¿Habitantes o ciudadanos?: el papel de la enseñanza

Por Ivette García González, Alguien ha dicho que en Cuba tenemos habitantes, no ciudadanos. Quizás exagere, pero la falta de valores cívicos y morales es hoy síntoma alarmante. Un complejo fenómeno relacionado con la enseñanza, la familia y el contexto que nos daña como pueblo y obstaculiza la transformación del país.  

 Por Ivette García González

«Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo»… José de la Luz y Caballero

Alguien ha dicho que en Cuba tenemos habitantes, no ciudadanos. Quizás exagere, pero la falta de valores cívicos y morales es hoy síntoma alarmante. Un complejo fenómeno relacionado con la enseñanza, la familia y el contexto que nos daña como pueblo y obstaculiza la transformación del país.  

Según cifras del 2012, el 86.54 % de los cubanos está escolarizado, el 33.67% con nivel preuniversitario y superior. Somos una sociedad altamente instruida, pero instrucción no es educación. Instruir alude a conocimientos. Educar implica, además, formar desde la infancia valores cívicos: conciencia de deberes y derechos ciudadanos, libertad, responsabilidad, solidaridad, humildad, respeto a las diferencias, justicia, tolerancia, igualdad y equidad. Es preparar para la vida al propiciar conductas sociales positivas que se transmitan generacionalmente.

En toda sociedad es clave el modelo educativo, que establece los fines y objetivos básicos de la educación. Desde 1959 la Revolución realizó una reforma integral de la enseñanza, y fue establecido un nuevo modelo educativo que ha tenido sucesivos perfeccionamientos. Por encima de la noción democrática del ciudadano pleno, se impuso la pedagogía soviética.

Sombras en el camino

El proceso de enseñanza aprendizaje se subordinó a lo político ideológico y enunció la visión del «hombre nuevo».[1] Cuatro rasgos fueron esenciales y a largo plazo nocivos:   

1.- La enseñanza estatizada como estrategia del Partido/Estado/Gobierno con fines instructivos y políticos desde edades tempranas, cuando el niño es más instintivo y permeable. Tal línea se argumentó en varios congresos del PCC.[2]  

2.- Separación de los niños del seno familiar, incluso desde el círculo infantil, durante algunos años. Ello condujo a la disociación de lo familiar y de la comunidad, a la despersonalización.

3.- Predominio de la enseñanza tradicional o «bancaria», como la llamara el pedagogo brasileño Paulo Freire (1921-1997). El maestro es percibido como portador y el educando como receptor. En consecuencia, se inducen el pensamiento reproductivo y la memorización, los que promueven individuos dóciles.

4.- Desconocimiento o subvaloración de la Educación Cívica, que era un valor patrimonial de la Pedagogía cubana. Primero se subestimó y luego se circunscribió al llamado «Ciclo político ideológico».

Paulo Freite

¿Resultados inesperados?  

Varias generaciones de cubanos nos formamos en ese sistema de enseñanza que favoreció la educación continua, masiva y gratuita. Sin embargo, tales rasgos fueron perjudiciales para el ciudadano y la sociedad.

La enseñanza conductista enseñoreó el «Principio de autoridad» de raíz escolástica, apegado a la concepción e ideología de los gobernantes. El mecanicismo, el hábito de sustituir argumentaciones o reforzar ideas usando citas de dirigentes y clásicos consagrados por ellos, su empleo cotidiano en el aula y en la investigación, que lo establecía hasta para el ordenamiento bibliográfico, es apenas una muestra.   

El desarraigo familiar y comunitario facilita la masificación del individuo, lo vuelve fácilmente manipulable. Se le instruyó y educó para acompañar y servir a la Revolución = Partido/Estado/Gobierno/Líder. La calidad de las personas se mediría entonces por la instrucción y la fidelidad al poder.

Virgilio Toledo ha descrito cuatro etapas a través de las cuales se van cimentando los efectos nocivos en la persona: 1) Indiferencia (por el aislamiento de la familia y localidad); 2) Memorización (los métodos favorecen repetición de conceptos, eslóganes y consignas); 3) Comportamiento acrítico (aversión y miedo a disentir, a opinar diferente, pues la crítica se percibe como inusual, cuestionable, negativa y perjudicial); 4) Despersonalización (la persona va involucionando y convirtiéndose en un repetidor de eslóganes y actitudes, un autómata dirigido desde fuera de su conciencia).[3]

Lamentablemente, no hubo espacio a otro pensamiento marxista como el de Paulo Freire por ejemplo, uno de los más grandes pedagogos del siglo XX. En su Pedagogía del oprimido[4]él privilegiaba una cultura dialógica desde el aula para la reflexión, la problematización de la realidad, la crítica, socialización y liberación. A pesar de su vocación martiana y revolucionaria, no encontró oídos receptivos en Cuba.

El parteaguas de los 90 y la actualidad

El sistema educacional en Cuba se ha deteriorado desde los años noventa. No solo materialmente, sino por falta de maestros, de calidad, y por la persistencia del mismo modelo educativo, con más efectos negativos por el contexto y ciertos cambios en el modelo pedagógico. A fines de los ochenta se reconoció el desconocimiento del pensamiento pedagógico anterior a 1959. Se rescató la Educación Cívica para quinto y noveno grados, pero se mantuvo el peso de lo político ideológico en esa asignatura.

En los encuentros nacionales de Educación Cívica de 1995, 1999 y 2000, se identificó como principal dificultad la falta de preparación del claustro. Se compararon los contenidos de la asignatura del quinto grado con los existentes en el año 1944. La «ausencia de conceptos fundamentales en la formación de una cultura democrática desde edades tempranas» fue constatada. No obstante, todavía se identifican, en Ecured y a nivel de doctorados en Ciencias Pedagógicas, los mismos fines para la Educación Cívica.

El resultado no puede ser otro. Hemos sido instruidos y adoctrinados, no educados en y para la libertad. Vivimos saturados de lo político, careciendo de valores morales y cívicos, lo cual se revela en el inmovilismo, intolerancia, incomunicación, toxicidad del lenguaje y violencia en sus diversas formas. En lugar del civismo, predominan: silencio, retraimiento, inconformidad mal expresada o canalizada, indiferencia ante la injusticia y extremismo político.

Eso explica, por ejemplo, que apenas ahora la Constitución sea un tema entre nosotros, que todavía existan mítines de repudio y que alguien grite «¡abajo los derechos humanos!».

El desconocimiento de los derechos y la relación clientelar impuesta por el Estado, ha derivado en sentimientos de gratitud que llegan a veces al absurdo y se mantienen en amplios sectores, aun en ausencia de los beneficios que alguna vez se tuvieron. Es parte de nuestro daño antropológico.

Urge una educación cívica que responda a esta problemática en todos los niveles de enseñanza. Ella debería acompañarse del estímulo a la sociedad civil para que genere proyectos encauzados al empoderamiento ciudadano. Lograrlo es vital si queremos que el diálogo inclusivo y la negociación para la solución de los problemas de Cuba, sustituyan a la intolerancia y el extremismo que hoy nos lastran como pueblo y entorpecen la transformación del país.

NOTAS

[1] Algunos recordamos todavía Poema Pedagógico, de Antón Makárenko (1888-1939), nombre que asumió un contingente de maestros cubanos en escuelas primarias internas. Salvando la diferencia de matices, la prefiguración del hombre nuevo se encuentra en textos soviéticos y para el caso cubano en el legado del Che. Ver: «La Pedagogía soviética»; de Mirella del Pilar Vera-Rojas: «A manera de historia: regularidades de la pedagogía Soviética – Dialnet (unirioja.es)», 2015; y de Ernesto Guevara su carta al uruguayo Carlos Quijano, cuyo texto titulado «El Hombre Nuevo (unam.mx)», aparece publicado en Latinoamérica. Cuadernos de cultura latinoamericana, no. 20, México, 1978, con un excelente preámbulo.

[2] En el III Congreso del PCC (1986) Fidel expresó: «Al comunista hay que empezar a formarlo desde que es pionero, desde que está en el círculo infantil (…). Y el Estado socialista tiene todo: círculo, educación, todos los niveles de la educación, hasta la universitaria, lo tiene todo. ¿Puede o no puede hacerse?», Fuente: Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de los consejos de Estado y de Ministros, en la clausura de la sesión diferida del Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en el teatro Carlos Marx, el 2 de diciembre de 1986, año del XXX aniversario del desembarco del Granma.

[3] Virgilio Toledo: Daño antropológico y derechos humanos en Cuba, Edit. Hispano Cubana, España, 2009.

[4] Paulo Freire fue maestro, filósofo y pedagogo. La primera edición de su obra fue en 1968 y luego tuvo otras. Tiene una vigencia reconocida, ha sido una de las más estudiadas a nivel mundial con traducciones a más de veinte idiomas. Forma parte del currículo de varias universidades latinoamericanas. Véase: Pedagogía del oprimido, Tierra Nueva, Montevideo, 1970.

AUTORA

Ivette García González*. La Habana, 1965. Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (2006), Profesora Titular por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García” e Investigadora Titular del Instituto de Historia de Cuba. Actualmente docente e investigadora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Autora de varios libros. Fungió como diplomática en la Embajada de Cuba en Lisboa (2007-2011). Preside la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC y es miembro de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Caribeños (ADHILAC) y la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP).

Fuente: jovencuba.com

Share this post:

Related Posts