, el recrudecimiento de las perturbaciones económicas internacionales y los esfuerzos de algunos países por “desdolarizar” sus transacciones comerciales.

Dentro de esta coyuntura internacional, los países del llamado Sur Global —incluyendo a Cuba— conforman un conglomerado extraordinariamente heterogéneo en cuanto a sus respectivas capacidades, posiciones y estrategias de política exterior para lograr sus objetivos nacionales.

Además, más allá de su propia voluntad, estas naciones a menudo representan territorios en disputa como parte de la exacerbación de la rivalidad entre las principales potencias. En este contexto, parecería oportuno reflexionar sobre los principales caminos alternativos que podría seguir la política exterior cubana, en momentos en que nuestro país atraviesa una situación de profunda y multidimensional crisis.

Estamos frente a una realidad internacional que parecería cada vez más amenazante y desafiante, pero que también podría presentar oportunidades utilizables a partir de un proceso urgente de recuperación y renovación nacional.

Dichas opciones de política exterior podrían esbozarse a través de tres escenarios que describen situaciones extremas, proyectadas hacia un horizonte temporal hasta 2030:

Alineamiento con Estados Unidos : Sería el escenario más probable en caso de derrumbe del actual sistema político cubano, aunque no quedaría del todo descartado con un gobierno nominalmente revolucionario en el que la decisiva influencia de la dirección histórica del proceso iniciado en 1959 ya no existía. Esencialmente, consistiría en la aceptación del dominio estadounidense sobre Cuba, que se expresaría en la adopción de una política exterior subalterna y la absorción de la economía cubana como un nuevo componente del proceso de integración estadounidense, con un carácter marcadamente excluyente respecto de Cuba. a otras potencias económicas extrarregionales, en particular China y Rusia.

Alineación con China y Rusia: Las actuales relaciones comerciales, de cooperación técnica y de apoyo diplomático recíproco entre Cuba y estas dos grandes potencias se intensificarían rápidamente. China incrementaría significativamente su participación en el comercio exterior y la inversión extranjera directa en Cuba. También se reforzaría la cooperación con Rusia, incluso en el ámbito militar, aunque sin traspasar las “líneas rojas” definidas por Estados Unidos. En general, si bien las relaciones de Cuba con China y Rusia se estrecharían significativamente, en ningún caso alcanzarían un nivel equivalente al que existió entre Cuba y la Unión Soviética durante el período comprendido entre las décadas de 1960 y 1980. Aunque China y Rusia seguirían considerando a Cuba como un importante socio político en América Latina y el Caribe,

No alineación activa: Cuba desarrollaría una política exterior con proyección global, encaminada a lograr un alto grado de diversificación en términos económicos y políticos. Conferiría un carácter marcadamente desideologizado a sus relaciones exteriores. Reorientaría sus acciones y definiciones públicas para llegar a una posición lo más equidistante posible del eje de conflicto entre las principales potencias, tratando de mantener a Cuba como un territorio en disputa, pero de tal manera que ninguna de ellas pueda ejercer una influencia excesiva. y al mismo tiempo se les anima a brindar un trato respetuoso a nuestro país. Identificaría socios clave en cada región geográfica para optimizar los escasos recursos de su servicio exterior y sustentar su reconocida eficacia profesional. Restablecería relaciones diplomáticas con Corea del Sur e Israel. Implementaría una política decididamente agresiva para atraer inversión extranjera directa y, a partir de ella, daría prioridad absoluta a la diplomacia económica. También daría la más alta prioridad al desarrollo de unestrategia coherente e integral para influir positivamente en la sociedad y el sistema político de los EE. UU., con el objetivo de incentivar un restablecimiento duradero de la política adoptada el 17 de diciembre de 2014 por la administración Obama, posteriormente sistematizada en la Directiva de Política Presidencial del 14 de octubre de 2016.

Las descripciones anteriores sólo intentan esbozar de manera rudimentaria las principales alternativas de que disponen las autoridades cubanas en materia de política exterior, ofreciendo algunas pinceladas para estimular la imaginación prospectiva y la elaboración de escenarios más sofisticados.

En cada caso, estas son situaciones extremas y lógicamente consistentes. En la vida real, lo más probable es que la política exterior cubana transite por caminos intermedios —mucho más matizados y no exentos de contradicciones— entre alguno de los tres escenarios presentados.

    De hecho, podría afirmarse que la política actual mantiene una trayectoria ubicada entre el segundo y el tercer escenario, aunque en los últimos años parece inclinarse más hacia el segundo, quizás no necesariamente en base a la voluntad y preferencias de la dirigencia cubana, sino más bien por condiciones externas, necesidades económicas urgentes y falta de alternativas.

    En este punto, es necesario reconocer que las autoridades cubanas tienen actualmente muy poco margen de maniobra para conducir su política exterior, producto del recrudecimiento de la política de bloqueo y cambio de régimen de Estados Unidos, cuya capacidad de causar daños económicos y sociales a la población aumentó exponencialmente y sobre todo perversamente. Ha sido consecuencia de la combinación de los efectos muy negativos derivados de la pandemia y la guerra en Ucrania, así como de la decrepitud del modelo económico cubano.

    Objetivamente, la política estadounidense empuja a Cuba a los brazos de China y Rusia. Cuba sólo podría avanzar decididamente hacia una política de no alineamiento activo si Estados Unidos retomara una política esencialmente similar a la adoptada por la administración Obama durante los últimos años de su segundo mandato.

    El gobierno cubano mostraría falta de inteligencia y juicio si se distanciara de China y Rusia mientras Estados Unidos mantiene su actual política hacia nuestro país. En otras palabras, la probabilidad de ocurrencia del segundo escenario es directamente proporcional al grado de hostilidad de la política estadounidense, pues ésta constituye la variable independiente que ejerce mayor influencia sobre el desempeño cubano en la arena internacional.

    Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen temas y procesos de gran relevancia para el desarrollo y bienestar presente y futuro de la sociedad cubana y que pueden ser comunes y deseables en cualquier escenario imaginable. Tal sería el caso, por ejemplo, de la plena normalización de las relaciones con su población emigrada.

    Una nota aclaratoria final : los ejercicios de construcción de escenarios en la disciplina de las Relaciones Internacionales no pretenden principalmente pronosticar eventos futuros, aunque eso también podría ser una aspiración legítima en cualquier análisis de la política internacional.

    En este caso, la intención es simplemente promover un debate público sobre un tema en el que está en juego la legítima aspiración de la gran mayoría de los cubanos a vivir en un país económicamente próspero, socialmente justo y políticamente independiente.

    Desde una perspectiva personal, preferiría y recomendaría que la política exterior cubana en los próximos años busque acercarse al tercer escenario, por considerarlo la opción más conveniente al servicio de los intereses nacionales, evitando en lo posible los enormes peligros que el mundo que se avecina. (y que casi tenemos aquí) y aprovechar cualquier oportunidad que ayude a nuestro país a salir del atolladero en el que se encuentra actualmente. En resumen, se requiere una política exterior en transición para un mundo en transición.

    AUTOR

    Roberto M Yepe, Nacido en La Habana, 1971. Analista de relaciones internacionales. Máster en Administración de Negocios y Licenciado en Relaciones Políticas Internacionales y Derecho. Ha trabajado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en la Secretaría del Consejo de Ministros y en diversos centros universitarios de Cuba. Cumplió misiones diplomáticas en Estados Unidos y Brasil, así como en diversos eventos multilaterales en América Latina y el Caribe. Autor de “Estados Unidos en la postguerra fría” (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995), y de diversos ensayos y artículos sobre política internacional.

    Fuente: OnCuba

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